Imagen: 20 Minutos / Fundación 26 de Diciembre |
La homofobia social e institucional vivida durante décadas es un lastre que pesa en el colectivo de mayores LGTB cuando se adentran en la tercera edad. La que debía ser la edad de oro, es para muchos gais una etapa de gran soledad con un gran riesgo a la precariedad social. En Madrid, la Fundación 26 de Diciembre, especializada en mayores LGTB, minimizan el aislamiento que sufren muchas personas del colectivo.
Yolanda Marín | 20 Minutos, 2016-02-29
http://www.20minutos.es/noticia/2660001/0/mayores-gay-lgtb/fundacion-26-diciembre/homosexualidad/
Son las 2 de la tarde. En el corazón del castizo Lavapiés, el olor a cocido traspasa la puerta del número 27 de la calle del Amparo. Dentro, unas 20 personas aguardan en una larga mesa, como de celebraciones de antaño, a que Brenda coloque el primer plato, el de la sopa con fideos. No son familia, pero la mayoría comparte haber vivido más de medio siglo y guardar en su memoria décadas de represión por su orientación sexual.
Además del aroma al guiso madrileño, entre las cuatro paredes llenas de farolillos, fotos de folclóricas y banderas con los colores del arcoíris, en la sede de la Fundación 26 de Diciembre, -entidad especializada en el colectivo de mayores LGTB (lesbianas, gais, bisexuales y personas transgénero)- también huele a libertad. Aquí todos lucen y hablan de su orientación sexual sin reparos, la misma que algunos, adentrándose en la tercera edad, no han mostrado aún a sus familiares o vecinos. Otros cuentan cómo un día salieron del armario para siempre, rompiendo el amor eterno que juraron en su 'falso' matrimonio y dando conocer a sus hijos su verdadero yo.
Víctor (nombre ficticio), prejubilado de 55 años, prefiere mantenerse en el anonimato. Él no ha salido del armario para muchos de sus familiares. Vive solo en un pueblo a las afueras de Madrid y teme que sus vecinos lo reconozcan por la prensa. Bajo sus canas guarda años de secretos y dramas sobre su invisible sexualidad. En la Fundación 26 de Diciembre ha encontrado un lugar donde paliar su impuesta clausura y aprovecha los jueves de cocido del programa 'No comas solo, no comas sola', ideado para mitigar la soledad del colectivo de mayores LGTB, para acudir a la terapia psicológica que le brindan desde la organización.
"Me quedé sin padre a los diez años, pero mi madre sí llegó a saber que era gay antes de morir. En el pueblo, donde jugaba por igual a juegos de niños y niñas, ya me lo llamaban. Me llamaban esa palabra que me da cosa hasta pronunciarla porque me ha hecho mucho daño", relata Víctor. Ahora, rumbo a la vejez, cuenta que ha tenido una vida muy dura: "He trabajado desde los 14 años en construcción, limpieza, jardinería... y había días que cuando esto se me venía a la mente -refiriéndose a su homosexualidad- me hundía en el pozo, no era capaz de levantarme de la cama para ir a trabajar. Aquí cada uno tiene su historia". De su pasado habla con tristeza, pero tiene fuerzas y ganas infinitas de dar un giro a su vida: "En el pueblo donde vivo me estoy muy solo y ahora me gustaría encontrar pareja. Si viviera aquí en Madrid sería diferente, porque meterlo de sopetón en mi casa... para mis vecinos del pueblo sería fatal."
"Por tu orientación sexual eras un delincuente, enfermo y pecador"
Esta soledad de la que habla Víctor es un mal común para muchos gais y lesbianas que caminan hacia la que se sobreentiende como ‘edad de oro’, y una de las razones de existencia de la Fundación que ideó Federico Armenteros, de 58 años, cuando se quedó en paro después de una vida trabajando como educador social. “Has nacido en una situación que por tu orientación sexual eres un delincuente, enfermo y pecador. Nos atacaban desde tres ángulos. Y la Iglesia todavía sigue hoy en día", explica Federico.
Él era conocedor de las necesidades a las que se enfrenta el colectivo de mayores LGTB cuando creó esta organización en 2010. Vivió en primera persona ocultar su homosexualidad durante décadas, casarse con una mujer, tener una hija y salir del armario para siempre. "Yo no salí, lo quemé", bromea.
