Imagen: El Diario |
Estos métodos son rechazados por la comunidad científica y pueden provocar "depresión, ansiedad y tendencias suicidas". En España no están explícitamente prohibidas y existen centros que ofrecen este tipo de tratamientos.
Teguayco Pinto | El Diario, 2015-06-09
http://www.eldiario.es/sociedad/conversion-homosexuales-prohibir-EEUU-Espana_0_395461241.html
Mientras Estados Unidos estudia la posibilidad de prohibir las terapias de reorientación sexual, tal y como anunció el presidente Barack Obama el pasado abril, en España no hay ninguna ley que prohíba explícitamente estas prácticas.
Las terapias de conversión son intervenciones, normalmente con terapia psicológica, que tienen como objetivo cambiar la orientación sexual o identidad de género de una persona por considerar que ésta es inadecuada. En la mayoría de los casos estas terapias se dan en familias con profundas creencias religiosas y están a menudo dirigidas a niños o adolescentes que no tienen autoridad legal para tomar sus propias decisiones médicas.
El debate sobre este tipo de terapias se ha reabierto en EEUU a raíz del suicidio de la adolescente de 17 años Leelah Alcorn. El fallecimiento de Leelah, que fue obligada a asistir a una terapia de conversión, provocó una oleada de indignación que ha terminado con una campaña de recogidas de firmas en la que se exige al presidente Obama que prohíba este tipo de prácticas.
La Casa Blanca, a través de un comunicado, ha asegurado compartir la preocupación por los "efectos potencialmente devastadores" de estas terapias y ha afirmado que el gobierno "apoya los esfuerzos para prohibir el uso de la terapia de conversión en menores de edad".
España en un limbo legal
En España, aunque este tipo de actividades pueden ser perseguidas por medio del concepto jurídico de lex artis, que obliga a todo profesional médico a realizar su trabajo con un estándar mínimo de profesionalidad para evitar la mala praxis, no existe una ley que las prohíba de forma explícita. De esta forma, es el propio paciente el que deberá iniciar un procedimiento que podría terminar en la inhabilitación del profesional implicado.
Sin embargo, esto rara vez sucede. "Muchos de los pacientes de este tipo de terapias acuden presionados por su entorno y avergonzados de su propia orientación sexual, lo que hace difícil que salgan muchos casos a la luz", asegura Jesús Generelo, presidente de la Federación de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales. Además, continua Generelo, "no nos consta que en España se haya inhabilitado a ningún psicólogo por este motivo, cosa que sí ha sucedido en EEUU".
Este criterio también es compartido por Juan Manuel Peris, asesor del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid en temas de LGTB. "A lo largo de mis años de carrera nunca me he encontrado un paciente que haya querido denunciar su caso, tras pasar por una de estas terapias". Además, asegura que este tipo de intervenciones dejan importantes secuelas y "los pacientes suelen necesitar varios años de terapia para corregir el daño que les han hecho".
"Todos los colegios profesionales de psicólogos rechazan absolutamente este tipo de terapias", asegura Peris, "pues causan mucho más daño del que supuestamente quieren reparar", ya que obliga a los pacientes a "luchar contra su propia naturaleza". Según Generelo, "puede que los padres lo hagan de buena voluntad, pero hay que tener en cuenta que estamos hablando de terapias que se basan en la aversión a uno mismo".
En qué consisten las terapias
Históricamente se han aplicado todo tipo de métodos para intentar reorientar sexualidad. Hasta mediadios del siglo XX, estos tratamientos incluían intervenciones quirúrgicas como la histerectomía (extirpación de los testítculos), la ablación (extirpación del clítoris) o la lobotomía. Durante la segunda mitad del siglo veinte se han utilizado otros métodos también agresivos como el tratamiento de electroshocks o las terapias de aversión.
En la actualidad no se disponen de tantos datos, ya que "la mayoría de los centros que realizan este tipo de prácticas son muy discretos y no hacen tanta publicidad como antes", asegura Generelo. Sin embargo, entre los tratamientos más usuales se encuentra el uso de medicación para reducir la libido (castración química), junto con el uso de antidepresivos y ansiolíticos. "He tenido varios pacientes que han pasado por algunas de estas terapias y llegaban a tomar hasta 8 pastillas diarias", asegura Peris. En cuanto al precio, pueden rondar los 120 euros semanales, según algunos testimonios.
