viernes, 19 de julio de 2019

#hemeroteca #ocionocturno | Ricardo Urgell: “No he vuelto a entrar en Pachá, tanto es el dolor que siento”

Imagen: La Vanguardia / Ricardo Urgell
Ricardo Urgell: “No he vuelto a entrar en Pachá, tanto es el dolor que siento”.
Conocido como ‘el arquitecto de la noche’, construyó el mayor imperio de ocio nocturno que haya habido, de Sitges a Macao, de Ibiza a Dubái, bajo la imagen de las cerezas. Su sueño sería poder comprar más tiempo.
Andrés Guerra | La Vanguardia, 2019-07-19
https://www.lavanguardia.com/gente/20190718/463530240749/ricardo-urgell-pacha.html

Ricardo Urgell (Barcelona, 1937) nació en una familia acomodada de la calle Escipió, en Sant Gervasi. Con bisabuelo, abuelo y tío abuelo que fueron reconocidos pintores y un padre ingeniero y fabricante de motos, él se adentró en la veintena estudiando Arquitectura y regentando un negocio de esquí acuático que le permitía ligar mucho e ir ganando algo de dinero. Supo cuál era su vocación escuchando ‘Black is black’ en la sala Tiffany’ de Sitges y en 1965 se asoció a Tito Clarasó para abrir su primer negocio, Tito’s, en la famosa “calle del Pecado” de la misma localidad. Se sintió más vivo que nunca. Así, junto con su hermano, José María ‘Piti’, convirtió una casa labriega en una discoteca, matriz del imperio que estaba por venir. Era 1966 y había nacido el primer Pachá .

Les costó un millón y medio de pesetas de la época y no quedó dinero ni para aire acondicionado, por lo que en verano se veían obligados a rebajar la temperatura regando el tejado. El primer día hicieron una caja de 34.400 pesetas, un dineral, según explica el mismo Ricardo en el documental ‘El arquitecto de la noche’, que Miguel Bardem realizó para Canal+. Desde aquella primera vez, a lo largo de los siguientes casi 52 años, Ricardo Urgell fue creando negocios: dos hoteles, un espacio tan indescriptible como Lío y otras 114 discotecas, 106 de ellas bajo la franquicia de las cerezas, convirtiéndose así en el empresario que más locales de ocio ha generado en el mundo. En abril de 2017 vendió Grupo Pachá por 290 millones de euros. Hoy, solo el mar mitiga la melancolía que merodea su merecido descanso.

P. ¿Cómo era la primera Ibiza que usted conoció?
R. Llegué aquí en 1968 como turista. La isla era un lugar perdido, en aquel momento solo se conocía Mallorca. Volví en 1970 y fue cuando se me ocurrió abrir Pachá. Todos me decían que estaba loco, pues aquí había nada más que cuatro hippies y cuatro colgados. Entonces solo estaba el Lola’s, que debía ser dos veces esta oficina. Aquí donde ahora estamos [playa d’en Bossa] solo había agua; la tierra empezaba justo donde hoy se levanta Pachá. Delante había una marisma. Busqué inversores, compré el terreno y lo construí como una casa ibicenca. Alrededor no había ningún edificio. A los cuatro años comenzaron a construir y se le llamó ‘Ibiza la Nueva’. Luego llegó la especulación. De esto hace 45 años.

Imagen: La Vanguardia / Así nació Pachá Ibiza en 1973
P. ¿Por qué le atrapó tanto la isla como para quedarse a vivir en ella?
R. Lo más importante de la vida es descubrir lugares nuevos y aquella Ibiza tenía un sabor especial que se ha llevado el viento. El mundo cada vez tiene menos color y sabor. Esto te lo dice un viejo, pero solo el viejo ve lo que fue y lo que es, por lo tanto, tiene mejor valoración de la realidad. Yo soy mediterráneo y es aquí donde me gusta estar, donde nacen las raíces de Occidente. No me gusta vivir en grandes ciudades; prefiero Ibiza, porque tiene campo y mar y unos valores muy significativos dentro de la joya que son las Baleares. Ojalá fuesen más islas, porque por donde pasa el hombre no crece la hierba. Vamos deteriorándolo todo y cuando llegas a los 80 años es cuando notas esa falta de sabor. Volviendo a tu primera pregunta, ¿sabes qué es lo más vulgar del mundo? Un rico que representa, el que quiere que se sepa y por eso va con un barco enorme que ni le importa ni entiende, pero tiene que representar y gastar mucho para que lo vean.

