Imagen: El País / Bandera arcoíris en el Ayuntamiento de Madrid |
España es un país líder en tolerancia y da la espalda a la xenofobia, la eurofobia y la homofobia.
Salvador Llaudes | El País, 2017-06-27
http://elpais.com/elpais/2017/06/22/opinion/1498132911_815623.html
En los últimos años hemos asistido a la proliferación de la xenofobia y la eurofobia por toda Europa. No ha sido el caso en España, a pesar de la difícil situación económica. Más aún, y según apuntan los datos del proyecto ‘Contested Legitimacy in Europe’, de Chatham House, España se muestra como un país tolerante y donde el proceso de integración sigue teniendo un amplio respaldo: así, el 44% de los españoles (con apenas un 30% en contra, las cifras más favorables al respecto) apoya que la Unión Europea evolucione hacia unos Estados Unidos de Europa.
El tradicional apoyo de los españoles al proyecto comunitario es de sobra conocido, pero sorprende gratamente la resiliencia de los datos. La clásica ausencia de formaciones euroescépticas en las Cortes se ha vuelto a confirmar con las elecciones de 2015 y 2016. En España resulta un suicidio político posicionarse en contra de la UE, ya que ésta se percibe como muy beneficiosa para nuestro país. Los datos de la encuesta citada lo confirman, con un 45% de los ciudadanos que así lo considera, y apenas un 25% que piensa lo contrario.
Los beneficios tienen, sin duda alguna, un carácter material. España ha sido receptora neta de fondos comunitarios durante muchos años, cuestión que ha ayudado notablemente a modernizar el país. Pero los españoles también valoran los beneficios inmateriales. Encuesta tras encuesta (no siendo esta una excepción) destacan como grandes logros de la UE la posibilidad de vivir y trabajar en toda la Unión y la eliminación de las fronteras físicas entre Estados miembros. Décadas de aislamiento internacional por la dictadura franquista ayudan a entender esto. Los españoles son conscientes de que les va mejor cuando se abren al mundo.
Los 40 años de la dictadura explican más cosas: Europa también ha significado democracia, Estado de derecho y progreso social. Estas cuestiones, a pesar de la grave crisis, no son tan fácilmente olvidadas. Y menos aún en un país que no sobresale por tener una identidad nacional fuerte o una gran confianza hacia sus políticos e instituciones. El terreno para la extrema derecha es inhóspito, como se señala en el informe del Real Instituto Elcano, “la excepción española: el fracaso de los grupos de derecha populista pese al paro, la desigualdad y la inmigración”.
El deseo de ruptura con un pasado autoritario donde la libertad era una palabra tabú también explica los destacables resultados del país en numerosos indicadores sociales de carácter progresista, entre los que destacan con fuerza los relativos a los homosexuales (el 71% de los españoles considera que los gais deben poder casarse; mientras que solamente hay un 12% en contra) o la aceptación de los inmigrantes.
Otros estudios, como los del World Values Survey o los del Pew Research Center confirman la debilidad de las posiciones homófobas en España. Así, en el primero de los casos, España lidera junto a Países Bajos y Suecia los indicadores de tolerancia. En el segundo, en su informe ‘The Global Divide on Homosexuality’, se reafirma esta actitud, con un 88% de los españoles, la cifra más alta de todos los países en la encuesta, que considera que la sociedad ha de aceptar la homosexualidad.
La inmigración tampoco es considerada un problema en España. Los datos del estudio de Chatham House muestran que los españoles tienen una mejor imagen de los extranjeros, incluidos refugiados e inmigrantes económicos, que el resto de los países encuestados. Así, España es el único país que tiene una visión más positiva que negativa de la llegada de los refugiados (si bien limitada, con un 26% a favor y un 25% en contra), cuestión que se repite en relación a los inmigrantes económicos (25% a favor y 22% en contra).
Algunos analistas consideraban a principios de siglo que la actitud positiva de los españoles respecto a los extranjeros no era verdadera, sino una consecuencia del escaso número de los mismos y/o de la buena situación económica que vivía el país. Los datos lo desmienten. Desde principios de siglo la población extranjera aumentó en España varios millones (más de un 10%) en apenas unos años, a lo que se le sumó una crisis económica que acababa con el “milagro español”, sin que existiese un correlativo crecimiento sustantivo de las actitudes xenófobas.
