Imagen: El Salto / Adriana Royo |
La sexóloga Adriana Royo argumenta en 'Falos y falacias' que nuestras relaciones sexuales se han convertido en un producto de consumo. En la era de Tinder, la superficialidad se ha instalado en nuestras vidas y ha extendido sus tentáculos hasta el feminismo.
Patricia Reguero | El Salto, 2019-01-31
https://www.elsaltodiario.com/sexualidad/adriana-royo-estamos-consumiendo-cuerpos-y-emociones-solo-por-rellenar-un-vacio-
¿Te engañas? Adriana Royo dice que sí. Es terapeuta y asesora psicológica. Tiene un máster en Sexología y ha publicado recientemente ‘Falos y falacias’ (Arpa Editores, 2018), donde argumenta que, en la era de Tinder, nuestras relaciones sexuales se han convertido en un producto de consumo al que nos apuntamos para generar dopamina, más que para explorar el placer a través del sexo.
Dice que no es antiporno aunque en su libro argumenta que consumirlo contribuye a alimentar lo que considera una mafia: la industria del sexo. También dice que no sabe si nombrarse feminista en un momento en el que el sistema capitalista nos provee con camisetas de Dior feministas a razón de 500 euros la pieza.
En medio de una charla atropellada por las interrupciones propias de un lugar a veces caótico como la redacción de ‘El Salto’, cambia de rol y empieza a preguntarme. “¿Tú te engañas?”.
Sí —contesto—, yo me engaño. Pero no tengo tiempo para pensar en ello. Y, además, soy yo quien hace las preguntas.
P. Pasas de montar una tienda de discos a hacer terapia sexual. ¿Esto cómo ocurre?
R. Mi hermana y yo montamos esta tienda, que era de libros de arte y discos de vinilo. Venía gente, se sentaba, me daban té y me empezaban a contar su vida. Me di cuenta de que no vendía nada pero venía mucha gente a contarme sus cosas y a mí me flipaba. Y pensé: no vas a vender, así que escucha a la gente. Empecé a estudiar, cerramos la tienda y me puse a ello.
P. Muchas y muchos fingimos orgasmos, dices. Y, además, todos nos engañamos. ¿Por qué?
R. Nos autoengañamos, es inevitable. Una parte de nuestro cerebro tiene que adaptarse a veces a unas circunstancias que quizá no le sienten bien, pero esa estrategia es mejor que aceptar la realidad. A veces mantenemos una relación de pareja que, aunque no nos satisface, de alguna manera te aporta algo que percibes como positivo: pagas el alquiler y te proporciona compañía. Fingimos todo el rato por supervivencia.
P. Entonces, la gente llega hasta ti en plan “yo con mi pareja muy bien”, pero es mentira...
R. Exacto, y entonces, antes de decapar, yo tengo que trabajar las resistencias de la otra persona. Muchas personas te dejan llegar hasta un punto, y dicen “de aquí no pasas, porque entonces qué hago yo con mi autoengaño”. Primero tengo que bordear esos sentimientos del otro, ver sus mecanismos de resistencia. Es un ejercicio detectivesco.
P. Vamos a lo más importante que dices en tu libro: las mujeres desconocemos nuestra capacidad para el placer. ¿Qué tenemos que saber?
R. ¡Yo también soy desconocedora de mí misma! Me planteé esto después de hablar con muchas mujeres que dicen “claro que finjo”, y me pregunté: ¿qué sé de mí misma? Empecé a investigar y aprendí que los ovarios miden tres centímetros, qué es el cuello del cérvix o cómo es un útero. En el colegio lo único que te dicen es que tengas cuidado con las ETS y con los embarazos. Culpa y miedo. De pronto empecé a investigar y vi, por fórmulas orientales, el nivel y el misterio de la mujer. Ya no por la capacidad de orgasmo, sino porque tenemos más zonas de placer que el hombre. Y, además de la cantidad, ¿quién te dice que puedes tener un orgasmo de cuello uterino? ¿O quién te dice que si estás tensa porque sufres un abuso sufres una tensión en la espalda?
