Imagen: El Español / Chavela Vargas |
Un documental presentado en el certamen destapa la faceta más íntima de la mítica cantante.
Javier Zurro | El Español, 2017-03-25
“Soledad. Fue una noche sin estrellas, cuando al irte me dejaste. Tanta pena y tanto mal. Vuelve ya, mi soledad”
Quien decía esto, o mejor, quien lo cantaba era Chavela Vargas. En unas cuantas líneas definía, sin que el resto lo supieran, un sentimiento que se extendió durante toda su vida como un virus, el de sentirse sola. La cantante de voz rota y sentimiento ahogado tuvo una vida marcada por el rechazo, la marginación y las miradas recriminatorias. Ella se puso el mundo por montera, decidió que lo que dijeran de ella daba lo mismo y que sólo siendo única sería feliz. La música la salvó, como lo hizo su huida a México, donde se convirtió en una de las mayores estrellas que ha dado la historia de la música.
El Festival de Málaga ha querido honrar a Chavela con un documental que lleva su nombre y que desvela todas las incógnitas a su alrededor. Su infancia, su relación con Frida Kahlo, con las mujeres, la homosexualidad, el arte… todo ello con el hilo conductor de una de las últimas entrevistas -en México en 1991- en profundidad que hizo y en la que se abre en canal para que todos conozcan a la persona que ocultaba detrás de la artista. También sus amigos -entre los que se encuentran Pedro Almodóvar o Miguel Bosé- pasean por este filme dirigido por Catherin Gund y Daresha Kyi, que también pasó por el Festival de Berlín.
En contraste con esos relatos falsos y almibarados, la infancia de Chavela Vargas no fue feliz. En su casa no había cariño. “Fui una niña triste, sola. No tenía el amor de los padres y me crié muy sola”, dice la cantante en el documental antes de añadir que durante años lo que hizo no fue llenarse de ira, sino “de coraje” para irse. Su salida fue México con 17 años -ella nació en Costa Rica-, donde “me estaba esperando el arte”.
También le esperaba una liberación personal, sexual y sentimental de la que no disfrutó durante mucho tiempo. Tampoco en sus primeros años allí, en los que intentó triunfar cantando como una señorita, con un vestido largo y el pelo suelto. “Vestida de mujer no daba una, parecía un travesti, ensayé ochenta veces y al bajar la escalera con el publico me caí. De repente te vistes de forma extraña y todo el mundo dice: ¿qué pasó con esta señora de pantalones antes de los 50? Tú antes usabas pantalones y te gritaban de todo, marimacho, era espantoso, y yo lo hice y el público se quedó callado”, dice sin tapujos en el filme.
A lo que no se atrevió hasta los 81 años fue a definirse como lesbiana. Todo el mundo lo sabía, pero ella no pensaba que el mundo estuviera preparado para entenderlo. “Si eres lesbiana estabas marginada. No puedo andar con un cartelón diciendo que soy lesbiana”, decía en 1981 después de haber ya hablado abiertamente de su sexualidad.
Las leyendas urbanas sobre Chavela y sus conquistas dieron la vuelta al mundo. Muchas ciertas, otras alimentadas por ella. Sus amigos recuerdan en el documental que “ella crea esa leyenda de que tuvo cuanta mujer quiso, de ser la más macha entre los machos”. Un escudo para que no la hirieran, para no sentirse más sola.
Lo que sí deja caer en el filme es que en una de esas fiestas en las que “entrabamos sábado y salíamos lunes, con todo bebido” tuvo un affaire con Ava Gardner. Fue en la boda de Elizabeth Taylor y Michael Todd en 1957, en Acapulco, a la que acudió con Frida Kahlo. “Todos amanecieron con todos, yo amanecí con Ava Gardner”, dice sin tapujos.
