Charlamos con Hari Nef, modelo y actriz transgénero, sobre la necesidad de derrumbar esteriotipos y sus proyectos en el mundo del cine y la moda.
Álex Vicente | S Moda, El País, 2017-03-19
http://smoda.elpais.com/moda/no-quiera-luchar-los-derechos-los-transexuales-hacerlo/
Guarda en su memoria que durante mucho tiempo nadie quiso contratarla. «Mi agente me consolaba diciendo que llegaría una persona que creería en mí. Y que, después, todo el mundo correría a hacer lo mismo», explica Hari Nef, acurrucada en un sofá de su hotel berlinés. Y así sucedió. Tras ser ignorada durante años por una industria que no sabía qué hacer con ella, le empezaron a llover los contratos. En un mismo fin de semana, la llamó Jill Solloway, la creadora de la serie Transparent, para proponerle interpretar a un antepasado transexual de la familia protagonista. Y también el responsable de la agencia de modelos IMG, que representa a tops como Kate Moss o Gigi Hadid, para anunciarle que quería ficharla. Desde entonces, esta estadounidense de 24 años se ha licenciado en interpretación en la Universidad de Columbia. Ha protagonizado un vídeo para The Drums. Ha sido objeto de un perfil de varias páginas en ‘The New Yorker’, biblia de la intelectualidad de la costa este. Y se acaba de convertir en la nueva imagen de Gucci. ¿Será una señal de ese momento histórico que se supone que vive el movimiento trans? Nef lo niega rotundamente: «Quienes viven ese momento histórico siguen siendo los hombres blancos».
¿Qué supone convertirse en imagen de Gucci?
Me hace muy feliz. De las marcas actuales, es la que hubiera escogido de manera instintiva. Siento una conexión emocional, espiritual e ideológica con lo que propone Alessandro Michele. Hoy no abundan los modistos que ahonden en la historia del arte y de las subculturas con un resultado tan accesible, universal y delicioso. En su trabajo hay psicología, sensualidad y sexualidad. Me resulta erótico y desafiante. En ese sentido, Alessandro me parece desacomplejadamente queer.
Es la primera modelo transgénero que ficha por la agencia de modelos IMG y la primera portavoz trans de L’Oréal. ¿Qué se siente al ser la primera en todo?
No entiendo esa obsesión. En el fondo, cuando formas parte de una comunidad ignorada, brutalizada y denigrada durante tanto tiempo, no es difícil ser la primera en alcanzar todas esas cosas. Entiendo que eso genere atención y titulares, pero la obsesión por mi identidad y por mi cuerpo me parece, en muchos casos, simple voyerismo. Valoro lo que he conseguido pero, por citar a Maya Angelou, me niego a ser reducida a eso. Preferiría conseguir todas esas cosas de manera discreta, sin que todo el mundo me apuntara con el dedo todo el rato. Entiendo que es un honor, pero me resulta incómodo.
¿No cree que, si se insiste tanto en ello, es porque demuestra que las cosas están cambiando?
No, yo no creo que demuestre ningún cambio. Mire lo que está sucediendo en mi país. ¿De verdad cree que aparecer en una campaña de L’Oréal o lucir un vestido de Gucci va a salvar a Estados Unidos de lo que planea la Administración Trump? Claro, puede que eso logre ayudar a alguien. Puede que alguien semejante a mí se sienta mejor y empiece a quererse un poco más. Pero me parece poco realista proyectar expectativas tan progresistas en el simple hecho de que yo trabaje en la moda y en Hollywood. Participo en esas industrias porque me gusta el trabajo que me proponen hacer, pero no se me olvida hasta qué punto son racistas, sexistas y transfóbicas.
En ese contexto, ¿se considera una activista?
No soy una activista. Solo soy una actriz. Lucho por obligación, no por elección propia. No vine a este planeta a salvar a mi comunidad. No quiero hacerlo, pero no me queda otro remedio. Siento que tengo una responsabilidad, al ser alguien que ha ido a la universidad, que sabe hablar ante una audiencia y que se ha convertido en personaje público. Pero ni me gusta ni me inspira. Al revés, es una fuente de mucho dolor. En realidad, yo solo quiero ser una persona. Quiero trabajar. Quiero amar y hacer amigos e ir de compras y pasar tiempo con mi hermana y llamar a mi madre para contarle cómo me ha ido el día. Lo he aceptado, pero me gustaría que mi vida fuera distinta.
