Imagen: La Vanguardia |
Hacemos un retrato robot psicológico del hater y explicamos cómo protegerse de sus ataques.
Romina Vallés | La Vanguardia, 2019-01-27
https://www.lavanguardia.com/tecnologia/20181216/453556967580/insultar-redes-acoso-denuncia.html
Una popular influencer sube a Instagram una foto con su nuevo corte de pelo. Al momento, se multiplican por decenas los comentarios del tipo “Horrible”; “Aunque la mona se vista de seda…”; “me sangran los ojos” o “qué mal me cae esta pava”. En ese mismo instante, en el Facebook de La Vanguardia, se emite una entrevista en directo a un actor y humorista. Nada más empezar la conexión, aparecen en pantalla comentarios como “Tiene cara de haber estado de juerga la noche anterior”; “Menuda ‘gilipoyez’”, así escrito, o toda una ristra de comentarios de alto contenido sexual dirigidos a la periodista. [...]
El hater, traducido literalmente como “odiador”, es aquel que ataca con comentarios negativos/ofensivos a alguien a través de las redes sociales. Sin más. Porque aquel personaje público le cae mal, porque no comparte sus ideas o por el motivo que sea. Hay decenas de casos de personajes famosos que han sufrido estos ataques. Solo algunos ejemplos: la bloguera Lovely Pepa recibió ataques en bloque durante años a través de un foro de una publicación de moda. La influencer Dulceida fue duramente criticada en su Instagram por ponerse un vestido que dejaba al descubierto sus piernas en la pasada gala de los Goya. Aitana de O.T. se encontró con despiadados comentarios al publicar su primer libro.
Se suman los casos de Youtubers que han tenido que pedir respeto en varias ocasiones a su audiencia. Incluso están esas terceras personas que han sufrido palos virtuales por acciones ajenas a ellas, como por ejemplo, la novia de Dani Mateo, Yasmina Paiman, que recibió un aluvión de ataques en su Instagram por el mero hecho de ser la pareja del humorista que se sonó con la bandera española.
El hater actúa escudado por una pantalla de ordenador o de móvil, “sin ser consciente de las consecuencias de sus ataques. Porque las tienen, y pueden ser muy graves”, explica Sara García Antúnez, abogada de Stop Haters, la primera asociación creada hace apenas un año para defender a las personas afectadas por el acoso en internet. En ese tiempo ya han recibido más de 1300 peticiones de ayuda contra el ciberacoso.
“El hater, cuando ataca más de tres veces, ya sea en el perfil de la víctima, por email o en sus propias redes (ofendiendo, haciendo un llamamiento contra la víctima o contra un colectivo, por ejemplo, el LGTB) es denunciable, porque entonces ya se considera acoso, y eso es un delito”, explica García. Así, una cosa es opinar -algo que puede molestar al receptor- y la otra ofender de forma reiterada para denigrar e injuriar, o sea, atentar contra la dignidad e integridad física o moral o la reputación de la víctima -bastante más allá de la mera molestia-.
“Nos encontramos de todo, desde una cuenta que roba fotos a alguien para hacerse un perfil de Badoo u otra red social para ligar, a un perfil que constantemente acusa de maltratador o estafador a alguien. Estos casos no son demasiado graves, pero a veces nos llegan personas realmente asustadas, como una chica que recibía fotos de un individuo desde la puerta del trabajo de ella, de su casa, de los sitios que la joven frecuentaba, y le decía ‘mira dónde estoy, estoy aquí mismo’. Resulta que él ni siquiera vivía en España. Lo que pasaba es que ella ponía sus ubicaciones en Instagram, entonces él iba a Google Maps y cogía las fotos de esos mismos sitios y se las mandaba. Para que veas que realmente no somos conscientes de la información personal que publicamos en nuestras redes sociales. Al final, nos pusimos en contacto con el acosador, le dijimos que sabíamos lo que estaba haciendo y que emprenderíamos acciones legales. Se murió de miedo y desapareció”, explica Sara.
¿Y cómo se localiza al hater?