¿Desde dónde estamos entendiendo las relaciones sexuales? ¿Desde la consciencia? ¿O desde “me la meten y si hay suerte tengo un orgasmo de clítoris”? No me quiero poner muy hippie, pero empecé a estudiar la cultura oriental y mi sensación es que el hombre vio la capacidad de placer de las mujeres y se asustó. He estudiado arte y hay algunos ejemplos de mujeres en trance por el placer sexual. La mujer tiene una capacidad más grande para el placer, pero vivimos inhibidas. Yo no sé tú, pero yo no me he puesto tres meses a estudiar mi cuerpo y ver qué pasa si toco aquí o allá, y otras personas no van a hacerlo por ti. Hay cantidad de opciones que no consideramos, que no nos han enseñado.
P. ¿Qué es un orgasmo de cuello uterino?
R. Sí, se llama “el orgasmo de los enamorados”. Se explica que un orgasmo de clítoris es como abrir la puerta de tu casa; un orgasmo vaginal, que está conectado al clítoris, es dejar que entre en tu casa; y el tercero, el orgasmo de cérvix, se dice que es como presentarle a tu madre, es decir, que hay compromiso y entrega. Se supone, en el caso de una relación entre hombre y mujer, que se juntan el cuello y el pene, y encajan. ¿Te parece muy raro?
P. A veces suena un poco biologicista tu libro, donde hablas de escorpiones, hipopótamos, orangutanes. ¿Qué tenemos que aprender de ellos?
R. Yo no soy bióloga pero cuando veo documentales me parece que hay una parte que recuerda a lo que hacemos los humanos. Por ejemplo, el escorpión se conoce a través de un duelo. Y pensé que, antes de intimar, han sorteado sus miserias y luego te puedes abrir porque el otro ya conoce su intimidad. Creo que hay una parte de supervivencia y de instinto que no tenemos que perder, que a veces estamos un poco sofisticados y perturbados mentalmente y le ponemos mucha floritura al instinto.
Luego te viene gente a terapia y te dice que queda con mucha gente de Tinder y que le da igual cómo se llame. Ahí no están bordeando ninguna intimidad, no está el lubricante de la seducción, con el que tu cuerpo se prepara para abrirse. Me llaman reprimida por decir estas cosas porque parece que estoy en contra de un polvo rápido, pero no tiene nada que ver.
P. ¿Cómo es follar en los tiempos de Tinder?
R. No estoy en contra de Tinder ni de la tecnología, pero pienso en cómo la usamos. Si no hay educación sexual, y no la hay en cómo usar las redes, ¿qué nos vamos a encontrar? Veo a personas que buscan a otras personas con ansiedad, queriendo tapar la ansiedad con orgasmos, o con cantidad. Tengo muchos amigos que mientras hablan conmigo van haciendo así [deslizando, el gesto para seleccionar o descartar personas en Tinder] a ver si alguna da match.
Estamos vendiendo, consumiendo cuerpos y emociones y capitalizando la cantidad en lugar de la calidad de un encuentro solo por rellenar un vacío. Porque somos todos adictos a segregar dopamina constantemente con la novedad, y así no pueden profundizar con alguien, comprometerte. No hablo de hipoteca e hijos sino de sentarte y decir “esto me da miedo, me pasó esto otro”. No profundizamos en casi nada, somos adictos a la superficie porque lo otro nos asusta. Por eso hablo de narcisismo, porque cada vez nos veo más disociados entre lo que sentimos y esa ansiedad por llenar un vacío que nos asusta. Y muchos tapan el vacío con sexo.
