domingo, 14 de abril de 2024

#hemeroteca #trans #testimonios | Marina Villalba, orgullosa xerecista contra la transfobia: "He estado atrapada y ahora soy libre"

La Voz del Sur / Marina Villalba //

Marina Villalba, orgullosa xerecista contra la transfobia: "He estado atrapada y ahora soy libre"

La aficionada del Xerez DFC, insultada en la previa del derbi contra el Xerez CD, cuenta su historia. "Siempre he llevado dos vidas". Pasados los 50 años, dio el paso y ahora es "más feliz"
Francisco Romero | La Voz del Sur, 2024-04-14
https://www.lavozdelsur.es/la-voz-seleccion/reportajes/marina-villalba-orgullosa-xerecista-contra-transfobia-he-estado-atrapada-ahora-soy-libre_313123_102.html

Lo suyo con el fútbol es verdadera pasión. La radio tiene buena parte de culpa. Cuando era pequeña, sintonizaba las emisoras como buenamente podía. Trucaba los aparatos poniéndole una peseta en la ranura del volumen, para que funcionaran. O salía de su casa, en pleno campo, para tener cobertura. Si llegaba a un bar, se bebía las secciones deportivas del periódico que hubiera en la barra.

Con el paso de los años, no es que haya remitido esta fiebre. Al contrario, ha ido a más. Marina Villalba es futbolera, y xerecista, desde que tenía ocho años. Con sus amigos, jugaba al fútbol en La Guareña, una entidad rural de Jerez, donde se crio. Unas cañas hacían de portería. “Había un pozo, mierdas de vaca, muchos mosquitos en verano...”, recuerda.

Entonces, pasaba las tardes de los fines de semana siguiendo partidos, apuntando los resultados y haciendo sus propias clasificaciones recogiéndolo todo en sus libretas. Ahora sigue a su Xerez DFC, en categoría absoluta, pero también a la cantera, y escribe crónicas para la web de su peña, Xerecistas por el mundo. No han cambiado mucho sus tardes de domingo.

Sus gustos no han variado. Su vida, mucho. Marina se llama así desde hace unos años. Antes tenía otro nombre, masculino, porque nació hombre, pero siempre tuvo algo dentro que le decía que estaba en el cuerpo equivocado. Pero hasta los 51 años no se decidió a expresarlo públicamente. A dar el paso. A mostrarse tal y como era.

Hace poco, tristemente, fue noticia por los insultos que recibió en redes sociales. Una viñeta, de mal gusto y transfóbica a más no poder, recogía una foto de Marina junto a jugadores del Xerez DFC, durante la presentación de la equipación con la bandera arcoíris del colectivo LGTBI, de la que fue modelo. “Es gente cobarde”, comenta. Y será la única alusión al episodio. La historia de Marina va mucho más allá. Merece —como poco— estas líneas.

Xerecista desde la infancia

A Marina, como se ha dicho, le gusta el fútbol desde muy joven. Pronto se hizo xerecista. Nunca se le olvidará la primera vez que vio a su equipo, entonces el Xerez CD, en el estadio Domecq. “Mi primera vez fue saltando la tapia con unos amigos. Me impresionó mucho”, rememora.

Lo que sintió aquel día es algo que siempre ha llevado dentro. Acostumbrada a jugar en el campo, en la barriada rural jerezana, le impactó el verde del césped, las gradas llenas...

Así, empezó a acudir al estadio “cuando podía”. Pagaba su entrada cuando reunía dinero suficiente, porque no le alcanzaba para hacerse socia. Se hizo durante el destierro a Sanlúcar, “para no quedarme sin sitio, porque era un estadio más pequeño”. No quería quedarse sin ver a su equipo.

Y es que el fútbol es un elemento transversal a toda su vida. Cuando no lo ha vivido en las gradas, lo ha hecho a pie de campo cuando ejerció como árbitro. E incluso como personal de mantenimiento de un club, con lo que se ganaba un “extra” los fines de semana.

Ahora sigue al Xerez DFC, como antes lo hizo al Xerez CD, del que se desencantó cuando bajó a Tercera División por la abultada deuda que arrastraba. “Fue la gota que colmó el vaso, cuando dijeron que bajaba, lloré a mares”, confiesa. El futuro no sabe qué deparará, pero la unión que reclaman ciertos sectores la ve complicada.

“Siempre lo he tenido en la cabeza”
"Se me iban los ojos”, dice Marina Villalba cada vez que, desde su infancia, veía unos tacones, una falda o ropa asociada a la mujer. Era su debilidad.