Pues es muy fácil, más de lo que pensamos. Hoy en día, con la dirección IP (un número asociado a nuestra red de internet, para que nos entendamos) se puede descubrir cualquier pastel, se puede saber el origen de cualquier cosa que escribas en internet, un comentario, un email, una foto... porque absolutamente todo queda registrado. Dejamos un rastro virtual, estamos asociados a un email desde donde hemos creado un perfil, a una geolocalización, etc. Además, hay más factores que nos pueden dar pistas: “Todo hater tipo tiene un perfil falso y otro real y siempre, siempre se acaban conectando por lo que sea: por la IP, por el tipo de comentarios, por las horas de publicación, por el uso del mismo lenguaje, hasta por las mismas faltas de ortografía... Muy profesional tiene que ser el hater para no ser desenmascarado”.
Y una vez desenmascarado, sucede algo “sorprendente”, según la abogada: “Hay algunos que, ante nuestro toque de alarma, no contestan, aunque no es lo más frecuente; otros se enfadan como si aquello no fuera con ellos y entonces les tienes que explicar un poco más las consecuencias de sus actos. Pero, por lo general, cuando al acosador le preguntas: ‘¿Si a esta persona la tuvieras delante, cara a cara, le dirías lo mismo?’, la respuesta es rotunda: ‘No’. Así que no lo vuelve a hacer, deja de acosar”.
El problema de este ciberacoso es que muchas veces no se es consciente de que se está sufriendo hasta que es demasiado tarde. “Nuestra asociación nació precisamente por eso, para concienciar de este peligro y para guiar a la víctima, además de darle apoyo psicológico, recopilar información y certificarla por un perito, y decidir qué procedimiento se tira adelante (denuncia o querella -proceso judicial más complejo-). A veces, o no se tienen pruebas suficientes para aportar a la Policía Nacional, que es quien investiga estos casos, y otras hay “pruebas”, entre comillas, porque carecen de valor judicial”, dice Sara.
He aquí algunas capturas de pantalla aportadas por las víctimas a Stop Haters. Entre otras cosas, podemos ver cómo un hater insulta dura y repetidamente a un usuario de Instagram o a una persona enviando wasaps sin cesar a la nueva pareja de su ex en que ataca y acusa a este de maltratador.
¿Qué hay que hacer ante los ataques en redes sociales?
“Lo primero es responder al hater y decirle que no nos ha gustado su comentario, email, la acción que sea y que deje de hacerlo. Eso tendrá validez si luego necesitamos denunciar: será un hecho feaciente que hemos rechazado ese comportamiento. Luego, hay que evitar alimentar más al troll, y no volver a contestarle por mucho que siga atacando. Si sigue, entonces tenemos que bloquearlo. Y si aún así, sigue atacando, ahí entonces hay que denunciar no solo a la policía sino a ese perfil, denunciándolo/reportándolo en la red social que sea, todas ofrecen esa opción”.
Detrás del hater
Pero, ¿quién se esconde realmente detrás de un hater (su objetivo es degradar, hacer bajar la autoestima, perjudicar a alguien), troll (solo comenta por molestar un rato pero no suele ir a más) o ciberacosador (es reincidente)? Intentamos construir su retrato robot con la ayuda de un psicólogo.
“Hablar de un perfil de hater es complicado porque no es como hablar, por ejemplo, de un perfil de un drogadicto. Pero lo que está claro es que son personas que se esconden detrás de una pantalla para cometer ese tipo de acoso. Machacan por machacar, digas blanco o digas negro, Y lo hacen sistemáticamente”, explica Marc Masip, psicólogo especializado en redes sociales y director del programa Deconect@, cuyo objetivo es que los jóvenes aprendan a hacer un uso adecuado del móvil, las redes sociales y los videojuegos.
“Así, un hater es, para empezar, una persona cobarde. Tú puedes hacer una crítica de cualquier cosa, que, en principio, debería ser constructiva, aunque sabemos que, por desgracia, no es así. Para el hater no existe la constructividad: él va más allá: critica y persigue desde la cobardía que implica tener una pantalla de por medio. Suele ser alguien altamente frustrado que, posiblemente tenga pocos intereses o cosas que hacer en su vida anodina (laboral, social, de pareja...). Esto se junta con una baja autoestima. Y mucho tiempo libre. Por eso puede estar tan pendiente de las redes sociales y de su víctima o víctimas”.
El que la acción del hater no vaya a más, depende también, según Masip, de nuestra responsabilidad en las redes sociales: “Es penoso que un ataque virtual se haga divertido y que la gente a veces promueva a estos haters compartiendo sus ataques, retuiteando, dando un me gusta... solo por hacer broma. Cuando damos bombo a los haters, estamos haciendo de haters. Deberían existir leyes más duras que condenen nuestro mal comportamiento tecnológico. Si conduces con el móvil te quitan seis puntos, ¿verdad?. Pues tendría que ser lo mismo en las infracciones de internet”. A eso vamos a continuación. ¿Qué castigo tiene insultar en internet?