P. La Ibiza que mezclaba glamour y bohemia, aquella que ayudó a construir, está en peligro de extinción por el empuje de un turismo enfocado a millonarios. ¿Cómo prevé su evolución?
R. De niño, en la Costa Daurada, mirábamos a los turistas diciéndonos “mira, mira”. Eran extranjeros. Nuestro país se liberó de la pobreza merced al turismo, gracias al que hemos comido caliente y aún hoy vivimos de ello; es nuestra primera industria. Durante mi vida he dado muchas vueltas por muchos lugares turísticos y escogí Ibiza por su personalidad fuera de lo común. La Ibiza actual refleja el mundo actual, en que se han perdido los sabores. Yo he vivido mucho la noche y antes tenía más corazón, más cachondeo, era más simpática. Hoy es un mundo de borregos: todo el mundo lleva barba y un iPhone.

P. ¿Se ha perdido ese sabor también en el trato con las personas?
R. En las personas, en las relaciones, en los amores. Cuando uno ha tratado a miles de personas en la noche lo percibe, porque la noche es más verdadera que el día. Tú vas al despacho de un notario por la mañana y lo ves con su corbata. Compáralo a cómo se comporta por la noche. Ahí lo tienes. Como empresario he sido quien ha tenido al mismo tiempo más discotecas del mundo y he conocido muchos lugares a través de mis franquicias. Bien, pues cada vez es todo más vulgar, ya no distingues un lugar de otro.

P. ¿Ha sido muy crápula trabajando tantos años en la noche?
R. No. Yo he vendido más droga que nadie en el mundo. ¿Cuál es la verdadera droga? El alcohol; lo otro es de broma. Y es la legal. Con el porrito no pasa nada y los de la coca van todo el rato como nerviosos pero el borracho es siempre el más inaguantable. Bueno, nunca he caído en nada de eso; en septiembre cumpliré 82 años y, como ves, me he cuidado. Jamás he abusado del alcohol y las drogas me sientan fatal, las he probado porque hay que saber qué son las cosas. Pero nunca caí en el vicio y la perdición, lo que me excitaba era el negocio. Siempre iba mal de dinero, lo que ganaba lo invertía.

P. Pero el crapulismo también incluye sexo. ¿Cómo ha ido ese tema?
R. (Risas) Bueno, eso… Lo que más nos gusta son las mujeres. No he sido ligón, más bien me han ligado siempre. Tenía 29 años cuando abrí el de Sitges. Imagínate.

P. ¿Qué tipo de adrenalina sentía cuando abría el siguiente local? ¿Qué le aportaba esa voracidad de negocio?
R. El título de ‘arquitecto de la noche’ lo escogí yo porque de joven estudié Arquitectura, aunque como era un vago, no aprobaba. Lo dejé y me dediqué a esto. Más que llevar las discotecas me gustaba hacerlas y ver su éxito. Me convertí en empresario obligadamente y cuando vendí el grupo tenía 1.600 empleados. Siempre he querido proteger a la gente que trabajaba conmigo. No he tenido un criterio político sino social: quieres que tu gente esté a gusto y si está bien pagada y contenta, también funcionan mejor. Incluso si lo miras de modo egoísta es positivo. Pues bien, esa fue la clave del éxito.

