El documental 'Women He’s Undressed' recupera al diseñador de vestuario Orry-Kelly.
Carles Gámez | El País, 2015-06-26
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/06/25/actualidad/1435238928_520256.html
La figura de Marilyn Monroe ha quedado asociada con el vaporoso vestido blanco -obra del diseñador William Travilla- que los ventiladores del metro neoyorquino agitaban alegremente en ‘La tentación vive arriba’. Sin embargo le correspondió a otro diseñador, Orry-Kelly (1897-1964) el haber creado el vestido más sensual y también más “indecoroso”- para disgusto de los vigilantes del Codigo Hays- que la estrella había exhibido hasta entonces en una película. Entre otras creaciones de la película ‘Con faldas y a lo loco’ el diseñador embutía a la estrella en un ceñido vestido de transparencias que iluminaba una buena parte de su anatomía y poderío carnal. Mención aparte para el vestuario femenino diseñado para las otras estrellas del film, Tony Curtis y Jack Lemmon.
Para entonces Orry Kelly, su verdadero nombre era Orry Georges Kelly, un diseñador de vestuario de origen australiano que había llegado a Hollywood en los años treinta después de haber desembarcado en Nueva York y trabajar en diversos oficios, contaba con un largo bagaje profesional, ‘oscar’ incluido, en la meca de cine. Durante más de una década Orry-Kelly estará al frente del departamento de vestuario de la Warner marcando la imagen de la productora y de sus estrellas, Dolores del Río, Ruby Keeler, Kay Francis, Ava Gardner, y sobre todo, Bette Davis. Diseñador y actriz funden amistad y colaboración en películas como ‘Jezabel’ con su célebre vestido rojo, ‘La loba’ o ‘La extraña pasajera’. El talento de Orry-Kelly proyecta sobre la actriz, en vestuario decimonónico o contemporáneo, un estilo propio acorde con su personalidad y alejado de los estereotipos del glamur de Hollywood.
Como Adrian en la Metro -sus vestuarios para Greta Garbo y Joan Crawford- o Travis Banton en la Paramount y sus creaciones llenas de fantasía al servicio de Marlene Dietrich, Orry-Kelly se convierte en uno de los constructores del Hollywood dorado que directores de fotografía y publicistas transforman en sueños semanales para consumo del gran público en revistas y magazines cinematográficos. Una filmografía de cerca de 300 películas, desde la década de los 30 hasta los años sesenta que incluye clásicos como ‘La calle 42’, ‘Casablanca’, ‘El halcón maltés’, ‘Oklahoma’, ‘Un americano en Paris’, Gipsy, Irma la dulce, etc. Sin embargo, a diferencia de otros creadores de la época dorada de Hollywood y de las películas en las que colaboró, su figura con el paso del tiempo quedará olvidada en esa cara b de Hollywood.
Este olvido y desconocimiento del diseñador de origen australiano ha estado el punto de partida del proyecto documental de la realizadora -y compatriota de Orry-Kelly- Gillian Armstrong a la hora de sumergirse en su vida y trayectoria profesional. El documental Women He’s Undressed, un titulo que juega con las memorias inacabadas del diseñador -‘Women I’ve Undressed’- reúne ficción e investigación a partir de diversos archivos y material inédito del propio Kelly encontrado en los fondos de la Warner. Como recordaba Armstrong con motivo de la presentación de la película en el pasado Festival de Sidney, “cuando el productor Damien Parer me hablo de Kelly, lo primero que dije: ¿Pero quién es ese Orry-Kelly? Después cuando vi las películas en las que había trabajado, sentí la necesidad que había que rescatar a ese gran creador injustamente olvidado”.
La película bucea desde su infancia en Kiava, una población al sur de Sidney, sus primeros descubrimientos artísticos y vocaciones escénicas para disgusto de un padre que ve como su hijo prefiere jugar con muñecas que practicar deportes como otros niños. Una juventud turbulenta y su marcha posterior a Nueva York van señalando sus apuntes biográficos. En la gran ciudad comparte estrecha amistad con un joven cómico de origen británico llamado Archibald Leach que como Kelly busca su lugar en el sol en el mundo del espectáculo. Archibald Leach mudará más tarde por el nombre artístico de Cary Grant.
En ese tránsito entre ficción y documental la realizadora Gillian Armstrong se adentra en temas como la homofobia, la fama y la conquista del éxito, la amistad- su relación con Grant- o la propia personalidad del personaje señalada por su alcoholismo que lo convertirá en persona non grata para los directivos de los estudios. Actrices como Jane Fonda y Angela Lansbury, diseñadoras, Anne Roth (‘El paciente inglés’) y Catherine Martin (‘Moulin Rouge’) o la hija del productor Jack Warner, ofrecen su testimonio a partir de sus recuerdos personales o admiración por el personaje y su contribución al diseño cinematográfico.
En sus últimos años Orry-Kelly todavía tendrá tiempo de gozar del reconocimiento, oscars al mejor vestuario por ‘Les girls’ (Georges Cukor, 1967) y ‘Con faldas a lo loco’ (Billy Wilder, 1959) pero aquel Hollywood que había conocido y ayudado a construir, comenzaba a desaparecer. Desde su antigua casa, la Warner, anuncian con gran pompa y ceremonia la adaptación del musical ‘My Fair Lady’, pero su viejo amigo Jack Warner prefiere confiar el diseño del vestuario al exquisito fotógrafo Cecil Beaton. Ese mismo año, estreno de la producción, Orry-Kelly moría en Los Angeles a causa de un cáncer de hígado. Sus “rivales” de la edad de oro, Adrian y Travis Banton, habían desaparecido unos años antes. En su funeral viejos amigos como Cary Grant, George Cukor, Billy Wilder y Tony Curtis se encargan de llevar su féretro. En sus memorias inacabadas había dejado escrito: “El infierno debe estar lleno de bellas mujeres sin espejos”.