Por eso cuando, en La Guareña, le tocó hacer de ángel durante una función escolar navideña, y se vistió con un camisón de su madre, se puso muy contenta. “Estaba loquita, era superfeliz”. Siempre supo que le gustaba, pero nunca le contó sus sentimientos a nadie.

“Es algo que siempre he llevado dentro”, cuenta ahora Marina, liberada después de muchos años de cautiverio dentro de su propio cuerpo. “Antes era una persona andante. Estaba en los trabajos y no sabía lo que hacía, tenía eso en la cabeza todo el tiempo”, relata.

A los 51 años, después de muchas vueltas a la cabeza, y con dos hijos de dos mujeres distintas, dio el paso que llevaba toda su vida deseando dar. Hace cinco años que se aumentó los pechos, el mismo tiempo que lleva esperando una operación de reasignación de sexo, es decir, una vaginoplastia (reconstrucción de vagina).

“Siempre he llevado dos vidas, la vida como hombre y la vida como mujer, pero interna, dentro de mí. Nunca lo he exteriorizado. Y es un sufrimiento”, cuenta ahora Marina, que es más feliz, más libre. Más ella.

Salir a la calle siendo Marina
Lo que más le costó a Marina no fue "salir del armario", entre su familia y su entorno, sino salir a la calle vestida como a ella le gustaba. "Me arreglaba, me vestía... pero me costó porque me daba vergüenza. Y lloraba de rabia", dice. Salía en coche, se bajaba y daba pequeños paseos. “Quería sentir que estaba en la calle como yo quería”.

“He estado atrapada y ahora soy libre. Nadie se imagina el sentimiento que se tiene. Ya soy lo que yo quiero, lo que siempre he querido desde chica. He estado 50 años escondida y ahora quiero que la gente lo vea”, expresa, ahora sí, a los cuatro vientos.

Pero el proceso fue lento. “Al principio, cuando venía con minifalda a la tienda lo hacía casi corriendo para esconderme. Pero me decía: ‘no, lo tengo que hacer’… Siempre he sido tímida”, confiesa.

Cuando iba a Chapín, a ver a su equipo, lo hacía recurriendo al alcohol, para desinhibirse. “Me tomaba tres cubatas para no pasar vergüenza”. Pero eso fue hace unos años. “Ya me da igual todo. Ni agua bebo. Hablo con todo el mundo, voy como me da la gana… es mi felicidad”, resume.

El día D
Un error suyo hizo que Marina Villalba, definitivamente, iniciara su nueva vida. En la tienda, guardaba ropa interior femenina que se ponía al acabar la jornada. En una ocasión, su exmujer la descubrió. Y le contó lo que sentía.

“Fue un shock para ella, yo lo entiendo”, dice Marina, que tenía entonces con esta mujer una hija de nueve años. “A mi hija se lo conté y me dijo: ‘Me da igual, yo te quiero igual’. La abracé, me harté de llorar y pensé: ‘Esta va a ser mi puerta’”.

Anteriormente, tuvo otra relación, de la que nació un hijo. “Siempre he estado con las personas por amor, nunca ha sido una tapadera ni nada así”, dice Marina, que durante muchos años de su vida estuvo “confusa”.

“Venía luchando con mis sentimientos, viéndome el cuerpo y diciendo que soy un hombre para quitarme la idea, pero dándole vueltas a la cabeza las 24 horas”. Solo sabía que vistiéndose con ropa femenina era “como estaba a gusto”. “Sentía un cosquilleo por el cuerpo”.

Antes y después en su tienda

En la barriada de La Granja, Marina Villalba es muy conocida. Por un vecindario que, seguramente casi al completo, haya comprado alguna vez en su tienda de alimentación.

Hace casi un cuarto de siglo que está al frente de un negocio en el que, muchas de sus clientas, la han conocido antes de su reasignación de sexo. Y ahora como Marina.

“Hay a quien le ha costado llamarme por mi nombre femenino. Al principio las dejaba, pero ya las corrijo, no me callo. Que me llamen en masculino es una puñalada que me dan”, relata.

Una vez que dio el paso, tuvo su periodo de adaptación. “No quería que me vieran, pero necesitaba salir del armario, como se suele decir, psicológicamente lo pasaba mal y no dormía por las noches”. Ahora duerme a pierna suelta. Tranquila. Feliz. Siendo ella.

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