Imagen: El Mundo |
Es raro encontrar en estas comunidades a alguien que se sienta ofendido, que la abandone o que reproche su actitud a los miembros más activos.
Diego Bernejo | F5, El Mundo, 2017-04-30
http://www.elmundo.es/f5/comparte/2017/04/30/59036e55468aeb947d8b4685.html
El 80% de los jóvenes españoles revisa su teléfono móvil al menos una vez cada hora. El 72% siente la necesidad de contestar los mensajes nada más recibirlos. Estas cifras reflejan el claro problema al que se enfrenta nuestra sociedad: la adicción a los smartphones.
Parte de la culpa en lo tocante a esta epidemia la tiene WhatsApp, una app utilizada por nueve de cada diez españoles todos los días empleando en ella una media de 45 minutos diarios, según datos del Estudio Anual de Redes Sociales 2016 . Pero tras esta adicción se esconden, en ocasiones, malos usos que derivan de su manejo, convirtiéndose en la herramienta perfecta para extrapolar a la esfera online todo tipo de actitudes reprobables.
Así lo pone de manifiesto el documento elaborado por investigadores de la Universidad de Alicante Machismo a golpe de Whatsapp. El móvil: mecanismo de violencia sexista en los estudiantes universitarios. Esta investigación pone el foco en "la importancia que tienen las nuevas tecnologías en la perpetuación de las diversas formas de machismo, y mas en concreto en la persistencia de la violencia de género entre los jóvenes".
Chistes machistas, un clásico
Este estudio concluyó que el 16,2% de los 222 alumnos universitarios encuestados había recibido alguna vez mensajes sexistas a través de WhatsApp, confirmando a su vez que "el móvil se utiliza como un mecanismo de transmisión de violencia machista".
Más allá del ciberacoso o de los peligrosísimos mecanismos de control a los que someten los celosos patológicos a sus parejas, existe otro gran foco de machismo recalcitrante asentado, normalizado y hasta bien visto en términos generales que, de alguna manera, está sirviendo para acentuar la tesis de los que defienden la desigualdad de género: hablamos de los conocidos como ‘grupos de tíos’ de WhatsApp.
Se trata de cotos formados íntegramente por hombres, habitualmente jóvenes, en los que abundan los intercambios de mensajes sexistas y en los que no faltan ni chistes subidos de tono ni, directamente, publicaciones pornográficas a través de fotos y vídeos, generando todo tipo de comentarios de índole machista a su paso.
Una realidad a la que casi todos los hombres hemos tenido acceso y que, en muchos casos, nos toca vivir por duplicado o triplicado, llegando a encontrarnos mensajes de este tipo en grupos de amigos del instituto, de la universidad o de colegas del trabajo. Allí, lo raro, cuando de sopetón salta un mensaje con un nuevo chiste, un meme vejatorio o un gif con unos pechos enormes, es encontrar a alguien que se sienta ofendido, que abandone el grupo o que reproche su actitud a los miembros más activos.
No obstante, en este tipo de grupos no todos los participantes tienen el mismo grado de responsabilidad, siendo habitual encontrar distintos roles. Por un lado están los que se dedican a compartir todo aquello que encuentran en foros de índole sexual o en otros grupos en los que los proveedores de estos chistes son otros. Por otro, los que actúan como consumidores. Estos últimos están divididos en dos subgrupos: Los activos, que engloba a aquellos que deciden consumir y comentar estas publicaciones, y los pasivos, que ni descargan ni leen este tipo de archivos, limitándose a guardar silencio hasta que algún otro tema les hace retomar su actividad.
En relación al primer grupo, el integrado por aquellos que deciden por cuenta propia empezar a transformar un grupo de amigos en un ‘grupo de tíos’, parece responder a un perfil claramente definido en distintos estudios psicólogos. Tal y como venía sucediendo previamente en los foros y en los chats de Internet, se trataría de sujetos con ciertos problemas de autoestima que, muy probablemente, y aprovechando la frialdad del medio, adquieren actitudes que no se atreverían a adoptar en otro tipo de contextos. Todo con el objetivo de llamar la atención y sentirse protagonistas por un rato.
Homofobia en los grupos de WhatsApp
Además de la cosificación de la mujer, en este tipo de grupos de WhatsApp es también habitual asistir a todo tipo de manifestaciones destinadas a menospreciar y ridiculizar al colectivo homosexual. Esta suerte de ‘machos alfa 2.0’ no dudan en aprovechar la más mínima ocasión, y sin que nadie se lo pida, para subrayar públicamente su condición de heterosexuales a través de publicaciones vejatorias dirigidas al mundo gay.
A menudo, los nombres de estos grupos son ya en sí toda una declaración de intenciones. Un ejemplo muy claro de ello es el de ‘La Manada’, el grupo de WhatsApp formado por los presuntos violadores de San Fermín y en el que los caricaturizados roles machistas habituales en estos reductos digitales habrían saltado a la esfera offline con los resultados ya conocidos.
