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Las microviolencias también desgastan // |
No es solo homofobia: las microviolencias también desgastan (y así afectan a tu día a día)
Las microviolencias LGTBIQ+ se cuelan en lo cotidiano y deterioran el bienestar emocional
Ángel Rull · Psicólogo | El Periódico, 2025-06-09
https://www.elperiodico.com/es/ser-feliz/20250609/homofobia-microviolencias-desgastan-afectan-dia-lgtbiq-dv-118239215
En muchas ocasiones, cuando se habla de discriminación hacia el colectivo LGTBIQ+, la conversación se centra en los actos explícitos de rechazo o agresión. Sin embargo, existe una forma más sutil y cotidiana de violencia que suele pasar desapercibida, pero que genera un profundo impacto emocional: las microviolencias. Estas no necesariamente gritan, pero sí susurran de manera constante que algo no encaja, que hay que adaptarse, corregirse o justificarse para ser aceptado.
Las microviolencias no son incidentes aislados ni inofensivos. Se manifiestan en miradas, comentarios, silencios, bromas y actitudes normalizadas en la sociedad. Y lo más preocupante es que, al estar tan naturalizadas, muchas veces ni siquiera quien las ejerce logra identificarlas con claridad. Pero su acumulación tiene efectos reales sobre la salud mental, la autoestima y el bienestar general.
¿Qué entendemos por microviolencias?
El concepto de microviolencia fue inicialmente desarrollado para describir los actos sutiles de discriminación que sufrían personas racializadas. Con el tiempo, su aplicación se ha ampliado a otras formas de opresión, como el machismo, la gordofobia o la LGTBIQ+fobia. Estas microviolencias se caracterizan por ser breves, ambiguas, muchas veces disfrazadas de humor o buenas intenciones, pero con un trasfondo de invalidación o exclusión.
Decirle a un hombre gay que “no parece gay”, preguntar si dos mujeres “son amigas o algo más”, asumir que una persona trans “ya ha cambiado de sexo”, o incluso evitar ciertos temas o nombres en entornos familiares para no incomodar: todos estos gestos pueden parecer pequeños, pero son profundamente significativos. Porque no es lo mismo vivir uno de estos comentarios al mes que vivirlos a diario, en distintos contextos y por parte de distintas personas.
Las microviolencias funcionan como una forma de recordatorio constante de que no se pertenece del todo, de que hay algo que molesta o que debe adaptarse para encajar. Y esto, mantenido en el tiempo, deteriora el bienestar psicológico de manera sostenida, especialmente si no se verbaliza, no se valida y no se tiene un espacio seguro para procesarlo.
¿Por qué duelen tanto si “no son tan graves”?
Esta es una de las frases más frecuentes con las que se deslegitima la experiencia de quienes sufren microviolencias: “No es para tanto”, “Era solo una broma”, “No te lo tomes tan en serio”. Y, sin embargo, desde un punto de vista emocional y psicológico, sí es para tanto. Porque no se trata solo del contenido de un comentario o de una mirada, sino del contexto emocional en el que se inserta y de su repetición.
Las personas LGTBIQ+ suelen tener que estar en alerta permanente: calibran si pueden hablar abiertamente en una reunión, si deben modificar su manera de vestir en un nuevo trabajo, si es mejor evitar ciertos gestos de afecto en público. Esta hipervigilancia emocional consume energía, refuerza la inseguridad y perpetúa la autoobservación constante. Todo esto tiene consecuencias: insomnio, ansiedad social, baja autoestima o incluso conductas de aislamiento.
Además, la invisibilización de estas experiencias agrava el malestar. Cuando se trata de homofobia explícita, es más fácil recibir apoyo, denunciar o poner límites. Pero cuando lo que duele es una frase condescendiente, una risa incómoda o una sugerencia “bienintencionada” sobre cómo comportarse, muchas personas optan por callar o restarle importancia, tragándose el malestar. Esto refuerza la sensación de que hay que aguantar, que no se tiene derecho a incomodarse o que se está exagerando.
Por eso, es fundamental entender que las microviolencias, lejos de ser inofensivas, son una forma insidiosa de discriminación. Porque no golpean de frente, pero sí desgastan lentamente.
Tipos de microviolencias
Las microviolencias son como el goteo constante sobre una piedra: no hacen ruido, pero con el tiempo perforan. Y aunque muchas veces no se nombren, duelen. Porque no es solo homofobia la que genera daño. También lo hacen los comentarios que invalidan, las bromas que reducen, las ausencias que silencian y los gestos que excluyen.
Estas son las microviolencias más comunes a las que se enfrentan muchas personas del colectivo LGTBIQ+:
1. Bromas constantes sobre la orientación sexual o la identidad de género
Aunque se disfracen de humor, refuerzan estereotipos y minimizan realidades que son profundas y personales.
