No están escolarizadas y son explotadas como criadas.
Rebeca Hortigüela | El Mundo, 2015-12-06
http://www.elmundo.es/sociedad/2015/12/06/5662cd3046163f65258b462c.html
"Me insultaban, no podía parar de trabajar y no me dejaban salir de casa", reconoce Nora, una niña criada, a El Mundo. Tiene 13 años y de mayor quiere ser profesora. Sin embargo, no sabe hablar francés como el resto de las niñas de su edad. Mientras las demás jugaban al 'pilla pilla', charlaban con sus amigas en el recreo, y hacían los deberes; ella, con 8, ya lavaba la ropa de sus patrones, criaba a sus hijos, les hacía la comida y limpiaba hasta el último rincón de la casa de la familia que le explotaba. Todos los días de la semana, sin descanso, 17 horas sin parar, desde las 7 de la mañana hasta las 12 de la noche, la hora en la que dormía al último de los pequeños. De eso hace cinco años.
Su madre, Khoda, la vendió por 300 dirhams al mes, aproximadamente 30 euros, a una familia adinerada que, supuestamente, cuidaría de ella. Pero jamás imaginaría que iban a explotar, insultar y maltratar a su niña, de tan solo 8 años. "Cuando llamaba para preguntar por ella, me decían que no estaba por allí. No me dejaban hablar con mi hija", cuenta esta madre de familia numerosa desde Pirsdra, una aldea situada a 70 kilómetros de Benguerir, en el centro de Marruecos. Tiene dos niñas y un niño: Nora, la mayor, Khadiya, de ocho años, y el travieso Hamza, de cuatro. Nora se llevo la peor parte. No iba a la escuela y tanto su madre como ella pensaron que era buena idea que ayudara económicamente en casa, pero no en esas condiciones.
"Mi marido no vive con nosotros. Somos pobres: no hay dinero para dar de comer a tantas bocas", sigue explicando arrepentida desde la única habitación de adobe que forma su casa. Es ahí, sobre alfombras y un cojín para la cabeza, donde duermen tapándose con mantas. Es ahí, sobre una mesa redonda baja de metal, donde comen lo que toque ese día, unos huevos duros, pan con aceite, o tan solo un poco de té que les caliente el cuerpo. La pobreza sigue siendo la misma, pero ahora, por lo menos, viven todos juntos. Nora consiguió salir de la familia que la maltrataba y siempre recordará ese día como uno de los mejores de su vida.
Su madre iba de vez en cuando a preguntar por ella a Bnj el Kelaa, el pueblo donde vivían los patrones, y la respuesta que obtenía no le convencía: "esa familia es muy dura". Después de casi dos años se presentó en la casa del 'patrón', como le llama Nora, para ver como estaba su hija y pudo ver en sus ojos que no era feliz. Ahora, Nora va a la escuela, hace los deberes, ríe con las otras niñas y ayuda a su madre en las tareas del hogar. Pero porque quiere, sin gritos, insultos ni humillaciones constantes. "En el colegio soy feliz, tengo amigas y puedo aprender y jugar. Estuve casi dos años encerrada en una casa. No tenía nadie con quien hablar", cuenta Nora a este periódico con una sonrisa y llena de vitalidad, con la energía de alguien que intenta borrar los recuerdos, olvidar el pasado y vivir su nueva vida. La vida de una niña normal.
La chica de la mirada triste
En Marruecos hay 80.000 niñas, de 6 a 16 años, que no van al 'cole' ni juegan con muñecas. Son las 'petite bonne', vendidas por sus familias a otras que las obligan a trabajar de sol a sol en las labores del hogar a cambio de 30 euros al mes.
La asociación marroquí Insaf, en constante batalla por erradicar esta práctica, suministra 250 dirhams, alrededor de 25 euros, a las familias como la de Nora, con bajos recursos, para las que la educación no es importante y viven en un entorno rural en el que acceder a la escuela es una tarea difícil. Así impiden que algunas madres, como Khoda, envíen a sus hijas a trabajar por 300 dirhams mensuales, 30 euros, una cifra muy por debajo del salario mínimo establecido en Marruecos de 2.333 dirhams al mes (alrededor de 209 euros).