Parece insinuar con sus palabras que el movimiento transgénero no vive ningún momento histórico. Todo lo contrario de lo que nos repite desde hace años.
Tal vez lo sea… o tal vez no. Lo que digo es que hemos estado dentro y fuera de los focos desde hace tiempo. En los 50 estuvo Christine Jorgensen [la primera persona que declaró haber recurrido a una operación de reasignación de sexo]. En los 60, Candy Darling trabajó con Tennessee Williams. En los 70, Renée Richards participó en el U.S. Open de tenis. En los 80 tuvimos el documental 'Paris is burning' y, en los 90, triunfó la película 'Juego de lágrimas'. Y, ya en tiempos inmemoriales, el emperador Heliogábalo prometió regalar parte del Imperio Romano al médico que lograra practicarle un cambio de sexo…
¿Nada ha cambiado desde hace 20 siglos?
No, hay una novedad: ahora se ha establecido una alianza entre este movimiento y el neoliberalismo. Eso es bueno y malo a la vez. Por una parte, nos ha proporcionado una plataforma mediática. Por la otra, generaliza una imagen de una comunidad que me parece imposible de generalizar. Los transgénero no comparten una misma cultura. Además, el género se define culturalmente, por lo que ser trans en Estados Unidos, en Filipinas o en África no es lo mismo. Hablar de «la comunidad trans» es, en el fondo, como hablar de la comunidad de los pelirrojos con pecas.
Lo trans se ha puesto de moda, pero la realidad sigue teniendo un reverso más prosaico que el que se ve en el cine, la televisión y la moda…
Desde luego que sí.
Por ejemplo, la misma semana que la revista ‘Time’ dedicó su portada a la actriz Laverne Cox, de Orange ‘Is The New Black’, un grupo de mujeres transgénero eran brutalmente agredidas en Atlanta.
Es interesante, porque el aumento de la visibilidad de la comunidad trans es directamente proporcional al incremento de la violencia contra sus miembros. Todavía más, si son mujeres. Y todavía más si esas mujeres son negras. No podemos olvidar a nombres como Monica Loera o Gwen Araujo, que fallecieron tras ser agredidas. Aunque yo intento no pensar mucho en ello, porque me resulta muy doloroso.
Obama protegió a los niños transgénero y abrió la sanidad pública a las operaciones de reasignación de sexo. Durante el mandato de Donald Trump, ¿teme que se produzca una involución?
Trump prometió, de manera deshonesta, preservar algunas ordenanzas que protegen a la comunidad LGBT. En realidad, su administración está promoviendo leyes y decretos para favorecer la libertad religiosa de los trabajadores del sector público. Eso significa que, si la nueva normativa llega a buen puerto, un funcionario podrá discriminar a quien le parezca. Seguramente a personas LGBT, ya que su forma de vida y sus identidades no se ajustan a ciertos valores religiosos. Nos enfrentamos a un auténtico peligro. La verdad es que, antes de las elecciones, me dije que no hablaría más de estos temas. Pero los tiempos han cambiado desde entonces…
Parece que su país dé un paso adelante y dos o tres hacia atrás…
Sí, pero esa es, para mí, la definición del progreso, si es que existe esa noción. Cuando escucho a mis amigos afroamericanos, me doy cuenta de que sus tatarabuelos lucharon, de que sus abuelos siguieron luchando y sus padres insistieron aún más en esa lucha. Y ellos mismos siguen luchando. ¿Qué dice eso de nosotros? Sea lo que sea, lo que estamos haciendo no está funcionando.
¿Qué camino hay que tomar entonces?