El castigo a los haters
El ciberacoso es un delito penal. Puede acarrear cárcel, con penas de prisión de tres meses a dos años, o multa de seis a 24 meses. La pena variará en función de los agravantes de cada caso. Si las injurias están hechas con publicidad (si se propagan en una red social), la pena será mayor. El stalking, por ejemplo, (vigilancia de una persona, contacto o intento de contacto con la misma, uso indebido de los datos personales de un tercero o un atentado contra la libertad personal) puede conllevar una pena de 3 meses a 2 años de prisión, o una multa de 6 a 24 meses. El sexting (envío de contenidos sexuales que posteriormente son difundidos sin consentimiento) pueden ser de 3 meses a un año de prisión, o una multa de 6 a 12 meses, pena que se amplía de 2 a 5 años de prisión en los casos de difusión de imágenes que se hayan obtenido sin el consentimiento de la víctima.
La solución
“Quiero pensar que la solución está en la educación”, explica Sara García de Stop Haters. “Los menores deben ser conscientes de que desde detrás de una pantalla se puede hacer el mismo daño que en persona. Los adultos tienen que entender de una vez por todas que no se pueden apoyar en la libertad de expresión para insultar, que tu libertad de expresión termina donde empieza la mía, y que insultar es un delito. Lo alentador es que cada vez tenemos más llamadas de colegios y eso me parece muy relevante porque significa que la propia sociedad quiere saber qué está pasando aquí”.
Otra de las soluciones para acabar con los haters es la prevención: “Ubicarte en determinado lugar cuando estás de vacaciones es ponérselo a huevo a los amigos de los ajeno”. Aunque sea de cajón, a veces parece que nos vaya la vida en el hecho de ubicarnos. “Hay que tener cuidado con esto, ya seas famoso o no. A veces nos vienen influencers, actores, personajes famosos... a consultarnos y siempre les decimos lo mismo: ‘¿Es realmente importante que pongas tu ubicación cuando asistes a tal o cual evento?’”.
Además, es básico leerse el apartado de “Privacidad” que hay en cualquier red social o evitar responder a mensajes de desconocidos, sobre todo si se ve claramente que tienen un fin sexual. El sentido común, ese gran olvidado muchas veces, es el mejor aliado, tanto de las víctimas potenciales de un hater, como del propio hater: sabiendo ahora que su acción es delito, mejor contar hasta diez antes de odiar.
El hater, traducido literalmente como “odiador”, es aquel que ataca con comentarios negativos/ofensivos a alguien a través de las redes sociales. Sin más. Porque aquel personaje público le cae mal, porque no comparte sus ideas o por el motivo que sea. Hay decenas de casos de personajes famosos que han sufrido estos ataques. Solo algunos ejemplos: la bloguera Lovely Pepa recibió ataques en bloque durante años a través de un foro de una publicación de moda. La influencer Dulceida fue duramente criticada en su Instagram por ponerse un vestido que dejaba al descubierto sus piernas en la pasada gala de los Goya. Aitana de O.T. se encontró con despiadados comentarios al publicar su primer libro.
Se suman los casos de Youtubers que han tenido que pedir respeto en varias ocasiones a su audiencia. Incluso están esas terceras personas que han sufrido palos virtuales por acciones ajenas a ellas, como por ejemplo, la novia de Dani Mateo, Yasmina Paiman, que recibió un aluvión de ataques en su Instagram por el mero hecho de ser la pareja del humorista que se sonó con la bandera española.
El hater actúa escudado por una pantalla de ordenador o de móvil, “sin ser consciente de las consecuencias de sus ataques. Porque las tienen, y pueden ser muy graves”, explica Sara García Antúnez, abogada de Stop Haters, la primera asociación creada hace apenas un año para defender a las personas afectadas por el acoso en internet. En ese tiempo ya han recibido más de 1300 peticiones de ayuda contra el ciberacoso.
