jueves, 28 de diciembre de 2017

#hemeroteca #sociologia | Cuidado con Tabarnia, porque esconde algo muy real. Y no es bueno.

Imagen: Google Imágenes / Puerto de Barcelona en 1856
Cuidado con Tabarnia, porque esconde algo muy real. Y no es bueno.
Las tendencias globales apuntan hacia una radical separación entre los territorios conectados y ricos y el resto. Y las ganadoras de ese proceso serán las megaciudades.
Esteban Hernández | ACV, El Confidencial, 2017-12-28
https://blogs.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/tribuna/2017-12-28/tabarnia-real-globalizacion-megaciudades-cataluna-independencia_1498815/

Tabarnia es una broma, o un espejo en el que los 'indepes' se ven reflejados, o una respuesta a los 'indepes' con su misma medicina, o un ataque españolista a los fundamentos de la nación catalana o una burda estrategia, según quién lo valore. Pero ese territorio de moda es algo más, porque refleja una tendencia típica de nuestra época y que será aún más profunda en los años venideros.

Es cierto que puede interpretarse en el corto plazo como un elemento de tensión respecto del independentismo catalán, porque al asegurar que a través de la voluntad popular la secesión es posible y deseable siempre que la respalde una mayoría, no pueden invalidar ese argumento cuando se aplica sobre esa nueva nación independiente y las distintas partes de su territorio. Con ese mecanismo legal frenó Canadá el aumento del secesionismo en Quebec, ya que al tiempo que accedía a la independencia de esa parte de su territorio si existía una mayoría reforzada, señalaba que el nuevo Estado no podía impedir que otras partes de su población decidieran secesionarse a su vez o seguir vinculadas a Canadá.

De modo que sí, todo esto de Tabarnia está ligado al corto plazo, al intento de combatir el independentismo y a la producción de contraargumentos. Pero no se trata simplemente de eso.

Según el informe Global Strategic Trends - Out to 2045, realizado por el Departamento de Defensa inglés, el impulso separatista irá en aumento, y no solo porque existan regiones que exijan su salida del territorio que las alberga, sino porque las grandes urbes reclamarán derechos especiales, incluso como entidades independientes. Ciudades como las del corredor Tokio-Sídney (que incluye Seúl, Taipéi, Shangái, Hong Kong, Kuala Lumpur, Singapur o Yakarta) están desarrollándose a una velocidad mucho mayor que las regiones y los países en que se sitúan y por lo tanto influirán cada vez más en las políticas de esos Estados o exigirán mucha mayor autonomía.

Territorios en declive
En un entorno en el que la producción se está concentrando en las zonas del planeta donde los salarios son irrisorios, las zonas interiores de muchos países, incluidos los occidentales, están perdiendo población. Las posibilidades de ganarse la vida son mucho menores, ya que apenas hay industria, y la agricultura y ganadería están en un declive acentuado. Sus habitantes se marchan a las ciudades, donde las opciones de empleo son mucho mayores y, como ha ocurrido en otros momentos de la historia, terminan concentrándose en aquellas urbes donde viven quienes tienen recursos y precisan de servicios. Para 2045, señala el informe, el 70% de la población mundial vivirá en grandes ciudades.

Este es un proceso en marcha, y responde a una situación que Richard Florida, urbanista y experto en crecimiento económico, definió bien cuando hablaba de las clases creativas. El mundo se iba a dividir en dos, en las urbes en las que se concentran el sector financiero, el creativo y el gestor y en los territorios que quedarían desconectados del progreso que traían las nuevas profesiones. Habría una gran brecha entre las zonas modernas y ligadas a los flujos globales y aquellas que permanecieran ancladas a las costumbres, a la tierra, al comercio local y a las empresas tradicionales. Las ciudades globales (Nueva York, Tokio, París, Fráncfort, Zúrich, Ámsterdam, Los Ángeles, Sídney o Hong Kong) iban a ser las beneficiadas en este nuevo contexto, ya que se convertirían en los principales centros comerciales y financieros del mundo y recogerían gran parte del capital, del talento y de las ventajas que traen las interconexiones. Y lo que ha ocurrido se parece mucho a lo vaticinado por Florida.

