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Una manifestación del Orgullo LGTBI+ // |
Lo que hay fuera de nuestra pequeña y preciosa burbuja
Andrea Momoitio | Público, 2025-07-19 https://www.publico.es/opinion/columnas/hay-fuera-nuestra-pequena-preciosa-burbuja.html Fuimos a Logroño a celebrar el cumpleaños de una amiga. A celebrar su cumple y al Morrete Fest, sí. Es un festival gratuito que, cada verano, trata de inundar Logroño de música y cultura. ¿El objetivo concreto? Visibilizar el talento LGTBQIA+. Tocaba Jimena Amarillo y, claro, aquello estaba lleno de lesbianas. Es fácil que un grupete de gente queer de Bilbao en Logroño caiga en la tentación de creer que nuestra vida, en una ciudad más grande, es más amable. Las personas LGTBQIA+ tendemos a huir de nuestros lugares de origen. Sobre todo, si son pequeños. Hemos llamado a esos movimientos sexilio.
En
Armarios de paja, un especial de Pikara Magazine sobre el tema, decíamos que el sexilio "son movimientos a las grandes ciudades en busca de libertad, anonimato, tolerancia y afecto". Lo cierto es que este mismo monográfico, así como en
otros trabajos después, cuestiona también que la ciudad sea siempre,
per se, un lugar de mayor libertad. En las urbes, sobre todo las más grandes, la sensación de libertad y anonimato es mayor. Pero, claro, también nuestros agresores son más libres y anónimos. Óliver Solano explicaba para el reportaje
Identidades rurales LGTBI: los tonos grises de Extremadura que "en el pueblo prima la identidad del hijo de la Emilia o el nieto de, en lugar del Óliver gay". Entonces vivía en uno de los núcleos con mayor población de Extremadura y ahí, en ese municipio más grande, había sufrido agresiones verbales directas que no había vivido nunca en su pequeño pueblo: "
En mi pueblo, si alguien me agrede, sé quién es y le voy a señalar".
El caso es que, a pesar de saber todo esto, es fácil que un grupete de gente queer de Bilbao en Logroño caiga en la tentación de creer que nuestra vida, en una ciudad más grande, es más amable, que tenemos más herramientas, más opciones, más libertad, más de todo. Es cierto que, en mi caso, salir de mi pueblo fue la mejor decisión que he tomado en mi vida, pero Bilbao no ha sido nunca el paraíso soñado. No lo es tampoco Logroño, por supuesto. Aunque, eso sí, mientras Jimena Amarillo cantaba eso de «cuando me tocas siento que floto», el pequeño parking en el que se organiza el Morrete Fest sí se parecía mucho a la gloria.
Y nos fuimos contentas de Logroño, pero, de pronto: la realidad. Unos días después, el 28J, en Logroño, varias personas LGTBQIA+ sufrieron agresiones físicas y verbales. Dos mujeres trans terminaron en Urgencias. Una de ellas con lesiones que necesitaron de una cirugía reconstructiva facial. Varios activistas de la asociación GYLDA fueron increpados por un grupo de hombres, aparentemente en una despedida de soltero. Uno de ellos, disfrazado de plátano y en actitud violenta, intentó agredir a una de ellas mientras gritaba "putos maricones a Gaza" [qué casualidad que también sea sionista, vaya] o "iros con las banderitas a vuestra puta casa". En Fuenmayor, un pueblo a 15 minutos de Logroño, una vecina recibió un huevazo contra la bandera que tenía colgada en su balcón.
Parece que querían recordarnos que da igual cuánta música pongamos, cuánta alegría llevemos, cuántas veces gritemos "aquí estamos". El peligro sigue ahí. Y sí: somos muchas. Y sí: ocupamos las calles cuando nos dejan. Pero fuera de nuestra pequeña y preciosa burbuja, todavía hay quien se cree con el derecho a señalarnos, a insultarnos o a pegarnos dos hostias. Porque sí. Durante el festival me fijé muchas veces en una chavala trans que estuvo sola toda la noche. Tuve la tentación de acercarme, pero no lo hice. ¿Sería alguna de las agredidas?
Es fácil caer en la tentación de creer que ya hemos atravesado todos los dolores que nos toca atravesar por ser quienes somos, pero, de repente, así, sin previo aviso, vuelve a inundarnos esa sensación de rabia y miedo. ¿Hasta cuándo? Es innegable que aquí, aquí y ahora, existen mecanismos que pueden ayudar a defendernos de la violencia, pero ¿hasta cuándo vamos a tener que ponerlos continuamente en marcha? No es solo que te insulten, que te den un puñetazo, que lancen un huevo a la bandera o que te chisten por la calle. Es el silencio que viene después, es la sensación de estar continuamente expuesta, en riesgo. En Fuenmayor, en Logroño o en Bilbao. Da igual. Porque, en todos lados, nuestra existencia parece una mera provocación.
Será que el paraíso, para nosotras, está en construir redes sólidas, en no normalizar lo insoportable, en no callarnos y, por qué no, en saber callar cuando el peligro es evidente. En señalarnos entre nosotras y decir: "Yo te veo", "yo te creo", "yo te cuido". En seguir levantando festivales, casas, espacios, proyectos y memorias en los que arroparnos entre nosotras. En hacerlo juntas: con miedo y sin él, claro.
Un abrazo larguísimo a las compañeras de GYLDA, a las víctimas de las agresiones, a la vecina de Fuenmayor y a todas las que lo necesitéis.