Esta asociación, con sede en Casablanca, realiza campañas de sensibilización tanto con las propias niñas en las escuelas, como en las familias del ámbito rural, del que proceden el 85% de los casos de 'petite bonne', ya que el 94% de las madres y el 72% de los padres de estas 'pequeñas criadas' son analfabetos. Un 47% son pobres, un 28% muy pobres y un 16% de estas familias no tienen ingresos anuales, según datos de Insaf, que señala como culpables a la ineficacia de la ley de la escolaridad básica obligatoria y la falta de ley de protección específica contra el trabajo infantil doméstico en Marruecos.
Mbarek Boukharsa, trabajador social de Insaf en la región de Kelaa Sraghna, una de las que más 'petite bonne' concentra en Marruecos junto con la región de Marrakech y la de Chichaoua, hizo la matrícula de Nora en el colegio rural Pirsdra. Y también la de Iman, que actualmente tiene 17 años, pero fue un pequeña 'cenicienta' desde los 9 hasta los 13. En ella se ven de cerca las huellas del pasado. La mirada triste, la timidez y el silencio delatan que fue una petite bonne durante su infancia. Por suerte y gracias a Insaf, lleva 4 años matriculada en el colegio de Kelaa Sraghna y vive en un internado con otras chicas. Su aldea está demasiado lejos como para ir todos los días.
Violencia contra las 'petite bonne'
En los últimos años, se han registrado cinco casos de muertes de estas niñas que crecen entre fregonas y fogones. Según detalla Insaf a este periódico, Fátima murió con 14 años, en marzo de 2013, en el Hospital Hassan II de Agadir. Tenía quemaduras de tercer grado y hematomas por todo el cuerpo, fruto de los golpes que le proporcionaba su amo, que fue condenado a 10 años de prisión.
Nassima tenía 19 años cuando se suicidó en enero de 2013. Llevaba 4 años trabajando como criada para un médico de familia en Casablanca. "Saltó desde la terraza para poner fin a toda una vida como mujer explotada física y psíquicamente", prosiguen fuentes de Insaf. En los tres años anteriores a 2013 se registraron otras tres defunciones de estas cenicientas que sueñan con un hada madrina que las convierta en niñas.
"Ante la violencia a la que están expuestas, muchas de ellas reaccionan huyendo de la casa y afrontando los peligros que conlleva vivir en la calle. Es por eso que muchas acuden a nosotros embarazadas y se convierten en madres solteras, completamente marginadas en este país", explica Boukharsa.
No obstante, el Gobierno marroquí ha llevado a cabo iniciativas que han producido un descenso del 25% en esta mala praxis. En 1999, el número de niños que realizaban una actividad remunerada alcanzaba una cifra de 517.000, una cifra exagerada si se compara con los 123.000 de 2011 y los 92.000 de 2012.
Su madre, Khoda, la vendió por 300 dirhams al mes, aproximadamente 30 euros, a una familia adinerada que, supuestamente, cuidaría de ella. Pero jamás imaginaría que iban a explotar, insultar y maltratar a su niña, de tan solo 8 años. "Cuando llamaba para preguntar por ella, me decían que no estaba por allí. No me dejaban hablar con mi hija", cuenta esta madre de familia numerosa desde Pirsdra, una aldea situada a 70 kilómetros de Benguerir, en el centro de Marruecos. Tiene dos niñas y un niño: Nora, la mayor, Khadiya, de ocho años, y el travieso Hamza, de cuatro. Nora se llevo la peor parte. No iba a la escuela y tanto su madre como ella pensaron que era buena idea que ayudara económicamente en casa, pero no en esas condiciones.
"Mi marido no vive con nosotros. Somos pobres: no hay dinero para dar de comer a tantas bocas", sigue explicando arrepentida desde la única habitación de adobe que forma su casa. Es ahí, sobre alfombras y un cojín para la cabeza, donde duermen tapándose con mantas. Es ahí, sobre una mesa redonda baja de metal, donde comen lo que toque ese día, unos huevos duros, pan con aceite, o tan solo un poco de té que les caliente el cuerpo. La pobreza sigue siendo la misma, pero ahora, por lo menos, viven todos juntos. Nora consiguió salir de la familia que la maltrataba y siempre recordará ese día como uno de los mejores de su vida.