“El hater, cuando ataca más de tres veces, ya sea en el perfil de la víctima, por email o en sus propias redes (ofendiendo, haciendo un llamamiento contra la víctima o contra un colectivo, por ejemplo, el LGTB) es denunciable, porque entonces ya se considera acoso, y eso es un delito”, explica García. Así, una cosa es opinar -algo que puede molestar al receptor- y la otra ofender de forma reiterada para denigrar e injuriar, o sea, atentar contra la dignidad e integridad física o moral o la reputación de la víctima -bastante más allá de la mera molestia-.
“Nos encontramos de todo, desde una cuenta que roba fotos a alguien para hacerse un perfil de Badoo u otra red social para ligar, a un perfil que constantemente acusa de maltratador o estafador a alguien. Estos casos no son demasiado graves, pero a veces nos llegan personas realmente asustadas, como una chica que recibía fotos de un individuo desde la puerta del trabajo de ella, de su casa, de los sitios que la joven frecuentaba, y le decía ‘mira dónde estoy, estoy aquí mismo’. Resulta que él ni siquiera vivía en España. Lo que pasaba es que ella ponía sus ubicaciones en Instagram, entonces él iba a Google Maps y cogía las fotos de esos mismos sitios y se las mandaba. Para que veas que realmente no somos conscientes de la información personal que publicamos en nuestras redes sociales. Al final, nos pusimos en contacto con el acosador, le dijimos que sabíamos lo que estaba haciendo y que emprenderíamos acciones legales. Se murió de miedo y desapareció”, explica Sara.
¿Y cómo se localiza al hater?
Pues es muy fácil, más de lo que pensamos. Hoy en día, con la dirección IP (un número asociado a nuestra red de internet, para que nos entendamos) se puede descubrir cualquier pastel, se puede saber el origen de cualquier cosa que escribas en internet, un comentario, un email, una foto... porque absolutamente todo queda registrado. Dejamos un rastro virtual, estamos asociados a un email desde donde hemos creado un perfil, a una geolocalización, etc. Además, hay más factores que nos pueden dar pistas: “Todo hater tipo tiene un perfil falso y otro real y siempre, siempre se acaban conectando por lo que sea: por la IP, por el tipo de comentarios, por las horas de publicación, por el uso del mismo lenguaje, hasta por las mismas faltas de ortografía... Muy profesional tiene que ser el hater para no ser desenmascarado”.
Y una vez desenmascarado, sucede algo “sorprendente”, según la abogada: “Hay algunos que, ante nuestro toque de alarma, no contestan, aunque no es lo más frecuente; otros se enfadan como si aquello no fuera con ellos y entonces les tienes que explicar un poco más las consecuencias de sus actos. Pero, por lo general, cuando al acosador le preguntas: ‘¿Si a esta persona la tuvieras delante, cara a cara, le dirías lo mismo?’, la respuesta es rotunda: ‘No’. Así que no lo vuelve a hacer, deja de acosar”.
El problema de este ciberacoso es que muchas veces no se es consciente de que se está sufriendo hasta que es demasiado tarde. “Nuestra asociación nació precisamente por eso, para concienciar de este peligro y para guiar a la víctima, además de darle apoyo psicológico, recopilar información y certificarla por un perito, y decidir qué procedimiento se tira adelante (denuncia o querella -proceso judicial más complejo-). A veces, o no se tienen pruebas suficientes para aportar a la Policía Nacional, que es quien investiga estos casos, y otras hay “pruebas”, entre comillas, porque carecen de valor judicial”, dice Sara.
He aquí algunas capturas de pantalla aportadas por las víctimas a Stop Haters. Entre otras cosas, podemos ver cómo un hater insulta dura y repetidamente a un usuario de Instagram o a una persona enviando wasaps sin cesar a la nueva pareja de su ex en que ataca y acusa a este de maltratador.
¿Qué hay que hacer ante los ataques en redes sociales?
“Lo primero es responder al hater y decirle que no nos ha gustado su comentario, email, la acción que sea y que deje de hacerlo. Eso tendrá validez si luego necesitamos denunciar: será un hecho feaciente que hemos rechazado ese comportamiento. Luego, hay que evitar alimentar más al troll, y no volver a contestarle por mucho que siga atacando. Si sigue, entonces tenemos que bloquearlo. Y si aún así, sigue atacando, ahí entonces hay que denunciar no solo a la policía sino a ese perfil, denunciándolo/reportándolo en la red social que sea, todas ofrecen esa opción”.
