Ilsutración de 'La divina comedia de Oscar Wilde' |
El ilustrador Javier de Isusi recrea el doloroso final de la vida del escritor irlandés, de cuya muerte se cumplen hoy 119 años.
Eduardo Bravo | El País, 2019-11-30
https://elpais.com/cultura/2019/11/30/actualidad/1575110306_126427.html
En 2017 el gobierno británico concedió el indulto póstumo a Oscar Wilde. En 1895, el escritor irlandés había sido condenado a dos años de trabajos forzados acusado de sodomía y corrupción de la juventud, cargo este último que lo equiparaba a su admirado Sócrates. “Wilde siempre dijo que era un griego nacido a destiempo. Además, como sucedió con el filósofo, cuando le fueron a detener se negó huir. Su amigo Robert Ross le había preparado un barco para ir a Francia, pero no aceptó. Alguien como Wilde, con un concepto de la vida tan teatral, asumió que su personaje tenía que vivir ese castigo, aunque nunca imaginó hasta qué punto iba a ser duro”, relata Javier de Isusi, ilustrador vizcaíno que acaba de publicar en Astiberri ‘La divina comedia de Oscar Wilde’, un trabajo de más de trescientas páginas al que ha dedicado cinco años entre las tareas de investigación, guion y dibujo. Hoy, 30 de noviembre, se cumplen 119 años de la muerte del genio irlandés.
El origen de 'La divina comedia...' se remonta a la infancia del dibujante cuando, aquejado de paperas, le regalaron un libro de cuentos de Wilde. A partir de entonces el autor de ‘El fantasma de Canterville’ se convirtió en uno de sus autores favoritos. Sin embargo y por mucho que leía, el Isusi adulto era incapaz de reconocer en las obras de teatro, los ensayos o en su única novela, a ese escritor que le había hecho más llevadera aquella convalecencia. “Tuve que esperar a leer ‘De Profundis’ para entender muchas de las cosas de Wilde que siempre me intrigaron. Solo entonces pude cuadrar al autor de los cuentos, con el de las obras de teatro y el de 'El retrato de Dorian Gray'. Al final comprendí que, como cualquier persona, en Wilde caben facetas muy distintas. Desde el escritor moralista de ‘El príncipe feliz’ o ‘El gigante egoísta’, al personaje hedonista, o si preferimos el término con el que fue calificado en su tiempo, inmoral”.
A pesar de toda esa riqueza y variedad de matices, la obra de Wilde es sorprendentemente breve y fue escrita en apenas ocho años. Un corpus literario que en ocasiones ha quedado eclipsado por la intensa y escandalosa vida del autor, especialmente la relativa a esos últimos años que se recrean en ‘La divina comedia...’ y en los que la cárcel, la ruina económica, el oprobio social y el alcoholismo convirtieron al escritor en una sombra de lo que había sido.
“Cuando fue liberado y llegó a París, Oscar Wilde expresó su voluntad de empezar una nueva vida. Ese deseo fue justamente el germen de mi trabajo. Él siempre había dicho que su vida había sido como ‘La Divina Comedia’, que había pasado por el infierno que era la prisión y que en ese momento estaba en el purgatorio. Por eso me planteé si durante su estancia en París experimentó realmente ese cambio personal que le permitiera tocar un poco de paraíso”.
Aunque todo apunta a que esa transformación nunca se produjo, Isusi aprovecha su privilegiada posición de autor para llevar a Wilde hasta ese lugar anhelado, aunque solo sea simbólicamente. De este modo, en una de las escenas más emotivas del libro, el ilustrador sitúa al escritor y su amigo Robert Ross en un coche de caballos que recorre justamente los Campos Elíseos, el nombre que los griegos dieron al cielo.
“Esa escena es real. Wilde y Ross realizaron ese trayecto parando en todos los cafés que encontraban a su paso para beber absenta. Lo único que he inventado es la conversación, aunque muchas de las frases que incluyo en ella son del propio Wilde. En el fondo, todo el libro es así, una mezcla de realidad y ficción o, mejor dicho, de realidad y mentira, porque creo que él habría preferido ese término, ya que lo defendió en su ensayo ‘La decadencia de la mentira’”.
