miércoles, 27 de julio de 2022

#hemeroteca #identidades | Los 30 años del Cobi de Mariscal

Flat / Javier Mariscal con peluches Cobi en 1992 //

Los 30 años del Cobi de Mariscal.

Clara Sáez | Flat, 2022-07-27

https://flatmagazine.es/reportaje/los-30-anos-del-cobi-de-mariscal/ 

A finales de los años 80, Barcelona se preparaba para el acontecimiento que iba a cambiar la ciudad de arriba a abajo: los Juegos Olímpicos de 1992. Entre todos los preparativos, había que buscar una identidad que fuera reconocible y que sería la mascota del acontecimiento.

El ‘briefing’ inicial no especificaba mucho, se trataba de un concurso muy abierto donde se presentaron nueve estudios de diseño con todo tipo de animales en sus proyectos. En esa primera presentación, ninguna de todas esas propuestas gustó al jurado que lo tenía que seleccionar.

Hubo una segunda reunión con la intención de perfilar un poco más el motivo del diseño y, en ella, se acordó, tomando como inspiración una exitosa campaña que estaba haciendo el alcalde de un pueblo del Pirineo por aquellos días, que la mascota podía ser un ‘gos d’atura’, un perro pastor lanudo típico de la montaña.

El diseñador Javier Mariscal (Valencia, 1950), que participaba en el concurso, solo había entregado tres dibujos en tres folios porque tenía pocas esperanzas de salir ganador. A partir de esa idea inicial del perro pastor, Mariscal fue perfilando el dibujo y en marzo de 1988 nacía Cobi, cuyo nombre viene de COOB (Comité Organizador de las Olimpiadas de Barcelona).

Era un perro que tenía que hacer mucho deporte, todos los de las Olimpiadas, así que debía tener brazos y piernas, es decir figura antropomórfica.

“Era un animal como el de las fábulas, de los que se visten y hacen cosas de humanos. En la gran tradición de los cuentos siempre han existido. Cuando levanté a Cobi, lo perfilé buscando el límite entre lo que era la mascota y lo que no. Las orejas aparecieron enseguida, los ojitos eran como los de mis otros dibujos, era un personaje amable y redondo. Quería un dibujo neutro que fuera reconocible para un chino, un alemán o un sudafricano. Pero también tenía claro que Cobi no era un superhéroe, debía ser una mascota como una persona cualquiera. Que juega al fútbol, que tiene barriguita… con unos trazos que funcionaran bien tanto en cinco centímetros como en treinta metros. Que tuviera una silueta definida y fuera fácilmente reconocible”, explica Mariscal al otro lado del teléfono.

“Todo eso, siempre, dentro del estilo Mariscal”, explica el diseñador. “Tanto como para que treinta años después siga siendo representativo de mi forma de trabajar y me reconozca en él. Mi idea era también no hacer una mascota congelada, quería una mascota con emociones, que pudiera representar todos los deportes olímpicos pero también que tuviera sentimientos. Cobi fue la primera mascota olímpica del mundo que ya tenía una depresión. Ese tema que ahora está tan de moda de la salud mental. La gente se deprime desde el principio de los tiempos; Cobi, también”, apunta.

Su entorno era Barcelona, así que Cobi “actuaba como un ciudadano más: iba a la playa a comer pan con tomate, a beber vino y cava, (es la primera mascota que bebe alcohol). Cobi era el ciudadano mediterráneo por excelencia”.

“Su fisonomía le permitía vestirse de gala para ver a las autoridades pero también podía ir en camiseta y bañador. Hasta de flamenca con zapatos de tacón. El Cobi desnudo, que a mí no me gustaba, está incluso de plena actualidad con la definición, tan de moda, de género no binario”.

Tantos años después, el diseño de Mariscal sigue de total vigencia y, pese a las reticencias iniciales a su dibujo, es un diseño que ha permanecido en el imaginario colectivo de toda la sociedad. Además, según la organización olímpica, es la mascota más rentable de la historia de las Olimpiadas. Misión cumplida.

