Imagen: La Vanguardia / Maria Giralt |
Hablamos con Maria Giralt, activista y asistente del primer Orgullo Gay de España.
Pere Solà Gimferrer | La Vanguardia, 2017-06-26
http://www.lavanguardia.com/vivo/lgtb/20170626/423704466682/cuarenta-anos-primera-manifestacion-orgullo-gay-espana-1977-entrevista-maria-giralt.html
Era un 26 de junio como hoy cuando Maria salió de casa de sus padres en Gràcia y se fue paseando hasta la Rambla de Canaletes de Barcelona donde la esperaban sus amigas y otras 4.000 personas. Hablamos del Orgullo de 1977 y esas personas eran las que estaban dispuestas a manifestarse por los derechos de la comunidad de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales en unos tiempos donde todavía era ilegal amar y ser libremente.
La manifestación había sido convocada por el Front d’Alliberament Gai de Catalunya con el objetivo de convertir el fin del franquismo y el inicio de la transición como una oportunidad para descriminalizar el colectivo LGTB, que todavía podían ser detenidos y encarcelados con la ley de peligrosidad social aprobada por el régimen franquista en 1970 y que era la continuación homófoba de la ley de vagos y maleantes de 1933.
“Detrás de las ventanas, también hay lesbianas. Detrás de los balcones, hay maricones”, recuerda Maria Giralt, activista y directora de la televisión online Gayles TV, que gritaban durante esa primera manifestación LGTB en España que hoy celebra su 40 aniversario. De ese día destaca sobre todo que era un acto de carácter transversal, que brillaba por la solidaridad de los distintos movimientos sociales que intentaban hacerse escuchar en esos tiempos de cambio.
“Había gente de los sindicatos, de partidos políticos recientemente legalizados como el PSUC, del movimiento anarquista, del feminista y personas que se iban uniendo en la calle”, explica Giralt en la terraza de un bar del Eixample Dret donde nos encontramos con ella. El Front d’Alliberament había apoyado concentraciones de otros movimientos y, cuando era el turno de defender homosexuales, bisexuales y transexuales, estos respondieron.
En un momento como el actual donde el concepto de la interseccionalidad se está poniendo otra vez sobre la mesa, la necesidad de las minorías de unirse y luchar conjuntamente por sus derechos, esa manifestación puede servir de ejemplo de esta solidaridad. Esto explica que, por ejemplo, se cantase “Llibertat, Autonomía i Estatut d’Autonomia” o cánticos relacionados con el derecho al propio cuerpo, adoptados del feminismo.
En casa de Maria ni tan siquiera sabían que era lesbiana. Ella tampoco lo tenía demasiado claro hasta ese mismo mes de junio. Desde los 14 había salido con una chica de su clase llamada Rosa, de la que estaba enamorada, pero no tenía el acceso a la información de hoy en día y ni sabía lo que significaba ser lesbiana: “Sólo tenías acceso a las enciclopedias antiguas que todas las familias tenían en casa. Fue una liberación entrar en el activismo. Pasé de la soledad absoluta a sentirme acompañada”.
Había sabido de la manifestación, de hecho, porque el FAGC había hecho una presentación en la facultad de psicología de la Universitat de Barcelona cuando ella cursaba primero de carrera. Pasó por allí delante unas cuantas veces como quien no quiere la cosa (”no quería que nadie supiera que era lesbiana”) y, cuando vio que la sala estaba llena, al final del acto preguntó si había también mujeres en la organización.
“Me dieron un papel mecanografiado con papel carbón, una copia, con nombres de mujeres y teléfonos. Me fui a casa y empecé a llamarlas. Algunas me enviaron al carajo y otras casi tuve que pintarles el piso para que me hicieran caso. Pero al final quedamos diez en el Bar Núria cerca de la plaza Catalunya y creamos el primer colectivo de lesbianas dentro de una organización LGTB, y al cabo de unos días ya estábamos en la manifestación”.
Esa manifestación incluso salió en los medios de comunicación. En La Vanguardia, por ejemplo, se informó sobre el número de asistentes y los disturbios acontecidos al final del acto, cuando hubo una carga policial, cinco heridos y un detenido, Oriol Martí, militante de OCE. Pero lo importante es que en enero de 1979 desaparecían varios artículos de la ley de peligrosidad social, incluyendo aquel que contemplaba como criminales “los actos de homosexualidad”. Durante el franquismo hasta 5.000 personas habían sido encarceladas por su orientación sexual o su transexualidad.
