Imagen: Madridiario / Empar Pineda (d), vicepresidenta de la Fundación 26D |
Javier López Macías | Madridiario, 2017-04-28
https://www.madridiario.es/443830/abandono-mayores-lgtbi-morir-solo
La Fundación 26 de Diciembre vela por los derechos y la dignidad del colectivo de mayores LGTB y le otorga atención residencial especializada por medio de la "construcción o adecuación de espacios físicos" adaptados a sus necesidades físicas, psicológicas, emocionales y sociales.
Un día fueron hombres y mujeres jóvenes valientes que decidieron amar libremente. Personas que abrieron camino y que pisaron fuerte en el pantanoso terreno de los derechos sociales. Dejaron su huella y le explicaron al mundo quiénes y cómo eran. A gritos, a besos, a abrazos y con palabras intentaron hacerse un hueco en una sociedad que les dio la espalda y que les maltrató, apaleó y encarceló.
Esa sociedad les hizo un daño que provoca que, hoy, aquellos jóvenes que quisieron ser libres, se hayan creído su propia -y falsa- indignidad. Un perjuicio que les ha provocado mucho dolor y que ha hecho que compartan un miedo terrible: el temor a morir en soledad. Son, en definitiva, una parte del tejido del colectivo LGTBi que hasta el propio grupo olvida y margina.
"Hoy en día se proyecta la imagen de que ser mayor es una carga, es algo que está asociado a la enfermedad. Esto, sumado a que ahora el colectivo gay se enfoca hacia lo jovial, la fuerza, el consumo y la belleza, provoca que estas personas terminen aisladas", explica Federico Armenteros.
Desde hace siete años, Armenteros lucha contra este abandono a través de la fundación que preside y a la que da nombre el día que derogaron parcialmente -en 1978- la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social que, durante el régimen franquista, pretendía controlar a todos los elementos considerados antisociales (mendigos, inmigrantes ilegales, prostitutas y homosexuales): la Fundación 26 de diciembre.
Fue el 25 de octubre de 2010 cuando la registró y cuando empezó a perseguir lo que él denomina una "utopía": recuperar los derechos y la estima de las personas mayores LGTB. Su sede está en Tirso de Molina, un local con varios espacios habilitados para que estas personas puedan ir y recibir ayuda. "Aquí vienen cuando ya están muy mal y, a partir de ahí, nosotros construimos un mensaje de ayuda, de acompañamiento, que es difícil de construir porque se les ha atacado tanto que se les ha convertido en personas defensivas. Es un trabajo de hormiguita y tenemos que tener mucha paciencia. Te miran con lupa en cada gesto, en cada mensaje. Se preguntan quiénes somos, que por qué les ayudamos si nadie ha hecho nada por ellos nunca... han asumido que no tienen derechos y ahí entramos nosotros. Hacemos de puente entre ellos y las administraciones públicas", cuenta.
Pero la fundación no sólo ayuda en su sede y de forma telemática, sino que también poseen pisos (cedidos por el Ayuntamiento de Madrid) en los que viven estas personas: "Se hacen compañía, se ayudan. Tenemos 17 personas en varios pisos y hacen la mejor función que pueden: se acompañan. Personas con enfermedades terminales me han llegado a decir que temen que sus vecinos se enteren de su muerte por el mal olor. Su mayor miedo es morir solos, la enfermedad que más les mata es la soledad".
Preguntado sobre la principal diferencia entre los mayores heterosexuales y los LGTB, Armenteros explica que es el papel que juega la familia. Normalmente, los primeros tienen familia (hijos, nietos...) pero los segundos han sido rechazados por la suya y "no tienen a nadie". Ahí es donde, según él, radica otro problema: "Muchos mayores gais harían lo que fueran para tener a alguien al lado, pero no tienen dónde encontrarlo. Chueca, que es el barrio gay por autonomasia, no tiene espacio para que estas personas puedan relacionarse con los demás. Para ellos sólo hay sitios donde tener sexo y, como ellos no se valoran porque ven que no tienen el cuerpo que les gustaría y el atractivo que podrían tener antes, se dejan hacer de todo. Lo que pasa la mayoría de veces es que sus propias 'parejas' les violan y les roban y, aunque ellos lo saben, no hacen nada porque sólo quieren compañía".