Este juego entre la verdad, la mentira, la ficción y los hechos documentados que propone Isusi se articula a través de brillantes soluciones gráficas y narrativas. Por ejemplo, alucinaciones, pasajes oníricos, el diálogo con el espectro de un jovencísimo e insolente Rimbaud e incluso las entrevistas con diferentes personajes que, como André Gide, Reginald Turner o Lord Alfred Douglas, conocieron al escritor y dan testimonio de ello. “Son entrevistas hechas en la época actual, pero en las que los entrevistados aparecen con el aspecto físico que tenían en el momento en que conocieron a Wilde. Dudé si debía hacerlo así o no, pero me di cuenta de que la novela gráfica permite este tipo de cosas, que eran muy frecuentes en los primeros autores del cómic como Winsor McCay y su Little Nemo y que, poco a poco, hemos ido abandonando. Son recursos que, aunque puedan no tener sentido si se analizan desde un punto de vista racional, funcionan muy bien desde el punto de vista narrativo”.
El origen de 'La divina comedia...' se remonta a la infancia del dibujante cuando, aquejado de paperas, le regalaron un libro de cuentos de Wilde. A partir de entonces el autor de ‘El fantasma de Canterville’ se convirtió en uno de sus autores favoritos. Sin embargo y por mucho que leía, el Isusi adulto era incapaz de reconocer en las obras de teatro, los ensayos o en su única novela, a ese escritor que le había hecho más llevadera aquella convalecencia. “Tuve que esperar a leer ‘De Profundis’ para entender muchas de las cosas de Wilde que siempre me intrigaron. Solo entonces pude cuadrar al autor de los cuentos, con el de las obras de teatro y el de 'El retrato de Dorian Gray'. Al final comprendí que, como cualquier persona, en Wilde caben facetas muy distintas. Desde el escritor moralista de ‘El príncipe feliz’ o ‘El gigante egoísta’, al personaje hedonista, o si preferimos el término con el que fue calificado en su tiempo, inmoral”.
A pesar de toda esa riqueza y variedad de matices, la obra de Wilde es sorprendentemente breve y fue escrita en apenas ocho años. Un corpus literario que en ocasiones ha quedado eclipsado por la intensa y escandalosa vida del autor, especialmente la relativa a esos últimos años que se recrean en ‘La divina comedia...’ y en los que la cárcel, la ruina económica, el oprobio social y el alcoholismo convirtieron al escritor en una sombra de lo que había sido.
“Cuando fue liberado y llegó a París, Oscar Wilde expresó su voluntad de empezar una nueva vida. Ese deseo fue justamente el germen de mi trabajo. Él siempre había dicho que su vida había sido como ‘La Divina Comedia’, que había pasado por el infierno que era la prisión y que en ese momento estaba en el purgatorio. Por eso me planteé si durante su estancia en París experimentó realmente ese cambio personal que le permitiera tocar un poco de paraíso”.
Aunque todo apunta a que esa transformación nunca se produjo, Isusi aprovecha su privilegiada posición de autor para llevar a Wilde hasta ese lugar anhelado, aunque solo sea simbólicamente. De este modo, en una de las escenas más emotivas del libro, el ilustrador sitúa al escritor y su amigo Robert Ross en un coche de caballos que recorre justamente los Campos Elíseos, el nombre que los griegos dieron al cielo.
“Esa escena es real. Wilde y Ross realizaron ese trayecto parando en todos los cafés que encontraban a su paso para beber absenta. Lo único que he inventado es la conversación, aunque muchas de las frases que incluyo en ella son del propio Wilde. En el fondo, todo el libro es así, una mezcla de realidad y ficción o, mejor dicho, de realidad y mentira, porque creo que él habría preferido ese término, ya que lo defendió en su ensayo ‘La decadencia de la mentira’”.
Este juego entre la verdad, la mentira, la ficción y los hechos documentados que propone Isusi se articula a través de brillantes soluciones gráficas y narrativas. Por ejemplo, alucinaciones, pasajes oníricos, el diálogo con el espectro de un jovencísimo e insolente Rimbaud e incluso las entrevistas con diferentes personajes que, como André Gide, Reginald Turner o Lord Alfred Douglas, conocieron al escritor y dan testimonio de ello. “Son entrevistas hechas en la época actual, pero en las que los entrevistados aparecen con el aspecto físico que tenían en el momento en que conocieron a Wilde. Dudé si debía hacerlo así o no, pero me di cuenta de que la novela gráfica permite este tipo de cosas, que eran muy frecuentes en los primeros autores del cómic como Winsor McCay y su Little Nemo y que, poco a poco, hemos ido abandonando. Son recursos que, aunque puedan no tener sentido si se analizan desde un punto de vista racional, funcionan muy bien desde el punto de vista narrativo”.
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