En aquel primer Día del Orgullo ni podía imaginarse cómo cambiarían los derechos de los homosexuales, bisexuales y transexuales en esos cuarenta años. En 1986 dejaría de ser un delito contra el honor en el ejército español, en 1998 Catalunya aprobaría la primera Ley de Parejas que contemplaba las homosexuales (les seguirían Madrid, Illes Balears, Asturias y Andalucía).
En 2001 el parlamento legisló que debían borrarse las fichas policiales de aquellas personas detenidas por ser homosexuales. El 3 de julio de 2005 el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero aprobó el matrimonio de personas del mismo sexo con el apoyo de todos los partidos excepto el Partido Popular y Unió Democràtica de Catalunya. Y en octubre de 2014 se aprobó en el Parlament de Catalunya una ley contra la homofobia, la bifobia y la transfobia.
“Hemos avanzado muy rápido en cuanto a leyes en el Estado Español pero la sociedad no ha evolucionado de la misma manera”, resume Giralt. Se refiere al bullying que todavía sufren los adolescentes en el instituto y en la sociedad por el hecho de ser homosexuales, bisexuales o transexuales, que todavía uno puede recibir una paliza por la calle por cogerse de la mano o besarse con una persona del mismo sexo, el 85% de paro entre los miembros del colectivo transexual o la cantidad de personas que están dentro del armario en sus respectivos empleos.
“Más del 50% de las personas LGTBI no han salido del armario en el trabajo, hay personas que incluso pierden sus 15 de vacaciones para no tener que decir que se han casado con alguien del mismo sexo”, lamenta la activista, que participa en el Informe Aequalis. Este proyecto analiza las prácticas de diversidad LGTB de las empresas para ver si de forma deliberada contribuyen en la igualdad, tanto dentro de la propia empresa como en sus políticas de comunicación externas.
“Tenemos que vigilar para no retroceder”, advierte Giralt a todos los que piensen que todo esté hecho. Escenas como las protagonizadas por el obispo de Solsona que relacionó la homosexualidad con la ausencia de una figura paterna en la cultura occidental o el profesor del instituto Samuel Gili y Gaya de Lleida que dijo a sus alumnos que tener relaciones con una persona del mismo sexo es “antinatural, es como un cojo o un tuerto, inexplicable” son escenas que no se pueden repetir.
La manifestación había sido convocada por el Front d’Alliberament Gai de Catalunya con el objetivo de convertir el fin del franquismo y el inicio de la transición como una oportunidad para descriminalizar el colectivo LGTB, que todavía podían ser detenidos y encarcelados con la ley de peligrosidad social aprobada por el régimen franquista en 1970 y que era la continuación homófoba de la ley de vagos y maleantes de 1933.
“Detrás de las ventanas, también hay lesbianas. Detrás de los balcones, hay maricones”, recuerda Maria Giralt, activista y directora de la televisión online Gayles TV, que gritaban durante esa primera manifestación LGTB en España que hoy celebra su 40 aniversario. De ese día destaca sobre todo que era un acto de carácter transversal, que brillaba por la solidaridad de los distintos movimientos sociales que intentaban hacerse escuchar en esos tiempos de cambio.
“Había gente de los sindicatos, de partidos políticos recientemente legalizados como el PSUC, del movimiento anarquista, del feminista y personas que se iban uniendo en la calle”, explica Giralt en la terraza de un bar del Eixample Dret donde nos encontramos con ella. El Front d’Alliberament había apoyado concentraciones de otros movimientos y, cuando era el turno de defender homosexuales, bisexuales y transexuales, estos respondieron.
En un momento como el actual donde el concepto de la interseccionalidad se está poniendo otra vez sobre la mesa, la necesidad de las minorías de unirse y luchar conjuntamente por sus derechos, esa manifestación puede servir de ejemplo de esta solidaridad. Esto explica que, por ejemplo, se cantase “Llibertat, Autonomía i Estatut d’Autonomia” o cánticos relacionados con el derecho al propio cuerpo, adoptados del feminismo.
