miércoles, 23 de abril de 2025

#hemeroteca #transfobia #terf | El artículo vetado y su contexto | Por qué la sentencia en UK es una victoria feminista

'Los derechos trans son derechos humanos' //

El artículo vetado y su contexto

Barbijaputa | Radiojaputa, 2025-04-23

https://radiojaputa.com/articulos/ 

Tras cinco años de colaboración semanal con el medio 'Público', este 21 de abril envié, como venía siendo habitual, una pieza de opinión para su publicación. No recibí entonces el habitual correo donde se me avisa de que había sido recibido. El día 22 por la mañana, al ver que el artículo no había sido publicado, mandé otro correo a la redacción, por si hubiera sido un despiste. Pasaron horas sin que nadie me dijera nada. Finalmente, la jefa de opinión me escribió un mensaje escueto donde me decía que había reenviado mi artículo al nuevo director de 'Público', Manuel Rico, para su «consideración».

Como otras veces, yo había adelantado de qué había escrito para mi columna semanal, por lo que mucha gente, al ser la sentencia de UK un tema de actualidad, preguntasteis enseguida por dicho artículo. Tuve que acabar contestando que, efectivamente, no solo no se había publicado sino que había esperado horas para recibir una respuesta donde seguía sin saber nada, solo sabía que el nuevo director lo estaba considerando. Al mediodía ya pregunté a la jefa de opinión lo siguiente: «Sigo a la espera. Nunca me ha pasado esto antes. ¿Puedo saber cuánto más se retrasará la publicación del artículo o cuándo sabré si es que ni se va a publicar? Van a dar las 12 y no sé ni por qué se está reteniendo».

Ese mail ya nunca se me respondió. Isabel, la abogada que me defendió en la persecución judicial y ya, mi amiga, con la que había comentado lo que me estaba pasando, envió un burofax pidiendo que me contestaran si iban o no a publicar mi artículo, porque de no ser así, yo quería publicarlo igualmente y es que por contrato, yo solo puedo entregar a 'Público' piezas inéditas.

Decidí hacer pública esta situación en redes: por primera vez en mi vida se me retenía sin explicaciones una columna, por primera vez en mi vida se me dejaban de contestar los correos, por primera vez en mi vida, el medio para que el que escribo, decide sin decirme por qué tratarme como si no me conociera, como si no mereciera ni una explicación, ni una llamada, nada. A las 23.30 de la noche, este medio decide contestar al burofax a través del abogado del medio para decirme dos cosas:
  • Mi artículo ha sido rechazado (sin explicación alguna sobre los motivos).
  • Petición para que borre los mensajes que he puesto en redes, que pueden leer aquí. Como verán, ni mi artículo ni mis comunicaciones han sido irrespetuosas o agresivas en modo alguna. Nunca he mantenido ninguna comunicación con ningún medio en el que haya trabajado de otra forma que con educación y respeto.
El motivo que me dan para que elimine es porque, supuestamente, he faltado a la buena fe contractual al dar por hecho que mi columna iba a publicarse. Teniendo en cuenta que es mi única experiencia durante los más de cinco años que llevo escribiendo para 'Público' (ni una sola vez en este u otro medio me habían rechazado nada), creo que acusarme de mala fe por darlo por hecho es solo una excusa para finalmente echarme, porque evidentemente no voy a borrar ningún mensaje.

Lo que ha ocurrido de puertas para adentro en 'Público', no puedo saberlo, lo único que sé a ciencia cierta es que la jefa de opinión decidió retener mi artículo y enviárselo al nuevo director, Manuel Rico, para su «consideración» y que este nuevo director tardó un mínimo de 12 horas en «considerarlo», para finalmente censurarlo. Y solo sé que en todo este tiempo, este medio no ha sabido o querido ver que soy una trabajadora autónoma que necesitaba una comunicación, que necesitaba saber y entender qué estaba pasando.

Por eso, y porque lo que se está intentando silenciar no solo es un contenido sobre feminismo, sino también mi derecho a expresarme, publico aquí el artículo que ‘Público’ ha decidido vetar:

Por qué la sentencia en UK es una victoria feminista


La sentencia del Tribunal Superior del Reino Unido ha supuesto una victoria incontestable para el feminismo y para todas aquellas que, a pesar de la hostilidad mediática e institucional y la violencia simbólica —y muchas veces física—, han sostenido con argumentos una lucha que, por desgracia, se está alargando lastimosamente.

