lunes, 28 de junio de 2021

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Vanity Fair / Itziar Castro //

Itziar Castro: "Yo no he tenido que salir del armario, pero la diferencia ha ido conmigo siempre"

La actriz revela que el hecho de ser distinta es algo con lo que ha vivido desde el día que nació e insiste en la necesidad de convencer a los políticos para que luchen por la visibilidad del colectivo gay.
Alberto Moreno | Vanity Fair, 2021-06-28
https://www.revistavanityfair.es/sociedad/celebrities/articulos/itziar-castro-entrevista/50568

El germen de esta entrevista se origina en un despacho y de una llamada saliente a la representante de Itziar Castro (Barcelona, 44 años). “Vamos a elaborar un Especial Diversidad con nombres propios representando cada una de las siglas del colectivo LGTBIQA+ y queríamos que Itziar fuera la ‘L’ de ‘Lesbianas’. No pretendemos sacar a nadie del armario, pero ella ya está fuera. ¿Crees que se prestaría a conversar con nosotros en esa clave?”, le pregunto. “Seguro que sí. Ella no tiene reparo en hablar del tema”.

La gestión resulta fácil, y además contamos con una triple percha de actualidad para charlar con la actriz nominada al Goya Revelación por ‘Pieles’ en 2018: la causa que buscamos visibilizar, el rodaje de la nueva serie de Manolo Caro para Netflix, en la que cuenta con un papel protagonista, y el reciente lanzamiento de ‘Con el corazón por delante’, “un libro de poemas que es como una radiografía emocional y que resulta casi una autobiografía en un formato poético. Evidentemente la mayoría de los poemas están escritos en femenino y para mujeres. Es poesía lésbica, sin duda alguna”.

—¿Recuerda el primer poema que escribió en su vida? ¿Fue de amor o de desamor?
—Primero empecé escribiendo canciones y debía de tener unos 10 años, pero estoy segura de que el primer poema fue de amor. Es lo que tiene haber nacido el 14 de febrero (risas). El desamor llegó más tarde, cuando te empiezas a dar hostias. Del libro ha dicho la poeta Elvira Sastre: “Las palabras de Itziar caen, gota a gota y de una manera precisa, en la garganta sedienta de poesía de quien las lee”. Y el cantante y también poeta Marwán habla de “emoción pura”. Pero, a pesar de que es un libro militante, Castro declina todo sentimiento de responsabilidad social al ponerse a escribir: “Escribo lo que me da la gana porque yo soy así, pero es verdad que un día me di cuenta de que lo que yo decía podía afectar a otras mujeres y que ya no podía escribir ciertas cosas en redes porque hay gente detrás que me sigue y me valora”.

—¿Cómo la han tratado esas redes?
—Me han insultado muchas veces por gorda, por lesbiana y por feminista. Lo tendría más fácil si no hablara, pero no me callo y eso me convierte en un blanco fácil.

—Pero usted responde a los ‘haters’...
—Hay gente que me dice que no lo haga, que para qué, pero también hay muchos que me escriben por privado y me dicen que mis palabras los empoderan y que ya no quieren suicidarse. Así que siempre respondo por aquellos que no tienen voz.

—¿Qué significa para usted la palabra diversidad?
—Libertad y ser uno mismo, a pesar de que a muchos les moleste. Recuerdo cuando era joven y no había referentes LGTBIQA+ en la tele y se veía a muy pocos fuera del armario o defendiendo públicamente esos derechos. Ahora cada vez somos más, y en un momento muy bonito, mientras otros intentan que hagamos terapias y cosas muy antiguas. Cuando la gente tiene miedo a perder su espacio, sobre todo los que son normativos, lo primero que hacen es restringir la cultura y la libertad.

—Está utilizando un concepto como libertad que ahora mismo se lo intercambian la izquierda y la derecha fácilmente.
—Es muy curiosa la apropiación de ese concepto por parte de los que quieren coartar la libertad. Pero para mí cualquier partido político que no defienda los derechos LGTBIQA+, los derechos humanos y los de las mujeres no es un partido que defienda las libertades, por mucho que lo digan su eslogan.