En casa de Maria ni tan siquiera sabían que era lesbiana. Ella tampoco lo tenía demasiado claro hasta ese mismo mes de junio. Desde los 14 había salido con una chica de su clase llamada Rosa, de la que estaba enamorada, pero no tenía el acceso a la información de hoy en día y ni sabía lo que significaba ser lesbiana: “Sólo tenías acceso a las enciclopedias antiguas que todas las familias tenían en casa. Fue una liberación entrar en el activismo. Pasé de la soledad absoluta a sentirme acompañada”.
Había sabido de la manifestación, de hecho, porque el FAGC había hecho una presentación en la facultad de psicología de la Universitat de Barcelona cuando ella cursaba primero de carrera. Pasó por allí delante unas cuantas veces como quien no quiere la cosa (”no quería que nadie supiera que era lesbiana”) y, cuando vio que la sala estaba llena, al final del acto preguntó si había también mujeres en la organización.
“Me dieron un papel mecanografiado con papel carbón, una copia, con nombres de mujeres y teléfonos. Me fui a casa y empecé a llamarlas. Algunas me enviaron al carajo y otras casi tuve que pintarles el piso para que me hicieran caso. Pero al final quedamos diez en el Bar Núria cerca de la plaza Catalunya y creamos el primer colectivo de lesbianas dentro de una organización LGTB, y al cabo de unos días ya estábamos en la manifestación”.
Esa manifestación incluso salió en los medios de comunicación. En La Vanguardia, por ejemplo, se informó sobre el número de asistentes y los disturbios acontecidos al final del acto, cuando hubo una carga policial, cinco heridos y un detenido, Oriol Martí, militante de OCE. Pero lo importante es que en enero de 1979 desaparecían varios artículos de la ley de peligrosidad social, incluyendo aquel que contemplaba como criminales “los actos de homosexualidad”. Durante el franquismo hasta 5.000 personas habían sido encarceladas por su orientación sexual o su transexualidad.
En aquel primer Día del Orgullo ni podía imaginarse cómo cambiarían los derechos de los homosexuales, bisexuales y transexuales en esos cuarenta años. En 1986 dejaría de ser un delito contra el honor en el ejército español, en 1998 Catalunya aprobaría la primera Ley de Parejas que contemplaba las homosexuales (les seguirían Madrid, Illes Balears, Asturias y Andalucía).
En 2001 el parlamento legisló que debían borrarse las fichas policiales de aquellas personas detenidas por ser homosexuales. El 3 de julio de 2005 el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero aprobó el matrimonio de personas del mismo sexo con el apoyo de todos los partidos excepto el Partido Popular y Unió Democràtica de Catalunya. Y en octubre de 2014 se aprobó en el Parlament de Catalunya una ley contra la homofobia, la bifobia y la transfobia.
“Hemos avanzado muy rápido en cuanto a leyes en el Estado Español pero la sociedad no ha evolucionado de la misma manera”, resume Giralt. Se refiere al bullying que todavía sufren los adolescentes en el instituto y en la sociedad por el hecho de ser homosexuales, bisexuales o transexuales, que todavía uno puede recibir una paliza por la calle por cogerse de la mano o besarse con una persona del mismo sexo, el 85% de paro entre los miembros del colectivo transexual o la cantidad de personas que están dentro del armario en sus respectivos empleos.
“Más del 50% de las personas LGTBI no han salido del armario en el trabajo, hay personas que incluso pierden sus 15 de vacaciones para no tener que decir que se han casado con alguien del mismo sexo”, lamenta la activista, que participa en el Informe Aequalis. Este proyecto analiza las prácticas de diversidad LGTB de las empresas para ver si de forma deliberada contribuyen en la igualdad, tanto dentro de la propia empresa como en sus políticas de comunicación externas.
“Tenemos que vigilar para no retroceder”, advierte Giralt a todos los que piensen que todo esté hecho. Escenas como las protagonizadas por el obispo de Solsona que relacionó la homosexualidad con la ausencia de una figura paterna en la cultura occidental o el profesor del instituto Samuel Gili y Gaya de Lleida que dijo a sus alumnos que tener relaciones con una persona del mismo sexo es “antinatural, es como un cojo o un tuerto, inexplicable” son escenas que no se pueden repetir.
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