Para entonces Orry Kelly, su verdadero nombre era Orry Georges Kelly, un diseñador de vestuario de origen australiano que había llegado a Hollywood en los años treinta después de haber desembarcado en Nueva York y trabajar en diversos oficios, contaba con un largo bagaje profesional, ‘oscar’ incluido, en la meca de cine. Durante más de una década Orry-Kelly estará al frente del departamento de vestuario de la Warner marcando la imagen de la productora y de sus estrellas, Dolores del Río, Ruby Keeler, Kay Francis, Ava Gardner, y sobre todo, Bette Davis. Diseñador y actriz funden amistad y colaboración en películas como ‘Jezabel’ con su célebre vestido rojo, ‘La loba’ o ‘La extraña pasajera’. El talento de Orry-Kelly proyecta sobre la actriz, en vestuario decimonónico o contemporáneo, un estilo propio acorde con su personalidad y alejado de los estereotipos del glamur de Hollywood.
Como Adrian en la Metro -sus vestuarios para Greta Garbo y Joan Crawford- o Travis Banton en la Paramount y sus creaciones llenas de fantasía al servicio de Marlene Dietrich, Orry-Kelly se convierte en uno de los constructores del Hollywood dorado que directores de fotografía y publicistas transforman en sueños semanales para consumo del gran público en revistas y magazines cinematográficos. Una filmografía de cerca de 300 películas, desde la década de los 30 hasta los años sesenta que incluye clásicos como ‘La calle 42’, ‘Casablanca’, ‘El halcón maltés’, ‘Oklahoma’, ‘Un americano en Paris’, Gipsy, Irma la dulce, etc. Sin embargo, a diferencia de otros creadores de la época dorada de Hollywood y de las películas en las que colaboró, su figura con el paso del tiempo quedará olvidada en esa cara b de Hollywood.
Este olvido y desconocimiento del diseñador de origen australiano ha estado el punto de partida del proyecto documental de la realizadora -y compatriota de Orry-Kelly- Gillian Armstrong a la hora de sumergirse en su vida y trayectoria profesional. El documental Women He’s Undressed, un titulo que juega con las memorias inacabadas del diseñador -‘Women I’ve Undressed’- reúne ficción e investigación a partir de diversos archivos y material inédito del propio Kelly encontrado en los fondos de la Warner. Como recordaba Armstrong con motivo de la presentación de la película en el pasado Festival de Sidney, “cuando el productor Damien Parer me hablo de Kelly, lo primero que dije: ¿Pero quién es ese Orry-Kelly? Después cuando vi las películas en las que había trabajado, sentí la necesidad que había que rescatar a ese gran creador injustamente olvidado”.
La película bucea desde su infancia en Kiava, una población al sur de Sidney, sus primeros descubrimientos artísticos y vocaciones escénicas para disgusto de un padre que ve como su hijo prefiere jugar con muñecas que practicar deportes como otros niños. Una juventud turbulenta y su marcha posterior a Nueva York van señalando sus apuntes biográficos. En la gran ciudad comparte estrecha amistad con un joven cómico de origen británico llamado Archibald Leach que como Kelly busca su lugar en el sol en el mundo del espectáculo. Archibald Leach mudará más tarde por el nombre artístico de Cary Grant.
En ese tránsito entre ficción y documental la realizadora Gillian Armstrong se adentra en temas como la homofobia, la fama y la conquista del éxito, la amistad- su relación con Grant- o la propia personalidad del personaje señalada por su alcoholismo que lo convertirá en persona non grata para los directivos de los estudios. Actrices como Jane Fonda y Angela Lansbury, diseñadoras, Anne Roth (‘El paciente inglés’) y Catherine Martin (‘Moulin Rouge’) o la hija del productor Jack Warner, ofrecen su testimonio a partir de sus recuerdos personales o admiración por el personaje y su contribución al diseño cinematográfico.
En sus últimos años Orry-Kelly todavía tendrá tiempo de gozar del reconocimiento, oscars al mejor vestuario por ‘Les girls’ (Georges Cukor, 1967) y ‘Con faldas a lo loco’ (Billy Wilder, 1959) pero aquel Hollywood que había conocido y ayudado a construir, comenzaba a desaparecer. Desde su antigua casa, la Warner, anuncian con gran pompa y ceremonia la adaptación del musical ‘My Fair Lady’, pero su viejo amigo Jack Warner prefiere confiar el diseño del vestuario al exquisito fotógrafo Cecil Beaton. Ese mismo año, estreno de la producción, Orry-Kelly moría en Los Angeles a causa de un cáncer de hígado. Sus “rivales” de la edad de oro, Adrian y Travis Banton, habían desaparecido unos años antes. En su funeral viejos amigos como Cary Grant, George Cukor, Billy Wilder y Tony Curtis se encargan de llevar su féretro. En sus memorias inacabadas había dejado escrito: “El infierno debe estar lleno de bellas mujeres sin espejos”.
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