Una lectura doble
Esa ruptura entre urbes globales y regiones atrasadas ya está aquí, está generando nuevas tensiones y provocará más en el futuro cercano. En cierto sentido, Cataluña tiene mucho que ver con esto: la idea de una nación moderna, exportadora, emprendedora y abierta frente a un entorno opresor, ligado a la agricultura y a las viejas costumbres, y claramente atrasado, como sería el Estado español, ha sido parte de la propaganda 'indepe'. Pero es una idea que también tendría sentido si se esgrimiera desde Barcelona respecto del resto de Cataluña.

Ese tipo de argumentos los puso encima de la mesa Boris Johnson, el político liberal inglés, cuando fue alcalde de Londres y demandaba reglas especiales en la emigración y en el terreno fiscal, amén de otras ventajas. Según Johnson, las especiales características de su ciudad y de las empresas que allí se ubicaban precisaban de un trato diferente: en lo económico, para mantener a las compañías y atraer otras; y en cuanto a la mano de obra, porque existía una demanda notable de trabajadores cualificados en los sectores financiero, tecnológico, publicitario y de la moda que no podían ser contratados si eran nacionales de otros países dadas las restricciones que imponía el Reino Unido. Además, en la urbe se aglomeraban empleados poco cualificados que deberían regularse de otra manera: había que deshacerse del sobrante. En ese contexto, el político que precedió a Johnson en la alcaldía, Ken Livingston, declaró que “todo lo que no haga de Londres una ciudad Estado totalmente independiente es una oportunidad perdida”. Una idea que se substanciaba en una declaración contundente: “Somos una ciudad de primer nivel en un país de segunda clase”.

Dos países
Esa brecha entre la capital y el resto del país se ha hecho todavía más evidente con el Brexit, cuando británicos del interior apostaron por la salida de Europa mientras que los urbanitas habrían preferido seguir ligados a la UE. Hay dos Gran Bretaña, que están a la deriva y cada vez más separadas”, aseguraba a 'The Times' Danny Dorling, profesor de la Universidad de Sheffield.

No es Londres, es una constante: las ciudades globales se han alejado de sus Estados de referencia y lo están haciendo cada vez más de las regiones en las que se ubican. La idea de que las urbes tendrán más importancia que sus naciones y que en algunos casos se convertirán prácticamente en ciudades Estado es un lugar común: así se ha señalado desde el Foro Económico Mundial hasta los analistas de inteligencia, pasando por la BBC o por prestigiosos intelectuales.

No sin problemas
Saskia Sassen, premio Príncipe de Asturias, es una de las convencidas: “Más importante que Estados Unidos en términos de geopolítica global va a ser una especie de combinación entre Washington, Nueva York y Chicago. Para China, van a ser Hong Kong, Shanghái y Pekín. Y para Turquía, Ankara y Estambul. Se vuelven más importante que el país en sí”, asegura la socióloga, quien señala que en la Unión Europea “también va a pasar eso, aunque sea difícil de ver”.

Pero esto no ocurrirá sin problemas. Esta bifurcación es una señal más de los procesos de desigualdad que ha generado la globalización. Muchos de los territorios que se han desarrollado en los últimos años son regiones que cuentan con una ciudad fuerte que ha ejercido de locomotora. Y si la mundialización sigue avanzando, esa tendencia no se detendrá, lo cual supone que las diferencias de esas urbes con el resto serán más acuciantes.

La brecha de la desigualdad
Que las ciudades tengan un gran desarrollo ocurre porque el resto del Estado pierde habitantes, recursos y opciones. La separación que estamos viviendo entre el mundo rural y el urbano es una señal evidente, pero habrá muchas otras en un futuro que no sabemos bien cómo será, pero que seguro que traerá mucha más desigualdad si seguimos por este camino.

Y como esa posibilidad es bien conocida, cada territorio está intentando situarse lo mejor posible en el entorno global. Lo que argumentaban los defensores de un Londres autónomo es buena muestra: ¿no se compite mejor si uno se desvincula de esos territorios que actúan como freno? ¿No es más práctico quedarse únicamente con aquello que añade valor? ¿No se corre más rápido cuando no se llevan cargas? Una vez convencidos de que el mundo tendrá dos direcciones, hay quienes aspiran a situarse en el carril bueno dejando atrás todo aquello (y a todos aquellos) que retrasa. Eso es lo que hay detrás de las ciudades Estado, pero también de muchos procesos de secesión de zonas ricas. Tabarnia, con Barcelona en su territorio, sería una de ellas.

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