“El Comité Olímpico, en su sede de Lausanne, hizo hace unos años una gran exposición sobre el grafismo de las Olimpiadas y colocaron un Cobi gigante en la entrada de la muestra, me dijeron que era la mascota que más gustaba allí. Me invitaron a hacer talleres en la exposición y le dieron bastante importancia a Cobi dentro de todos los diseños. La eligieron como mascota de la propia exposición”, explica.

En el momento de su creación había una clara voluntad de innovar, con Pasqual Maragall al frente de la ciudad, y así fue: Cobi tenía un diseño rompedor, era un perro con forma cubista que parecía recién aplastado, lo cual también generó cierta oposición.

“Cuando quieres innovar te tienes que arriesgar. Te tienes que tirar a la piscina sin saber seguro si hay suficiente agua. En cualquier sitio donde planteas una propuesta que ha de representar a todos, la reacción no se hace esperar. Raro es algo que te sorprende, que se sale de lo habitual. Todos reaccionamos con inseguridad ante lo nuevo. “Haremos el ridículo”, pensamos. Somos animales con un lenguaje simbólico y necesitamos entender lo que pasa”, señala.

“No es que yo fuera muy atrevido, fui consecuente y honesto con mi forma de entender esto. El que de verdad innovó fue el jurado, que al final, tras muchas discusiones, decidió que Cobi sería la mascota de los juegos. Porque lo que buscaban era innovación. Como en el diseño de la antorcha, como en todo el trabajo que hizo Josep Maria Trías con el logotipo, maravilloso, también haciendo todos los decorados de los estadios, de toda la ciudad, con unos sistemas gráficos muy potentes. Barcelona tuvo una identidad muy bien hecha”.

“Fueron mucho más atrevidos, incluso, al incluir a un grupo tan transgresor entonces como La Fura dels Baus para diseñar la fiesta de los Juegos Olímpicos. Mira lo bien que lo hicieron. O con Tricicle o Carles Santos, que se dedicaba a romper pianos. No me gusta personalizar pero, en todo esto, tuvo mucho que ver Pasqual Maragall, quien supo crear un equipo y una manera de entender esa innovación. Hay que reconocer que tras el concepto de organización de las Olimpiadas había una pretensión de cambiar las cosas. Fue, también, la primera vez que todo el planeta, a la vez, pudo ver la retransmisión de la inauguración de los JJOO”.

Mariscal recuerda lo que decía el escritor Vázquez Montalbán, “Barcelona es una ciudad del Norte en un país del sur”. Así se entiende la ciudad. Gente con el punto alemán de organizar bien las cosas y el punto sevillano de organizar bien las fiestas”.

Ante la cuestión de si un diseño hecho hace treinta y muchos años sigue todavía vigente, Javier Mariscal, Premio Nacional de Diseño en 1999, no tiene muchas dudas.

“Cobi envejece bien, perfectamente, puede ser lo que quiera. Tengo Cobis chinos, negros, punkis, tatuados… Cobi puede ser hasta una señora burguesa con collar. Es como si me preguntaras por uno de mis hijos, que me parecen los más listos y los más guapos del mundo. Cobi me parece también muy listo, muy guapo y envejece muy bien. El amor de padre no me deja ver los defectos del diseño”.

¿Mariscal siempre innova?

“Ni idea, no me hago esas preguntas porque vivo de no ir al psiquiatra y de no reflexionar sobre mi obra, trato de ser lo más correcto, de innovar, sí, aunque alguien pensará que siempre hago lo mismo. Es como con Cobi, no puedo hablar nunca mal de él; pues tampoco te hablaré mal de Mariscal porque soy yo, aunque también te podría decir que soy un desastre. A mí, como a todo el mundo, me gusta más el trabajo de los demás. Me gustaría ser más alto, más guapo y más listo, pero al final tienes que ir contento por la vida con lo que tienes”.

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