Imagen: Wikipedia / Luis Zapata |
La novela de Luis Zapata se impuso al escarnio público y a la censura hasta confirmarse 40 años después como un clásico de la literatura gay en español.
Elías Camhaji | El País, 2019-07-24
https://elpais.com/cultura/2019/07/16/actualidad/1563235183_555787.html
'El vampiro de la Colonia Roma' irrumpió hace 40 años con polémica en la escena editorial. La publicación de una novela sobre las andanzas, desventuras y borracheras de un prostituto joven en la escena nocturna de los setenta fue demasiado para la sociedad mexicana de la época. Hubo censura y dilapidación moralina. Gran parte de las librerías y las tiendas departamentales se negaron a venderla. Otros exhibidores optaron por cubrirla con una bolsa de plástico para saciar los morbos de cientos de lectores que se apresuraron a comprarla o siquiera hojearla sin ser descubiertos. La academia y los escritores del ‘establishment’ la destrozaron, además, por su osada propuesta narrativa, alejada de los cánones contemporáneos. "Fue una bomba: ofendió a las 'buenas mentes', ilustró una Ciudad de México desconocida y, sobre todo, demostró que era buena literatura, por eso fue un parteaguas, un ‘bestseller’ y un clásico", afirma Michael Schuessler, prologuista de la edición de aniversario.
La obra de Luis Zapata se publicó en 1979, 10 años después de los disturbios de Stonewall en Nueva York —el acto germinal de la lucha por los derechos de la población LGTB en Occidente— y un año después de la primera manifestación gay en México. "Aparece en un momento en el que ser homosexual era desdeñable, por decir lo menos", señala Schuessler. Las letras mexicanas estaban dominadas por el estilo posrevolucionario, en las décadas que siguieron a la Revolución mexicana que concluyó en 1920, que forjaron autores del peso de Juan Rulfo, José Revueltas, Octavio Paz y Carlos Fuentes. En los márgenes, otros escritores, catalogados peyorativamente en la llamada Literatura de la onda, querían dar voz a los movimientos de los sesentas y retratar con un estilo directo y realista las ansías de cambio y los gritos de libertad que se fraguaban en las grandes ciudades del país y del mundo.
Zapata, entonces un joven escritor de 28 años, mezcló la herencia de la novela picaresca con los temas y el estilo de la contracultura para narrar la vida de Adonis García, un huérfano de un republicano español exiliado y una madre provinciana a la que prácticamente no conoció. ‘El vampiro de la Colonia Roma’ no fue el primer libro de temática homosexual de México, pero sí la primera novela gay sin apologías. "No era la típica historia melodramática y suicida de dos amantes que pagan el precio de ser homosexuales, es un retrato frontal y real de un ‘chichifo’ (prostituto) de los setenta", apunta Schuessler. El pícaro de Zapata, inspirado en Osiris Pérez, un icono de la escena homosexual del México de los setenta, consumía drogas, bebía sin parar, contraía gonorrea, espiaba a hombres en los baños públicos, cachondeaba con policías para salirse con la suya.
La novela se estructura en siete capítulos, supuestas cintas de conversaciones con Adonis-Osiris. No tiene un arco narrativo definido, no utiliza prácticamente signos de puntuación ni mayúsculas. Es un monólogo entrañable y real. Cada relato de desmadre, adicciones y fragilidad emocional se enmarca en un epígrafe con referencias a clásicos como el español ‘El lazarillo de Tormes’ o ‘El periquillo sarniento’, de México. El libro está plagado de pinceladas cinematográficas y musicales, como pequeños homenajes a Rocío Dúrcal y Angélica María. Y dibuja una geografía de la clandestinidad a la que estaban confinadas las minorías sexuales de la época: tugurios, cines, saunas y bares de tiendas departamentales que son el mundo de ‘jotos’ orgullosos, ‘mayates’ pendencieros y ‘cuinas’ que se niegan a salir del armario.