—¿Cuándo se dio cuenta de que usted no era normativa?
—El día que llegué al mundo. Yo nací en un país en el que ser pelirroja con los ojos claros era no ser normativa, hasta el punto de que en el colegio creían que era adoptada. Luego engordé y mi diferencia con el resto volvió a marcarse. Además, siempre me han gustado las chicas, y en eso era distinta también. Aunque yo no he tenido que salir de ninguno de esos armarios, la diferencia ha ido conmigo siempre.

—¿Tampoco explicitó su salida del armario sexual?
—En mi caso no.

—¿Tuvo una conversación bonita con sus padres o ni siquiera eso se planteó?
—Nunca hizo falta esa conversación, porque cuando iba a casa con una chica les decía que era mi novia, y sin problemas. He tenido la gran suerte de contar con una familia en la que me han dejado la libertad absoluta de hacer lo que quisiera. Mis padres no me obligaron a bautizarme, lo decidí yo a los 10 años. Creo que la razón es que mi madre nació en 1944 en una aldea de Galicia con una presión muy bestia de la Iglesia. Ella, que tenía un angioma en la cara y la llamaban “monstruo”, siempre sintió lo que era ser diferente y la opresión; por eso dijo que a sus hijos jamás los oprimiría.

—Reconozca que eso es muy avanzado para su generación.
—Y no solo para su generación. Hoy en día aún hay gente que no se lo puede decir a sus padres. Debemos convencer a los partidos políticos para que luchen por nosotros, por la visibilidad de nuestro colectivo. A veces pensamos en grande, pero cambiar el mundo también es tener una vecina que siempre ha tenido miedo a la diferencia, vea que eres una persona ejemplar, te acabe queriendo y te diga: “ Pues qué majos”.

—¿En qué momento empiezan a enredarse las cosas?
—Hubo un tiempo en el que tuve una pareja con una hija, así que ejercí de madrastra. Y es curioso, porque en la escuela todos son pansexuales hasta que llega un padre al que le dices: “Ay, nuestras niñas son novias”, y te responde: “No, mi hija no”. Ahí comienza el conflicto, porque los niños de base tienen novios y novias. Incluso para ellos no hace falta decir cosas de más. Recuerdo que durante una época la niña hablaba de una amiga todo el rato, hasta que un día la invitamos a casa. Pues bien, la amiga era negra y solo nos enteramos cuando la vimos porque para ella era natural. Tendríamos que empezar a ser un poquito más niños.

—¿Cree que nuestra generación llegará a ver un mundo más justo o casi ideal?
—Creo que el mundo es cíclico y que nos va a pasar lo mismo muchas veces. Cuando estamos muy acomodados, dejamos de valorar lo que tenemos y solo en el momento en el que lo perdemos nos ponemos de nuevo en la lucha. Por eso no hay duda de que la fiesta del Orgullo o el Día de la Mujer son buenas ideas. No debemos bajar la guardia nunca.

—En España conocemos menos lesbianas que gais populares. ¿Por qué cree que sucede ese desequilibrio?
—Por desgracia, a quienes nos dedicamos al mundo artístico nos dicen que debemos ser enigmáticos para vender más y permanecer deseables para todos. En el caso de los hombres y de las mujeres sexis, que tienen que ser los protagonistas guapos, mucho más. Fíjate en Rupert Everett, que dijo que era gay y dejaron de ofrecerle papeles de heterosexual. A las lesbianas esto también nos pasa mucho. ¿Cómo va a ser creíble que hagamos una comedia romántica en la que nos enamoramos de un hombre? Pues porque somos intérpretes y así como podemos hacer de asesinas luego podemos interpretar a una niña bien. Yo, por suerte, soy una actriz de peso (risas) y casi siempre me encargan la amiga de la prota, así que puedo hacer lo que me dé la gana porque no tengo esa presión de ser perfecta. Soy imperfecta y por eso me fichan.

