Lo ha sabido desde siempre, pero fue hace cinco años cuando dijo en voz alta por primera vez que era un hombre.
Estrella Vallejo | El Diario Vasco, 2017-03-12
http://www.diariovasco.com/gipuzkoa/201703/12/xabier-lozano-hombre-transexual-20170312004542-v.html
La polémica suscitada con la contracampaña de Hazte Oír con la que reivindicaban que «los niños tienen pene y las niñas vulva. Que no te engañen» ha hecho que los colectivos LGTB alcen la voz y den un golpe encima de la mesa para seguir luchando por la igualdad de trato, teniendo como base fundamental la educación. Una de esas voces es la de Xabier Lozano (Azpeitia, 1994) que con 19 años dijo alto y claro aquello que llevaba años insinuando. «Soy un hombre».
Llega puntual al lugar de la cita junto a la estación de autobuses. Espera con una pierna apoyada en la pared mirando el móvil y la visera le tapa la cara. Tiene que ser él. Es la única persona que parece que espera a alguien, dispuesto a abrir sus sentimientos ante desconocidos y relatar, una vez más, la odisea que ha sido su vida hasta llegar al momento, fundamentalmente emocional, en el que se encuentra ahora. «Nací, vivo y moriré siendo un hombre», declara.
-Hay mil nombres y eligió Xabier. ¿Por qué?
-No lo sé. Poco después de contárselo a mi cuadrilla, estaba hablando con una amiga por whatsapp y me preguntó a ver cómo tenía que llamarme en adelante. Y, sin pensar, me salió. Xabier. Mandé el mensaje, me quedé leyéndolo un rato y pensé: «Así será a partir de ahora».
-¿Cuándo lo supo? ¿Cómo?
-¿Cómo supiste tú que eras mujer? Es algo que sabes desde siempre y que he tenido muy claro desde que tengo uso de razón. No hubo un momento concreto. Yo me miraba al espejo y no me reconocía. Yo sabía que no era una niña por mucho que me trataran como tal y así me lo hicieran creer.
-¿De qué mecanismos se valía para exteriorizarlo?
-Llevaba el pelo corto y vestía con chandal, una cuestión que mi madre veía con total practicidad, teniendo en cuenta que estaba todo el rato saltando y corriendo. Cuando íbamos a por ropa, me compraba la de niño porque era la que me gustaba y tampoco le daba mayor relevancia. Me sentía mucho más identificado con los niños o jugando a fútbol. Pero en esos casos, yo quería que me tratasen como a uno más, como al niño que era y no como a la niña que le gusta jugar con los chicos. Ahí es donde está la diferencia.
-El resto de compañeros, ¿también lo veía así? ¿Le trataban como a un niño más?
-No. Digamos que de esa época... Bueno, tengo mejores recuerdos de otras, la verdad. Soy de Azkoitia pero con tres años nos mudamos a Azpeitia y ahí empezó todo. En Primaria, hay situaciones concretas que no recuerdo muy bien pero fui agredido físicamente y fueron años de muchos insultos. Después, llegó la ESO y con esa etapa pasaron de pegarme e insultarme a hacerme directamente el vacío. Como si no existiera. Había que hacer un trabajo por parejas en clase, por ejemplo, y tenía que andar mendigando: «Algún grupo de tres que estoy solo...». Con esas edades se va a por el diferente, el de gafas, el que saca buenas notas...
-¿Se tomaron medidas al respecto por parte del centro escolar?
-El colegio siempre lo negó. ¿Hasta qué punto eran conscientes? No lo sé. Los niños somos niños, pero no tontos y procuraban que no les pillasen. Pero no sé si los profesores sabían algo o no.
-Y, ¿en casa?
Llega puntual al lugar de la cita junto a la estación de autobuses. Espera con una pierna apoyada en la pared mirando el móvil y la visera le tapa la cara. Tiene que ser él. Es la única persona que parece que espera a alguien, dispuesto a abrir sus sentimientos ante desconocidos y relatar, una vez más, la odisea que ha sido su vida hasta llegar al momento, fundamentalmente emocional, en el que se encuentra ahora. «Nací, vivo y moriré siendo un hombre», declara.
-Hay mil nombres y eligió Xabier. ¿Por qué?
-No lo sé. Poco después de contárselo a mi cuadrilla, estaba hablando con una amiga por whatsapp y me preguntó a ver cómo tenía que llamarme en adelante. Y, sin pensar, me salió. Xabier. Mandé el mensaje, me quedé leyéndolo un rato y pensé: «Así será a partir de ahora».
-¿Cuándo lo supo? ¿Cómo?
