martes, 19 de mayo de 2015

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Imagen: Sin Embargo
Homofobia… ¿miedo a qué?
Luis Manuel Arellano Delgado | Excelsior, 2015-05-19
http://www.excelsior.com.mx/blog/el-lado-oscuro/homofobia-miedo-a-que/1025019

Igual que la misoginia, el racismo y la xenofobia, la homofobia también alimenta el lado oscuro del machismo que rechaza y busca someter a quien en el ámbito de su libertad decide coexistir con alternativas de expresión sexual.
Desde hace mucho tiempo se han invertido recursos para modificar ese patrón de salvajismo pero fracasan y seguirán fracasando en tanto no se ataque de manera paralela el discurso de odio que lo provoca.
De acuerdo a Daniel Borrillo la homofobia se articula con emociones, conductas y dispositivos ideológicos organizados para “vigilar el género” etiquetando como “traidor” a todo hombre que explore las demás opciones de comportamiento sexual periféricas a la heteronormatividad. Ha sido tan avasallador este dominio que también sirve para marcar distancia frente a la mujer, al establecer que los referentes masculinos hegemónicos constituyen el “género bueno”, explica este investigador argentino.

En México poco a poco se han logrado atajar estos escollos y por ello desde hace algunos años la Constitución protege las preferencias sexuales, además de que existen diversas instituciones encargadas de enfrentar la homofobia, e igualmente se han impulsado acciones de los tres poderes de la Unión encaminadas a sensibilizar sobre este punto. Sin embargo, estos pasos no han sido determinantes porque la discriminación, el insulto, los crímenes de odio y en general la violación de garantías en perjuicio de lesbianas y homosexuales son expresión cotidiana de esa semilla cultural que se resiste a cambiar.

La horizontalidad abierta en las redes sociales para alentar una mayor participación de la población en foros, debates y simples opiniones, por otro lado, documenta la existencia de expresiones destinadas a la agresión, burla y vejación de quienes no solo cultivan su homoerotismo sino incluso transgreden el género. Por ese motivo es que también se habla de transfobia.

Hace diez años la Primera Encuesta Nacional sobre Discriminación en México (2005, CONAPRED/SEDESOL) pudo documentarlo, señalando que la población homosexual es el grupo social que mayor nivel de discriminación percibe con un 94.7 por ciento. Pero a pesar de los cambios impulsados la homofobia persiste, de manera abierta o simulada. Y no disminuye por una razón concreta: está prohibida pero se le tolera o se simula que se le combate.

El mejor ejemplo lo ha ofrecido la Presidencia de la República con una solidaridad hueca a nombre del Ejecutivo. Este domingo 17 de mayo, en la cuenta de Twitter del presidente Peña Nieto se divulgó el siguiente mensaje:
“En el Día Nacional de #LuchaVsHomofobia, el @gobrep reitera su compromiso por un México de respeto a la diversidad y a las preferencias”.
Como broma parece buena, pero la pregunta obligada es por qué no lo declaró el ejecutivo en mensaje abierto y a título personal en lugar de una entidad tan abstracta como “su gobierno”, como parte de un discurso en el que se asuma el compromiso real de hacer cumplir el precepto constitucional contenido en el artículo primero. Decretar un día contra la homofobia y no transformarlo en acciones sólidas de gobierno constituye incluso una burla.

¿Hay homofobia institucional cuando únicamente se reiteran compromisos de una manera tan impersonal como la cuenta del Twitter presidencial? Me parece que cada lector tiene la respuesta, pero nuestro tema no concluye ahí.

La homofobia, dice por su parte el antropólogo mexicano Xabier Lizárraga, también tiene su historia. Y lo irónico es que debido a ella la historia de la homosexualidad ha podido recuperarse, pero no a partir de las relaciones o del amor establecido entre personas del mismo sexo sino de la represión ejercida en contra de las mujeres y de los hombres catalogados como anormales. En este largo transitar -abunda- tampoco aparecen “las voces de quienes fueron castrados, descuartizados, quemados, sometidos a terapia o privados de su libertad”; de lo que existe registro es de la acción punitiva por parte de quienes han instrumentado el acoso y el deseo de exterminio de la población no heterosexual a través del tiempo.

Al revisar los hechos que significan estos sucesos, Lizárraga advierte que si la homosexualidad masculina ha sido silenciada, a las lesbianas se les ha ignorado. Hay que leer su trabajo para documentar esta opresión de siglos.

Lo cierto y más allá del hecho innegable de que tanto el colectivo LGBTTTI como sectores progresistas han logrado, al menos en México, varios e importantes triunfos para reconocer la personalidad jurídica largamente negada, también es verdad que los sectores más conservadores y machistas no parecen estar dispuestos a ceder en el siguiente paso que la lucha de liberación homosexual viene dando: el derecho a ganar la calle.

Tengo la certeza de que a los instigadores de la homofobia no les interesa si homosexuales y lesbianas se casan ni tampoco si adoptan hijos o se comparten la seguridad social, lo que les ocupa y preocupa es la normalización que supondría verles coexistir a plena luz del día. Algo sencillo que, sin embargo, modifica de raíz los cimientos de una hegemonía sexual sobre la que también descansa el luto de nuestra idiosincrasia.

Referencias
Borrillo, Daniel. “Homofobia”. Ediciones Bellaterra, 2001, Barcelona.
Lizárraga Cruchaga, Xabier. “Una historia sociocultural de la homosexualidad”. Ed. Paidós, 2003, México.

Y TAMBIÉN…
México, segundo lugar mundial en crímenes de odio: ONG; la homofobia predomina entre mexicanos: Enadis
Sin Embargo, 2014-05-17

http://www.sinembargo.mx/17-05-2014/994214

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