Imagen: Tribuna Feminista |
Eduardo Aguayo · Biólogo y otras cosas, gay, padre | Tribuna Feminista, 2017-07-24
http://www.tribunafeminista.org/2017/07/una-paja/
El otro día leí que alguien pedía que a las madres gestantes que han alquilado sus capacidades reproductivas no se las llame madres, igual que a los donantes de esperma no se les llama padres.
He conocido dos donantes de gametos durante mis años en la universidad, un chico y una chica, y desde mi perspectiva personal y por lo tanto subjetiva, las diferencias son notables.
A ambos se les hicieron pruebas para comprobar que eran sanos y que entendían qué era ser donantes de gametos y lo que implicaba.
Mi amigo tenía que estar cuatro días antes de ir a la clínica sin eyacular, lo que suponía en la práctica pasar esos días sin masturbarse. Llegado el momento, entraba en una sala acondicionada con unas revistas (que él no utilizaba porque eran todas de pornografía heterosexual), y tras unos minutos dándole, depositaba el semen en el frasco. Gracias a esto, según él, le pagaban unos 50 euros que utilizaba en irse de marcha en sus años universitarios. Nunca le preocupó pensar en los posibles hijos o hijas que tendría por el mundo.
Mi amiga lo hacía por necesidad; la clínica le pagaba unos 1000€ por “las molestias causadas” que ella utilizaba para pagar la matrícula de la universidad. El año que la conocí fue su último año en la universidad, ya que no pudo seguir debido al importe de las matrículas.
El tratamiento completo le duró dos semanas aproximadamente. Se le entregó medicación que debía administrarse ella misma en forma de inyecciones subcutáneas durante doce días. Durante esos días visitaba la clínica un par de veces para realizar un control que consistía en colocar una sonda ecográfica en el interior de la vagina y una serie de controles hormonales. Cuando ya estaba todo listo, la sometían a una punción folicular.
La punción folicular se realiza para extraer los ovocitos. Es una intervención que consiste en realizar, a través de la vagina, una punción en los folículos situados en los ovarios. Se realiza con anestesia y la donante permanece dormida durante unos 20 minutos, tras lo cuales se pasa a una sala de recuperación, estando en la clínica unas tres horas.
De primeras, vemos que la donación de esperma y la de óvulos es notablemente distinta.
Pasemos al siguiente paso.
Tras la fecundación en la clínica, la madre receptora -si sale todo bien- queda fecundada a la primera y empezará a desarrollar el embarazo, con todo lo que ello conlleva. Lo más frecuente son cambios físicos como náuseas, necesidad de orinar, flujo vaginal, gases e hinchazón abdominal, mareos, encías que sangran, estreñimiento, salivación excesiva, hemorroides, comezón en la piel, hemorragias nasales, hinchazón en piernas y pies, etc.
Además, indudablemente porque somos seres humanos que desarrollamos vínculos, se desarrollará el establecimiento de un lazo entre madre y feto, notando sus movimientos, latidos, su agitación si está soñando etc.
El útero materno es el primer hábitat de todo ser humano. Mientras el feto se forma allí, se nutre de la misma sangre de su madre, donde abundan hormonas como las del placer y de la felicidad (como la oxitocina) o, por el contrario, pueden abundar las hormonas del estrés y el miedo (el cortisol y la adrenalina).
La gestación es un momento de simbiosis entre dos vidas. Durante esos nueve meses, además de todos los fenómenos que ya conocemos, sucede el denominado microquimerismo fetal.
Se trata de un intercambio de células entre madre y feto que hace que algunas células madre pluripotenciales (pueden transformarse en cualquier tipo de célula) de la sangre del feto y la placenta pasen a la circulación de la madre y algunas células de la madre pasen a la circulación del feto.
Resumiendo, no me comparéis la donación de semen con la donación de óvulos y, mucho menos, con el proceso de gestación durante nueves meses dentro de un cuerpo de mujer y el parto en que culmina esa gestación.
