jueves, 27 de julio de 2023

#hemeroteca #trans #testimonios | Manuela Trasobares: el berrinche más loco de la tele de los 90

Manuela Trasobares //

Manuela Trasobares: el berrinche más loco de la tele de los 90

Mezzosoprano, concejala y activista por los derechos trans, aguantó insultos hasta que estalló en Canal Nou y empezó a romper cosas: “¡Tira la copa!”
Sara Polo | El Mundo, 2023-07-28 *** [MyNews]
https://www.elmundo.es/papel/historias/2023/07/27/64c25f27e85ece3f2e8b4578.html

«He estado aguantando toda la noche y no puedo más». Hasta ese momento exacto, Manuela Trasobares (Figueras, 1962) hablaba catalán. De pura furia, cambió al castellano: «¿Por qué nos hemos de reprimir? Durante años, la represión y la máscara. ¿Por qué me tengo que disfrazar ahora?». Y tiró la primera copa. ¡Chas! Cristales rotos.

No sería la última en caer, tampoco la iracunda Manuela se quedaría sola lanzando vajilla, papeles, todo lo que encontraba a su paso. El plató fue una batalla campal y la escena, violentísima, compuso un nuevo himno LGTBIQ+: «¡Tira la copa!».

Toda la teatralidad de quien se convertiría en pionera incomprendida en una España renaciente como ella la aprendió en sus veranos en Cadaqués de Salvador Dalí, amigo de su bisabuelo. Él le enseñó las infinitas tonalidades de grises que convirtieron las tinieblas del franquismo, de una familia que no la aceptaba, del maltrato cotidiano en una diva estridente que resume su vida en dos palabras y una aliteración: «Color y dolor».

Manuela nació niña en un cuerpo de niño y a los 15 años huyó a Londres. Firmó toda clase de autorizaciones, que hicieran con su cuerpo lo que quisieran si todo salía mal, y se sometió a una operación de reasignación de sexo que pudo matarla pero, en cambio, le dio una nueva vida. En aquel quirófano nació la primera cantante de ópera transexual, la primera concejal transexual, la primera fallera transexual, aunque ella huye de «las etiquetas que limitan al ser». Ya lo gritó a los cuatro vientos en aquel histórico ‘Parle vosté, calle vosté’ de la televisión valenciana: «Yo soy una mujer, soy Manuela Trasobares y nadie, nadie puede decir lo contrario».

De su catarsis en directo han pasado 26 años pero sigue siendo uno de los momentos más vistos en una televisión autonómica. No hablemos de los cientos de miles de personas que lo han revisitado, una y otra vez, en distintos canales de YouTube, en bruto o transformado en canción y hasta en documental. «Pese a lo esperpéntico que pueda parecerle a muchos, no tuvo nada de anecdótico. Para mí fue un momento muy trascendente», advierte al teléfono la protagonista desde Geldo, el pueblito castellonense de 600 habitantes que acogió a la catalana hace ya mucho tiempo. Habla esta mujer excesiva con el mismo acervo que entonces, rodeada de sus cuadros y esculturas dentro de una casa cuya fachada corona un dragón rojo gigantesco. Creado por ella, claro. No pasa desapercibida, Manuela Trasobares. Tampoco lo pretende.

Últimamente la diva vuelve a estar en el candelero. Ya alejada de los escenarios aunque nunca de la lírica, que ensaya cada mañana sin excepción, ha publicado un ensayo a medio camino entre la autobiografía y la teoría filosófica declaradamente nietzscheano desde el título, ‘Voluntad de poder’ (Ediciones Hidroavión), y en el que analiza la Historia, de la Revolución Francesa a la Transición española, como una película que la ambición desmedida encarnada en líderes más o menos monstruosos «guioniza, produce y nos proyecta».

No en vano, la autora hace años que tiene su propia escuela de pensamiento, el Trasobarismo, con miles de seguidores en Latinoamérica. Los pilares de su visión del mundo pasan por un principio aplastante: «La realidad es una falacia, pura convencionalidad». No cree en Dios, Manuela, sino en los dioses que conforman la existencia trascendental de cada ser humano: «Somos un ente metafísico, un universo a conocer». Y sobre la misma base, reniega de la naturaleza biológica y la lleva a su propia experiencia: «No existen la homosexualidad ni la heterosexualidad, no existe el género, es una convención».

El libro luce en la contraportada una alegoría pictórica a forma de sinopsis. En ella, dos figuras marcan su yin y su yang. «Blancanieves me encanta, ahora las feministas están muy en contra de las princesas Disney pero yo gracias a ellas vi color en una España en blanco y negro, ¿cómo voy a renegar de algo así?», se pregunta. La niña de ‘El Exorcista’ fue su otra gran revelación: «Las personas no somos una línea recta, tenemos muchísimos rincones, muchas aristas». Ambos personajes le influyeron de forma decisiva: «Me ayudaron a sobrevivir». Con estos mimbres, el lector se preguntará: ¿pero quién demonios es Manuela Trasobares? Responde ella, en tercera persona: «Es una persona que, pese a un océano de adversidades, se ha abierto camino y ha conseguido lo que ha deseado», asegura. "Quizá no he llegado a tener un gran nombre en las fallas, o en la lírica, pero sí he tenido grandes experiencias en ambas».

Su carrera como escultora de ninots terminó el día en que se le ocurrió retratar a Rita Barberá, entonces alcaldesa de Valencia, desnuda y con un plátano entre las piernas a modo de invitación para salir del armario. La figura terminó destruida y ella, desterrada, pero seis años después decidió entrar de lleno en política y se convirtió en la primera mujer trans en una concejalía. «Fue muy decepcionante, me di cuenta de que desde las instituciones no se puede hacer nada», lamenta, aunque lanza un aviso a navegantes: «Creo que los intereses LGTBIQ+ los tiene que representar alguien con una experiencia como la mía. A mí Irene Montero se me queda corta".

Aquella mujer iracunda que dejó a Canal Nou sin cristalería no se rinde, aunque el ambiente tampoco acompaña: «Las cosas no han cambiado tanto en 30 años, aquello podría repetirse», afirma. De la escena que la convirtió en icono popular no reniega, al contrario, se reivindica frente a «una grandísima encerrona»: «Llevaba toda la tarde callada escuchando insultos, adjetivos que en la vida había oído, barbaridades de una crueldad increíble. Visto con el tiempo, fue completamente denunciable», recuerda. «Tiré las copas porque era lo que tenía a mano. Si hubiera tenido una pistola, la habría usado».

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