'Bros' se parece mucho a una película de 'Meg Ryan'. Solo que, en lugar de conocerse en una bonita librería de Manhattan o en lo más alto del Empire State Building al filo de la medianoche, sus protagonistas se encuentran en un club nocturno lleno de cuerpos musculosos durante la presentación de The Zellweger, una ‘app’ de citas en la que los usuarios hablan de actrices famosas y otras divas gays antes de irse al catre. Si la broma no le ha hecho gracia, forma parte de la inmensa mayoría de espectadores que consideraron que esta comedia romántica, la primera de temática homosexual producida por un estudio de Hollywood, no era para ellos.
La película se estrenó hace un mes en Estados Unidos con buenas críticas y después de una enfática campaña promocional que subrayaba su carácter histórico. “Es un momento monumental”, aseguró su protagonista y guionista, Billy Eichner, revelado gracias al programa de entrevistas callejeras 'Billy on the Street', que llegó a decir que las películas como ‘Bros’ eran “el futuro”. El problema fue que el público no acudió a la cita. Su primer fin de semana en taquilla fue calamitoso. Cinco semanas después, ha recaudado menos de 12 millones de dólares, la mitad de lo que costó. Sin contar unos 30 millones más en promoción, cifra considerable que indica lo mucho que Universal apostaba por ‘Bros’. En España no le ha ido mejor. Estrenada el viernes pasado, recaudó solo 34.000 euros durante el fin de semana, pese a poder verse en casi 200 cines. Quedó en 16ª posición, con el peor promedio por sala de la clasificación y por debajo de ‘Argentina, 1985’, estrenada cinco semanas antes, que se podía ver solo en 37 pantallas y que ya estaba disponible en alguna plataforma.
¿A quién hay que culpar ante ese fracaso? Eichner no tiene ninguna duda. “Incluso con críticas entusiastas y excelentes puntuaciones en Rotten Tomatoes, los heterosexuales, especialmente en ciertas partes del país, no han ido a verla”, dijo en Twitter, instando a hacerlo a todo aquel que no fuera “un bicho raro homófobo”. El director Nicholas Stoller le secundó: “Los hombres gays son los únicos que han visto la película”. La paradoja es que 'Bros' es un producto de laboratorio diseñado para gustar a un público mayoritario. Producida por un pope del género como Judd Apatow,
es una copia literal de los modelos heteronormativos y está cortada con el patrón dramatúrgico de las comedias románticas de toda la vida.
Lo mismo sucedía en otros productos recientes como 'Fire Island' (Disney+), sobre un grupo de amigos de vacaciones en ese cotizado destino del turismo gay, o 'Desparejado' (Netflix), la serie protagonizada por un homosexual recién separado que descubre las lindezas de la soltería a los 40. Ambas siguen la misma estrategia que el caballo de Troya: usar recetas familiares para no alienar al público y luego ‘adulterarlas’ con temas LGBTI. ‘Fire Island’ no deja de ser un cruce de ‘Orgullo y prejuicio’ y ‘Supersalidos’, solo que con escenas ambientadas en un cuarto oscuro y chistes sobre la PrEP, y 'Desparejado' es un calco gay de ‘Sexo en Nueva York’ bajo la batuta del mismo creador, Darren Star, que hizo ruido mediático pero tampoco obtuvo buenas métricas. Tres meses después de su estreno, no tiene asegurada una segunda temporada.
Pese a los innegables avances sociales y a la voluntad exhibida por una industria que aspira a contar historias más diversas que en el pasado, ¿sigue siendo lo LGTBI un estigma comercial? Los directores españoles que trabajan con estos temas sospechan que sí. “Se sigue considerando que hacemos productos de nicho. Es lo primero que dicen las plataformas y las cadenas. Lo que pasa es que ese nicho es cada vez más grande”, expresa Héctor Lozano, creador de la serie 'Merlí', que contaba con varios personajes LGTBI, encabezados por Pol y Bruno, dos jóvenes que vivían una larga historia durante cuatro temporadas, lo que no frenó su éxito. “Era una serie gay pero ‘heterofriendly’. Los LGTBI estaban encajados en un mundo mayoritariamente heterosexual, como sucede en la vida real. Creo que eso influyó en su éxito, porque todo el mundo se veía representado en algún personaje. Mi intención siempre fue gustar a un público amplio y no solo al gay”, expresa Lozano.