P. ¿Y el sexo se ha convertido en un producto?
R. Sí, y más que la sexualidad, las emociones. Porque con la sexualidad buscas compañía. No siempre, y claro que también buscas placer... pero no se siente mucho placer cuando follas desde la ansiedad. Hay placer si estás asociado. Puede tener placer con un desconocido, sí, existe eso. Por eso no juzgo los encuentros con desconocidos sino desde dónde lo estamos haciendo. Y observo mucha ansiedad, mucha tristeza, mucho cansancio porque nunca es suficiente, siempre habrá algo mejor. Estamos todos como agotados y encima tienes que gestionar una red social, es agotador, es como ser un CEO de tu empresa con tu sexualidad.
¿No tienes Tinder?
No. Me lo he bajado para investigar pero me da tanta ansiedad pensar en venderme, hacer la foto…
P. Dices cosas duras contra el porno, como que hasta su consumo esporádico alimenta mafias. ¿Eres una sexóloga antiporno?
R. No. También digo que está bien usarlo de vez en cuando para investigar sobre tu perversión y ver tu parte oscura. Dime qué tipo de porno ves y te diré qué miedos tienes o qué deseos. Me parece interesante si se usa desde ahí. Lo que critico es que la pornografía me parece un arma de control, porque nos disocia, y luego encuentro pacientes que quieren adaptar su realidad de sus relaciones sexuales a esa fantasía del porno, que es una fantasía que te la han implantado. Dejas que tu instinto pertenezca a las productoras. Está bien pensado: si estás insatisfecho, consumes. También te diría que todo lo que hay alrededor del porno es muy bestia.
Soy sexóloga, pero la gente que viene por temas sexuales acaba hablando de temas que no son sexuales sino emocionales. Se acaba hablando de miedo y de dolor. La sexualidad es como una ventana para ver cómo es tu carácter.
P. Pero decir que el consumo esporádico alimenta las mafias... ¿No es demasiado?
R. Un amigo periodista, Ismael López, ha levantado las costras de la mafia y cómo está todo corrompido por el dinero de la prostitución [Ismael López es autor de 'Escúpelo']. Duele verlo. La categoría más buscada en el porno es “violación”. Una prostituta me dijo: “Hace años me gustaba que vinieran chicos jóvenes, pero ahora me asustan porque son los más violentos”. Y creo que algunas feministas le hacen un lavado de cara diciendo “empodérate”. Vas viendo las consecuencias, no soy abolicionista, solo digo que usemos el porno sin que nos use. Antes daba charlas en coles y he visto cómo chavales vírgenes te preguntan qué es un bukkake.
P. ¿Y el porno feminista?
R. No he investigado y no te sabría decir. El capitalismo se lo traga todo, como se ha tragado también el feminismo. ¿Tú qué opinas de esto?
P. Ehhh...
R. Los hombres están demandando un sexo violento y las chicas lo asumen y se someten. Y de repente te dice una “me agarró del pelo y me la metió en el culo y me paralicé”. Y yo veo que no es una sumisión, un juego de roles, sino una especie de abuso, porque ella se queda paralizada. Pero ella piensa “seré una estrecha si no me dejo”. Hay que educar para decir: investiga qué te gusta gusta, dónde quieres poner los límites y si no te gusta, le dices que no. ¿Qué está pasando? ¿Cómo pasamos de la represión de los años 70 a esto, que sigue siendo una represión pero desde la hipersexualización?
P. Cito de tu libro: “El feminismo es una estafa consumista”. Razone su respuesta.
R. Me refiero al feminismo narcisista, esto es: una ‘influencer’ con una camiseta de Dior de 500 pavos y que no se ha planteado qué es el feminismo, pero se proclama feminista porque vende un ideal. Yo critico y juzgo el querer vender un ideal que está hueco. Me pone triste porque estás vendiendo algo que es muy importante y poderoso. Yo aún no he decidido si soy feminista, o no, o qué soy. Necesitaría estudiar la historia del feminismo, hablar con feministas…
P. ¿Crees que algunos y algunas se dicen feministas para conseguir ‘likes’?
R. Completamente. Me interesa tu opinión, dime.
P. Bueno, si te interesa sigue investigando y olvídate de las que reparten carnés de feminista...
R. Mira, por ejemplo [saca un cuaderno]: “Los hombres feministas follan mejor”. ¿Pero esto? ¿Qué es un hombre feminista? ¿Por qué folla mejor? ¿Porque tocáis el clítoris? No me lo creo.