Detrás del hater
Pero, ¿quién se esconde realmente detrás de un hater (su objetivo es degradar, hacer bajar la autoestima, perjudicar a alguien), troll (solo comenta por molestar un rato pero no suele ir a más) o ciberacosador (es reincidente)? Intentamos construir su retrato robot con la ayuda de un psicólogo.
“Hablar de un perfil de hater es complicado porque no es como hablar, por ejemplo, de un perfil de un drogadicto. Pero lo que está claro es que son personas que se esconden detrás de una pantalla para cometer ese tipo de acoso. Machacan por machacar, digas blanco o digas negro, Y lo hacen sistemáticamente”, explica Marc Masip, psicólogo especializado en redes sociales y director del programa Deconect@, cuyo objetivo es que los jóvenes aprendan a hacer un uso adecuado del móvil, las redes sociales y los videojuegos.
“Así, un hater es, para empezar, una persona cobarde. Tú puedes hacer una crítica de cualquier cosa, que, en principio, debería ser constructiva, aunque sabemos que, por desgracia, no es así. Para el hater no existe la constructividad: él va más allá: critica y persigue desde la cobardía que implica tener una pantalla de por medio. Suele ser alguien altamente frustrado que, posiblemente tenga pocos intereses o cosas que hacer en su vida anodina (laboral, social, de pareja...). Esto se junta con una baja autoestima. Y mucho tiempo libre. Por eso puede estar tan pendiente de las redes sociales y de su víctima o víctimas”.
El que la acción del hater no vaya a más, depende también, según Masip, de nuestra responsabilidad en las redes sociales: “Es penoso que un ataque virtual se haga divertido y que la gente a veces promueva a estos haters compartiendo sus ataques, retuiteando, dando un me gusta... solo por hacer broma. Cuando damos bombo a los haters, estamos haciendo de haters. Deberían existir leyes más duras que condenen nuestro mal comportamiento tecnológico. Si conduces con el móvil te quitan seis puntos, ¿verdad?. Pues tendría que ser lo mismo en las infracciones de internet”. A eso vamos a continuación. ¿Qué castigo tiene insultar en internet?
El castigo a los haters
El ciberacoso es un delito penal. Puede acarrear cárcel, con penas de prisión de tres meses a dos años, o multa de seis a 24 meses. La pena variará en función de los agravantes de cada caso. Si las injurias están hechas con publicidad (si se propagan en una red social), la pena será mayor. El stalking, por ejemplo, (vigilancia de una persona, contacto o intento de contacto con la misma, uso indebido de los datos personales de un tercero o un atentado contra la libertad personal) puede conllevar una pena de 3 meses a 2 años de prisión, o una multa de 6 a 24 meses. El sexting (envío de contenidos sexuales que posteriormente son difundidos sin consentimiento) pueden ser de 3 meses a un año de prisión, o una multa de 6 a 12 meses, pena que se amplía de 2 a 5 años de prisión en los casos de difusión de imágenes que se hayan obtenido sin el consentimiento de la víctima.
La solución
“Quiero pensar que la solución está en la educación”, explica Sara García de Stop Haters. “Los menores deben ser conscientes de que desde detrás de una pantalla se puede hacer el mismo daño que en persona. Los adultos tienen que entender de una vez por todas que no se pueden apoyar en la libertad de expresión para insultar, que tu libertad de expresión termina donde empieza la mía, y que insultar es un delito. Lo alentador es que cada vez tenemos más llamadas de colegios y eso me parece muy relevante porque significa que la propia sociedad quiere saber qué está pasando aquí”.
Otra de las soluciones para acabar con los haters es la prevención: “Ubicarte en determinado lugar cuando estás de vacaciones es ponérselo a huevo a los amigos de los ajeno”. Aunque sea de cajón, a veces parece que nos vaya la vida en el hecho de ubicarnos. “Hay que tener cuidado con esto, ya seas famoso o no. A veces nos vienen influencers, actores, personajes famosos... a consultarnos y siempre les decimos lo mismo: ‘¿Es realmente importante que pongas tu ubicación cuando asistes a tal o cual evento?’”.
Además, es básico leerse el apartado de “Privacidad” que hay en cualquier red social o evitar responder a mensajes de desconocidos, sobre todo si se ve claramente que tienen un fin sexual. El sentido común, ese gran olvidado muchas veces, es el mejor aliado, tanto de las víctimas potenciales de un hater, como del propio hater: sabiendo ahora que su acción es delito, mejor contar hasta diez antes de odiar.
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