Pueden inducir al suicidio
La comunidad científica no deja lugar a dudas. La homosexualidad o la transexualidad no son tratables, simplemente porque no son enfermedades ni trastornos. Así lo establece tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde 1990, como la Asociación Americana de Psicología (AAP), que en 1973 eliminó la homosexualidad como trastorno de su Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Según la AAP "la suposición de que la homosexualidad y la bisexualidad son trastornos mentales se basa en teorías psicoanalíticas desfasadas" y aseguran que "estas ideas han sido ampliamente desacreditadas mediante evidencias".
Sin embargo, el rechazo de la propia orientación sexual sí que se considera un desorden del desarrollo sexual. La OMS define la orientación sexual egodistónica como un desorden en el que "la orientación o la preferencia sexual no está en duda, pero el individuo desea que fuera diferente porque lo asocia con trastornos psicológicos o de comportamiento, y podría buscar tratamiento para cambiarla". Los casos en los que el individuo asocia su orientación sexual a algún tipo de trastorno, se suelen deber en la mayoría de los casos a "una homofobia interiorizada", asegura Peris. Lo que se debe hacer en estos casos, según la mayoría de los profesionales consultados, es tratar de que el paciente asimile su orientación sexual con naturalidad.
Los estudios realizados a lo largo de las últimas décadas tampoco dejan lugar a dudas sobre la nula efectividad de las terapias de conversión y sobre sus efectos adversos. Un análisis detallado de todas los artículos científicos sobre este tipo de terapias publicados entre 1960 y 2007 demostró que es "poco probable que los individuos tratados sean capaces de reducir su atracción por el mismo sexo o aumentar su atracción por sexo opuesto". El mismo estudio, llevado a cabo por la AAP, concluyó además que estas terapias provocan "efectos secundarios negativos que incluyen pérdida del apetito sexual, depresión, tendencias suicidas y ansiedad".
Igualmente, un informe emitido por el Banco Mundial en 2012 concluía, en base a todos los estudios científicos realizados hasta la fecha, que existe "una abrumadora cantidad de evidencias" que demuestran que la terapia de conversión es "ineficaz, innecesaria y potencialmente dañina".
Las terapias de conversión son intervenciones, normalmente con terapia psicológica, que tienen como objetivo cambiar la orientación sexual o identidad de género de una persona por considerar que ésta es inadecuada. En la mayoría de los casos estas terapias se dan en familias con profundas creencias religiosas y están a menudo dirigidas a niños o adolescentes que no tienen autoridad legal para tomar sus propias decisiones médicas.
El debate sobre este tipo de terapias se ha reabierto en EEUU a raíz del suicidio de la adolescente de 17 años Leelah Alcorn. El fallecimiento de Leelah, que fue obligada a asistir a una terapia de conversión, provocó una oleada de indignación que ha terminado con una campaña de recogidas de firmas en la que se exige al presidente Obama que prohíba este tipo de prácticas.
La Casa Blanca, a través de un comunicado, ha asegurado compartir la preocupación por los "efectos potencialmente devastadores" de estas terapias y ha afirmado que el gobierno "apoya los esfuerzos para prohibir el uso de la terapia de conversión en menores de edad".
España en un limbo legal
En España, aunque este tipo de actividades pueden ser perseguidas por medio del concepto jurídico de lex artis, que obliga a todo profesional médico a realizar su trabajo con un estándar mínimo de profesionalidad para evitar la mala praxis, no existe una ley que las prohíba de forma explícita. De esta forma, es el propio paciente el que deberá iniciar un procedimiento que podría terminar en la inhabilitación del profesional implicado.
Sin embargo, esto rara vez sucede. "Muchos de los pacientes de este tipo de terapias acuden presionados por su entorno y avergonzados de su propia orientación sexual, lo que hace difícil que salgan muchos casos a la luz", asegura Jesús Generelo, presidente de la Federación de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales. Además, continua Generelo, "no nos consta que en España se haya inhabilitado a ningún psicólogo por este motivo, cosa que sí ha sucedido en EEUU".