Es cierto que para ello ha influido que la mayoría de los inmigrantes tiene el español como lengua materna (los latinoamericanos) o tiene mucha facilidad a la hora de aprenderlo (como es el caso de la comunidad rumana), pero en cualquier caso es motivo de orgullo que no haya aumentado sustancialmente el rechazo a los extranjeros. Como también lo es, sin duda, que España sea un país líder en tolerancia hacia los homosexuales y que la eurofobia no haya campado a sus anchas. No caigamos, no obstante, en los peligros de la autocomplacencia.
El tradicional apoyo de los españoles al proyecto comunitario es de sobra conocido, pero sorprende gratamente la resiliencia de los datos. La clásica ausencia de formaciones euroescépticas en las Cortes se ha vuelto a confirmar con las elecciones de 2015 y 2016. En España resulta un suicidio político posicionarse en contra de la UE, ya que ésta se percibe como muy beneficiosa para nuestro país. Los datos de la encuesta citada lo confirman, con un 45% de los ciudadanos que así lo considera, y apenas un 25% que piensa lo contrario.
Los beneficios tienen, sin duda alguna, un carácter material. España ha sido receptora neta de fondos comunitarios durante muchos años, cuestión que ha ayudado notablemente a modernizar el país. Pero los españoles también valoran los beneficios inmateriales. Encuesta tras encuesta (no siendo esta una excepción) destacan como grandes logros de la UE la posibilidad de vivir y trabajar en toda la Unión y la eliminación de las fronteras físicas entre Estados miembros. Décadas de aislamiento internacional por la dictadura franquista ayudan a entender esto. Los españoles son conscientes de que les va mejor cuando se abren al mundo.
Los 40 años de la dictadura explican más cosas: Europa también ha significado democracia, Estado de derecho y progreso social. Estas cuestiones, a pesar de la grave crisis, no son tan fácilmente olvidadas. Y menos aún en un país que no sobresale por tener una identidad nacional fuerte o una gran confianza hacia sus políticos e instituciones. El terreno para la extrema derecha es inhóspito, como se señala en el informe del Real Instituto Elcano, “la excepción española: el fracaso de los grupos de derecha populista pese al paro, la desigualdad y la inmigración”.
El deseo de ruptura con un pasado autoritario donde la libertad era una palabra tabú también explica los destacables resultados del país en numerosos indicadores sociales de carácter progresista, entre los que destacan con fuerza los relativos a los homosexuales (el 71% de los españoles considera que los gais deben poder casarse; mientras que solamente hay un 12% en contra) o la aceptación de los inmigrantes.
Otros estudios, como los del World Values Survey o los del Pew Research Center confirman la debilidad de las posiciones homófobas en España. Así, en el primero de los casos, España lidera junto a Países Bajos y Suecia los indicadores de tolerancia. En el segundo, en su informe ‘The Global Divide on Homosexuality’, se reafirma esta actitud, con un 88% de los españoles, la cifra más alta de todos los países en la encuesta, que considera que la sociedad ha de aceptar la homosexualidad.
La inmigración tampoco es considerada un problema en España. Los datos del estudio de Chatham House muestran que los españoles tienen una mejor imagen de los extranjeros, incluidos refugiados e inmigrantes económicos, que el resto de los países encuestados. Así, España es el único país que tiene una visión más positiva que negativa de la llegada de los refugiados (si bien limitada, con un 26% a favor y un 25% en contra), cuestión que se repite en relación a los inmigrantes económicos (25% a favor y 22% en contra).
Algunos analistas consideraban a principios de siglo que la actitud positiva de los españoles respecto a los extranjeros no era verdadera, sino una consecuencia del escaso número de los mismos y/o de la buena situación económica que vivía el país. Los datos lo desmienten. Desde principios de siglo la población extranjera aumentó en España varios millones (más de un 10%) en apenas unos años, a lo que se le sumó una crisis económica que acababa con el “milagro español”, sin que existiese un correlativo crecimiento sustantivo de las actitudes xenófobas.
Es cierto que para ello ha influido que la mayoría de los inmigrantes tiene el español como lengua materna (los latinoamericanos) o tiene mucha facilidad a la hora de aprenderlo (como es el caso de la comunidad rumana), pero en cualquier caso es motivo de orgullo que no haya aumentado sustancialmente el rechazo a los extranjeros. Como también lo es, sin duda, que España sea un país líder en tolerancia hacia los homosexuales y que la eurofobia no haya campado a sus anchas. No caigamos, no obstante, en los peligros de la autocomplacencia.
Salvador Llaudes es investigador del Real Instituto Elcano.
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