Como cada vez que el feminismo gana una batalla en este frente concreto, las hogueras han ardido con virulencia, las feministas hemos sido atacadas y dibujadas como mujeres sin alma que solo buscan odiar al vulnerable. El transactivismo ha vuelto a construir en torno a nosotras un hombre de paja contra el que lanzar antorchas. No pocos artículos he leído estos días haciendo esto mismo: decir que no tenemos motivos (roncas estamos de repetirlos, ¿tan difícil es rebatirlos con otros argumentos en vez de repetir que no tenemos?), decir que solo nos invade el odio, que somos tránsfobas y ese es el motor que nos mueve.

Yo no caeré en lo mismo en este artículo, no me inventaré un hombre paja sobre el que arrojar más fuego. Solo intentaré explicar, una vez más, el porqué de nuestra lucha. Sé que entre todo el ruido y las antorchas, hay gente que quiere entender.

¿Por qué este fallo es una victoria para el feminismo?

Porque reconoce algo que el feminismo lleva siglos denunciando: que las mujeres existen como clase oprimida por su sexo, no por cómo se autoperciben, no por su identidad. La identidad no constituye quién eres, lo hace la realidad material y tu biología, no solo vale para el sexo, también para la etnia, la edad, la altura, etc. Es como naces, y no hay nada de malo en ello, en todo caso es la sociedad quien construye en torno a estos elementos inamovibles todo un discurso que hay que eliminar: que el sexo femenino no importa y no es importante estudiarlo ni en medicina, que las personas que no les tocó ser blancas no merecen lo mismo que las que sí, que cuando cumples 50 años más vale que te retires de la esfera pública (si eres mujer, claro) porque ya no eres deseable, etc.

El discurso feminista lleva unas décadas siendo atacado por una ideología neoliberal y capitalista, que cala en la sociedad como el agua, y lo hace de una forma perversa: a través de mensajes Mr. Wonderful pero con mucha carga política como, por ejemplo, este: “los derechos trans son derechos humanos”. Llamo “mensajes Mr. Wonderful” a aquellos mensajes simplificados, aparentemente positivos e irrefutables, que desactivan el pensamiento crítico. Son ideas envueltas en empatía superficial, que apelan a las emociones más básicas (bondad, aceptación, amor), pero ocultan o desvían el foco de las estructuras de poder que perpetúan la desigualdad. Funcionan como eslóganes que parecen justos o compasivos, pero terminan sirviendo al sistema que dicen combatir.

Con el archiconocido “Los derechos trans son derechos humanos”, por ejemplo, te están diciendo que o estás con las exigencias del transactivismo o eres un fascista. Da a entender que las feministas queremos arrebatar derechos a las personas trans. Y quienes usan estos eslóganes, no necesitan explicar nada más después de frases como esa, porque ese eslogan apela a emociones, y ya el solo hecho de hacer preguntas te pone en la diana, ya te cataloga como persona que no respeta los derechos más básicos del ser humano. También funcionan muy bien réplicas que hemos escuchado incluso de boca de gente con poderosos altavoces, como el exvicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias —en prime time, por cierto—, cosas como: «eso que dices tú también lo dice Vox, por tanto, tú eres como Vox». Es curioso esto, porque el fascismo en Italia ha prohibido los vientres de alquiler pero no hay nadie tachándonos de fascistas por quererlo prohibir también aquí. Se ve que el ataque de que las feministas somos de derechas vale solo algunas veces. No es nuevo, a las feministas siempre se las ha tachado de conservadoras por los varones que se dicen de izquierdas. Todavía hay testigos de esto: todas las feministas vivas de la segunda ola que lucharon contra la pornografía y fueron aplastadas por una mancha ingente de varones que alegaban que no eran verdaderas feministas, sino mujeres mojigatas y conservadoras que querían lo mismo que la Iglesia. Y la sociedad los creyó a ellos. Y las mujeres, en su mayoría, los creyeron a ellos. Hoy vemos, demasiado tarde, que ellas llevaban razón.

