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Imagen: Guin Guin Bali |
El no día del Orgullo Gay en África
Laura Gallego | Guin Guin Bali, 2011-06-29
“Es algo diabólico, yo los mataría a todos”. Escuchar a una mujer en la
calle hablar de la homosexualidad en el documental “Coming out of the
Nkota” pone los pelos de punta. En muchos puntos de España, miles de
personas celebraron ayer en un ambiente festivo el Día del Orgullo Gay.
En África, el de ayer fue un día más en su lucha, con orgullo o sin él,
por la supervivencia. Ejemplos como el de Achille Tiedjou o George
Freeman no sirven a nosotros para, si no conmemorar ese día, sí celebrar
la valentía de los activistas que van abriendo camino hacia la
igualdad.
Ser homosexual en el África subsahariana es pertenecer a un grupo
social que día a día es perseguido, apaleado, encerrado en cárceles o
sentenciado a muerte. Aquí no hay mucha fiesta del orgullo gay, pero sí
algo que celebrar: que a pesar de las violaciones correctivas, la
estigmatización y las condenas, hay quienes se atreven a luchar por sus
derechos.
La semana pasada, la comunidad religiosa musulmana de Kenia pedía que
se institucionalizara como ley la pena de muerte para los homosexuales.
"Es el único castigo que se contempla en el islam, como han hecho en
China e Irán, para esa clase de gente", proclamaba un comunicado
secundado por buena parte de la comunidad religiosa islámica del país.
Calificaban los actos de los homosexuales de "bestialidad". Para muestra
un botón.
En Camerún, una abogada, Alice Nkom, ha decidido dedicar su vida y
todos sus arrestos, que no son pocos, a defender a los gays que acaban
en prisión y sobre todo, a cambiar la orden 347 que el primer presidente
del país promulgó en 1972 contra la homosexualidad y viola la
Constitución. Su organización, Adhefo, recibió hace unos meses una
sonada subvención de la Unión Europea que el Gobierno paralizó. Achille
Tiedjou, un joven de 25 años que habla español, entre otros idiomas, de
forma fluida y con una serena musicalidad, es miembro de la asociación
que preside Nkom y hace unas semanas, en el II Congreso de Derechos
Humanos de la población LGBT en África que la Fundación Triángulo
celebró en las Islas Canarias, nos explicaba cuál es la situación
actual: “Estamos trabajando, pero en silencio, y eso anula la mitad de
nuestros objetivos, que van en la linea de sensibilizar y generar
debate”.
Y es que, además de la defensa judicial a los presos, la subvención iba
dirigida a organizar charlas para explicar a la comunidad gay cómo
actuar ante la policía, explicarles sus derechos fundamentales; trabajar
con otras organizaciones de la sociedad civil camerunesa que defienden
los derechos humanos para que incorporen la temática LGBT y sensibilizar
a los jóvenes. También mejorar la asistencia médica, pero los primeros
son objetivos que la UE les ha pedido que, de momento, no aborden. “El
Gobierno sigue presionando”, explica Tiedjou.
Pero ¿es más la ayuda o el daño lo que llega de Occidente?, le
preguntamos a Achille. “Daño no veo en Camerún, no es comparable a
Uganda o Kenia, donde los grupos religiosos extranjeros, sobre todo
evangelistas, tienen enorme poder”.
En marzo pasado el Parlamento ugandés debatía también si habría pena de
muerte para los homosexuales.La presión internacional que se generó
contra la medida hizo que el mismo día que se iba a debatir la
propuesta desapareciera del orden del día (hay muchos millones de euros
que se pueden perder de la cooperación). Pero a principios de año,
asesinaron a un activista, David Kato, tras ser publicado en un
periódico la foto de 100 activistas entre las que estaba la suya. En las
últimas semanas vuelve a correr el rumor de que la ley volverá al
Parlamento y será aprobada. La presencia de grupos evangelistas que en
EEUU no pueden predicar sus radicales posturas ha sido denunciada en
numerosas ocasiones.
Y no lo menciona Achille, pero en Zimbabue, donde se está elaborando
una nueva Constitución y se producen constantemente casos de palizas y
muertes de homosexuales, su presidente Robert Mugabe dejó recientemente
claras sus pretensiones sobre este asunto con una frase lapidaria: "Las
tendencias europeas y las cosas antinaturales que pasan por allí, donde
transforman mujeres en hombres y hombre en mujeres, aquí no pasarán.
Europa puede hacerse gay, pero que no interfiera en nuestros asuntos",
dijo el mandatario ante una resolución de condena de la UE.
Ese es en realidad el discurso dominante en África, según explica
Achille, para quien el problema en Camerún es cultural, antropológico y
social. “En África un hombre debe ser machista, no hay otro discurso, un
hombre debe usar el pene para dominar, cualquier otra cosa no es un
hombre; de hecho, el gay activo que dice que no se deja penetrar es algo
más respetado, pero un hombre que se deja está muy estigmatizado”,
detalla.