P. Yo creo que algunos tíos enseguida dicen “soy feminista”, Mira, a mí me da respeto decirlo de mí misma...
R. ¿No crees que si lo eres no hace falta que lo proclames?
P. Bueno, sí entiendo que la palabra feminista se ha denostado y decir “soy feminista” sirve para apropiársela.
R. Por eso te digo que se ha adaptado al capitalismo, porque al final se trata de cómo hacer para ganar más puntos.
P. No puedo con las revistas de moda que te hacen el test sobre si eres feminista. A mí el feminismo glam no me interesa, pero hay mucho más...
R. Por eso te digo que necesito investigar, sentarme, porque hay un ‘fast food’ de información, y a mí lo que me llega me parece feminismo industrial. Me gustaría meterme a investigar.
P. Entonces, deduzco que no tienes constancia de que los hombres que se dicen feministas follen mejor...
R. ¡No! ¡Ni las mujeres feministas tampoco!
P. Hay tantas cosas más allá de lo que llamas “feminismo industrial”... Si tienes curiosidad sigue leyendo, sigue buscando... A ver luego cómo edito yo esto.
R. ¿Está yendo mal?
P. No, ¡pero la entrevista consiste en que yo te pregunto a ti!
R. Es que soy preguntona, me he dado cuenta de que quiero ser periodista. [Risas]
P. Vuelvo a mis preguntas. Según cuentas en tu libro: somos narcisistas, frívolos, nos engañamos y follamos mal.
R. Más que follar bien o mal, lo que yo planteo es que nos preguntemos desde dónde estamos follando, qué nos gusta. Que cada uno se pregunte, se sacuda. Vivimos en la época de la imagen y entonces te tienes que preguntar hasta qué punto te identificas con esa imagen. Conozco y tengo encuentros profundos con mucha gente, es maravilloso, me pasa con muchos pacientes.
P. Y tú, ¿te engañas?
R. A saco. ¿Por qué te crees que he escrito esto? Y tú, ¿te engañas?
Dice que no es antiporno aunque en su libro argumenta que consumirlo contribuye a alimentar lo que considera una mafia: la industria del sexo. También dice que no sabe si nombrarse feminista en un momento en el que el sistema capitalista nos provee con camisetas de Dior feministas a razón de 500 euros la pieza.
En medio de una charla atropellada por las interrupciones propias de un lugar a veces caótico como la redacción de ‘El Salto’, cambia de rol y empieza a preguntarme. “¿Tú te engañas?”.
Sí —contesto—, yo me engaño. Pero no tengo tiempo para pensar en ello. Y, además, soy yo quien hace las preguntas.
P. Pasas de montar una tienda de discos a hacer terapia sexual. ¿Esto cómo ocurre?
R. Mi hermana y yo montamos esta tienda, que era de libros de arte y discos de vinilo. Venía gente, se sentaba, me daban té y me empezaban a contar su vida. Me di cuenta de que no vendía nada pero venía mucha gente a contarme sus cosas y a mí me flipaba. Y pensé: no vas a vender, así que escucha a la gente. Empecé a estudiar, cerramos la tienda y me puse a ello.
P. Muchas y muchos fingimos orgasmos, dices. Y, además, todos nos engañamos. ¿Por qué?
R. Nos autoengañamos, es inevitable. Una parte de nuestro cerebro tiene que adaptarse a veces a unas circunstancias que quizá no le sienten bien, pero esa estrategia es mejor que aceptar la realidad. A veces mantenemos una relación de pareja que, aunque no nos satisface, de alguna manera te aporta algo que percibes como positivo: pagas el alquiler y te proporciona compañía. Fingimos todo el rato por supervivencia.