Ahora vuelve a pasar lo mismo de siempre. Las mujeres que pelean, especialmente si son grupos exclusivamente formados por mujeres, como es el caso de la victoria en UK, son tachadas de malignas, brujas, terfas... Hace solo una década, no había mucha gente digamos defendiendo que ser mujer no es algo que esté relacionado con la biología, o que ser mujer nada tiene que ver con nacer con el sexo olvidado por la medicina, o que no está vinculado con que te tocara en el sorteo genético que te parieran con el segundo sexo. Hoy en día, ese mensaje Mr. Wonderful aparentemente inocuo y buenrollista ha calado tan hondo que hay cantantes, actrices, cómicos y todo tipo de famosos repitiendo mensajes que, sin saberlo, apuntalan el sistema patriarcal. Incluso gente que nunca antes se ha pronunciado sobre feminismo más allá de felicitar el 8M estos días postea en sus redes sociales mensajes reaccionarios disfrazados de pacifismo, mensajes que desmovilizan la lucha feminista. Mensajes que bien pueden resumirse en el manido “vive y deja vivir” (hay quien lo ha dicho literalmente así). Mensajes no reflexionados, que simplemente repiten mantras y eslóganes vacíos de argumentos. No se molestan en rebatir el argumentario feminista que ha llevado a conseguir esta victoria porque no conocen dicho argumentario. Se han limitado a tragar el eslogan principal “los derechos trans son derechos humanos” y a creer que hay mujeres en escobas que desean que no disfruten de esos derechos humanos. Vive y deja vivir. Como si las mujeres que llevamos años dejándonos el pellejo en la lucha feminista lo hiciéramos porque no sabemos vivir y, por lo tanto, tampoco quisiéramos que los demás vivieran sus vidas. Como si fuera por el simple placer de fastidiar, por pura maldad.

Las leyes trans y los protocolos sanitarios para menores de edad empezaron a proliferar en países ricos, como ya sabemos, y pocos años después, esos mismos países empezaron, uno tras otro, a dar marcha atrás en sus decisiones. Decisiones muy rápidas y radicales, demasiado, sobre todo teniendo en cuenta que no había una masa social que estuviera presionando en las calles de esos países para que esas decisiones se tomaran. Las feministas sabemos cuánto cuesta conseguir leyes y protocolos que nos protejan. De hecho, seguimos sin conseguir puntos de la agenda feminista que son vitales para una democracia, y nuestras manifestaciones y reclamaciones caen en saco roto. (Por cierto, aquí tienen una lista de todos esos países que han tenido que dar marcha atrás, minuto cinco).

Esta sentencia es un balón de oxígeno para las compañeras británicas, que llevan unos años más que las españolas peleándose contra el entrismo del transactivismo. La justicia de UK ha frenado el intento de seguir desmantelando las protecciones legales conquistadas por el movimiento feminista para las niñas y mujeres. Es una victoria porque devuelve al plano político lo que se pretendía reducir a la autoafirmación individual. Y, sobre todo, es una victoria porque no ha sido regalada, como otras victorias que nunca son femeninas: ha sido conseguida con organización, con análisis riguroso, con argumentos, con agallas y con la resistencia de muchas mujeres que han sido insultadas, perseguidas, violentadas, despedidas y señaladas por defender lo más básico. El feminismo no celebra sentimientos: celebra avances materiales. Y esto lo es.

El otro día leí algo parecido a “Os alegráis porque os consideren coños andantes”. No creo que ni quien lo escribió se crea su propio mensaje, pero contestaré: nos alegramos de que se reconozca que las mujeres somos oprimidas por el hecho material de haber nacido con un sexo concreto porque vivimos en un sistema que oprime a ese sexo concreto. Desvincular nuestro sexo de nuestra opresión es hacer como si el patriarcado y toda su maquinaria violenta no existiera. Si haces como que no existe un sistema que oprime en base al sexo, todas las políticas que hagas no estarán bien orientadas, no funcionarán, no protegerán a las del segundo sexo. No puedes ignorar cómo opera el sistema en el que vives solo para satisfacer los deseos de otras personas, porque como bien avisaron aquí también están discriminando a las niñas y mujeres.

El feminismo no lucha para que se nos reconozca solo como biología, al revés, el feminismo lucha para que nuestra biología no sea un motivo de opresión y un permiso para explotarnos, violarnos, borrarnos y empobrecernos.

