miércoles, 18 de abril de 2018

#hemeroteca #violenciaintragenero | No podemos esperar más

Imagen: Google Imágenes / Juan Alberto, asesinado por su su expareja en Priego de Córdoba
No podemos esperar más.
La estructura emocional de la violencia de género también encuentra acomodo en las relaciones entre dos personas del mismo sexo.
Pablo Morterero Millán | El Plural, 2018-04-18
https://www.elplural.com/andalucia/2018/04/18/no-podemos-esperar-mas

Las personas homosexuales (gais y lesbianas), bisexuales y trans, sabemos que la mayoría de las noticias luctuosas que nos afectan terminan enfangadas en el morbo y el sensacionalismo. Y es que nuestra memoria no debe remitirse a demasiadas décadas atrás. Los casos Arni, Wanninkhof, etc. son demasiado recientes y dolorosos para todas y todos nosotros como para olvidar lo que supone que el o los protagonistas de una historia sean o puedan ser homosexuales, bisexuales y/o trans.

Por eso, ante las alarmantes noticias que nos han llegado de la localidad de Priego de Córdoba, tras aparecer el domingo por la tarde los cadáveres de dos hombres en un vehículo estacionado en un parking privado, todas las alarmas se activaron.

Desde Adriano Antinoo pedimos no aventurar hipótesis sobre el hecho que puedan generar discursos con tintes homófobos.

Pero este caso ha puesto sobre la palestra un tema que genera gran incomodidad a muchas de las personas y entidades que trabajamos en el campo de la igualdad. Me refiero a la violencia intragénero.

No ponemos en duda los análisis que sustentan todas las políticas públicas sobre violencia de género. La realidad, traducida en escalofriantes datos de asesinatos, lesiones, etc., es la prueba empírica que sustenta sus argumentos.

Pero esta realidad no puede ocultar ni incomodar que las organizaciones LGTBI pongamos sobre la mesa la realidad que nos afecta, como es la violencia que se produce dentro de las relaciones de parejas del mismo género, la llamada violencia intragénero.

No se trata de una nueva realidad, sino que la modificación del Código Civil que permitió el matrimonio igualitario, la visibilidad de las personas LGTBI y la normalización de la diversidad familiar en todos los campos, nos está obligando a tomar conciencia de lo que pasa en el interior de nuestras familias.

La violencia intragénero no se limita a las agresiones físicas y psicológicas de un miembro de una pareja del mismo sexo hacia la otra persona, también se extiende a los descendientes o ascendientes de uno o de los dos miembros de la pareja, así como de la actitud de las ex parejas rechazadas.

Cualquiera de estas víctimas se encuentra con una realidad angustiosa. En muchos casos tienen verdaderos problemas para manifestar a su entorno la violencia que sufren, bien porque no son visibles, bien porque socialmente no se comprende que una persona de tu mismo sexo (o la pareja de tu descendiente o ascendiente) reproduzca roles de género generadores de comportamientos violentos y de dominio.

Más tarde, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado no han recibido formación específica sobre el tema, por lo que hay que confiar en la empatía y comprensión del Policía o Guardia Civil que atienda la denuncia.

Y por último, la falta de recursos públicos para atender esta realidad (pisos de acogida, órdenes de alejamiento, etc.), impide que muchos hombres y mujeres puedan salir de ese infierno de violencia, atrapados en la dependencia emocional, económica y social.

La reciente Ley 8/2017, de 28 de diciembre, para garantizar los derechos, la igualdad de trato y no discriminación de las personas LGTBI y sus familiares en Andalucía, contempla en su artículo 27.2 que “se adoptarán medidas de atención y ayuda a víctimas de la violencia en parejas del mismo sexo que garanticen la protección de la persona acosada frente a la persona acosadora, facilitando con ello la independencia física y económica de la víctima”.

Por eso, las organizaciones LGTBI no podemos dejar de demandar a la Administración Autonómica que se activen los protocolos y dispositivos necesarios para cumplir con este mandato, con el fin que las víctimas y sus hijos o padres puedan contar con el asesoramiento, apoyo y protección de las administraciones públicas.

Pero también las propias personas LGTBI y sus organizaciones, debemos asumir nuestra parte de corresponsabilidad. La estructura emocional de la violencia de género también encuentra acomodo en las relaciones entre dos personas del mismo sexo, donde es fácil reproducir los esquemas de dominio de un miembro sobre el otro.

Concienciar, sensibilizar y facilitar la denuncia y el apoyo a las víctimas de esta violencia debe ser uno de los objetivos inmediatos de nuestras organizaciones.

Pablo Morterero Millán
es presidente del colectivo Adriano Antinoo.

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