No lo sé. Creo que necesitamos a más personas dispuestas a ayudarnos, a individuos que no se sientan directamente perjudicados por este problema. Yo no tendría que estar luchando tanto. Gente con mucho más poder es la que debería hacerlo. Me irrita cuando vienen a decirme: «¿Qué puedo hacer por vuestra lucha? ¡Dime qué puedo hacer!». Me entran ganas de responderles que mi conocimiento sobre estas cuestiones no apareció por arte de magia. Que leí muchos libros, que me interesé por las vidas de los demás, que les hice preguntas y que les escuché. Mi respuesta sería: ¡edúcate a ti mismo! ¡Lee Deshacer el género, de Judith Butler! ¡Infórmate sobre lo que ocurre a tu alrededor! ¡Habla con los transgénero que hay en tu vida! ¡Sal en una cita con uno de ellos! ¡Dales la bienvenida a tu vida y a tu corazón! No te quedes en un lado preguntando: «¿Qué puedo hacer por ti?». Más que nada, porque la lista es demasiado larga…
En la serie 'Transparent' interpretaba a una transgénero berlinesa de los tiempos de Weimar. Se dice que fue en esa época cuando se inventó la identidad sexual moderna. Existió una tolerancia respecto al género no binario que desapareció el resto del siglo XX…
Lo que aprendí preparando ese papel es que estuvimos muy cerca de conseguirlo. En ciertas partes de Europa, los transgéneros fueron entendidos, aceptados e integrados. Incluso las instituciones médicas se interesaron por ellos. Ese personaje me hizo preguntarme dónde nos encontraríamos hoy si no hubiera tenido lugar la Segunda Guerra Mundial. Es algo que me pregunto como mujer transgénero, pero también como judía…
Uno de los cambios que se observa en el cine, la televisión o la moda es que los transgénero ya no son seres monstruosos, como en otra época. Ahora tienen cuerpos sexualizados y deseables…
Es verdad. Somos una de las categorías de pornografía con más seguidores. Seguramente, más de un hombre en esta sala haya consumido alguna vez porno trans…
¿Y eso es bueno o malo?
Es bueno saber que el cuerpo transgénero no representa algo indeseable. Pero también es malo, porque la representación que la pornografía da de mi comunidad tiende a ser explotadora. Y está manufacturada para ser consumida por la mirada masculina. La pornografía es el canal principal por el que los hombres heterosexuales descubren el cuerpo de una mujer transgénero. O una shemale, por usar una de esas palabras asquerosas que el porno nos tiene reservadas. No nos engañemos: existe un porcentaje muy pequeño de hombres que nos encuentren bellas y sexis, que se atrevan a pedirnos para salir o que nos cuiden y amen con la misma dignidad que demostrarían por una mujer cisgénero…
¿Cuál es su experiencia al respecto?
Conozco a pocas mujeres trans con relaciones largas, todavía a menos que estén casadas y todavía a menos que no hayan conocido una relación violenta. Es difícil dar con un hombre que se sienta lo suficientemente cómodo con su masculinidad para aceptar a una mujer que es diferente… aunque, en realidad, no sea diferente en absoluto. Yo sé unas cuantas cosas… Si filtrara mis mensajes privados, ganaría miles de dólares en TMZ [web sensacionalista que difunde noticias sobre celebridades]. Es todo lo que voy a decir… Pero, oiga, ¿no piensa preguntarme nada sobre mi carrera de actriz?
Ya llegamos. Sé que está a punto de rodar con Suki Waterhouse…
Sí, estoy muy emocionada. Es mi primera película, un papel protagonista. Se titula Assassination Nation y la dirige Sam Levinson, hijo del director Barry Levinson. Trata de cuatro chicas en un pueblo estadounidense amenazadas por un hacker anónimo que publica sus datos personales, mensajes, correos electrónicos y fotos privadas. La película recrea y moderniza el juicio de Las brujas de Salem, donde los habitantes de ese pueblo se ven sometidos al aireamiento público de sus secretos. Va a ser una película muy oscura y violenta.
¿Cuándo decidió dedicarse a la interpretación?
El mundo siempre me pareció un lugar confuso y cruel. Contar historias era una manera de encontrarle sentido, también a mí misma. Actué en mi primera obra teatral a los 5 años, y no he parado. La actuación ha sido una forma de explorar partes de mí misma antes de que me dieran permiso para hacerlo también fuera del escenario. La moda me gusta por la misma razón: en el fondo, se trata de contar historias sobre nuestros cuerpos e identidades. Esas son mis obsesiones. Por ese motivo me lo paso tan bien trabajando. En especial, con las mujeres. Con los hombres me parece menos divertido…
¿Por qué motivo?
Porque ellos tienen ideas y planes. Están muy apegados a sus propias visiones. Las mujeres, en cambio, funcionan de una forma distinta. Por ejemplo, Jill Solloway, la creadora de Transparent, no te dice qué tienes que hacer. Hasta el 80% de lo que se ha visto en la serie es improvisado. Yo me leí el guion y luego lo pronuncié como me pareció. Por eso, la serie tiene ese aire tan auténtico y contemporáneo. Aún no puedo anunciarlo, pero tengo otros proyectos con directoras increíbles. En la moda, también me gustaría colaborar con más diseñadoras…
Cambió de género mientras estudiaba interpretación en Columbia. ¿Qué papeles pudo encarnar entonces?