P. Parte sustancial de ese éxito es la imagen de Pachá, una de las marcas más conocidas de la industria de los clubs, si no la que más. ¿Cómo nacieron las cerezas?
R. Al comenzar a funcionar, me llamó el abogado y me dijo: “Oye, hay que ponerle un nombre a la sociedad”. Le dije “Pues ponle el nombre de una fruta, ponle Manzana”, pensando en el Apple Records de los Beatles de aquella época. Cuando dimos de alta otra sociedad para la discoteca Equilibrio de Barcelona, volvió a preguntarme y le respondí: “Ponle Cerezas” y mi grafista diseñó un par de cerezas con hojitas para esa sociedad. A todo el mundo le encantó y como el logo de Pachá era un ojo muy raro que no me gustaba nada, lo cambié. El nombre de Pachá fue una sugerencia de mi mujer para que viviese como tal, sin embargo, he vivido como un currante.

P. ¿Cómo vendía la marca Pachá? ¿Qué transmitía a sus inversores?
R. No la vendía, hacía. Y la respuesta era éxito: los inversores vinieron a mí. Al principio no pensaba que montaría toda esta película, pues ni hacía promoción ni publicidad. No me importaba. Alcancé nombre por el éxito. Inauguré Madrid el 23 de abril de 1980 y fue un éxito rotundo; en la historia de la ciudad no ha habido una discoteca de mayor éxito. A consecuencia de ello, se movieron las demás provincias. Hablábamos y yo les diseñaba el proyecto. Durante mucho tiempo estuve viajando entre Madrid, Barcelona e Ibiza todas las semanas hasta que se lo vendí a Pedro Trapote en 1997. Hoy conservo más amigos en Madrid que en Barcelona, donde desgraciadamente se han muerto todos.

P. ¿Tiene la sensación de que en los años 70 e incluso 80 una estrella del rock o un actor se relacionaba más estrechamente con el resto de clientes que en la actualidad?
R. Todo era muy cercano, efectivamente. Yo he tenido trato y relación con muchísimos famosos pero también es cierto que en la noche las relaciones son superfluas. Claro que he saludado a Mick Jagger en Pachá pero era hola y adiós. En esta película queréis que os dé motivos y titulares, ya que todo lo que motiva es el morbo. En fin, los contadores de la historia sois los periodistas y para resultar interesante hay que llevar las cosas a los extremos, que el público está aborregado, sin criterio propio. Te habla un viejo que concluye reflexiones sin querer.

“De mayor quiero ser Ricardo”, dice David Guetta –el DJ más famoso del mundo– en el documental ‘El arquitecto de la noche’, de Miguel Bardem. Llegar a los 82 años en un estado físico y mental tan formidable habiéndose dedicado al negocio del ocio nocturno solo se explica por una paradoja: a Ricardo Urgell (que presume de “ser el discotequero más viejo del mundo”) no le interesan ni la música electrónica, ni las drogas de síntesis ni la bebida. Solo jugar a ser Dios. Así construyó su mayor imperio. “Todos le quieren porque no ha pisado a nadie y yo lo adoro porque el mundo de la noche, esa superficialidad, no ha matado a su niño interior”, afirma su mujer, María Chaver. Ricardo ha tenido tres hijos (Hugo, Ricardo e Iria) y siempre ha ido de la mano de su hermano, Piti, el primer DJ estrella y creador de la legendaria fiesta ‘Flower Power’. Hoy disfruta echando de comer a sus muchas gallinas en la soberbia casa de campo que posee en la isla o saliendo a navegar en El Baile, un velero con el que ha cruzado el Atlántico hasta en seis ocasiones. Solo le duele una cosa: no poder comprar más tiempo.

P. ¿A qué cree que obedece ese aborregamiento?
R. A la pérdida de valores y a que tenemos demasiadas cosas. Cuando era niño bajaba con la criada a comprar al colmado. Había diez tomates, diez cebollas, diez patatas y ahora en el súper hay miles de m2 para escoger. Todo queda diluido en la cantidad. Tradúcelo al mundo del ocio: Ibiza sigue siendo el sitio más de moda del mundo. Si te suena algún otro, de EEUU por ejemplo, es porque ellos lo venden todo mejor. Pero te aseguro que en los años en que yo tuve el Pachá de Madrid, le daba mil vueltas al Studio 54 de Nueva York.