—¿Cuándo decidió que no escondería su sexualidad?
—De joven me preguntaban si lo contaría en caso de llegar a ser famosa, y con 20 años respondía que no tenía que ir haciendo apología de nada, pero luego creces y piensas: “¿Cómo no voy a decirlo?”. No he querido ser un referente, pero si en una entrevista hablas con sinceridad terminas convirtiéndote en uno.

—¿Quiénes fueron los suyos?
—Cuando era muy joven, (la extenista) Martina Navratilova era lo más cercano que tenía, pero yo no quería ser así. Cada uno tiene que hacer con su vida lo que quiera, aunque es verdad que nosotros ayudamos mucho a la sociedad siendo visibles. Mucho más si eres una lesbiana tremendamente sexy a la que todo el mundo quiere; o cuando lo haga un futbolista, que tendrá muchos problemas, pero abrirá muchas puertas.

—A lo mejor ese es el gran tapón de la bañera. El fútbol influye a los jóvenes mucho más que el cine.
—Totalmente. Lo que pasa es que si ya tienen problemas los que son racializados, imagínate si eres gay. Estoy convencida de que los futbolistas no lo van a decir mientras estén en activo porque perderían contratos millonarios. Hay muchas personas que no salieron del armario hasta que las obligó la presión de los medios. Y es verdad que ahora son muy felices, pero también que cuando lo hicieron se les cayó el mundo encima. Aun así, respeto todas las posturas.

—‘Érase una vez... pero ya no’, la serie que está grabando con Manolo Caro, promete ser un modelo de apertura desde el propio reparto.
—Es el primer musical en español de Netflix en el mundo, y es abierta no solo por el casting, sino por las tramas. Es cierto que hoy encontramos gente racializada, de diferentes tipos físicos y también LGTBIQA+ en todas las ficciones. Hay series como ‘Pose’ o ‘The L Word’ en las que la sexualidad es el eje de la trama, pero también es bueno ver cómo otras más generalistas incluyen a gente diversa sin necesidad de subrayarlo.

—Zapatero fue muy criticado por su primer gobierno paritario, pero en ese momento pareció visualizar la meta en lugar de atascarse en el proceso. En retrospectiva, aquello fue visionario.
—Estoy totalmente de acuerdo y muy a favor de las políticas paritarias. Cuando redactas una ley que favorece a los colectivos, haces que eso importe. Antes del matrimonio homosexual muchísima gente cercana me preguntaba para qué quería casarme si no valía la pena. En cambio ahora a nadie se le ocurre discutirlo porque es una ley. Y en el caso de las mujeres, lo mismo. No hace tanto, en los setenta, una señora no podía comprar una lavadora sin que la acompañara su marido. Y no votábamos. La ley y la ficción han ayudado mucho.

—¿’Vis a vis’, serie en la que actuó, fue una gran avance?
—Me lo decían mucho. Fue la primera en España en la que todas éramos mujeres, todas con diferente físico, etnia y religión. Ahora toca hacer lo mismo pero fuera de la cárcel. Siempre pongo el ejemplo de ‘Anatomía de Grey’ porque ahí todos son médicos y todos son diversos. Y el hándicap no es que sean negros, bajitos o trans, sino si operan o no operan y si se lían o no entre ellos. Es muy positivo que Ryan Murphy firme series centradas en señalar lo diferente, pero ganaremos el día que yo haga una comedia romántica como las de Julia Roberts, del tipo chica se enamora de chico, donde no aparezca la palabra “gorda” por ningún lado. O como aquella de José Coronado, ‘La vida de nadie,’ pero que en vez de a una mujer esperándolo en casa tenga a un marido y no haya que justificarlo.

—Bueno, reclamó un reportaje en una revista de moda cuando no la sacaron desnuda junto al resto de nominados al Goya y al mes siguiente le hicieron una sesión sola. Pida aquí su comedia romántica.
—Ah no, estoy muy tranquila. Me parece bien salir, pero que no aparezca la palabra “gorda” por ningún lado.

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