Los estudios de interpretación en Columbia son muy abiertos, progresistas e inclusivos. Cuando empecé con mi transición, les anuncié a mis profesores que no quería interpretar a más hombres y lo aceptaron. El problema es que, en los textos que tenemos a nuestra disposición, existen pocos personajes transgénero. En ese momento, me pregunté si tenía sentido querer dedicarme profesionalmente a esto. Por un tiempo me dirigí hacia la performance artística. Pero, por aquella época apareció la portada de Laverne Cox en Time. Fue algo que me reafirmó como mujer, pero también como actriz. Me dije que tal vez yo también podía…
¿A qué retos se enfrenta hoy como actriz?
Siento una gran presión para tener más versatilidad. Paso mucho tiempo pensando en cómo resultar más vendible. Quiero pasar por una actriz a secas y no por una actriz transgénero. Estoy viendo a un especialista del habla para expandir las octavas de mi voz. Hoy estoy cansada y tengo jet lag, pero cuando hago mis ejercicios resulto bastante convincente… [sonríe].
Acaba de usar el adjetivo «vendible»...
Lo sé, es una vergüenza. Es una humillación. Pero es algo que necesito hacer si quiero trabajar. Al mismo tiempo, cualquier actriz que no sea blanca, delgada, no discapacitada y cisgénero le dará un testimonio parecido. Tengo que ser muy disciplinada. Tengo que volverme mejor.
Cuando le dijo a su madre que quería ser actriz, le advirtió que no leyera lo que la gente diría de usted. ¿Le hizo caso?
No, yo lo leo todo. Los actores que dicen lo contrario mienten. Tengo 24 años y todavía no tengo claro quién soy. A veces, me digo que leer lo que los demás piensan de mí me ayudará a entenderlo mejor. Pero es peligroso y sé que no debería hacerlo…
¿Le dicen cosas hirientes?
A veces, sí. Me dicen que hablo demasiado sobre el hecho de ser trans. No entienden que es lo que me preguntan en las entrevistas… Cada vez que una revista me llama «actriz transgénero», alguien se siente con derecho a opinar. Yo sé que no soy un hombre. Sé que no tengo aspecto de hombre. Pero eso es lo que ve esa gente… Si leyeran algo más sobre mí o hablaran conmigo, tal vez tendrían una reacción distinta. O tal vez no. Como decía antes, esa visibilidad, por positiva que sea, es lo que me expone al odio y a la violencia. Lea lo que escriben ciertas personas cada vez que Gucci pone una foto mía en Instagram… En el fondo, no soy lo que esa gente quiere ver.
¿Espera que eso cambie en un futuro próximo?
Realmente, me da igual. Ya estoy aquí. Pero espero que sí ocurra. ¿Qué puedo hacer, sino esperar?
¿Qué supone convertirse en imagen de Gucci?
Me hace muy feliz. De las marcas actuales, es la que hubiera escogido de manera instintiva. Siento una conexión emocional, espiritual e ideológica con lo que propone Alessandro Michele. Hoy no abundan los modistos que ahonden en la historia del arte y de las subculturas con un resultado tan accesible, universal y delicioso. En su trabajo hay psicología, sensualidad y sexualidad. Me resulta erótico y desafiante. En ese sentido, Alessandro me parece desacomplejadamente queer.
Es la primera modelo transgénero que ficha por la agencia de modelos IMG y la primera portavoz trans de L’Oréal. ¿Qué se siente al ser la primera en todo?
No entiendo esa obsesión. En el fondo, cuando formas parte de una comunidad ignorada, brutalizada y denigrada durante tanto tiempo, no es difícil ser la primera en alcanzar todas esas cosas. Entiendo que eso genere atención y titulares, pero la obsesión por mi identidad y por mi cuerpo me parece, en muchos casos, simple voyerismo. Valoro lo que he conseguido pero, por citar a Maya Angelou, me niego a ser reducida a eso. Preferiría conseguir todas esas cosas de manera discreta, sin que todo el mundo me apuntara con el dedo todo el rato. Entiendo que es un honor, pero me resulta incómodo.
¿No cree que, si se insiste tanto en ello, es porque demuestra que las cosas están cambiando?