"Ese es el carácter de la novela que el lector se dispone a disfrutar: una superficie textual resbaladiza, quizá un poquito demasiado llamativa, obscena por momentos, chistosa, pero sobre todo sabia, cachonda, flexible, desbordante de una sensibilidad intensa, alegre, y extrañamente acogedora", escribe el poeta y ensayista Julián Herbert en el epílogo. Su estilo explosivo y su genealogía literaria le valieron el premio Grijalbo de 1978. Zapata, un escritor tímido y reacio a las entrevistas, ha sostenido que nunca buscó el escándalo ni el éxito de ventas y que no le incomoda que se le identifique con ‘El vampiro’, pese a contar con un acerbo prolífico que incluye colaboraciones en revistas, películas y obras de teatro. A 40 años de su publicación, este clásico ‘queer’ es un reflejo de una realidad desafiante, entrañable y que aún pone a temblar a los sectores más conservadores de la sociedad.
La obra de Luis Zapata se publicó en 1979, 10 años después de los disturbios de Stonewall en Nueva York —el acto germinal de la lucha por los derechos de la población LGTB en Occidente— y un año después de la primera manifestación gay en México. "Aparece en un momento en el que ser homosexual era desdeñable, por decir lo menos", señala Schuessler. Las letras mexicanas estaban dominadas por el estilo posrevolucionario, en las décadas que siguieron a la Revolución mexicana que concluyó en 1920, que forjaron autores del peso de Juan Rulfo, José Revueltas, Octavio Paz y Carlos Fuentes. En los márgenes, otros escritores, catalogados peyorativamente en la llamada Literatura de la onda, querían dar voz a los movimientos de los sesentas y retratar con un estilo directo y realista las ansías de cambio y los gritos de libertad que se fraguaban en las grandes ciudades del país y del mundo.
Zapata, entonces un joven escritor de 28 años, mezcló la herencia de la novela picaresca con los temas y el estilo de la contracultura para narrar la vida de Adonis García, un huérfano de un republicano español exiliado y una madre provinciana a la que prácticamente no conoció. ‘El vampiro de la Colonia Roma’ no fue el primer libro de temática homosexual de México, pero sí la primera novela gay sin apologías. "No era la típica historia melodramática y suicida de dos amantes que pagan el precio de ser homosexuales, es un retrato frontal y real de un ‘chichifo’ (prostituto) de los setenta", apunta Schuessler. El pícaro de Zapata, inspirado en Osiris Pérez, un icono de la escena homosexual del México de los setenta, consumía drogas, bebía sin parar, contraía gonorrea, espiaba a hombres en los baños públicos, cachondeaba con policías para salirse con la suya.
La novela se estructura en siete capítulos, supuestas cintas de conversaciones con Adonis-Osiris. No tiene un arco narrativo definido, no utiliza prácticamente signos de puntuación ni mayúsculas. Es un monólogo entrañable y real. Cada relato de desmadre, adicciones y fragilidad emocional se enmarca en un epígrafe con referencias a clásicos como el español ‘El lazarillo de Tormes’ o ‘El periquillo sarniento’, de México. El libro está plagado de pinceladas cinematográficas y musicales, como pequeños homenajes a Rocío Dúrcal y Angélica María. Y dibuja una geografía de la clandestinidad a la que estaban confinadas las minorías sexuales de la época: tugurios, cines, saunas y bares de tiendas departamentales que son el mundo de ‘jotos’ orgullosos, ‘mayates’ pendencieros y ‘cuinas’ que se niegan a salir del armario.
"Ese es el carácter de la novela que el lector se dispone a disfrutar: una superficie textual resbaladiza, quizá un poquito demasiado llamativa, obscena por momentos, chistosa, pero sobre todo sabia, cachonda, flexible, desbordante de una sensibilidad intensa, alegre, y extrañamente acogedora", escribe el poeta y ensayista Julián Herbert en el epílogo. Su estilo explosivo y su genealogía literaria le valieron el premio Grijalbo de 1978. Zapata, un escritor tímido y reacio a las entrevistas, ha sostenido que nunca buscó el escándalo ni el éxito de ventas y que no le incomoda que se le identifique con ‘El vampiro’, pese a contar con un acerbo prolífico que incluye colaboraciones en revistas, películas y obras de teatro. A 40 años de su publicación, este clásico ‘queer’ es un reflejo de una realidad desafiante, entrañable y que aún pone a temblar a los sectores más conservadores de la sociedad.
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