Además, un donante de semen puede ser padre biológico y no enterarse en ningún momento que lo es, la madre gestante en todo momento sabe que ha concebido una vida durante nueve meses y entregado uno o varios bebés.
He conocido dos donantes de gametos durante mis años en la universidad, un chico y una chica, y desde mi perspectiva personal y por lo tanto subjetiva, las diferencias son notables.
A ambos se les hicieron pruebas para comprobar que eran sanos y que entendían qué era ser donantes de gametos y lo que implicaba.
Mi amigo tenía que estar cuatro días antes de ir a la clínica sin eyacular, lo que suponía en la práctica pasar esos días sin masturbarse. Llegado el momento, entraba en una sala acondicionada con unas revistas (que él no utilizaba porque eran todas de pornografía heterosexual), y tras unos minutos dándole, depositaba el semen en el frasco. Gracias a esto, según él, le pagaban unos 50 euros que utilizaba en irse de marcha en sus años universitarios. Nunca le preocupó pensar en los posibles hijos o hijas que tendría por el mundo.
Mi amiga lo hacía por necesidad; la clínica le pagaba unos 1000€ por “las molestias causadas” que ella utilizaba para pagar la matrícula de la universidad. El año que la conocí fue su último año en la universidad, ya que no pudo seguir debido al importe de las matrículas.
El tratamiento completo le duró dos semanas aproximadamente. Se le entregó medicación que debía administrarse ella misma en forma de inyecciones subcutáneas durante doce días. Durante esos días visitaba la clínica un par de veces para realizar un control que consistía en colocar una sonda ecográfica en el interior de la vagina y una serie de controles hormonales. Cuando ya estaba todo listo, la sometían a una punción folicular.
La punción folicular se realiza para extraer los ovocitos. Es una intervención que consiste en realizar, a través de la vagina, una punción en los folículos situados en los ovarios. Se realiza con anestesia y la donante permanece dormida durante unos 20 minutos, tras lo cuales se pasa a una sala de recuperación, estando en la clínica unas tres horas.
De primeras, vemos que la donación de esperma y la de óvulos es notablemente distinta.
Pasemos al siguiente paso.
Tras la fecundación en la clínica, la madre receptora -si sale todo bien- queda fecundada a la primera y empezará a desarrollar el embarazo, con todo lo que ello conlleva. Lo más frecuente son cambios físicos como náuseas, necesidad de orinar, flujo vaginal, gases e hinchazón abdominal, mareos, encías que sangran, estreñimiento, salivación excesiva, hemorroides, comezón en la piel, hemorragias nasales, hinchazón en piernas y pies, etc.
Además, indudablemente porque somos seres humanos que desarrollamos vínculos, se desarrollará el establecimiento de un lazo entre madre y feto, notando sus movimientos, latidos, su agitación si está soñando etc.
El útero materno es el primer hábitat de todo ser humano. Mientras el feto se forma allí, se nutre de la misma sangre de su madre, donde abundan hormonas como las del placer y de la felicidad (como la oxitocina) o, por el contrario, pueden abundar las hormonas del estrés y el miedo (el cortisol y la adrenalina).
La gestación es un momento de simbiosis entre dos vidas. Durante esos nueve meses, además de todos los fenómenos que ya conocemos, sucede el denominado microquimerismo fetal.
Se trata de un intercambio de células entre madre y feto que hace que algunas células madre pluripotenciales (pueden transformarse en cualquier tipo de célula) de la sangre del feto y la placenta pasen a la circulación de la madre y algunas células de la madre pasen a la circulación del feto.
Resumiendo, no me comparéis la donación de semen con la donación de óvulos y, mucho menos, con el proceso de gestación durante nueves meses dentro de un cuerpo de mujer y el parto en que culmina esa gestación.
Además, un donante de semen puede ser padre biológico y no enterarse en ningún momento que lo es, la madre gestante en todo momento sabe que ha concebido una vida durante nueve meses y entregado uno o varios bebés.
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