El presidente de esta fundación que cuenta hoy con más de 400 socios retrata cómo ese bagaje de “homofobia social e institucional” del siglo pasado ha sido arrastrado durante años por el colectivo. “Sabes que no has sido aceptado en tu familia, en el colegio, en el trabajo, porque siempre has sido el maricón del tercero. Que te digan que eres enfermo, años tras años... ¿qué provoca? Personas muy vulnerables, con depresiones muy grandes que no se creen con derechos porque lo han interiorizado toda su vida”. El nombre de la organización engloba todo este lastre social que les hizo perder injustamente el derecho a vivir su identidad y su sexualidad con dignidad: el 26 de diciembre de 1978 fue el día en el que se modificó la ley franquista que tipificaba a la homosexualidad como un delito penado con cárcel.
A Federico le impactó mucho ver a gente mayor LGTB que preferían el suicidio antes de ir a una residencia. "Lo viven como una normalidad y piensan que con 70 u 80 años no pueden volver al armario, ahora que han sentido la libertad". Tampoco en los centros de mayores "se sienten integrados porque no se reconoce la diversidad. Estamos educados en una sociedad heteronormativa”.
"Soy gay, seropositivo y maduro"
Comiendo el cocido también está Manuel (nombre ficticio), de 70 años. "Soy gay, seropositivo, maduro y tengo una salud muy precaria. Aquí me dan servicio psicológico, van a mi casa y me ayudan a limpiar y mantener el orden. Si estoy ingresado en el hospital se ocupan de mí y me acompañan”, comenta este inmigrante exiliado en España desde hace más 20 años.
El apoyo psicológico no es el único servicio. También ofrecen de la mano de expertos apoyo social, asesoramiento médico o acompañamiento y atención a domicilio a personas en situación de vulnerabilidad. Y en proyecto tienen ser un centro autorizado para personas dependientes LGTB, servicio de teleasistencia o dar atención sociopsicológica en prisiones. Además, la Fundación posee un programa de voluntarios para el acompañamiento en los hospitales de las personas del colectivo, muchos con dolencias propias de la avanzada edad: “Cuando acuden al médico o les operan vamos nosotros como familiares. Aquí somos todas primas. No hay ningún problema”, explica el presidente de la fundación.
“En general todos los mayores estamos abandonados, pero los del colectivo LGTB más, nos pesa la soledad porque no tenemos hijos, no tenemos familia, se nos ha apartado todo el mundo de nosotros. Las personas que queríamos han muerto, las personas que teníamos alrededor no están. No salen de sus casas, viven en un aislamiento muy fuerte…”, matiza Armenteros.
“Me gustó el ambiente, la gente, el trato...”
Brenda Palacios sale de la cocina y coloca en la mesa los segundos platos, los de garbanzos con carne y verduras del cocido. Ella, además de colaboradora y usuaria de la fundación, vive en uno de los cuatro pisos tutelados del Ayuntamiento de Madrid que gestiona la organización para personas en situación de vulnerabilidad del colectivo de mayores LGTB.
Brenda, peruana de 60 años, es transexual. Llamó a la sede en la calle del Amparo para que le asesoraran sobre temas legales de extranjería. “Desde entonces, hace más de un año, no me he separado de acá. Me gustó el ambiente, la gente, el trato...”.
Para ella, la transexualidad dejó de ser un escollo el día que se negó a seguir las imposiciones de su familia: “Mis papás me quisieron meter al Ejército y yo decidí irme de casa con 15 años y hacer mi vida sola. Eso sí, con parejas estables, He tenido tres”. Esta inmigrante recalca que su aspecto femenino le ha beneficiado para no tener que enfrentarse a la transfobia: “Mucho tiene que ver la apariencia del ser humano, del cómo te ven”. Desde hace cuatro años vive en España, “acá quiero vivir mi vida más plena”.
"Hay una actividad sexual mayor en el colectivo y eso te da aire"
Para afrontar esta soledad propia de las personas LGTB en la tercera edad, el gran objetivo de la Fundación 26 de Diciembre es construir un residencial -"que no residencia"- para mayores LGBT. “Nosotros estamos en contra de las residencias, hay que superarlas. Ahí, sentadito todo el día, como si fueras un niño pequeño", explica el presidente de la fundación.