-¿Cómo supiste tú que eras mujer? Es algo que sabes desde siempre y que he tenido muy claro desde que tengo uso de razón. No hubo un momento concreto. Yo me miraba al espejo y no me reconocía. Yo sabía que no era una niña por mucho que me trataran como tal y así me lo hicieran creer.
-¿De qué mecanismos se valía para exteriorizarlo?
-Llevaba el pelo corto y vestía con chandal, una cuestión que mi madre veía con total practicidad, teniendo en cuenta que estaba todo el rato saltando y corriendo. Cuando íbamos a por ropa, me compraba la de niño porque era la que me gustaba y tampoco le daba mayor relevancia. Me sentía mucho más identificado con los niños o jugando a fútbol. Pero en esos casos, yo quería que me tratasen como a uno más, como al niño que era y no como a la niña que le gusta jugar con los chicos. Ahí es donde está la diferencia.
-El resto de compañeros, ¿también lo veía así? ¿Le trataban como a un niño más?
-No. Digamos que de esa época... Bueno, tengo mejores recuerdos de otras, la verdad. Soy de Azkoitia pero con tres años nos mudamos a Azpeitia y ahí empezó todo. En Primaria, hay situaciones concretas que no recuerdo muy bien pero fui agredido físicamente y fueron años de muchos insultos. Después, llegó la ESO y con esa etapa pasaron de pegarme e insultarme a hacerme directamente el vacío. Como si no existiera. Había que hacer un trabajo por parejas en clase, por ejemplo, y tenía que andar mendigando: «Algún grupo de tres que estoy solo...». Con esas edades se va a por el diferente, el de gafas, el que saca buenas notas...
-¿Se tomaron medidas al respecto por parte del centro escolar?
-El colegio siempre lo negó. ¿Hasta qué punto eran conscientes? No lo sé. Los niños somos niños, pero no tontos y procuraban que no les pillasen. Pero no sé si los profesores sabían algo o no.
-Y, ¿en casa?
- Me decían que aguantara y que tampoco sería para tanto. Y yo trataba de relativizarlo y convencerme de que mi madre estaba en lo cierto.
- ¿Se aferró a algo para pasar esos años?
- A la lectura. Me sumergía en los libros y me olvidaba de la realidad al menos durante un tiempo y cuando conseguí echarme cuadrilla, me apoyaba en mis amigos, claro.
-¿En qué momento llegó esa tabla de salvación? La cuadrilla, digo.
-Fue en Secundaria. Era gente de fuera del colegio y, posteriormente, cambié de instituto para hacer Bachiller y volví a Azkoitia. Allí, con gente nueva, me convertí en uno más. Empecé de cero y mi vida cambió.
-¿Cómo fue la primera vez que dijo en voz alta 'soy un hombre'?
-No lo llegué a decir.
-¿?
-Tenía 19 años y estaba dispuesto a contárselo a una amiga mía. Pero empecé a dar rodeos, me interrumpió y soltó de repente: «¿Qué me vas a decir que eres un tío?». Y me quedé con cara de circunstancia porque se me veía el plumero más de lo que yo pensaba. Entonces, ella me recomendó contárselo al resto de la cuadrilla y a informarme para seguir dando los pasos necesarios. Y es lo que hice. Los amigos seguimos siendo una piña y tampoco se sorprendieron en exceso, la verdad.
-Los amigos suelen tener perspectivas diferentes a la familia. ¿Cómo recibieron en casa la noticia?
-A mi hermano pequeño se lo dije el primero y tampoco le cogió demasiado por sorpresa, así que faltaba mi madre. Me había propuesto decírselo durante las vacaciones pero no me atreví. Tenía la intranquilidad dentro. Quería liberarme de una vez, así que al volver a casa, ese mismo día, estábamos viendo la tele y lo solté de sopetón: «Ama, que soy un tío». Al principio se quedó un poco en shock, pero fue bien.
-¿Qué fue lo que más le costó entender?
-Entendía que me gustaran las mujeres, pero no la diferencia entre una lesbiana y yo. Y le explicaba que una lesbiana es una mujer y yo soy un hombre. Por lo tanto me gusten los hombres, las mujeres o me guste lo que me guste, yo soy un hombre, y esa es la diferencia.
-Con lo cual a partir de ese momento empezó a responder al nombre de Xabier y cerró la etapa de...
-Prefiero no decir el nombre que me pusieron al nacer. No se trata de tener una doble identidad. Yo soy Xabier y es quien me siento.
-El siguiente paso fueron las intervenciones quirúrgicas.