P. ¿Por qué cree que la marca España no funciona como debiera?
R. Tenemos una desgracia: la prensa no da el apoyo necesario. Soy catalán, ni separatista ni leches en vinagre; en ese sentido te digo que España podría haber sido mucho más importante de lo que es. Yo no soy de banderas, he tenido tres mujeres gallegas, con hijos y toda la película. Soy de Barcelona pero no me emociona demasiado. Conocí Madrid por primera vez en 1956 y me pareció un pueblo. Continué yendo después y en 1978 comencé con el proyecto de Pachá Madrid y ya era otra ciudad. De ese año a 1997 en que lo vendí, cambió muchísimo más. Todo el mundo aprovechó para trincar, ya me entiendes. Mira, a mi padre le tocó hacer la guerra del lado de Franco no porque fuera facha sino porque cuando estalló, estaba en el Estado Mayor en Burgos. Después de la guerra, mi madre le dijo muchas veces: “José María, fulanito y menganito se han aprovechado y tú para haber luchado del lado de Franco, no te has aprovechado nada”. Bien, para eso había que ir a Madrid.

P. ¿Dónde se sitúa políticamente? ¿Se ha llevado mejor con un color que con otro?
R. Nunca he votado, a ningún partido. Todo es una pantomima, como una película en la que se aplauden unos a otros. Tengo mi propio criterio, muy socialista, pero muy complicado de llevar a cabo. ¡Qué voy a votar si no los conozco! Nací en 1937, en plena Guerra Civil. Recuerdo la posguerra. Nunca me ha interesado la política, solo mi complicada visión social.

P. Su holding fue adquirido por el grupo británico Triatlantic Capital Partners y he leído dos cifras como cierre del trato, entre 350 y 500 millones. ¿Cuál de las dos está más cerca de la realidad?
R. Se vendió en 290 millones. Yo soy el discotequero más viejo. La vida tiene un plazo y llegó el momento en que mis hijos no estaban por la labor, no han sido aficionados a la noche y a la discoteca. Así que pensé “Vende”. Ahora hace dos años y me ha dolido mucho. Era mi juguete. De algún modo me arrepiento, pero si lo pienso bien, es lo que debía hacer. Me gustaría vivir 160 años pero… ¡Ay, si pudiésemos comprar el tiempo! Lo vendí con todo el dolor del mundo pero los herederos estaban de acuerdo. Me quedé muy triste. Solo mi hija ha quedado vinculada al negocio. Durante tantos años he comprobado una cosa: la mujer trabaja mejor que el hombre. Es más concreta y eficiente; nosotros somos niños toda la vida. Seguimos jugando a soldaditos y a cochecitos.

P. ¿Le inquieta cómo evolucionará el negocio sin usted?
R. (Pausa) Los fondos de inversión no saben. Miran solo números, sin alma ni corazón. Luego vuelven a venderlo por más de lo que lo compraron. Funcionan así. Yo no quiero saber nada aunque de vez en cuando me reclaman para que les dé opinión y en este negocio hay que ser dictatorial. Una orden, solo una. Me duele porque si supieran llevar a más lo que les he vendido… Por ejemplo, estuve con el actual CEO hace unos días y es muy buen chico pero lo primero es conocer el lugar, la isla, saber con quién tienes que competir. Y solo habla inglés.

P. ¿Cómo se despidió de su juguete, con una gran fiesta final o prefirió cerrar la puerta silenciosamente?
R. Desaparecí. Era tanto el dolor. Lo vendí el 7 de abril de 2017 y aunque paso cada día por delante, no he vuelto a entrar jamás. Ni en Pachá ni en Lío. Por un lado he hecho bien, porque la vida tiene un plazo pero por otra, me siento huérfano. Lo que más feliz me hacía era disfrutar el éxito, el dinero es secundario.

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