No, yo no creo que demuestre ningún cambio. Mire lo que está sucediendo en mi país. ¿De verdad cree que aparecer en una campaña de L’Oréal o lucir un vestido de Gucci va a salvar a Estados Unidos de lo que planea la Administración Trump? Claro, puede que eso logre ayudar a alguien. Puede que alguien semejante a mí se sienta mejor y empiece a quererse un poco más. Pero me parece poco realista proyectar expectativas tan progresistas en el simple hecho de que yo trabaje en la moda y en Hollywood. Participo en esas industrias porque me gusta el trabajo que me proponen hacer, pero no se me olvida hasta qué punto son racistas, sexistas y transfóbicas.
En ese contexto, ¿se considera una activista?
No soy una activista. Solo soy una actriz. Lucho por obligación, no por elección propia. No vine a este planeta a salvar a mi comunidad. No quiero hacerlo, pero no me queda otro remedio. Siento que tengo una responsabilidad, al ser alguien que ha ido a la universidad, que sabe hablar ante una audiencia y que se ha convertido en personaje público. Pero ni me gusta ni me inspira. Al revés, es una fuente de mucho dolor. En realidad, yo solo quiero ser una persona. Quiero trabajar. Quiero amar y hacer amigos e ir de compras y pasar tiempo con mi hermana y llamar a mi madre para contarle cómo me ha ido el día. Lo he aceptado, pero me gustaría que mi vida fuera distinta.
Parece insinuar con sus palabras que el movimiento transgénero no vive ningún momento histórico. Todo lo contrario de lo que nos repite desde hace años.
Tal vez lo sea… o tal vez no. Lo que digo es que hemos estado dentro y fuera de los focos desde hace tiempo. En los 50 estuvo Christine Jorgensen [la primera persona que declaró haber recurrido a una operación de reasignación de sexo]. En los 60, Candy Darling trabajó con Tennessee Williams. En los 70, Renée Richards participó en el U.S. Open de tenis. En los 80 tuvimos el documental 'Paris is burning' y, en los 90, triunfó la película 'Juego de lágrimas'. Y, ya en tiempos inmemoriales, el emperador Heliogábalo prometió regalar parte del Imperio Romano al médico que lograra practicarle un cambio de sexo…
¿Nada ha cambiado desde hace 20 siglos?
No, hay una novedad: ahora se ha establecido una alianza entre este movimiento y el neoliberalismo. Eso es bueno y malo a la vez. Por una parte, nos ha proporcionado una plataforma mediática. Por la otra, generaliza una imagen de una comunidad que me parece imposible de generalizar. Los transgénero no comparten una misma cultura. Además, el género se define culturalmente, por lo que ser trans en Estados Unidos, en Filipinas o en África no es lo mismo. Hablar de «la comunidad trans» es, en el fondo, como hablar de la comunidad de los pelirrojos con pecas.
Lo trans se ha puesto de moda, pero la realidad sigue teniendo un reverso más prosaico que el que se ve en el cine, la televisión y la moda…
Desde luego que sí.
Por ejemplo, la misma semana que la revista ‘Time’ dedicó su portada a la actriz Laverne Cox, de Orange ‘Is The New Black’, un grupo de mujeres transgénero eran brutalmente agredidas en Atlanta.
Es interesante, porque el aumento de la visibilidad de la comunidad trans es directamente proporcional al incremento de la violencia contra sus miembros. Todavía más, si son mujeres. Y todavía más si esas mujeres son negras. No podemos olvidar a nombres como Monica Loera o Gwen Araujo, que fallecieron tras ser agredidas. Aunque yo intento no pensar mucho en ello, porque me resulta muy doloroso.
Obama protegió a los niños transgénero y abrió la sanidad pública a las operaciones de reasignación de sexo. Durante el mandato de Donald Trump, ¿teme que se produzca una involución?