No es el útero lo que reivindicamos, es la realidad que ese útero —nos guste o no— significa en un régimen patriarcal. Y nos pelearemos siempre contra quienes busquen desvincular nuestro sexo de nuestra opresión y, por ende, de las políticas que hay que implementar para acabar con la discriminación y opresión y para protegernos mientras tanto.

Quienes aún intentan convertir el feminismo en una rama decorativa del mercado de la autoayuda deberían preguntarse por qué cada vez que las mujeres ganan algo real, lo hacen a contracorriente, sin aplausos, sin subvenciones, y con la certeza de que nadie las va a felicitar públicamente... más bien al revés: con odio a raudales, incluso de quienes nunca dicen ni mu.

¿Las personas trans quedan desprotegidas con esta sentencia?

Es rotundamente falso. Lo que dice el fallo es que las protecciones legales basadas en el sexo no pueden ser alteradas para incluir la identidad de género, es decir: que cuando una ley hable de “mujeres”, no puede interpretarse que se refiere también a alguien nacido varón pero autoidentificado como mujer. Esto no elimina ningún derecho de las personas trans: no les impide trabajar, acceder a la sanidad, a la educación, alquilar una vivienda o vivir como deseen. Solo pone límites a una apropiación jurídica que estaba perjudicando directamente a las niñas y mujeres en UK y que sigue haciéndolo en los países donde esta sentencia aún no ha llegado.

Quienes estén legítimamente preocupadas por las personas trans deben saber que éstas siguen estando protegidas por la legislación antidiscriminación del Reino Unido bajo la categoría de “identidad de género” o “transgénero”. Nadie las ha expulsado del amparo legal. Y debe saber también que lo que se ha conseguido es que se reafirmen los derechos conquistados por el feminismo, y quede patente que no pueden ser reescritos en detrimento de las de siempre. No se puede invadir una categoría legal construida sobre siglos de opresión material —el sexo— para acomodar una vivencia subjetiva que no comparte ni esa historia de opresión ni sus consecuencias materiales.

Si una mujer trans sufre violencia o discriminación, tiene derecho a denunciarlo y a estar protegida. Lo que no tiene es derecho a entrar en espacios creados para proteger a niñas y mujeres: protegerlas porque son violentadas precisamente por nacer con el sexo con el que nacieron. Y son violentadas sistemáticamente por el otro sexo. Muchos de esos espacios son refugios para víctimas de violencia machista y violencia sexual, donde por desgracia algunas volvieron a ser agredidas. También en cárceles hay presas que fueron violadas por varones autoidentificados como mujeres. Los espacios separados por sexo no fueron creados por transfobia, fueron creados porque el sexo masculino se cree con el derecho de poseer como si fueran cosas al sexo femenino. Y esto ocurre independientemente de cómo se identifique el del sexo masculino y de cómo se identifique su víctima. La socialización ocurre en torno al sexo, no en torno a lo que uno percibe que es. Estos espacios fueron creados para protegernos, y se han modificado para validar identidades, lo cual nos volvió a desproteger. Cuando el acceso se define por autoidentificación, la protección desaparece. Por eso esta sentencia vuelve a los orígenes: tener en cuenta nuestro sexo.

Entonces no, no se ha desprotegido a nadie. Lo que ha quedado protegido, por fin, es el significado político y jurídico de “mujer”. Y eso, en un sistema que nos viola, nos empobrece y nos asesina por haber nacido mujeres, importa, y mucho.

Este fallo no es producto del azar ni del “sentido común judicial”. Esta sentencia tiene nombres, apellidos, vidas y trayectorias concretas: la de las mujeres de For Women Scotland, que han llevado este caso hasta el final. Son ellas quienes han gastado años, dinero, energía y salud mental para enfrentarse a uno de los aparatos más potentes y bien financiados de los últimos tiempos: la maquinaria ideológica que pretende sustituir el análisis materialista del feminismo por una serie de mantras identitarios sin ninguna base material.

Han sido mujeres. Feministas. Progresistas. Que no contaban con campañas publicitarias o el apoyo de ningún poderoso lobby, pero sí un argumentario incontestable y un sentido de la justicia inquebrantable. Mujeres que sabían que si se borra la categoría «mujer», se borran nuestros derechos.

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