Imagen. El Salto / 'Eclíptica', de Blanca Muñoz |
El coso taurino se derribó en 1998 bajo la presidencia de Rodríguez Ibarra y ante los impactos de las ejecuciones en la tapia del cementerio se construyó un cerramiento.
Félix Población | El Salto, 2019-08-15
https://www.elsaltodiario.com/los-nombres-de-la-memoria/la-masacre-de-la-plaza-de-toros-de-badajoz-y-el-empeno-por-vaciar-de-la-memoria
"El 14 de agosto se han cumplido 83 años del inicio de la matanza de Badajoz por la Columna de la Muerte, al mando del teniente coronel Yagüe, de infausta memoria. 83 años del día más nefasto de la reciente historia de Badajoz, a partir del cual comenzó un período de violencia criminal que se llevó por delante a miles de personas, y que marcó para siempre la vida de esta ciudad. La masacre que se desarrolló a partir del 14 de agosto de 1936 fue una de las primeras evidencias ante el mundo de la política de exterminio del adversario, programada por los militares golpistas". (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura).
Conté hace un par de meses, con motivo de la presentación de mi libro ‘La memoria nombrada’ en Badajoz por invitación de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura (ARMHEX), que al pasar por donde está ubicado el monumental Palacio de Congresos de la ciudad, un amigo me ilustró acerca de la identidad de una estructura tubular que se encuentra al lado del edificio, obra de la artista Blanca Muñoz y que responde al título de Eclíptica. Tal monumento proyecta en el suelo, al parecer, una sombra en forma de flor a determinada hora del 14 de agosto, fecha del inicio de la llamada Batalla de Badajoz, que acabó con una gran masacre en la plaza de toros de la ciudad, lugar en el que ahora se encuentra el citado Palacio de Congresos.
Como entonces escribí, con motivo de mi visita, no hay junto a la obra -que entonces estaba siendo reparada de algún acto vandálico- ningún rótulo que la identifique como homenaje a la memoria de las numerosas víctimas asesinadas en el coso taurino hace 83 años. Me quedé, por lo tanto, sin leer el contenido de esa placa, dado que se encontraba en el interior del Palacio de Congresos, sin posibilidad de que el viandante foráneo reconozca la significación de la Eclíptica. Pendiente de que me enviaran la fotografía correspondiente, compruebo mediante la misma que son dos las placas. Una reseña la inauguración de dicho edificio el 27 de abril de 2006 bajo la presidencia de Juan Carlos Rodríguez Ibarra. La redacción de la segunda es todo lo cínica, equidistante y enterradora de la memora histórica que revelan estas líneas: "sobre el olvido no puede construirse una sociedad justa, libre, fraternal...en memoria de quienes perdieron la vida en los terribles días de la guerra civil española".
Fue en el transcurso del gobierno regional del señor Rodríguez Ibarra, ciertamente dilatado en la historia reciente de Extremadura, cuando se derribó la vieja plaza de toros, escenario de la tragedia, algo que con toda seguridad hubiera sido imposible en una ciudad como Guernica. Esta, gracias a la obra de Pablo Picasso que lleva su nombre, ocupa desde siempre primerísimo lugar como enclave simbólico de la represión franquista, con el concurso en este caso primordial de los aviones de la Legión Cóndor hitleriana, afanosa por experimentar sobre la población civil de España la temible arma de guerra que emplearía a fondo en la segunda Guerra Mundial.
Para algunos de los que con mayor o menor acierto nos dedicamos a investigar en nuestra memoria democrática desde hace bastantes años, no es Guernica sino la plaza de toros de Badajoz o la propia ciudad extremeña en su conjunto las que ocupan sin duda ese primer lugar, refrendado por el hecho de que en esa provincia también se perpetró una de las más sangrientas campañas de represión de todo el país por parte de los militares facciosos, la llamada Columna de la Muerte. A la ciudad de Badajoz o a su plaza de toros le faltó la paleta de un afamado pintor de renombre internacional que pintara su tragedia y lograra el gran predicamento mundial que obtuvo y mantiene la singular obra de Picasso. En el muro del cementerio pacense quedaron también los impactos de los fusilamientos, pero el Ayuntamiento del Partido Popular levantó hace años un cerramiento para ocultar esa memoria.
El profesor José Luis Gutiérrez Casalá, contrastando las listas de fallecidos con los registros civiles y eclesiales, documenta en una tesis publicada al respecto un total 12.971 víctimas mortales en la provincia, de las que 1.937 serían responsabilidad del gobierno republicano o de quienes lo apoyaban, y 11.034 corresponderían a las tropas sublevadas contra la legalidad constitucional de ese gobierno. Entre estas últimas, 6.367 fueron eliminadas por ajuste de cuentas, 1.084 tras un consejo de guerra y 3.587 fueron fusiladas, según la información recogida de listas documentadas municipio a municipio. Badajoz tenía en 1930 algo más de 40.000 habitantes. Si el número de ejecutados se cifrara en torno a 4.000, sería el 10 por ciento de la población.
