Imagen: El País |
Las autoridades ofrecen a los inmigrantes plazas de acogida en la misma zona o en otros centros del país.
Gabriela Cañas | El País, 2016-02-29
http://internacional.elpais.com/internacional/2016/02/29/actualidad/1456751566_297707.html
Las autoridades francesas han iniciado esta mañana el desmantelamiento de una parte del campamento de Calais. En la llamada Jungla de Calais viven en condiciones insalubres más de 3.000 refugiados a la espera de poder cruzar el canal de la Mancha. Con el realojo de sus habitantes en caravanas con calefacción en la misma zona o su traslado a centros de acogida dispersos por todo el país, Francia pretende terminar con un campamento convertido en símbolo de la miseria y las dificultades que viven los inmigrantes y refugiados en su suelo y, de paso, reducir la tensión social en la zona. Las organizaciones humanitarias, sin embargo, denuncian la violencia con la que se está realizando la operación.
La policía ha entrado en la Jungla de Calais a las nueve de la mañana. La consigna desde el Ministerio del Interior es la de no emplear la violencia, sino la persuasión. La mayoría de los habitantes del asentamiento se niega a abandonar la zona, tan próxima a su meta británica. Ocho organizaciones humanitarias intentaron paralizar el desalojo recurriendo a la Justicia, pero el jueves pasado una juez, tras visitar el campamento, dio la luz verde al desmantelamiento de la zona sur donde todavía se alzan las miserables guaridas de plástico.
Este lunes, a medida que algunos de sus moradores acceden a abandonar las chabolas en las que duermen, unos operarios se encargan de tirarlas y despejar las húmedas dunas donde están instaladas. Por orden judicial, en pie solo quedarán los refugios comunes -también levantados por los inmigrantes-, como la iglesia, la escuela o la biblioteca. A lo largo de la mañana, la tensión ha ido creciendo. Varias chabolas han sido pasto de las llamas, algunos inmigrantes han lanzado piedras a la policía y esta ha llegado a lanzar alguna granada lacrimógena. "Una de ellas le ha dado a un niño en la pierna", asegura una voluntaria de la organización Solidaridad Laica, que se queja de que la policía no está permitiendo el paso a las ONG. "No quieren testigos", protesta.
Movilizaciones
Aunque la idea, según el Gobierno, es evitar que la gente siga viviendo al raso, Francia ha vivido en los últimos meses una gran movilización contra la existencia de la Jungla, pero también contra su desmantelamiento. Los refugiados (sirios, afganos, paquistaníes, sudaneses...) no quieren abandonar la zona, y muchos han huido hacia el norte. Bélgica, temerosa de que se instalara en su suelo otra jungla, impuso controles fronterizos el martes de la semana pasada. Desde entonces, la policía del país vecino ha devuelto a Francia a 619 personas, según informa France Presse.
Buena parte de los refugiados también se niegan a ser trasladados a centros de acogida de otras zonas de Francia porque, como condición previa, deben ser identificados. A partir de ese momento, si deciden pedir asilo deben hacerlo en Francia, cuando su objetivo es hacerlo en Reino Unido. Las ONG temen que el miedo y los desalojos empeoren sus condiciones de vida.
Desde finales de año, tras una primera sentencia judicial que obligaba a proveer a los refugiados de servicios higiénicos mínimos, el ministerio del Interior ha enviado a decenas de refugiados a otros centros de Francia y, desde enero, caravanas y contenedores con calefacción han acogido a cientos de ellos en el mismo lugar. Algunos de los hoy desalojados irán a parar a estas estrechas instalaciones situadas en el norte del campamento. El actual desmantelamiento, que afectará a entre 800 y 2.000 personas, durará varias semanas. El ministerio de la Vivienda va a proporcionar 500 plazas adicionales, según ha anunciado esta misma mañana, pero todavía quedarán chabolas en pie en otras zonas de la Jungla.
Las insalubres condiciones de vida de los refugiados y los peligrosos asaltos a barcos y camiones que cruzan el Canal, en los que a veces se dejan la vida, han generado tensiones en la zona, donde está fuertemente implantado el Frente Nacional. Situada a cinco kilómetros del centro de Calais, la Jungla ha sido durante años un campamento al raso en el que ahora las organizaciones estiman que viven 3.450 personas; de ellas, 438 menores no acompañados.
La policía ha entrado en la Jungla de Calais a las nueve de la mañana. La consigna desde el Ministerio del Interior es la de no emplear la violencia, sino la persuasión. La mayoría de los habitantes del asentamiento se niega a abandonar la zona, tan próxima a su meta británica. Ocho organizaciones humanitarias intentaron paralizar el desalojo recurriendo a la Justicia, pero el jueves pasado una juez, tras visitar el campamento, dio la luz verde al desmantelamiento de la zona sur donde todavía se alzan las miserables guaridas de plástico.
Este lunes, a medida que algunos de sus moradores acceden a abandonar las chabolas en las que duermen, unos operarios se encargan de tirarlas y despejar las húmedas dunas donde están instaladas. Por orden judicial, en pie solo quedarán los refugios comunes -también levantados por los inmigrantes-, como la iglesia, la escuela o la biblioteca. A lo largo de la mañana, la tensión ha ido creciendo. Varias chabolas han sido pasto de las llamas, algunos inmigrantes han lanzado piedras a la policía y esta ha llegado a lanzar alguna granada lacrimógena. "Una de ellas le ha dado a un niño en la pierna", asegura una voluntaria de la organización Solidaridad Laica, que se queja de que la policía no está permitiendo el paso a las ONG. "No quieren testigos", protesta.
Movilizaciones
Aunque la idea, según el Gobierno, es evitar que la gente siga viviendo al raso, Francia ha vivido en los últimos meses una gran movilización contra la existencia de la Jungla, pero también contra su desmantelamiento. Los refugiados (sirios, afganos, paquistaníes, sudaneses...) no quieren abandonar la zona, y muchos han huido hacia el norte. Bélgica, temerosa de que se instalara en su suelo otra jungla, impuso controles fronterizos el martes de la semana pasada. Desde entonces, la policía del país vecino ha devuelto a Francia a 619 personas, según informa France Presse.
Buena parte de los refugiados también se niegan a ser trasladados a centros de acogida de otras zonas de Francia porque, como condición previa, deben ser identificados. A partir de ese momento, si deciden pedir asilo deben hacerlo en Francia, cuando su objetivo es hacerlo en Reino Unido. Las ONG temen que el miedo y los desalojos empeoren sus condiciones de vida.
Desde finales de año, tras una primera sentencia judicial que obligaba a proveer a los refugiados de servicios higiénicos mínimos, el ministerio del Interior ha enviado a decenas de refugiados a otros centros de Francia y, desde enero, caravanas y contenedores con calefacción han acogido a cientos de ellos en el mismo lugar. Algunos de los hoy desalojados irán a parar a estas estrechas instalaciones situadas en el norte del campamento. El actual desmantelamiento, que afectará a entre 800 y 2.000 personas, durará varias semanas. El ministerio de la Vivienda va a proporcionar 500 plazas adicionales, según ha anunciado esta misma mañana, pero todavía quedarán chabolas en pie en otras zonas de la Jungla.
Las insalubres condiciones de vida de los refugiados y los peligrosos asaltos a barcos y camiones que cruzan el Canal, en los que a veces se dejan la vida, han generado tensiones en la zona, donde está fuertemente implantado el Frente Nacional. Situada a cinco kilómetros del centro de Calais, la Jungla ha sido durante años un campamento al raso en el que ahora las organizaciones estiman que viven 3.450 personas; de ellas, 438 menores no acompañados.
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