Por ello pretenden pasar el final de sus vidas en apartamentos con servicios más adaptados, más manejables, con biblioteca, cafetería, restaurante, salones para ver el cine en comunidad.... "No es una cuestión nueva, los hacen los americanos, los nórdicos, alemanes o ingleses" .
Y hay un plus importante: "En la ley de residencias está contemplado el derecho a la sexualidad de las personas y ésta es una parte muy importante en los mayores LGTB, tanto como que no se termina. Hay una actividad sexual mayor en el colectivo, y eso te da aire, porque es vida. Por lo menos tenemos eso”.
Domingos de guateque y 'flechas del amor'
Tras el postre, la actividad sigue en el llamado 'comedor de la casa de la abuelX' (“con X porque no tiene género”). Alrededor de la mesa, ahora con manteles de cuadros rojos, algunos de los socios hablan sobre sus actividades en el programa de voluntariado. Toca el turno del café con pastas.
Eduardo Rey, prejubilado de 62 años, es uno de los voluntarios. Él explica que tuvo "huevos" para mostrar su orientación sexual a principios de los 80. "En el año 82 yo ya vivía con mi pareja. Cierto es que yo tenía mi propia tienda y no tuve que aguantar nada en el trabajo. Ahora veo a dos chicos por la calle de la mano, o besándose, y pienso que ojalá tuviera esos 20 años para vivir más libremente". Y añade que una escena así, tristemente, aún es fácil de ver en muchos rincones de España, sobre todo en las ciudades más pequeñas, "la mentalidad de los pueblos es algo estático".
Entre sorbos de café de puchero y tetera también está María Sánchez, de 53 años, quien se define como "heteroflexible". "A mí afectivamente no me atraen las mujeres, de momento. Solo para mis prácticas sexuales". Por su discapacidad, causada por la artritis reumatoide que padece desde hace años, esta entidad le ofrece ayuda a domicilio cuando lo solicita. María es vecina del barrio, y no por casualidad. Cuando quedó viuda decidió mudarse cerca de los que siente como familia. "Aquí no me siento rara. Aprendo inglés, informática...".
El ocio y el aprendizaje también es otro de los fuertes de esta organización para mayores. Hay teatro, idiomas, informática, reiki, 'la comida de la abuelx' . Esta se celebra en domingo, mismo día que hacen otra de sus actividades más lúdicas.
“Algunos domingos estamos haciendo guateques, ¿por qué no? Bailamos, con las patatitas, las coca-colas.... ¿La canción que más suena? ‘Las flechas del amor’. Son las cosas de nuestra generación”, concluye Federico.
Además del aroma al guiso madrileño, entre las cuatro paredes llenas de farolillos, fotos de folclóricas y banderas con los colores del arcoíris, en la sede de la Fundación 26 de Diciembre, -entidad especializada en el colectivo de mayores LGTB (lesbianas, gais, bisexuales y personas transgénero)- también huele a libertad. Aquí todos lucen y hablan de su orientación sexual sin reparos, la misma que algunos, adentrándose en la tercera edad, no han mostrado aún a sus familiares o vecinos. Otros cuentan cómo un día salieron del armario para siempre, rompiendo el amor eterno que juraron en su 'falso' matrimonio y dando conocer a sus hijos su verdadero yo.
Víctor (nombre ficticio), prejubilado de 55 años, prefiere mantenerse en el anonimato. Él no ha salido del armario para muchos de sus familiares. Vive solo en un pueblo a las afueras de Madrid y teme que sus vecinos lo reconozcan por la prensa. Bajo sus canas guarda años de secretos y dramas sobre su invisible sexualidad. En la Fundación 26 de Diciembre ha encontrado un lugar donde paliar su impuesta clausura y aprovecha los jueves de cocido del programa 'No comas solo, no comas sola', ideado para mitigar la soledad del colectivo de mayores LGTB, para acudir a la terapia psicológica que le brindan desde la organización.