-Cuando hablé con mi madre ya tenía toda la información. Acudí a Gehitu y de ahí me pusieron en contacto con Errespetuz, donde me informaron de cada paso que tenía que seguir. Fui al médico de cabecera, que me derivó a la psiquiatra de la Unidad de Identidad de Género del Hospital de Cruces. Bueno, ahí tenemos otra lucha a ver si conseguimos cambiar el nombre porque más que 'identidad de género' debería de ser 'identidad sexual', pero bueno. Fui a la psiquiatra y después de varias sesiones para decirme lo que yo ya le había dicho desde el primer momento, que era un hombre, me dio el 'permiso' para acudir a la endocrina. Pero quiero aclarar que la operación siempre es en función de la necesidad que sienta cada persona transexual. En ningún caso es obligatorio.
-¿En su caso?
-Empecé con las hormonas que tomaré de por vida y tengo realizada una mastectomía y una histerectomía, que viene a ser que te vacían, quitándote útero y ovarios.
-¿Ahí dio por finalizado su proceso?
-En mi caso, sí. Cada cual sabe lo que necesita para mirarse en un espejo y reconocerse. La reconstrucción genital es una operación que hoy por hoy no está nada lograda. Los resultados no son estéticos y además, te arriesgas a tener problemas de orina crónicos. Una cosa es la estética y otra, perder sensibilidad y tener problemas para orinar que es algo que haces todos los días varias veces. Hay quien, pese a todo, lo hace y se mete en quirófano. En mi caso no lo veo necesario.
-¿Lo descarta también a futuro?
-Habría que ver las garantías que ofrecen.
-Tras las intervenciones, llegó el momento de mirarse al espejo y...
-Me miré y dije 'Ahora sí. Ahora soy yo. Por fin'. Recuerdo una vez en los Carnavales de Azpeitia. Era el día del Elegante y vamos todos con traje. Me lo puse y fui al baño a peinarme y vi de refilón mi reflejo y pensé: «Ostras, ¡este sí soy yo!».
-Al baño de hombres, entiendo.
-Sí, claro. Desde el mismo momento en el que se lo dije a la gente. Además, que me resulta violento entrar al de mujeres. Bueno, a ver. Un baño es un baño. En casa no los tenemos separados y a nadie le ha pasado nunca nada. Pero, sí, desde aquel momento he entrado siempre en los vestuarios y baños de hombres y nunca he tenido ningún problema.
-¿Cómo ha vivido la polémica con el autobús de Hazte Oír?
-En el momento en el que han ido a los colegios tenían muy claro qué estaban haciendo. «Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva, que no te engañen». Es decir, esto es así, verdad absoluta, única y exclusiva y si te explican cualquier otra cosa te están mintiendo. Ha sido para hacer daño de forma intencionada.
-Cuestionar el eslogan de Chrysallis no deja de ser obviar una realidad.
-Evidentemente. Eso es negar la realidad de muchísimas niñas y niños. Imagínate que estás en un aula de críos de 5 años y hay un niño transexual. Sus compañeros lo han entendido sin problema y de repente viene ese bus. ¿Qué consigue? Que mires al niño de tu clase y pienses que es un mentiroso. Además, el dolor que se puede provocar a ese niño al que le estás diciendo que no es quien él siente que es no tiene ninguna justificación. Y encima por unos genitales. Es absurdo. La naturaleza es diversa y es otra parte más del cuerpo. ¿Hay niños con pene? Claro, nadie lo cuestiona. Pero de la misma forma que no se puede cuestionar que hay niños con vulva.
- ¿Se aferró a algo para pasar esos años?
- A la lectura. Me sumergía en los libros y me olvidaba de la realidad al menos durante un tiempo y cuando conseguí echarme cuadrilla, me apoyaba en mis amigos, claro.
-¿En qué momento llegó esa tabla de salvación? La cuadrilla, digo.
-Fue en Secundaria. Era gente de fuera del colegio y, posteriormente, cambié de instituto para hacer Bachiller y volví a Azkoitia. Allí, con gente nueva, me convertí en uno más. Empecé de cero y mi vida cambió.
-¿Cómo fue la primera vez que dijo en voz alta 'soy un hombre'?
-No lo llegué a decir.
-¿?
-Tenía 19 años y estaba dispuesto a contárselo a una amiga mía. Pero empecé a dar rodeos, me interrumpió y soltó de repente: «¿Qué me vas a decir que eres un tío?». Y me quedé con cara de circunstancia porque se me veía el plumero más de lo que yo pensaba. Entonces, ella me recomendó contárselo al resto de la cuadrilla y a informarme para seguir dando los pasos necesarios. Y es lo que hice. Los amigos seguimos siendo una piña y tampoco se sorprendieron en exceso, la verdad.