P. Entonces, la gente llega hasta ti en plan “yo con mi pareja muy bien”, pero es mentira...
R. Exacto, y entonces, antes de decapar, yo tengo que trabajar las resistencias de la otra persona. Muchas personas te dejan llegar hasta un punto, y dicen “de aquí no pasas, porque entonces qué hago yo con mi autoengaño”. Primero tengo que bordear esos sentimientos del otro, ver sus mecanismos de resistencia. Es un ejercicio detectivesco.
P. Vamos a lo más importante que dices en tu libro: las mujeres desconocemos nuestra capacidad para el placer. ¿Qué tenemos que saber?
R. ¡Yo también soy desconocedora de mí misma! Me planteé esto después de hablar con muchas mujeres que dicen “claro que finjo”, y me pregunté: ¿qué sé de mí misma? Empecé a investigar y aprendí que los ovarios miden tres centímetros, qué es el cuello del cérvix o cómo es un útero. En el colegio lo único que te dicen es que tengas cuidado con las ETS y con los embarazos. Culpa y miedo. De pronto empecé a investigar y vi, por fórmulas orientales, el nivel y el misterio de la mujer. Ya no por la capacidad de orgasmo, sino porque tenemos más zonas de placer que el hombre. Y, además de la cantidad, ¿quién te dice que puedes tener un orgasmo de cuello uterino? ¿O quién te dice que si estás tensa porque sufres un abuso sufres una tensión en la espalda?
¿Desde dónde estamos entendiendo las relaciones sexuales? ¿Desde la consciencia? ¿O desde “me la meten y si hay suerte tengo un orgasmo de clítoris”? No me quiero poner muy hippie, pero empecé a estudiar la cultura oriental y mi sensación es que el hombre vio la capacidad de placer de las mujeres y se asustó. He estudiado arte y hay algunos ejemplos de mujeres en trance por el placer sexual. La mujer tiene una capacidad más grande para el placer, pero vivimos inhibidas. Yo no sé tú, pero yo no me he puesto tres meses a estudiar mi cuerpo y ver qué pasa si toco aquí o allá, y otras personas no van a hacerlo por ti. Hay cantidad de opciones que no consideramos, que no nos han enseñado.
P. ¿Qué es un orgasmo de cuello uterino?
R. Sí, se llama “el orgasmo de los enamorados”. Se explica que un orgasmo de clítoris es como abrir la puerta de tu casa; un orgasmo vaginal, que está conectado al clítoris, es dejar que entre en tu casa; y el tercero, el orgasmo de cérvix, se dice que es como presentarle a tu madre, es decir, que hay compromiso y entrega. Se supone, en el caso de una relación entre hombre y mujer, que se juntan el cuello y el pene, y encajan. ¿Te parece muy raro?
P. A veces suena un poco biologicista tu libro, donde hablas de escorpiones, hipopótamos, orangutanes. ¿Qué tenemos que aprender de ellos?
R. Yo no soy bióloga pero cuando veo documentales me parece que hay una parte que recuerda a lo que hacemos los humanos. Por ejemplo, el escorpión se conoce a través de un duelo. Y pensé que, antes de intimar, han sorteado sus miserias y luego te puedes abrir porque el otro ya conoce su intimidad. Creo que hay una parte de supervivencia y de instinto que no tenemos que perder, que a veces estamos un poco sofisticados y perturbados mentalmente y le ponemos mucha floritura al instinto.
Luego te viene gente a terapia y te dice que queda con mucha gente de Tinder y que le da igual cómo se llame. Ahí no están bordeando ninguna intimidad, no está el lubricante de la seducción, con el que tu cuerpo se prepara para abrirse. Me llaman reprimida por decir estas cosas porque parece que estoy en contra de un polvo rápido, pero no tiene nada que ver.