Trump prometió, de manera deshonesta, preservar algunas ordenanzas que protegen a la comunidad LGBT. En realidad, su administración está promoviendo leyes y decretos para favorecer la libertad religiosa de los trabajadores del sector público. Eso significa que, si la nueva normativa llega a buen puerto, un funcionario podrá discriminar a quien le parezca. Seguramente a personas LGBT, ya que su forma de vida y sus identidades no se ajustan a ciertos valores religiosos. Nos enfrentamos a un auténtico peligro. La verdad es que, antes de las elecciones, me dije que no hablaría más de estos temas. Pero los tiempos han cambiado desde entonces…
Parece que su país dé un paso adelante y dos o tres hacia atrás…
Sí, pero esa es, para mí, la definición del progreso, si es que existe esa noción. Cuando escucho a mis amigos afroamericanos, me doy cuenta de que sus tatarabuelos lucharon, de que sus abuelos siguieron luchando y sus padres insistieron aún más en esa lucha. Y ellos mismos siguen luchando. ¿Qué dice eso de nosotros? Sea lo que sea, lo que estamos haciendo no está funcionando.
¿Qué camino hay que tomar entonces?
No lo sé. Creo que necesitamos a más personas dispuestas a ayudarnos, a individuos que no se sientan directamente perjudicados por este problema. Yo no tendría que estar luchando tanto. Gente con mucho más poder es la que debería hacerlo. Me irrita cuando vienen a decirme: «¿Qué puedo hacer por vuestra lucha? ¡Dime qué puedo hacer!». Me entran ganas de responderles que mi conocimiento sobre estas cuestiones no apareció por arte de magia. Que leí muchos libros, que me interesé por las vidas de los demás, que les hice preguntas y que les escuché. Mi respuesta sería: ¡edúcate a ti mismo! ¡Lee Deshacer el género, de Judith Butler! ¡Infórmate sobre lo que ocurre a tu alrededor! ¡Habla con los transgénero que hay en tu vida! ¡Sal en una cita con uno de ellos! ¡Dales la bienvenida a tu vida y a tu corazón! No te quedes en un lado preguntando: «¿Qué puedo hacer por ti?». Más que nada, porque la lista es demasiado larga…
En la serie 'Transparent' interpretaba a una transgénero berlinesa de los tiempos de Weimar. Se dice que fue en esa época cuando se inventó la identidad sexual moderna. Existió una tolerancia respecto al género no binario que desapareció el resto del siglo XX…
Lo que aprendí preparando ese papel es que estuvimos muy cerca de conseguirlo. En ciertas partes de Europa, los transgéneros fueron entendidos, aceptados e integrados. Incluso las instituciones médicas se interesaron por ellos. Ese personaje me hizo preguntarme dónde nos encontraríamos hoy si no hubiera tenido lugar la Segunda Guerra Mundial. Es algo que me pregunto como mujer transgénero, pero también como judía…
Uno de los cambios que se observa en el cine, la televisión o la moda es que los transgénero ya no son seres monstruosos, como en otra época. Ahora tienen cuerpos sexualizados y deseables…
Es verdad. Somos una de las categorías de pornografía con más seguidores. Seguramente, más de un hombre en esta sala haya consumido alguna vez porno trans…
¿Y eso es bueno o malo?
Es bueno saber que el cuerpo transgénero no representa algo indeseable. Pero también es malo, porque la representación que la pornografía da de mi comunidad tiende a ser explotadora. Y está manufacturada para ser consumida por la mirada masculina. La pornografía es el canal principal por el que los hombres heterosexuales descubren el cuerpo de una mujer transgénero. O una shemale, por usar una de esas palabras asquerosas que el porno nos tiene reservadas. No nos engañemos: existe un porcentaje muy pequeño de hombres que nos encuentren bellas y sexis, que se atrevan a pedirnos para salir o que nos cuiden y amen con la misma dignidad que demostrarían por una mujer cisgénero…
¿Cuál es su experiencia al respecto?
Conozco a pocas mujeres trans con relaciones largas, todavía a menos que estén casadas y todavía a menos que no hayan conocido una relación violenta. Es difícil dar con un hombre que se sienta lo suficientemente cómodo con su masculinidad para aceptar a una mujer que es diferente… aunque, en realidad, no sea diferente en absoluto. Yo sé unas cuantas cosas… Si filtrara mis mensajes privados, ganaría miles de dólares en TMZ [web sensacionalista que difunde noticias sobre celebridades]. Es todo lo que voy a decir… Pero, oiga, ¿no piensa preguntarme nada sobre mi carrera de actriz?
Ya llegamos. Sé que está a punto de rodar con Suki Waterhouse…
Sí, estoy muy emocionada. Es mi primera película, un papel protagonista. Se titula Assassination Nation y la dirige Sam Levinson, hijo del director Barry Levinson. Trata de cuatro chicas en un pueblo estadounidense amenazadas por un hacker anónimo que publica sus datos personales, mensajes, correos electrónicos y fotos privadas. La película recrea y moderniza el juicio de Las brujas de Salem, donde los habitantes de ese pueblo se ven sometidos al aireamiento público de sus secretos. Va a ser una película muy oscura y violenta.