La pintora mexicana fue uno de sus primeros amores y ella lo reconoce en el documental. Describe su famosa ceja como “una golondrina”. “Sentí que podía amar a ese ser”, añade. Fue quizás la única vez que amó de verdad, la única que sintió que podían curar ese alma herida que salía en sus versos y en su desgarrada voz. Después de ella vinieron más mujeres, más fiesta y mucho alcohol. Tanto que tuvo que retirase durante años por su alcoholismo. Fue Pedro Almodóvar el que estuvo a su lado y el artífice de su regreso en los 90. A él le debemos que la voz de Chavela no se apagara y que siguiera regalándonos frases como esta: "El amor no existe, es un invento de noches de borrachera".
El Festival de Málaga ha querido honrar a Chavela con un documental que lleva su nombre y que desvela todas las incógnitas a su alrededor. Su infancia, su relación con Frida Kahlo, con las mujeres, la homosexualidad, el arte… todo ello con el hilo conductor de una de las últimas entrevistas -en México en 1991- en profundidad que hizo y en la que se abre en canal para que todos conozcan a la persona que ocultaba detrás de la artista. También sus amigos -entre los que se encuentran Pedro Almodóvar o Miguel Bosé- pasean por este filme dirigido por Catherin Gund y Daresha Kyi, que también pasó por el Festival de Berlín.
En contraste con esos relatos falsos y almibarados, la infancia de Chavela Vargas no fue feliz. En su casa no había cariño. “Fui una niña triste, sola. No tenía el amor de los padres y me crié muy sola”, dice la cantante en el documental antes de añadir que durante años lo que hizo no fue llenarse de ira, sino “de coraje” para irse. Su salida fue México con 17 años -ella nació en Costa Rica-, donde “me estaba esperando el arte”.
También le esperaba una liberación personal, sexual y sentimental de la que no disfrutó durante mucho tiempo. Tampoco en sus primeros años allí, en los que intentó triunfar cantando como una señorita, con un vestido largo y el pelo suelto. “Vestida de mujer no daba una, parecía un travesti, ensayé ochenta veces y al bajar la escalera con el publico me caí. De repente te vistes de forma extraña y todo el mundo dice: ¿qué pasó con esta señora de pantalones antes de los 50? Tú antes usabas pantalones y te gritaban de todo, marimacho, era espantoso, y yo lo hice y el público se quedó callado”, dice sin tapujos en el filme.
A lo que no se atrevió hasta los 81 años fue a definirse como lesbiana. Todo el mundo lo sabía, pero ella no pensaba que el mundo estuviera preparado para entenderlo. “Si eres lesbiana estabas marginada. No puedo andar con un cartelón diciendo que soy lesbiana”, decía en 1981 después de haber ya hablado abiertamente de su sexualidad.
Las leyendas urbanas sobre Chavela y sus conquistas dieron la vuelta al mundo. Muchas ciertas, otras alimentadas por ella. Sus amigos recuerdan en el documental que “ella crea esa leyenda de que tuvo cuanta mujer quiso, de ser la más macha entre los machos”. Un escudo para que no la hirieran, para no sentirse más sola.
Lo que sí deja caer en el filme es que en una de esas fiestas en las que “entrabamos sábado y salíamos lunes, con todo bebido” tuvo un affaire con Ava Gardner. Fue en la boda de Elizabeth Taylor y Michael Todd en 1957, en Acapulco, a la que acudió con Frida Kahlo. “Todos amanecieron con todos, yo amanecí con Ava Gardner”, dice sin tapujos.
La pintora mexicana fue uno de sus primeros amores y ella lo reconoce en el documental. Describe su famosa ceja como “una golondrina”. “Sentí que podía amar a ese ser”, añade. Fue quizás la única vez que amó de verdad, la única que sintió que podían curar ese alma herida que salía en sus versos y en su desgarrada voz. Después de ella vinieron más mujeres, más fiesta y mucho alcohol. Tanto que tuvo que retirase durante años por su alcoholismo. Fue Pedro Almodóvar el que estuvo a su lado y el artífice de su regreso en los 90. A él le debemos que la voz de Chavela no se apagara y que siguiera regalándonos frases como esta: "El amor no existe, es un invento de noches de borrachera".
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