P. ¿Cómo es follar en los tiempos de Tinder?
R. No estoy en contra de Tinder ni de la tecnología, pero pienso en cómo la usamos. Si no hay educación sexual, y no la hay en cómo usar las redes, ¿qué nos vamos a encontrar? Veo a personas que buscan a otras personas con ansiedad, queriendo tapar la ansiedad con orgasmos, o con cantidad. Tengo muchos amigos que mientras hablan conmigo van haciendo así [deslizando, el gesto para seleccionar o descartar personas en Tinder] a ver si alguna da match.
Estamos vendiendo, consumiendo cuerpos y emociones y capitalizando la cantidad en lugar de la calidad de un encuentro solo por rellenar un vacío. Porque somos todos adictos a segregar dopamina constantemente con la novedad, y así no pueden profundizar con alguien, comprometerte. No hablo de hipoteca e hijos sino de sentarte y decir “esto me da miedo, me pasó esto otro”. No profundizamos en casi nada, somos adictos a la superficie porque lo otro nos asusta. Por eso hablo de narcisismo, porque cada vez nos veo más disociados entre lo que sentimos y esa ansiedad por llenar un vacío que nos asusta. Y muchos tapan el vacío con sexo.
P. ¿Y el sexo se ha convertido en un producto?
R. Sí, y más que la sexualidad, las emociones. Porque con la sexualidad buscas compañía. No siempre, y claro que también buscas placer... pero no se siente mucho placer cuando follas desde la ansiedad. Hay placer si estás asociado. Puede tener placer con un desconocido, sí, existe eso. Por eso no juzgo los encuentros con desconocidos sino desde dónde lo estamos haciendo. Y observo mucha ansiedad, mucha tristeza, mucho cansancio porque nunca es suficiente, siempre habrá algo mejor. Estamos todos como agotados y encima tienes que gestionar una red social, es agotador, es como ser un CEO de tu empresa con tu sexualidad.
¿No tienes Tinder?
No. Me lo he bajado para investigar pero me da tanta ansiedad pensar en venderme, hacer la foto…
P. Dices cosas duras contra el porno, como que hasta su consumo esporádico alimenta mafias. ¿Eres una sexóloga antiporno?
R. No. También digo que está bien usarlo de vez en cuando para investigar sobre tu perversión y ver tu parte oscura. Dime qué tipo de porno ves y te diré qué miedos tienes o qué deseos. Me parece interesante si se usa desde ahí. Lo que critico es que la pornografía me parece un arma de control, porque nos disocia, y luego encuentro pacientes que quieren adaptar su realidad de sus relaciones sexuales a esa fantasía del porno, que es una fantasía que te la han implantado. Dejas que tu instinto pertenezca a las productoras. Está bien pensado: si estás insatisfecho, consumes. También te diría que todo lo que hay alrededor del porno es muy bestia.
Soy sexóloga, pero la gente que viene por temas sexuales acaba hablando de temas que no son sexuales sino emocionales. Se acaba hablando de miedo y de dolor. La sexualidad es como una ventana para ver cómo es tu carácter.
P. Pero decir que el consumo esporádico alimenta las mafias... ¿No es demasiado?
R. Un amigo periodista, Ismael López, ha levantado las costras de la mafia y cómo está todo corrompido por el dinero de la prostitución [Ismael López es autor de 'Escúpelo']. Duele verlo. La categoría más buscada en el porno es “violación”. Una prostituta me dijo: “Hace años me gustaba que vinieran chicos jóvenes, pero ahora me asustan porque son los más violentos”. Y creo que algunas feministas le hacen un lavado de cara diciendo “empodérate”. Vas viendo las consecuencias, no soy abolicionista, solo digo que usemos el porno sin que nos use. Antes daba charlas en coles y he visto cómo chavales vírgenes te preguntan qué es un bukkake.