-Los amigos suelen tener perspectivas diferentes a la familia. ¿Cómo recibieron en casa la noticia?
-A mi hermano pequeño se lo dije el primero y tampoco le cogió demasiado por sorpresa, así que faltaba mi madre. Me había propuesto decírselo durante las vacaciones pero no me atreví. Tenía la intranquilidad dentro. Quería liberarme de una vez, así que al volver a casa, ese mismo día, estábamos viendo la tele y lo solté de sopetón: «Ama, que soy un tío». Al principio se quedó un poco en shock, pero fue bien.
-¿Qué fue lo que más le costó entender?
-Entendía que me gustaran las mujeres, pero no la diferencia entre una lesbiana y yo. Y le explicaba que una lesbiana es una mujer y yo soy un hombre. Por lo tanto me gusten los hombres, las mujeres o me guste lo que me guste, yo soy un hombre, y esa es la diferencia.
-Con lo cual a partir de ese momento empezó a responder al nombre de Xabier y cerró la etapa de...
-Prefiero no decir el nombre que me pusieron al nacer. No se trata de tener una doble identidad. Yo soy Xabier y es quien me siento.
-El siguiente paso fueron las intervenciones quirúrgicas.
-Cuando hablé con mi madre ya tenía toda la información. Acudí a Gehitu y de ahí me pusieron en contacto con Errespetuz, donde me informaron de cada paso que tenía que seguir. Fui al médico de cabecera, que me derivó a la psiquiatra de la Unidad de Identidad de Género del Hospital de Cruces. Bueno, ahí tenemos otra lucha a ver si conseguimos cambiar el nombre porque más que 'identidad de género' debería de ser 'identidad sexual', pero bueno. Fui a la psiquiatra y después de varias sesiones para decirme lo que yo ya le había dicho desde el primer momento, que era un hombre, me dio el 'permiso' para acudir a la endocrina. Pero quiero aclarar que la operación siempre es en función de la necesidad que sienta cada persona transexual. En ningún caso es obligatorio.
-¿En su caso?
-Empecé con las hormonas que tomaré de por vida y tengo realizada una mastectomía y una histerectomía, que viene a ser que te vacían, quitándote útero y ovarios.
-¿Ahí dio por finalizado su proceso?
-En mi caso, sí. Cada cual sabe lo que necesita para mirarse en un espejo y reconocerse. La reconstrucción genital es una operación que hoy por hoy no está nada lograda. Los resultados no son estéticos y además, te arriesgas a tener problemas de orina crónicos. Una cosa es la estética y otra, perder sensibilidad y tener problemas para orinar que es algo que haces todos los días varias veces. Hay quien, pese a todo, lo hace y se mete en quirófano. En mi caso no lo veo necesario.
-¿Lo descarta también a futuro?
-Habría que ver las garantías que ofrecen.
-Tras las intervenciones, llegó el momento de mirarse al espejo y...
-Me miré y dije 'Ahora sí. Ahora soy yo. Por fin'. Recuerdo una vez en los Carnavales de Azpeitia. Era el día del Elegante y vamos todos con traje. Me lo puse y fui al baño a peinarme y vi de refilón mi reflejo y pensé: «Ostras, ¡este sí soy yo!».
-Al baño de hombres, entiendo.
-Sí, claro. Desde el mismo momento en el que se lo dije a la gente. Además, que me resulta violento entrar al de mujeres. Bueno, a ver. Un baño es un baño. En casa no los tenemos separados y a nadie le ha pasado nunca nada. Pero, sí, desde aquel momento he entrado siempre en los vestuarios y baños de hombres y nunca he tenido ningún problema.
-¿Cómo ha vivido la polémica con el autobús de Hazte Oír?
-En el momento en el que han ido a los colegios tenían muy claro qué estaban haciendo. «Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva, que no te engañen». Es decir, esto es así, verdad absoluta, única y exclusiva y si te explican cualquier otra cosa te están mintiendo. Ha sido para hacer daño de forma intencionada.
-Cuestionar el eslogan de Chrysallis no deja de ser obviar una realidad.
-Evidentemente. Eso es negar la realidad de muchísimas niñas y niños. Imagínate que estás en un aula de críos de 5 años y hay un niño transexual. Sus compañeros lo han entendido sin problema y de repente viene ese bus. ¿Qué consigue? Que mires al niño de tu clase y pienses que es un mentiroso. Además, el dolor que se puede provocar a ese niño al que le estás diciendo que no es quien él siente que es no tiene ninguna justificación. Y encima por unos genitales. Es absurdo. La naturaleza es diversa y es otra parte más del cuerpo. ¿Hay niños con pene? Claro, nadie lo cuestiona. Pero de la misma forma que no se puede cuestionar que hay niños con vulva.