"Me quedé sin padre a los diez años, pero mi madre sí llegó a saber que era gay antes de morir. En el pueblo, donde jugaba por igual a juegos de niños y niñas, ya me lo llamaban. Me llamaban esa palabra que me da cosa hasta pronunciarla porque me ha hecho mucho daño", relata Víctor. Ahora, rumbo a la vejez, cuenta que ha tenido una vida muy dura: "He trabajado desde los 14 años en construcción, limpieza, jardinería... y había días que cuando esto se me venía a la mente -refiriéndose a su homosexualidad- me hundía en el pozo, no era capaz de levantarme de la cama para ir a trabajar. Aquí cada uno tiene su historia". De su pasado habla con tristeza, pero tiene fuerzas y ganas infinitas de dar un giro a su vida: "En el pueblo donde vivo me estoy muy solo y ahora me gustaría encontrar pareja. Si viviera aquí en Madrid sería diferente, porque meterlo de sopetón en mi casa... para mis vecinos del pueblo sería fatal."
"Por tu orientación sexual eras un delincuente, enfermo y pecador"
Esta soledad de la que habla Víctor es un mal común para muchos gais y lesbianas que caminan hacia la que se sobreentiende como ‘edad de oro’, y una de las razones de existencia de la Fundación que ideó Federico Armenteros, de 58 años, cuando se quedó en paro después de una vida trabajando como educador social. “Has nacido en una situación que por tu orientación sexual eres un delincuente, enfermo y pecador. Nos atacaban desde tres ángulos. Y la Iglesia todavía sigue hoy en día", explica Federico.
Él era conocedor de las necesidades a las que se enfrenta el colectivo de mayores LGTB cuando creó esta organización en 2010. Vivió en primera persona ocultar su homosexualidad durante décadas, casarse con una mujer, tener una hija y salir del armario para siempre. "Yo no salí, lo quemé", bromea.
El presidente de esta fundación que cuenta hoy con más de 400 socios retrata cómo ese bagaje de “homofobia social e institucional” del siglo pasado ha sido arrastrado durante años por el colectivo. “Sabes que no has sido aceptado en tu familia, en el colegio, en el trabajo, porque siempre has sido el maricón del tercero. Que te digan que eres enfermo, años tras años... ¿qué provoca? Personas muy vulnerables, con depresiones muy grandes que no se creen con derechos porque lo han interiorizado toda su vida”. El nombre de la organización engloba todo este lastre social que les hizo perder injustamente el derecho a vivir su identidad y su sexualidad con dignidad: el 26 de diciembre de 1978 fue el día en el que se modificó la ley franquista que tipificaba a la homosexualidad como un delito penado con cárcel.
A Federico le impactó mucho ver a gente mayor LGTB que preferían el suicidio antes de ir a una residencia. "Lo viven como una normalidad y piensan que con 70 u 80 años no pueden volver al armario, ahora que han sentido la libertad". Tampoco en los centros de mayores "se sienten integrados porque no se reconoce la diversidad. Estamos educados en una sociedad heteronormativa”.
"Soy gay, seropositivo y maduro"
Comiendo el cocido también está Manuel (nombre ficticio), de 70 años. "Soy gay, seropositivo, maduro y tengo una salud muy precaria. Aquí me dan servicio psicológico, van a mi casa y me ayudan a limpiar y mantener el orden. Si estoy ingresado en el hospital se ocupan de mí y me acompañan”, comenta este inmigrante exiliado en España desde hace más 20 años.
El apoyo psicológico no es el único servicio. También ofrecen de la mano de expertos apoyo social, asesoramiento médico o acompañamiento y atención a domicilio a personas en situación de vulnerabilidad. Y en proyecto tienen ser un centro autorizado para personas dependientes LGTB, servicio de teleasistencia o dar atención sociopsicológica en prisiones. Además, la Fundación posee un programa de voluntarios para el acompañamiento en los hospitales de las personas del colectivo, muchos con dolencias propias de la avanzada edad: “Cuando acuden al médico o les operan vamos nosotros como familiares. Aquí somos todas primas. No hay ningún problema”, explica el presidente de la fundación.
“En general todos los mayores estamos abandonados, pero los del colectivo LGTB más, nos pesa la soledad porque no tenemos hijos, no tenemos familia, se nos ha apartado todo el mundo de nosotros. Las personas que queríamos han muerto, las personas que teníamos alrededor no están. No salen de sus casas, viven en un aislamiento muy fuerte…”, matiza Armenteros.
