domingo, 14 de mayo de 2023

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Alana Portero //

Abandonar la máscara y el armario

Alana S. Portero ofrece en 'La mala costumbre' la confesión serena de una mujer trans que ha tenido que caminar mucho en su propia ciudad hasta encontrar el camino seguro
Mey Zamora | La Vanguardia, 2023-05-14
https://www.lavanguardia.com/cultura/culturas/20230514/8959139/alana-portero-seix-barral.html 

La primera novela de Alana S. Portero (Madrid, 1978), ‘La mala costumbre’, recoge la confesión serena, tras años de turbulencias internas y de fortificaciones externas, de una mujer trans que ha tenido que caminar kilómetros y kilómetros en su propia ciudad para encontrar el camino seguro donde habitar su identidad. La protagonista de esta historia crece en los años ochenta del siglo pasado en el barrio de San Blas de Madrid. Es un espacio de pisos humildes de treinta y cinco metros cuadrados donde vive gente deslomada por horas de trabajo, un no lugar donde las violencias se viven puertas adentro o se precipitan por la ventana y donde la drogadicción purga muchos futuros.

La narradora explica cómo va modulando una doble versión de sí misma. Esa dualidad irá definiéndose en la adolescencia y en la juventud como las dos caras de la jornada -el mundo de día y de cubrir las apariencias; de noche con otra vestimenta y maquillaje-. Resultará un trabajo esforzado de interpretación sin tregua que la obligará a saltar de un plano a otro, midiendo siempre las maneras, sus actuaciones y expresiones. Esa rutina de ponerse una máscara nada más poner el pie en el suelo acabará desfigurándola y llevándola a una soledad y a un desespero existencial demoledor (“carne de vías de metro”).

Y a pesar de lo expuesto este libro traspira esperanza. Hay naturalidad y firmeza en la voz protagonista, que al final de las páginas ha sobrepasado la treintena y que tiene puntos de concomitancia con la biografía de la autora (mujer trans, de clase obrera, dedicada al teatro y a la defensa de los derechos LGTBIQ+). Recoge la fortaleza de quien respira por fin en la superficie tras años de haber lidiado con pesos atados al cuerpo.

Este relato parece cocido a fuego lento, sin premura ni precipitación. Comparte con ‘La malas’, de la argentina Camila Sosa, la temática. Son obras literarias de iniciación con personajes marcados por la angustia, el miedo, el dolor y la vergüenza. Portero ha sabido escoger qué quería contar y cómo con un estilo descriptivo y nítido. Ha controlado los tiempos y el tono, que huye de estridencias y proclamas. Es un libro realista –el de Camila Sosa también pero más descarnado y con toques mágicos- que indaga en el interior y lo confronta con el exterior, como una especie de juego de espejos.

El entorno social de esta novela se consigue con unas pocas pero certeras pinceladas que pintan un lienzo costumbrista del barrio y sus habitantes. En él están representados los padres –él, callado; ella siempre trajinando-, los guisos de cuchara, el vecino a lo Tino Casal, la solidaridad ejercida de forma recia y contenida y los silencios, que son muchos.

En ese pequeño mundo destacan personajes como Margarita, transexual, entregada al cuidado de su madre y que resultará un faro para la protagonista: “Era una punzada de realidad llamando a la puerta. Una confirmación de lo que no quería ver ni saber”. De su mano surgen algunos de los episodios más conmovedores de esta historia. Lo mismo ocurre con otras figuras de la noche en Chueca ( “la promesa de un mundo mejor”) donde habitan Antonio, Eugenia, Cartier o Paula, un universo donde encontrará un trato digno y humano (“Nadie sabe lo que ama una familia travesti”). La construcción de esos personajes es otro acierto.

‘La mala costumbre’ es una narración intimista, delicada, desasogante, tierna y cruda a la vez. Trata de una mujer trans que derriba el armario donde buscaba cobijo y se ocultaba del mundo para empezar a construirse; habla también de la familia como refugio, como espacio de cuidado y acogida –brilla la luminosa presencia del hermano–; de la factura que pasa la vida sin descansos y de la buena gente, sin importar qué nombre tengan, dónde trabajen o cuál sea su apariencia.

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