En el caso de Camerún, la creencia popular señala con nombre y apellido
al culpable de introducir el `virus de la homosexualidad' en el país.
Dicen que fue un médico francés, el doctor Aujoulat, quien extendió
estas prácticas en la época de la independencia entre la élite
camerunesa, y se considera por tanto una herencia del colonialismo. “En
el imaginario popular, las élites de poder son gays, es una de las
razones por las que el Gobierno ha reaccionado así ante la subvención de
la UE”, desvela Achille. Y demuestra, de paso, que la homofobia en
África no es tan sencilla de explicar. Él, como buen antropólogo que es
-conoció a Alice mientras realizaba una investigación académica- lo sabe
bien.
Porque también tiene que ver con la corrupción. El documental Coming
Out of the Nkota, rodado en Camerún, muestra cómo la Policía se sirve
también de la homosexualidad para sus prácticas corruptas. Las
detenciones en terrazas o lugares públicos donde nada está pasando son
habituales. Quien paga, no pisa el cuartel.
Por eso, entre otras cosas, el objetivo prioritario de Alice Nkom es
modificar la ley y Achille lo secunda. Aunque el cambio social sea casi
igual de importante, “yo prefiero que no quepa la posibilidad de ir a la
cárcel, aunque me insulten, y en ese sentido, la ley es fundamental”,
argumenta.
Para George Freeman presidente de la plataforma Why Cant We Get Married
en Sierra Leona y director de proyectos con la juventud en temas de
prevención de VIH en su país, el gran objetivo es quizás el matrimonio,
pero de momento se conforma con “incluir los casos LGBT en la política
sanitaria”. Así está la situación en Sierra Leona; y es que, hasta que
Freeman inició el primer proyecto a través de una organización
australiana, no había nada ni nadie dedicado a este asunto. “Hoy somos
los únicos y tenemos 150 socios”, cuenta con orgullo.
Tenía que llegar alguien como él, menudo y de apariencia frágil al
primer golpe de vista, si, pero todo lo contrario en el fondo, como
compruebas pocos minutos después de conocerle, y te cuenta su historia
escupiendo palabras a la velocidad que salen las balas de una
metralleta. Perdió a su madre con 9 años, y desde los siete tenía clara
su homosexualidad. Fue a vivir con su padre, pero al comunicarle su
orientación sexual, acabó en la calle. En ella vivió durante seis años,
lavando ropa y fregando suelos para sobrevivir mientras cursaba primaria
y secundaria. “Solía aprovechar la luz de las farolas del British
Council para leer mis libros, y dormía en los coches”, recuerda. Siempre
estuvo señalado. Durante un tiempo, “pensaba que era mejor suicidarme,
porque no le importaba a nadie”. Pero su madre murió animándole a luchar
por lo que creía en la vida, y en lugar de ponerle fin a ésta, acabó
siendo portavoz de los estudiantes y formando parte de un grupo teatral
donde cobraba incluso algo de dinero.
Poco después de conocer la organización World Youth Congress y empezar a
trabajar por los derechos de la población LGBT, le invitaron a un
congreso en Canadá. “Me sentí en casa, por primera vez, sentí que
pertenecía a algo”. Después ha viajado a Reino Unido, a Holanda, a
España....su organización recibió una donación de la MTV y ahora tiene
un proyecto en marcha para distribuir condones y mejorar la asistencia
sanitaria.
Para Freeman, la homofobia es importada de Europa y llegó de mano de la
religión, del cristianismo y del Islam. Pero él, que ha sido arrestado,
atacado e insultado numerosas veces desde que proclamó su
homosexualidad a través de la radio hace cinco años, se enfrenta a ello
gracias a su fe. “La discriminación es de la Iglesia de los pastores, no
de Dios”, explica.
De momento, le ilusiona seguir viajando para aprender, y aplicarlo
después en su país. Sentado en un banco de la Universidad de Las Palmas
de Gran Canaria, asegura que sólo querría quedarse en Europa para
estudiar, ya que en su país lo tiene vetado. Pero desconoce si aquí hay
oportunidades para él. Al margen de esto, necesita sus contactos en
Europa “incluso para comprar condones”, así que el ambiente de libertad
que respiró durante su estancia en Gran Canaria, donde siempre le
atendieron con normalidad “incluso cuando preguntamos por los bares de
ambiente”, explica, le hace soñar con el día en que pueda hacerlo en
Sierra Leona.
“De momento luchamos para evitar la pena de muerte y las cadenas
perpetuas, que no es poco”. Y desde luego que no lo es. Y nosotros lo
celebramos.
Fuente
EFE | Público, 2011-07-22