“Me gustó el ambiente, la gente, el trato...”
Brenda Palacios sale de la cocina y coloca en la mesa los segundos platos, los de garbanzos con carne y verduras del cocido. Ella, además de colaboradora y usuaria de la fundación, vive en uno de los cuatro pisos tutelados del Ayuntamiento de Madrid que gestiona la organización para personas en situación de vulnerabilidad del colectivo de mayores LGTB.
Brenda, peruana de 60 años, es transexual. Llamó a la sede en la calle del Amparo para que le asesoraran sobre temas legales de extranjería. “Desde entonces, hace más de un año, no me he separado de acá. Me gustó el ambiente, la gente, el trato...”.
Para ella, la transexualidad dejó de ser un escollo el día que se negó a seguir las imposiciones de su familia: “Mis papás me quisieron meter al Ejército y yo decidí irme de casa con 15 años y hacer mi vida sola. Eso sí, con parejas estables, He tenido tres”. Esta inmigrante recalca que su aspecto femenino le ha beneficiado para no tener que enfrentarse a la transfobia: “Mucho tiene que ver la apariencia del ser humano, del cómo te ven”. Desde hace cuatro años vive en España, “acá quiero vivir mi vida más plena”.
"Hay una actividad sexual mayor en el colectivo y eso te da aire"
Para afrontar esta soledad propia de las personas LGTB en la tercera edad, el gran objetivo de la Fundación 26 de Diciembre es construir un residencial -"que no residencia"- para mayores LGBT. “Nosotros estamos en contra de las residencias, hay que superarlas. Ahí, sentadito todo el día, como si fueras un niño pequeño", explica el presidente de la fundación.
Por ello pretenden pasar el final de sus vidas en apartamentos con servicios más adaptados, más manejables, con biblioteca, cafetería, restaurante, salones para ver el cine en comunidad.... "No es una cuestión nueva, los hacen los americanos, los nórdicos, alemanes o ingleses" .
Y hay un plus importante: "En la ley de residencias está contemplado el derecho a la sexualidad de las personas y ésta es una parte muy importante en los mayores LGTB, tanto como que no se termina. Hay una actividad sexual mayor en el colectivo, y eso te da aire, porque es vida. Por lo menos tenemos eso”.
Domingos de guateque y 'flechas del amor'
Tras el postre, la actividad sigue en el llamado 'comedor de la casa de la abuelX' (“con X porque no tiene género”). Alrededor de la mesa, ahora con manteles de cuadros rojos, algunos de los socios hablan sobre sus actividades en el programa de voluntariado. Toca el turno del café con pastas.
Eduardo Rey, prejubilado de 62 años, es uno de los voluntarios. Él explica que tuvo "huevos" para mostrar su orientación sexual a principios de los 80. "En el año 82 yo ya vivía con mi pareja. Cierto es que yo tenía mi propia tienda y no tuve que aguantar nada en el trabajo. Ahora veo a dos chicos por la calle de la mano, o besándose, y pienso que ojalá tuviera esos 20 años para vivir más libremente". Y añade que una escena así, tristemente, aún es fácil de ver en muchos rincones de España, sobre todo en las ciudades más pequeñas, "la mentalidad de los pueblos es algo estático".
Entre sorbos de café de puchero y tetera también está María Sánchez, de 53 años, quien se define como "heteroflexible". "A mí afectivamente no me atraen las mujeres, de momento. Solo para mis prácticas sexuales". Por su discapacidad, causada por la artritis reumatoide que padece desde hace años, esta entidad le ofrece ayuda a domicilio cuando lo solicita. María es vecina del barrio, y no por casualidad. Cuando quedó viuda decidió mudarse cerca de los que siente como familia. "Aquí no me siento rara. Aprendo inglés, informática...".
El ocio y el aprendizaje también es otro de los fuertes de esta organización para mayores. Hay teatro, idiomas, informática, reiki, 'la comida de la abuelx' . Esta se celebra en domingo, mismo día que hacen otra de sus actividades más lúdicas.
“Algunos domingos estamos haciendo guateques, ¿por qué no? Bailamos, con las patatitas, las coca-colas.... ¿La canción que más suena? ‘Las flechas del amor’. Son las cosas de nuestra generación”, concluye Federico.
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