2. Excesiva curiosidad sobre la vida íntima
Preguntas como “¿quién es el hombre y quién la mujer?” en parejas del mismo sexo no solo son invasivas, sino que parten de marcos heteronormativos.
3. Invalidación del género autopercibido
Llamar a una persona trans por su nombre anterior o utilizar pronombres incorrectos es una forma de negar su identidad.
4. Hipersexualización o fetichización
Especialmente hacia hombres gays o mujeres lesbianas, asociándoles únicamente con prácticas sexuales o fantasías.
5. Asumir heterosexualidad por defecto
Felicitar automáticamente a una mujer por su “novio” cuando menciona una cita o a un hombre por tener “una chica”, sin preguntar.
6. Obligación de educar
Muchas personas del colectivo sienten que tienen que explicar o justificar continuamente su existencia, como si tuviesen que ser amables educadores para no parecer “radicales”.
7. Silencios significativos
Cuando en una conversación se menciona una experiencia LGTBIQ+ y se produce un cambio de tema, una risa nerviosa o una incomodidad evidente.
8. Frases como “yo te acepto, pero no lo comparto” o “haz lo que quieras, pero no lo muestres”
Estas expresiones pretenden parecer tolerantes, pero en realidad imponen límites a la expresión de la identidad.
9. Comparaciones con otras formas de discriminación para minimizar
Como cuando se dice “al menos no te pegan”, “ahora lo tenéis más fácil”, o “hay cosas peores en la vida”.
10. Ignorar la existencia del colectivo en entornos laborales, educativos o familiares
No celebrar fechas clave, no formar parte de protocolos de inclusión o no contar con materiales diversos también es una forma de exclusión.
Las consecuencias invisibles: impacto en la salud mental y en el día a día
El desgaste emocional que provocan las microviolencias no es solo simbólico. Numerosos estudios han demostrado que las personas que sufren estas formas sutiles de discriminación presentan mayores niveles de estrés crónico, ansiedad generalizada y síntomas depresivos. A nivel fisiológico, vivir en constante estado de alerta genera una activación del sistema nervioso que puede desembocar en insomnio, fatiga o dificultades de concentración.
En el plano social, muchas personas optan por la autorregulación constante: se censuran, se disocian de ciertos espacios o incluso modifican su lenguaje y expresividad para no exponerse. Esto genera un desajuste entre quiénes son y cómo se muestran, lo que erosiona la autoestima y el sentido de autenticidad. Además, el hecho de no tener estos temas validados en su entorno contribuye a la sensación de aislamiento emocional.
También es importante señalar que estas experiencias no solo afectan a adultos. Niñas, niños y adolescentes LGTBIQ+ crecen muchas veces en contextos donde escuchan constantemente que su expresión de género “es rara” o que deben comportarse “como corresponde”. Aunque estos mensajes parezcan inofensivos, condicionan profundamente la imagen que tienen de sí mismos y del mundo que les rodea.
La acumulación de estas vivencias se traduce en una carga emocional que muchas veces no encuentra vías de expresión o acompañamiento. Y lo más peligroso es que quienes las sufren suelen convencerse de que “no es para tanto”, porque es lo que han escuchado siempre. Romper este círculo implica dar valor a lo que sentimos, aunque no se grite. Aunque no deje huellas visibles.
¿Qué podemos hacer como sociedad para reducir las microviolencias?
El primer paso para reducir las microviolencias es dejar de minimizarlas. Nombrarlas, reconocerlas y hablar de ellas en voz alta ya supone un cambio en la dirección adecuada. Muchas veces, quien las comete no es consciente de ello, pero sí es responsable de revisar sus palabras, sus gestos y sus silencios.
También es fundamental que los entornos se conviertan en espacios donde se pueda hablar de identidad sin miedo. Para ello, no basta con no discriminar: hay que incluir activamente. Implica preguntar los pronombres, revisar los formularios, ofrecer referentes diversos y no convertir a las personas LGTBIQ+ en excepciones toleradas.
La empatía no se basa solo en entender el dolor ajeno, sino en cuestionar los propios privilegios y mecanismos aprendidos. Tal vez no todas las personas han vivido una microviolencia, pero sí pueden haberla ejercido sin querer. Lo importante es escuchar, aprender y estar dispuestas a modificar lo que haga falta para que nadie tenga que adaptarse para ser respetado.
Si queremos avanzar hacia una sociedad más justa, igualitaria y humana, no podemos quedarnos únicamente con los actos visibles de discriminación. Hay que mirar también lo que está en la base, en lo cotidiano, en lo que se da por sentado. Porque en esa cotidianidad también se construye el bienestar de muchas personas.
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