¿Cuándo decidió dedicarse a la interpretación?
El mundo siempre me pareció un lugar confuso y cruel. Contar historias era una manera de encontrarle sentido, también a mí misma. Actué en mi primera obra teatral a los 5 años, y no he parado. La actuación ha sido una forma de explorar partes de mí misma antes de que me dieran permiso para hacerlo también fuera del escenario. La moda me gusta por la misma razón: en el fondo, se trata de contar historias sobre nuestros cuerpos e identidades. Esas son mis obsesiones. Por ese motivo me lo paso tan bien trabajando. En especial, con las mujeres. Con los hombres me parece menos divertido…
¿Por qué motivo?
Porque ellos tienen ideas y planes. Están muy apegados a sus propias visiones. Las mujeres, en cambio, funcionan de una forma distinta. Por ejemplo, Jill Solloway, la creadora de Transparent, no te dice qué tienes que hacer. Hasta el 80% de lo que se ha visto en la serie es improvisado. Yo me leí el guion y luego lo pronuncié como me pareció. Por eso, la serie tiene ese aire tan auténtico y contemporáneo. Aún no puedo anunciarlo, pero tengo otros proyectos con directoras increíbles. En la moda, también me gustaría colaborar con más diseñadoras…
Cambió de género mientras estudiaba interpretación en Columbia. ¿Qué papeles pudo encarnar entonces?
Los estudios de interpretación en Columbia son muy abiertos, progresistas e inclusivos. Cuando empecé con mi transición, les anuncié a mis profesores que no quería interpretar a más hombres y lo aceptaron. El problema es que, en los textos que tenemos a nuestra disposición, existen pocos personajes transgénero. En ese momento, me pregunté si tenía sentido querer dedicarme profesionalmente a esto. Por un tiempo me dirigí hacia la performance artística. Pero, por aquella época apareció la portada de Laverne Cox en Time. Fue algo que me reafirmó como mujer, pero también como actriz. Me dije que tal vez yo también podía…
¿A qué retos se enfrenta hoy como actriz?
Siento una gran presión para tener más versatilidad. Paso mucho tiempo pensando en cómo resultar más vendible. Quiero pasar por una actriz a secas y no por una actriz transgénero. Estoy viendo a un especialista del habla para expandir las octavas de mi voz. Hoy estoy cansada y tengo jet lag, pero cuando hago mis ejercicios resulto bastante convincente… [sonríe].
Acaba de usar el adjetivo «vendible»...
Lo sé, es una vergüenza. Es una humillación. Pero es algo que necesito hacer si quiero trabajar. Al mismo tiempo, cualquier actriz que no sea blanca, delgada, no discapacitada y cisgénero le dará un testimonio parecido. Tengo que ser muy disciplinada. Tengo que volverme mejor.
Cuando le dijo a su madre que quería ser actriz, le advirtió que no leyera lo que la gente diría de usted. ¿Le hizo caso?
No, yo lo leo todo. Los actores que dicen lo contrario mienten. Tengo 24 años y todavía no tengo claro quién soy. A veces, me digo que leer lo que los demás piensan de mí me ayudará a entenderlo mejor. Pero es peligroso y sé que no debería hacerlo…
¿Le dicen cosas hirientes?
A veces, sí. Me dicen que hablo demasiado sobre el hecho de ser trans. No entienden que es lo que me preguntan en las entrevistas… Cada vez que una revista me llama «actriz transgénero», alguien se siente con derecho a opinar. Yo sé que no soy un hombre. Sé que no tengo aspecto de hombre. Pero eso es lo que ve esa gente… Si leyeran algo más sobre mí o hablaran conmigo, tal vez tendrían una reacción distinta. O tal vez no. Como decía antes, esa visibilidad, por positiva que sea, es lo que me expone al odio y a la violencia. Lea lo que escriben ciertas personas cada vez que Gucci pone una foto mía en Instagram… En el fondo, no soy lo que esa gente quiere ver.
¿Espera que eso cambie en un futuro próximo?
Realmente, me da igual. Ya estoy aquí. Pero espero que sí ocurra. ¿Qué puedo hacer, sino esperar?
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