Para muchos, la proliferación de estos ‘grupos de tíos’ son la prueba irrefutable de que las tesis más caducas del discurso del heteropatriarcado han encontrado en las nuevas tecnologías el lugar perfecto para expandirse y asentarse. En definitiva, la responsabilidad de lo que sucede en nuestro entorno, también en el digital, es de cada uno. Pasar por alto en Internet según qué tipo de actitudes que no admitiríamos en la calle tiene como fin asumir la normalización de una anormalidad... con todos los peligros que eso conlleva.
Parte de la culpa en lo tocante a esta epidemia la tiene WhatsApp, una app utilizada por nueve de cada diez españoles todos los días empleando en ella una media de 45 minutos diarios, según datos del Estudio Anual de Redes Sociales 2016 . Pero tras esta adicción se esconden, en ocasiones, malos usos que derivan de su manejo, convirtiéndose en la herramienta perfecta para extrapolar a la esfera online todo tipo de actitudes reprobables.
Así lo pone de manifiesto el documento elaborado por investigadores de la Universidad de Alicante Machismo a golpe de Whatsapp. El móvil: mecanismo de violencia sexista en los estudiantes universitarios. Esta investigación pone el foco en "la importancia que tienen las nuevas tecnologías en la perpetuación de las diversas formas de machismo, y mas en concreto en la persistencia de la violencia de género entre los jóvenes".
Chistes machistas, un clásico
Este estudio concluyó que el 16,2% de los 222 alumnos universitarios encuestados había recibido alguna vez mensajes sexistas a través de WhatsApp, confirmando a su vez que "el móvil se utiliza como un mecanismo de transmisión de violencia machista".
Más allá del ciberacoso o de los peligrosísimos mecanismos de control a los que someten los celosos patológicos a sus parejas, existe otro gran foco de machismo recalcitrante asentado, normalizado y hasta bien visto en términos generales que, de alguna manera, está sirviendo para acentuar la tesis de los que defienden la desigualdad de género: hablamos de los conocidos como ‘grupos de tíos’ de WhatsApp.
Se trata de cotos formados íntegramente por hombres, habitualmente jóvenes, en los que abundan los intercambios de mensajes sexistas y en los que no faltan ni chistes subidos de tono ni, directamente, publicaciones pornográficas a través de fotos y vídeos, generando todo tipo de comentarios de índole machista a su paso.
Una realidad a la que casi todos los hombres hemos tenido acceso y que, en muchos casos, nos toca vivir por duplicado o triplicado, llegando a encontrarnos mensajes de este tipo en grupos de amigos del instituto, de la universidad o de colegas del trabajo. Allí, lo raro, cuando de sopetón salta un mensaje con un nuevo chiste, un meme vejatorio o un gif con unos pechos enormes, es encontrar a alguien que se sienta ofendido, que abandone el grupo o que reproche su actitud a los miembros más activos.
No obstante, en este tipo de grupos no todos los participantes tienen el mismo grado de responsabilidad, siendo habitual encontrar distintos roles. Por un lado están los que se dedican a compartir todo aquello que encuentran en foros de índole sexual o en otros grupos en los que los proveedores de estos chistes son otros. Por otro, los que actúan como consumidores. Estos últimos están divididos en dos subgrupos: Los activos, que engloba a aquellos que deciden consumir y comentar estas publicaciones, y los pasivos, que ni descargan ni leen este tipo de archivos, limitándose a guardar silencio hasta que algún otro tema les hace retomar su actividad.
En relación al primer grupo, el integrado por aquellos que deciden por cuenta propia empezar a transformar un grupo de amigos en un ‘grupo de tíos’, parece responder a un perfil claramente definido en distintos estudios psicólogos. Tal y como venía sucediendo previamente en los foros y en los chats de Internet, se trataría de sujetos con ciertos problemas de autoestima que, muy probablemente, y aprovechando la frialdad del medio, adquieren actitudes que no se atreverían a adoptar en otro tipo de contextos. Todo con el objetivo de llamar la atención y sentirse protagonistas por un rato.
Homofobia en los grupos de WhatsApp
Además de la cosificación de la mujer, en este tipo de grupos de WhatsApp es también habitual asistir a todo tipo de manifestaciones destinadas a menospreciar y ridiculizar al colectivo homosexual. Esta suerte de ‘machos alfa 2.0’ no dudan en aprovechar la más mínima ocasión, y sin que nadie se lo pida, para subrayar públicamente su condición de heterosexuales a través de publicaciones vejatorias dirigidas al mundo gay.
A menudo, los nombres de estos grupos son ya en sí toda una declaración de intenciones. Un ejemplo muy claro de ello es el de ‘La Manada’, el grupo de WhatsApp formado por los presuntos violadores de San Fermín y en el que los caricaturizados roles machistas habituales en estos reductos digitales habrían saltado a la esfera offline con los resultados ya conocidos.
Para muchos, la proliferación de estos ‘grupos de tíos’ son la prueba irrefutable de que las tesis más caducas del discurso del heteropatriarcado han encontrado en las nuevas tecnologías el lugar perfecto para expandirse y asentarse. En definitiva, la responsabilidad de lo que sucede en nuestro entorno, también en el digital, es de cada uno. Pasar por alto en Internet según qué tipo de actitudes que no admitiríamos en la calle tiene como fin asumir la normalización de una anormalidad... con todos los peligros que eso conlleva.
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