Imagen: La Voz del Sur / Olivia Carballar |
La periodista Olivia Carballar publica 'Yo también soy víctima', donde relata ocho historias de impunidad que contradicen el relato oficial de que la salida de la Dictadura y la llegada de la Democracia fue un proceso ejemplar y pacífico.
Raúl Solís | La Voz del Sur, 2019-01-21
https://www.lavozdelsur.es/los-tiros-impunes-de-la-transicion/
El 7 de mayo de 1981, con la Constitución Española aprobada año y medio antes, un joven almeriense de 24 años, Juan Mañas, que trabajaba en Santander en la empresa pública de Ferrocarriles de Vía Estrecha (FEVE), se monta en un vehículo con dos amigos para cruzar la Península y llegar a su pueblo, Pechina (Almería), para celebrar la comunión de su hermano. Ni el salmantino Luis Cobo (29 años), ni el cántabro Luis Montero (33), ni el almeriense Juan Mañas consiguen llegar a la primera comunión.
Ese mismo día 7 de mayo de 1981 tuvo lugar un atentado de ETA en Madrid, dejando sin vida a los tres militares que acompañaban al General Valenzuela, jefe de Cuarto Militar del Rey, quien acabó malherido. Los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado montan un dispositivo para detener al comando terrorista, pero a quienes detienen, a las 9 horas del 9 de mayo, es a los tres amigos trabajadores que han salido de Santander para llegar a la comunión del hermano de Juan Mañas.
Los tres jóvenes aparecen el domingo 10 de mayo, a las 6 de la mañana, en un barranco de la carretera de Gérgal (Almería). Los cuerpos sin vida han sido calcinados, desmembrados y tienen múltiples balazos. El domingo de la comunión finalmente sería de funeral, no de celebración. Once guardias civiles estuvieron implicados en el caso, pero sólo tres fueron juzgados y condenados por homicidio y no por asesinato.
El teniente coronel de la Guardia Civil Carlos Castillo Quero cumplió la condena en un cuartel militar y no en una prisión ordinaria como indicaba la sentencia. Al salir de prisión, que lo hizo antes gracias a la petición de indulto, recibió varios millones de pesetas procedentes de los fondos reservados para afrontar su futuro una vez expulsado de la Guardia Civil. En lugar de justicia, las familias de estos tres jóvenes recibieron escupitajos de la ultraderecha cuando entraban a la sala donde se desarrolló el juicio.
591 asesinatos políticos
Conocido como Caso Almería, es sólo uno de los 591 asesinatos políticos registrados entre 1975 y 1983 por parte de ETA, los Grapo, organizaciones fascistas, paramilitares o de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, según documentó el periodista Mariano Sánchez Soler en su libro ‘La transición sangrienta. Una historia sangrienta del proceso democrático en España’. A diferencia de las víctimas de ETA, las familias de los tres jóvenes del Caso Almería no han sido consideradas víctimas de terrorismo.
El Caso Almería es uno de los ocho relatos periodísticos que aparecen en el libro ‘Yo también soy víctima. Estampas de la impunidad en la Transición’, publicado por la editorial Atrapasueños, donde la periodista andaluza Olivia Carballar cuenta cómo han vivido las familias de las víctimas: “Sin apoyo, ni consideración, sin justicia, sin verdad, ni reparación”, afirma Carballar, que admite que lo que le empujó a escribir era que “sabía mucho de las víctimas del franquismo pero muy poco de las de la Transición”.
Entre los relatos, además del conocido como Caso Almería, la periodista Olivia Carballar se fija en el sufrimiento de la familia del andalucista malagueño Manuel José García Caparrós, que con 18 años fue asesinado por la policía durante las manifestaciones por la autonomía del 4 de diciembre de 1977. “Mi madre no levantó cabeza, cayó profundamente enferma y a los tres años, con 45 años, murió ella. Nos quedamos tres hermanas solas. Mi padre tampoco estaba para nada y murió también poco tiempo después. Yo tuve que dejar el colegio con 12 años para cuidar a mi madre enferma. No tuve oportunidad en esta vida”, quien cuenta esto se llama Puri García Caparrós, la hermana del mártir de la autonomía andaluza, quien se queja de que no se haya hecho justicia y de que a su casa nunca fue nadie a ayudar a la familia, que quedó marcada por la tragedia.