P. ¿Y el porno feminista?
R. No he investigado y no te sabría decir. El capitalismo se lo traga todo, como se ha tragado también el feminismo. ¿Tú qué opinas de esto?
P. Ehhh...
R. Los hombres están demandando un sexo violento y las chicas lo asumen y se someten. Y de repente te dice una “me agarró del pelo y me la metió en el culo y me paralicé”. Y yo veo que no es una sumisión, un juego de roles, sino una especie de abuso, porque ella se queda paralizada. Pero ella piensa “seré una estrecha si no me dejo”. Hay que educar para decir: investiga qué te gusta gusta, dónde quieres poner los límites y si no te gusta, le dices que no. ¿Qué está pasando? ¿Cómo pasamos de la represión de los años 70 a esto, que sigue siendo una represión pero desde la hipersexualización?
P. Cito de tu libro: “El feminismo es una estafa consumista”. Razone su respuesta.
R. Me refiero al feminismo narcisista, esto es: una ‘influencer’ con una camiseta de Dior de 500 pavos y que no se ha planteado qué es el feminismo, pero se proclama feminista porque vende un ideal. Yo critico y juzgo el querer vender un ideal que está hueco. Me pone triste porque estás vendiendo algo que es muy importante y poderoso. Yo aún no he decidido si soy feminista, o no, o qué soy. Necesitaría estudiar la historia del feminismo, hablar con feministas…
P. ¿Crees que algunos y algunas se dicen feministas para conseguir ‘likes’?
R. Completamente. Me interesa tu opinión, dime.
P. Bueno, si te interesa sigue investigando y olvídate de las que reparten carnés de feminista...
R. Mira, por ejemplo [saca un cuaderno]: “Los hombres feministas follan mejor”. ¿Pero esto? ¿Qué es un hombre feminista? ¿Por qué folla mejor? ¿Porque tocáis el clítoris? No me lo creo.
P. Yo creo que algunos tíos enseguida dicen “soy feminista”, Mira, a mí me da respeto decirlo de mí misma...
R. ¿No crees que si lo eres no hace falta que lo proclames?
P. Bueno, sí entiendo que la palabra feminista se ha denostado y decir “soy feminista” sirve para apropiársela.
R. Por eso te digo que se ha adaptado al capitalismo, porque al final se trata de cómo hacer para ganar más puntos.
P. No puedo con las revistas de moda que te hacen el test sobre si eres feminista. A mí el feminismo glam no me interesa, pero hay mucho más...
R. Por eso te digo que necesito investigar, sentarme, porque hay un ‘fast food’ de información, y a mí lo que me llega me parece feminismo industrial. Me gustaría meterme a investigar.
P. Entonces, deduzco que no tienes constancia de que los hombres que se dicen feministas follen mejor...
R. ¡No! ¡Ni las mujeres feministas tampoco!
P. Hay tantas cosas más allá de lo que llamas “feminismo industrial”... Si tienes curiosidad sigue leyendo, sigue buscando... A ver luego cómo edito yo esto.
R. ¿Está yendo mal?
P. No, ¡pero la entrevista consiste en que yo te pregunto a ti!
R. Es que soy preguntona, me he dado cuenta de que quiero ser periodista. [Risas]
P. Vuelvo a mis preguntas. Según cuentas en tu libro: somos narcisistas, frívolos, nos engañamos y follamos mal.
R. Más que follar bien o mal, lo que yo planteo es que nos preguntemos desde dónde estamos follando, qué nos gusta. Que cada uno se pregunte, se sacuda. Vivimos en la época de la imagen y entonces te tienes que preguntar hasta qué punto te identificas con esa imagen. Conozco y tengo encuentros profundos con mucha gente, es maravilloso, me pasa con muchos pacientes.
P. Y tú, ¿te engañas?
R. A saco. ¿Por qué te crees que he escrito esto? Y tú, ¿te engañas?
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