martes, 12 de abril de 2022

#hemeroteca #gestacionsubrogada #justicia | “Yo gestaría”

Google Imágenes / Javier Cámara //

“Yo gestaría”.

Laura Freixas | La Vanguardia, 2022-04-12

https://www.lavanguardia.com/opinion/20220412/8193225/gestaria.html 

¿Recuerdan la campaña “Yo gestaría”? Consistía en vídeos de mujeres que se grababan a sí mismas diciendo: “Yo gestaría para ayudar a alguien a formar su familia”, “Yo gestaría por alguien a quien quiero mucho”, “Yo gestaría para aportar mi granito de arena en una sociedad que a veces da asco”... La organizó la asociación Son Nuestros Hijos en el 2018, el año en que Ciudadanos presentó una proposición de ley para legalizar la gestación subrogada (GS).

Aquel intento no prosperó, debido al fin de la legislatura. Pero el asunto sigue en el candelero. Hoy por hoy, España no permite la GS... pero si se hace en el extranjero, una instrucción de la Dirección de Registros y Notariado emitida en el 2010 permite inscribir al bebé como propio. O permitía: la semana pasada, el Tribunal Supremo se pronunció en contra, tanto de la inscripción como de la GS en sí. Porque implica, dicen, “daño al interés del menor y explotación de la mujer”.

Pero ¿acaso la mujer no tiene derecho a disponer de su cuerpo? ¿No habíamos quedado en que “Nosotras parimos, nosotras decidimos”?, un lema feminista en favor del aborto que Son Nuestros Hijos usó en defensa de la subrogación. ¿Y la libertad?

¿Qué libertad? La de quedarnos embarazadas como y de quien queramos, las mujeres ya la tenemos. Los contratos de GS lo que hacen es precisamente restringirla, concediendo a los “padres de intención” el derecho a tomar todas las decisiones. “Se obliga a la mujer”, señala el Supremo, describiendo el contrato tipo en estos casos, “a someterse a tratamientos médicos que ponen en riesgo su salud; se regulan cuestiones como la interrupción del embarazo o la reducción embrionaria [aborto selectivo en caso de embarazo múltiple], cómo será el parto (por cesárea), qué puede comer o beber, se le prohíben las relaciones sexuales, se le restringe la libertad de movimiento y residencia” (los contratos estipulan adónde puede o debe desplazarse y en compañía de quién), y así sucesivamente. La cosa llega al punto de que si entra en coma, la decisión sobre si debe seguir o no con vida queda en manos de quien ha contratado su embarazo.

Y que, por cierto, ni siquiera necesita aportar material genético propio. Cada vez más personas encargan un bebé simple­mente pagando: compran óvulos y espermatozoides y alquilan una “gestante”. Es el caso de la mujer a la que se refiere la sentencia del Supremo, española que contrató a una “gestante” en México. Aunque la subrogación sea ilegal en su país de residencia, en este caso España, saben que el chantaje al que someten al Estado: el niño o niña ya existe, necesita papeles... es eficaz, o lo ha sido hasta ahora.

¿“Libertad”? ¿En nombre de la “libertad” se puede encargar un bebé, como quien encarga un mueble comprando la madera y los clavos y alquilando un ebanista? No permitimos la “libertad” de renunciar a vacaciones o al salario mínimo, ¿y vamos a legalizar contratos que ponen en manos de terceros (gratis o pagando, el contrato es el mismo) la vida sexual, la alimentación, la decisión de abortar, la de morir? Pero ¿qué es esto?

Esto es esclavitud. Que una sociedad civilizada no puede tolerar, aunque se hiciera libremente, como no toleraríamos un pacto por el que alguien, por ejemplo, pidiera un préstamo y se obligara, en caso de no reembolsarlo, a darle un bebé a su acreedor o a ser su esclavo durante nueve meses. No es cuestión de “regularlo para evitar abusos”: el abuso es el objeto mismo del contrato.

La campaña “Yo gestaría” terminó, pero la actitud subyacente continúa. En televisión, redes sociales, prensa, en el teatro, en discursos políticos... nos presentan a “parejas españolas angustiadas esperando que nazca su bebé en Ucrania”, a famosos que exhiben su felicidad tras “ser padres por vientre de alquiler”, a “familias diversas” que, solo por serlo, ya son incuestionables. Por todas partes oímos solamente la voz de los “padres” contratantes, nunca de la de las madres contratadas, las llamadas “gestantes” (por supuesto, las de “Yo gestaría” nunca gestaron; solo se colgaron la medalla). Los cuales, claro, nos dan una visión de azúcar, puesta de sol y violines, para hacer digerible la esclavitud, al menos la que se ejerce lejos, a nuestras escrupulosas conciencias.

Así estaban las cosas cuando vino el Tribunal Supremo a recordarnos que la gestación subrogada es por definición “inhumana y degradante” para la madre y el menor, “tratados como simples mercancías”. Ya era hora. Bienvenido sea ese pistoletazo en el concierto.

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