“Imagina que salga un hijo a la calle que está lleno de vida y que en tres horas te digan que está muerto”, apostilla una de las tres hermanas de Manuel José García Caparrós, quien se queja de que durante 30 años nadie les hiciera caso: “A nuestro lado siempre ha estado Izquierda Unida, desde el minuto uno. Y ahora el PSOE también empieza a estar a nuestro lado”, subraya.
Mirada humana
La periodista Olivia Carballar cuenta las historias con una mirada humana y sensible y pone el foco en cómo ha marcado el silencio y la impunidad a las familias de los asesinados. Otra de las historias que cuenta Carballar es la de Alejandro Ruiz-Huerta Carbonell, el único superviviente vivo de la matanza de los abogados laboralistas de Atocha, que ha contado con juicio, como el Caso Almería, “aunque no se ha hecho justicia”, remarca la autora de ‘Yo también soy víctima. Estampas de la impunidad en la Transición’, que narra en otro capítulo del libro la discreción aún presente en el barrio obrero del Cerro del Águila, en Sevilla capital, donde fue asesinado el militante de CCOO Francisco Rodríguez Ledesma, de un tiro en julio de 1977 delante de una mujer que sigue sin querer contar lo ocurrido y que cerró la puerta de su casa cuando la periodista intentó contactar con ella.
Carballar ha viajado por toda la geografía española para conocer de cerca los testimonios de los amigos y seres queridos de María José Bravo del Valle, una joven de San Sebastián que fue violada y asesinada en 1980 por el Batallón Vasco Español; de los cinco asesinados dentro de la Iglesia San Francisco de Asís de Vitoria, donde la policía entró durante una asamblea de trabajadores tras una jornada de huelga.
También ha viajado hasta Pamplona, donde la Policía Armada disparó en 1978, durante los Sanfermines, contra Germán Rodríguez, militante de la Liga Comunista Revolucionaria; a Tenerife, donde ocho días más tarde del asesinato del malagueño Manuel José García Caparrós fue asesinado el estudiante de Biología Javier Fernández Quesada, de 22 años, quien cayó abatido por la Guardia Civil en la puerta de la Universidad de la Laguna (Tenerife) cuando participaba en un acto de apoyo de la huelga general convocada por los trabajadores de los sectores del tabaco y el transporte.
La periodista espera que, con la publicación de este libro, se haga justicia con las víctimas de la Transición. “Las familias aún no han conseguido que el Estado las considere víctimas del terrorismo. No es admisible que sigamos sin hacer nada”, reflexiona Olivia Carballar, quien cree “estas víctimas están más olvidadas que las de la dictadura, que ya es decir”.
Ese mismo día 7 de mayo de 1981 tuvo lugar un atentado de ETA en Madrid, dejando sin vida a los tres militares que acompañaban al General Valenzuela, jefe de Cuarto Militar del Rey, quien acabó malherido. Los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado montan un dispositivo para detener al comando terrorista, pero a quienes detienen, a las 9 horas del 9 de mayo, es a los tres amigos trabajadores que han salido de Santander para llegar a la comunión del hermano de Juan Mañas.
Los tres jóvenes aparecen el domingo 10 de mayo, a las 6 de la mañana, en un barranco de la carretera de Gérgal (Almería). Los cuerpos sin vida han sido calcinados, desmembrados y tienen múltiples balazos. El domingo de la comunión finalmente sería de funeral, no de celebración. Once guardias civiles estuvieron implicados en el caso, pero sólo tres fueron juzgados y condenados por homicidio y no por asesinato.
El teniente coronel de la Guardia Civil Carlos Castillo Quero cumplió la condena en un cuartel militar y no en una prisión ordinaria como indicaba la sentencia. Al salir de prisión, que lo hizo antes gracias a la petición de indulto, recibió varios millones de pesetas procedentes de los fondos reservados para afrontar su futuro una vez expulsado de la Guardia Civil. En lugar de justicia, las familias de estos tres jóvenes recibieron escupitajos de la ultraderecha cuando entraban a la sala donde se desarrolló el juicio.