Este criterio también es compartido por Juan Manuel Peris, asesor del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid en temas de LGTB. "A lo largo de mis años de carrera nunca me he encontrado un paciente que haya querido denunciar su caso, tras pasar por una de estas terapias". Además, asegura que este tipo de intervenciones dejan importantes secuelas y "los pacientes suelen necesitar varios años de terapia para corregir el daño que les han hecho".
"Todos los colegios profesionales de psicólogos rechazan absolutamente este tipo de terapias", asegura Peris, "pues causan mucho más daño del que supuestamente quieren reparar", ya que obliga a los pacientes a "luchar contra su propia naturaleza". Según Generelo, "puede que los padres lo hagan de buena voluntad, pero hay que tener en cuenta que estamos hablando de terapias que se basan en la aversión a uno mismo".
En qué consisten las terapias
Históricamente se han aplicado todo tipo de métodos para intentar reorientar sexualidad. Hasta mediadios del siglo XX, estos tratamientos incluían intervenciones quirúrgicas como la histerectomía (extirpación de los testítculos), la ablación (extirpación del clítoris) o la lobotomía. Durante la segunda mitad del siglo veinte se han utilizado otros métodos también agresivos como el tratamiento de electroshocks o las terapias de aversión.
En la actualidad no se disponen de tantos datos, ya que "la mayoría de los centros que realizan este tipo de prácticas son muy discretos y no hacen tanta publicidad como antes", asegura Generelo. Sin embargo, entre los tratamientos más usuales se encuentra el uso de medicación para reducir la libido (castración química), junto con el uso de antidepresivos y ansiolíticos. "He tenido varios pacientes que han pasado por algunas de estas terapias y llegaban a tomar hasta 8 pastillas diarias", asegura Peris. En cuanto al precio, pueden rondar los 120 euros semanales, según algunos testimonios.
Pueden inducir al suicidio
La comunidad científica no deja lugar a dudas. La homosexualidad o la transexualidad no son tratables, simplemente porque no son enfermedades ni trastornos. Así lo establece tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde 1990, como la Asociación Americana de Psicología (AAP), que en 1973 eliminó la homosexualidad como trastorno de su Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Según la AAP "la suposición de que la homosexualidad y la bisexualidad son trastornos mentales se basa en teorías psicoanalíticas desfasadas" y aseguran que "estas ideas han sido ampliamente desacreditadas mediante evidencias".
Sin embargo, el rechazo de la propia orientación sexual sí que se considera un desorden del desarrollo sexual. La OMS define la orientación sexual egodistónica como un desorden en el que "la orientación o la preferencia sexual no está en duda, pero el individuo desea que fuera diferente porque lo asocia con trastornos psicológicos o de comportamiento, y podría buscar tratamiento para cambiarla". Los casos en los que el individuo asocia su orientación sexual a algún tipo de trastorno, se suelen deber en la mayoría de los casos a "una homofobia interiorizada", asegura Peris. Lo que se debe hacer en estos casos, según la mayoría de los profesionales consultados, es tratar de que el paciente asimile su orientación sexual con naturalidad.
Los estudios realizados a lo largo de las últimas décadas tampoco dejan lugar a dudas sobre la nula efectividad de las terapias de conversión y sobre sus efectos adversos. Un análisis detallado de todas los artículos científicos sobre este tipo de terapias publicados entre 1960 y 2007 demostró que es "poco probable que los individuos tratados sean capaces de reducir su atracción por el mismo sexo o aumentar su atracción por sexo opuesto". El mismo estudio, llevado a cabo por la AAP, concluyó además que estas terapias provocan "efectos secundarios negativos que incluyen pérdida del apetito sexual, depresión, tendencias suicidas y ansiedad".
Igualmente, un informe emitido por el Banco Mundial en 2012 concluía, en base a todos los estudios científicos realizados hasta la fecha, que existe "una abrumadora cantidad de evidencias" que demuestran que la terapia de conversión es "ineficaz, innecesaria y potencialmente dañina".
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