Su madre iba de vez en cuando a preguntar por ella a Bnj el Kelaa, el pueblo donde vivían los patrones, y la respuesta que obtenía no le convencía: "esa familia es muy dura". Después de casi dos años se presentó en la casa del 'patrón', como le llama Nora, para ver como estaba su hija y pudo ver en sus ojos que no era feliz. Ahora, Nora va a la escuela, hace los deberes, ríe con las otras niñas y ayuda a su madre en las tareas del hogar. Pero porque quiere, sin gritos, insultos ni humillaciones constantes. "En el colegio soy feliz, tengo amigas y puedo aprender y jugar. Estuve casi dos años encerrada en una casa. No tenía nadie con quien hablar", cuenta Nora a este periódico con una sonrisa y llena de vitalidad, con la energía de alguien que intenta borrar los recuerdos, olvidar el pasado y vivir su nueva vida. La vida de una niña normal.
La chica de la mirada triste
En Marruecos hay 80.000 niñas, de 6 a 16 años, que no van al 'cole' ni juegan con muñecas. Son las 'petite bonne', vendidas por sus familias a otras que las obligan a trabajar de sol a sol en las labores del hogar a cambio de 30 euros al mes.
La asociación marroquí Insaf, en constante batalla por erradicar esta práctica, suministra 250 dirhams, alrededor de 25 euros, a las familias como la de Nora, con bajos recursos, para las que la educación no es importante y viven en un entorno rural en el que acceder a la escuela es una tarea difícil. Así impiden que algunas madres, como Khoda, envíen a sus hijas a trabajar por 300 dirhams mensuales, 30 euros, una cifra muy por debajo del salario mínimo establecido en Marruecos de 2.333 dirhams al mes (alrededor de 209 euros).
Esta asociación, con sede en Casablanca, realiza campañas de sensibilización tanto con las propias niñas en las escuelas, como en las familias del ámbito rural, del que proceden el 85% de los casos de 'petite bonne', ya que el 94% de las madres y el 72% de los padres de estas 'pequeñas criadas' son analfabetos. Un 47% son pobres, un 28% muy pobres y un 16% de estas familias no tienen ingresos anuales, según datos de Insaf, que señala como culpables a la ineficacia de la ley de la escolaridad básica obligatoria y la falta de ley de protección específica contra el trabajo infantil doméstico en Marruecos.
Mbarek Boukharsa, trabajador social de Insaf en la región de Kelaa Sraghna, una de las que más 'petite bonne' concentra en Marruecos junto con la región de Marrakech y la de Chichaoua, hizo la matrícula de Nora en el colegio rural Pirsdra. Y también la de Iman, que actualmente tiene 17 años, pero fue un pequeña 'cenicienta' desde los 9 hasta los 13. En ella se ven de cerca las huellas del pasado. La mirada triste, la timidez y el silencio delatan que fue una petite bonne durante su infancia. Por suerte y gracias a Insaf, lleva 4 años matriculada en el colegio de Kelaa Sraghna y vive en un internado con otras chicas. Su aldea está demasiado lejos como para ir todos los días.
Violencia contra las 'petite bonne'
En los últimos años, se han registrado cinco casos de muertes de estas niñas que crecen entre fregonas y fogones. Según detalla Insaf a este periódico, Fátima murió con 14 años, en marzo de 2013, en el Hospital Hassan II de Agadir. Tenía quemaduras de tercer grado y hematomas por todo el cuerpo, fruto de los golpes que le proporcionaba su amo, que fue condenado a 10 años de prisión.
Nassima tenía 19 años cuando se suicidó en enero de 2013. Llevaba 4 años trabajando como criada para un médico de familia en Casablanca. "Saltó desde la terraza para poner fin a toda una vida como mujer explotada física y psíquicamente", prosiguen fuentes de Insaf. En los tres años anteriores a 2013 se registraron otras tres defunciones de estas cenicientas que sueñan con un hada madrina que las convierta en niñas.
"Ante la violencia a la que están expuestas, muchas de ellas reaccionan huyendo de la casa y afrontando los peligros que conlleva vivir en la calle. Es por eso que muchas acuden a nosotros embarazadas y se convierten en madres solteras, completamente marginadas en este país", explica Boukharsa.
No obstante, el Gobierno marroquí ha llevado a cabo iniciativas que han producido un descenso del 25% en esta mala praxis. En 1999, el número de niños que realizaban una actividad remunerada alcanzaba una cifra de 517.000, una cifra exagerada si se compara con los 123.000 de 2011 y los 92.000 de 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.