Desde la asociación calculan que el número de personas afectadas por esta soledad y por este olvido podría llegar a los 60.000 en Madrid. La fundación, a través de todas sus formas, ayudó a 700 de ellos en 2016, un número que esperan seguir aumentando: "Somos diversos dentro de la diversidad y queremos que eso no pase factura".
Un día fueron hombres y mujeres jóvenes valientes que decidieron amar libremente. Personas que abrieron camino y que pisaron fuerte en el pantanoso terreno de los derechos sociales. Dejaron su huella y le explicaron al mundo quiénes y cómo eran. A gritos, a besos, a abrazos y con palabras intentaron hacerse un hueco en una sociedad que les dio la espalda y que les maltrató, apaleó y encarceló.
Esa sociedad les hizo un daño que provoca que, hoy, aquellos jóvenes que quisieron ser libres, se hayan creído su propia -y falsa- indignidad. Un perjuicio que les ha provocado mucho dolor y que ha hecho que compartan un miedo terrible: el temor a morir en soledad. Son, en definitiva, una parte del tejido del colectivo LGTBi que hasta el propio grupo olvida y margina.
"Hoy en día se proyecta la imagen de que ser mayor es una carga, es algo que está asociado a la enfermedad. Esto, sumado a que ahora el colectivo gay se enfoca hacia lo jovial, la fuerza, el consumo y la belleza, provoca que estas personas terminen aisladas", explica Federico Armenteros.
Desde hace siete años, Armenteros lucha contra este abandono a través de la fundación que preside y a la que da nombre el día que derogaron parcialmente -en 1978- la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social que, durante el régimen franquista, pretendía controlar a todos los elementos considerados antisociales (mendigos, inmigrantes ilegales, prostitutas y homosexuales): la Fundación 26 de diciembre.
Fue el 25 de octubre de 2010 cuando la registró y cuando empezó a perseguir lo que él denomina una "utopía": recuperar los derechos y la estima de las personas mayores LGTB. Su sede está en Tirso de Molina, un local con varios espacios habilitados para que estas personas puedan ir y recibir ayuda. "Aquí vienen cuando ya están muy mal y, a partir de ahí, nosotros construimos un mensaje de ayuda, de acompañamiento, que es difícil de construir porque se les ha atacado tanto que se les ha convertido en personas defensivas. Es un trabajo de hormiguita y tenemos que tener mucha paciencia. Te miran con lupa en cada gesto, en cada mensaje. Se preguntan quiénes somos, que por qué les ayudamos si nadie ha hecho nada por ellos nunca... han asumido que no tienen derechos y ahí entramos nosotros. Hacemos de puente entre ellos y las administraciones públicas", cuenta.
Pero la fundación no sólo ayuda en su sede y de forma telemática, sino que también poseen pisos (cedidos por el Ayuntamiento de Madrid) en los que viven estas personas: "Se hacen compañía, se ayudan. Tenemos 17 personas en varios pisos y hacen la mejor función que pueden: se acompañan. Personas con enfermedades terminales me han llegado a decir que temen que sus vecinos se enteren de su muerte por el mal olor. Su mayor miedo es morir solos, la enfermedad que más les mata es la soledad".
Preguntado sobre la principal diferencia entre los mayores heterosexuales y los LGTB, Armenteros explica que es el papel que juega la familia. Normalmente, los primeros tienen familia (hijos, nietos...) pero los segundos han sido rechazados por la suya y "no tienen a nadie". Ahí es donde, según él, radica otro problema: "Muchos mayores gais harían lo que fueran para tener a alguien al lado, pero no tienen dónde encontrarlo. Chueca, que es el barrio gay por autonomasia, no tiene espacio para que estas personas puedan relacionarse con los demás. Para ellos sólo hay sitios donde tener sexo y, como ellos no se valoran porque ven que no tienen el cuerpo que les gustaría y el atractivo que podrían tener antes, se dejan hacer de todo. Lo que pasa la mayoría de veces es que sus propias 'parejas' les violan y les roban y, aunque ellos lo saben, no hacen nada porque sólo quieren compañía".
Desde la asociación calculan que el número de personas afectadas por esta soledad y por este olvido podría llegar a los 60.000 en Madrid. La fundación, a través de todas sus formas, ayudó a 700 de ellos en 2016, un número que esperan seguir aumentando: "Somos diversos dentro de la diversidad y queremos que eso no pase factura".
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