591 asesinatos políticos
Conocido como Caso Almería, es sólo uno de los 591 asesinatos políticos registrados entre 1975 y 1983 por parte de ETA, los Grapo, organizaciones fascistas, paramilitares o de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, según documentó el periodista Mariano Sánchez Soler en su libro ‘La transición sangrienta. Una historia sangrienta del proceso democrático en España’. A diferencia de las víctimas de ETA, las familias de los tres jóvenes del Caso Almería no han sido consideradas víctimas de terrorismo.
El Caso Almería es uno de los ocho relatos periodísticos que aparecen en el libro ‘Yo también soy víctima. Estampas de la impunidad en la Transición’, publicado por la editorial Atrapasueños, donde la periodista andaluza Olivia Carballar cuenta cómo han vivido las familias de las víctimas: “Sin apoyo, ni consideración, sin justicia, sin verdad, ni reparación”, afirma Carballar, que admite que lo que le empujó a escribir era que “sabía mucho de las víctimas del franquismo pero muy poco de las de la Transición”.
Entre los relatos, además del conocido como Caso Almería, la periodista Olivia Carballar se fija en el sufrimiento de la familia del andalucista malagueño Manuel José García Caparrós, que con 18 años fue asesinado por la policía durante las manifestaciones por la autonomía del 4 de diciembre de 1977. “Mi madre no levantó cabeza, cayó profundamente enferma y a los tres años, con 45 años, murió ella. Nos quedamos tres hermanas solas. Mi padre tampoco estaba para nada y murió también poco tiempo después. Yo tuve que dejar el colegio con 12 años para cuidar a mi madre enferma. No tuve oportunidad en esta vida”, quien cuenta esto se llama Puri García Caparrós, la hermana del mártir de la autonomía andaluza, quien se queja de que no se haya hecho justicia y de que a su casa nunca fue nadie a ayudar a la familia, que quedó marcada por la tragedia.
“Imagina que salga un hijo a la calle que está lleno de vida y que en tres horas te digan que está muerto”, apostilla una de las tres hermanas de Manuel José García Caparrós, quien se queja de que durante 30 años nadie les hiciera caso: “A nuestro lado siempre ha estado Izquierda Unida, desde el minuto uno. Y ahora el PSOE también empieza a estar a nuestro lado”, subraya.
Mirada humana
La periodista Olivia Carballar cuenta las historias con una mirada humana y sensible y pone el foco en cómo ha marcado el silencio y la impunidad a las familias de los asesinados. Otra de las historias que cuenta Carballar es la de Alejandro Ruiz-Huerta Carbonell, el único superviviente vivo de la matanza de los abogados laboralistas de Atocha, que ha contado con juicio, como el Caso Almería, “aunque no se ha hecho justicia”, remarca la autora de ‘Yo también soy víctima. Estampas de la impunidad en la Transición’, que narra en otro capítulo del libro la discreción aún presente en el barrio obrero del Cerro del Águila, en Sevilla capital, donde fue asesinado el militante de CCOO Francisco Rodríguez Ledesma, de un tiro en julio de 1977 delante de una mujer que sigue sin querer contar lo ocurrido y que cerró la puerta de su casa cuando la periodista intentó contactar con ella.
Carballar ha viajado por toda la geografía española para conocer de cerca los testimonios de los amigos y seres queridos de María José Bravo del Valle, una joven de San Sebastián que fue violada y asesinada en 1980 por el Batallón Vasco Español; de los cinco asesinados dentro de la Iglesia San Francisco de Asís de Vitoria, donde la policía entró durante una asamblea de trabajadores tras una jornada de huelga.
También ha viajado hasta Pamplona, donde la Policía Armada disparó en 1978, durante los Sanfermines, contra Germán Rodríguez, militante de la Liga Comunista Revolucionaria; a Tenerife, donde ocho días más tarde del asesinato del malagueño Manuel José García Caparrós fue asesinado el estudiante de Biología Javier Fernández Quesada, de 22 años, quien cayó abatido por la Guardia Civil en la puerta de la Universidad de la Laguna (Tenerife) cuando participaba en un acto de apoyo de la huelga general convocada por los trabajadores de los sectores del tabaco y el transporte.
La periodista espera que, con la publicación de este libro, se haga justicia con las víctimas de la Transición. “Las familias aún no han conseguido que el Estado las considere víctimas del terrorismo. No es admisible que sigamos sin hacer nada”, reflexiona Olivia Carballar, quien cree “estas víctimas están más olvidadas que las de la dictadura, que ya es decir”.
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