Tras varios cortos de tema lésbico, la joven Zaida Carmona debuta como directora en 'La amiga de mi amiga', comedia de enredo que se estrenará a comienzos de 2023. “Es una película underground, por su presupuesto ínfimo, pero también ‘mainstream’, porque es una comedia romántica. Quise que fuera una película muy bollera, una celebración de mi identidad, pero también que trascendiera el entorno LGBTI”, afirma Carmona. “Llevo toda la vida viendo relatos heterosexuales que yo, como lesbiana, consumo con normalidad. ¿Por qué no puede suceder lo contrario? Es importante generar referentes fuera de nuestro círculo”. Aunque sabe que solo algunas películas logran salir de él. Y no es casualidad que casi siempre sean historias trágicas, de ‘Brokeback Mountain’ a ‘Moonlight’, pasando por
la moda efímera de los dramas lésbicos de época, como ‘Ammonite’ o ‘Retrato de una mujer en llamas’. “Nuestro relato siempre se construye desde lo dramático. Cuando una película habla de nosotros desde la celebración, parece que moleste. Solo gustan los buenos gais y lesbianas, que suelen ser los mártires o, como mucho, las comparsas graciosas del protagonista”.
Antes de triunfar con 'La trinchera infinita', Jose Mari Goenaga codirigió ‘En 80 días’, la historia de un amor lésbico en la tercera edad rodado en euskera. No era una película con gran potencial comercial, por lo que su temática no importó a ETB, que la financió. “Con otros inversores más poderosos sí hubiera sido un problema. Y, una vez terminada, hubo gente de nuestro entorno que nos hizo entender que no iría a verla”, recuerda. “A veces, los que hacemos cine vivimos en una burbuja”. Apunta también a los gustos y referentes distintos para cada grupo en un mercado cada vez más segmentado. “Mis socios, que son heterosexuales, no saben quién es RuPaul. Eso sucede incluso en nuestro entorno más íntimo, donde hay cosas que no les suenan de nada. Por otra parte, los nuevos modelos de consumo pronuncian todavía más esta fragmentación: el algoritmo te aconseja cosas parecidas a las que hayas visto antes”, dice Goenaga, que estos días trabaja en la posproducción de una serie sobre Balenciaga para Disney+, que abordará la homosexualidad del diseñador “de manera explícita”.
El director Adrián Silvestre, que ha firmado dos películas sobre personajes trans como 'Sedimentos' y ‘Mi vacío y yo’, señala “las resistencias del sistema de financiación” en España, que tiende a penalizar lo que no es mayoritario. “El yugo al que estamos sometidos los que hacemos cine LGTBI es la dificultad para dar un paso adelante y trabajar con grandes presupuestos. Cuando tu película se considera demasiado de nicho, no obtienes muchas ayudas públicas, al depender de las televisiones, por ejemplo, que siempre buscan un público masivo”, apunta Silvestre desde el Festival de Tel Aviv, donde presenta su nuevo filme. “Suelo retratar vidas no normativas, pero soy consciente de que no puedo trabajar para una minoría. Tienen que ser digeribles para el mayor número de espectadores, o me arriesgo a que mi circuito se vuelva demasiado limitado y que no pueda seguir haciendo cine”.
Otra cuestión importante es que el cine y la televisión ya no tienen el mismo papel que en otros tiempos para las minorías sexuales. “En los ochenta y noventa buscábamos el cine gay por dos motivos:
la visibilidad y la mirada erótica”, opina
Alberto Mira, profesor en la Brookes University de Oxford y autor de distintos volúmenes sobre cine homosexual. “Hoy ambas cosas se hacen por otros canales que el cine. Las películas solían ser centrales en el proceso de identidad y afirmación. Hoy ya no lo son”. Es decir, que nunca ha habido tanto contenido LGBTI al alcance de todos, como demuestran series como ‘Love Victor’, ‘Heartstopper’, el nuevo ‘Queer as Folk’, ‘It’s a Sin’ o, en España, 'Veneno' y 'Maricón perdido', pero eso no significa que los espectadores se hayan multiplicado por milagro, sino que las plataformas han entendido el interés de cuidar sus ‘microaudiencias’.
“Todavía hay prejuicios, pero cada vez menos. El público femenino, por ejemplo, es muy sensible a estas temáticas”, apunta Lozano, que prefiere escudarse en el optimismo. “Veo un futuro donde los hombres heterosexuales lograrán disfrutar con una historia gay”, confía. “Tengo una idea en el cajón. No me la compró nadie hace dos años, pero lo voy a volver a intentar. Y esta vez creo que lo conseguiré”. Mientras tanto, los neófitos pueden ir familiarizándose con conceptos como Grindr, ‘Glee’, Abercrombie & Fitch, Debra Messing y otras materias primas de este subtipo de humor. Tal vez, en ese caso, a Billy Eichner le vaya mejor en el futuro.