«Desde colegios hasta ertzainas, la educación debe ser transversal».
Este joven transexual de 23 años aboga por amoldar los temarios a la realidad y que los libros de texto no estén ajenos a «la diversidad que existe».
Estrella Vallejo | El Diario Vasco, 2017-03-12
http://www.diariovasco.com/gipuzkoa/201703/12/desde-colegios-hasta-ertzainas-20170312004533-v.html
Xabier Lozano se encarga de las coordinación del grupo joven de Errespetuz, asociación en defensa de las personas transexuales que, a su vez, forma parte de la red por la igualdad de trato y la no discriminación, Era Berean, desarrollada por el Gobierno Vasco. Los talleres, charlas, acompañamiento y labores de divulgación que realiza son imprescindibles, «pero la base está en la educación», apunta.
-¿Qué medida debería de implantarse de forma inmediata?
-La educación sexual en los centros escolares. Pero de calidad. Que no se centre únicamente en una charla sobre infecciones de transmisión genital o en cómo ponerte un preservativo. Al dar biología o anatomía, por ejemplo, cuando los profesores dicen que un hombre tiene pene y una mujer tiene vulva que añadieran la palabra 'mayoritariamente'. De esa forma, no se niega ninguna de las realidades existentes. Deberían amoldarse los temarios y que se hiciera visible la diversidad que existe.
-¿Cómo es la relación con los centros desde la asociación?
-Es buena. Por lo general cuando se detecta un caso, se actúa. Y los profesores explican al resto de alumnos qué es para que puedan comprender a ese compañero. Pero, ¿qué ocurre si el centro no tiene constancia de que hay algún niño o niña transexual? ¿No les explicamos a los alumnos nada? Eso deriva en que el día de mañana, cuando esos alumnos salgan al mundo real no tendrán la educación ni el conocimiento para entender ciertas cuestiones.
-Al margen de los colegios, ¿qué hay cambiar a nivel social?
-El cambio que se deba realizar tiene que ser transversal. Desde los funcionarios, hasta el médico de cabecera, que si tuvieran más información les resultaría más sencillo abordar ciertas cuestiones. Pero lo mismo ocurre si vas al Registro Civil que, si tuvieran algo de conocimiento sobre esta cuestión, no se quedarían ojipláticos. O incluso la Ertzaintza si algún agente te para en un control y todavía no tienes el DNI cambiado. Imagina que te piden la documentación y se piensan que les estás vacilando y les has dado el carnet de tu hermana. Si tuvieran más información sería más sencillo y no te tocaría contarle tu vida entera al agente. Normalizar la transexualidad toca muchos frentes y hay que abordarlo cuanto antes.
-¿Qué medida debería de implantarse de forma inmediata?
-La educación sexual en los centros escolares. Pero de calidad. Que no se centre únicamente en una charla sobre infecciones de transmisión genital o en cómo ponerte un preservativo. Al dar biología o anatomía, por ejemplo, cuando los profesores dicen que un hombre tiene pene y una mujer tiene vulva que añadieran la palabra 'mayoritariamente'. De esa forma, no se niega ninguna de las realidades existentes. Deberían amoldarse los temarios y que se hiciera visible la diversidad que existe.
-¿Cómo es la relación con los centros desde la asociación?
-Es buena. Por lo general cuando se detecta un caso, se actúa. Y los profesores explican al resto de alumnos qué es para que puedan comprender a ese compañero. Pero, ¿qué ocurre si el centro no tiene constancia de que hay algún niño o niña transexual? ¿No les explicamos a los alumnos nada? Eso deriva en que el día de mañana, cuando esos alumnos salgan al mundo real no tendrán la educación ni el conocimiento para entender ciertas cuestiones.
-Al margen de los colegios, ¿qué hay cambiar a nivel social?
-El cambio que se deba realizar tiene que ser transversal. Desde los funcionarios, hasta el médico de cabecera, que si tuvieran más información les resultaría más sencillo abordar ciertas cuestiones. Pero lo mismo ocurre si vas al Registro Civil que, si tuvieran algo de conocimiento sobre esta cuestión, no se quedarían ojipláticos. O incluso la Ertzaintza si algún agente te para en un control y todavía no tienes el DNI cambiado. Imagina que te piden la documentación y se piensan que les estás vacilando y les has dado el carnet de tu hermana. Si tuvieran más información sería más sencillo y no te tocaría contarle tu vida entera al agente. Normalizar la transexualidad toca muchos frentes y hay que abordarlo cuanto antes.
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