Que la plaza de toros de Badajoz, todo un símbolo de una acción criminal masiva perpetrada en periodo de guerra, haya sido erradicada del plano urbano por el gobierno presidido por un militante del Partido Socialista Obrero Español, cuando tantos de sus compañeros fueron asesinados en ese lugar, deberá contar para siempre como una lacra en el currículum político del entonces presidente de la Junta de Extremadura. Tal memoricidio no tuvo lugar en los primeros años de la Transición, entre el azote homicida de un terrorismo a dos bandas y las amenazas y los intentos golpistas de un episodio esperpéntico como el del 23 de febrero de 1981 (del que algún día sabremos la verdad), sino en 1998, transcurridos veinte años desde la aprobación de la Constitución vigente, cuando todavía la memoria histórica no había aflorado como reivindicación necesaria en el devenir del ya avanzado régimen de 1978.
En lugar de un gran archivo regional o nacional sobre el golpe militar, la represión franquista y la guerra -como escribió en su día el historiador Francisco Espinosa-, cuya creación fue una de las reivindicaciones del movimiento pro memoria para cultivo de la investigación histórica, se edificó en los terrenos de la plaza taurina un Palacio de Congresos que bien podía haber sido ubicado en cualquier otro lugar de la ciudad. De la memoria democrática que podría haber permanecido señalada en el corazón de Badajoz, únicamente quedan las voces y banderas del homenaje que anualmente llevan adelante en fecha como la de hoy una serie de colectivos republicanos y algunos partidos políticos, además de esa sutilísima Eclípitica de Blanca Muñoz, de muy licuescente y astral significación, y esa borrosa placa vergonzante y equidistante en el interior del nuevo edificio, alejada de la propia obra a la que debería complementar de modo informativo y claramente identificativo de las víctimas republicanas.
Tal parece que, derribada la vieja plaza de toros y privando de identidad y significación el lugar de la memoria que el viejo coso taurino debería representar, lo que sus responsables políticos han pretendido -desde el mismo gobierno regional del Partido Socialista- es enterrar precisamente esa significación memorialista, del mismo modo que siguen enterrados sin identidad en fosas y cunetas miles de los ciudadanos que fueron asesinados por los mismos verdugos que llevaron adelante la masacre de Badajoz.
Queden para la memoria de todos los demócratas que no quieran hacer de la memoria histórica olvido o una tan cínica y equidistante manipulación como la que revela el texto de la placa de la Junta de Extremadura, la documentación que arrojaron las primeras crónicas presenciales de los corresponsales extranjeros, cuando en Badajoz se vivió aquella terrible batalla, seguida de la más cruel represión llevada a cabo en menos tiempo en la historia de este país por quienes lo gobernaron durante casi cuatro décadas, forjadores durante ese tiempo de un régimen dictatorial condenado en todas las instancias internacionales:
El periodista Jay Allen, del Chicago Tribune, contó 1.200 asesinados solo el día 15 de agosto, entre los que se encontraban el alcalde de Badajoz, Sinforiano Madroñero, y el diputado socialista Nicolás de Pablo. El día 25 publicó: “…les llevan al ruedo, hay ametralladoras esperándoles, la sangre subía un palmo del suelo…1.800 hombres- mujeres también- fueron abatidos en 12 horas”. Jacques Berthet, corresponsal del Journal de Genève (actual Le Temps): “...alrededor de 1.200 personas han sido fusiladas, las aceras de la Comandancia Militar empapadas de sangre, arrestos, ejecuciones en masa en la plaza de toros…” Le Populaire: “...17 de agosto, continúan las ejecuciones en masa en Badajoz, sobrepasando los 1.500, entre ellos militares republicanos, el coronel Cantero, el comandante Alonso, el capitán Almendro, el teniente Vega, suboficiales, soldados. Mario Neves, Diario de Lisboa: “…En las avenidas principales, larga hilera de cadáveres insepultos, los legionarios y los moros encargados de las ejecuciones quieren que sirvan de ejemplo”. Yagüe lo confirmó al corresponsal del New York Herald, John Whitaker: "Por supuesto que los matamos. ¿Qué esperaba usted? ¿Qué iba a llevar 4.000 prisioneros rojos conmigo, teniendo mi columna que avanzar contrarreloj? ¿O iba a soltarlos en la retaguardia y dejar que Badajoz fuera roja otra vez?” En el libro La columna de la muerte, el historiador extremeño Francisco Espinosa documenta 1.389 ejecuciones, y constata hasta 3.800. Según Paul Preston, autor de 'El holocausto español', podrían ser 2.500 las víctimas mortales.
Acabo con algunos versos. Los de mi admirado poeta astur-leonés Antonio Gamoneda, calificando a Extremadura como país del dolor: "No cesará la alondra/ ensangrentada en su furioso canto./ Hoy es el día del jamás y el nunca,/ ah país del dolor, Extremadura". Y los que encabezan el poema ‘Badajoz fantasma’, del que es autor el poeta extremeño Alejandro Caldito: "En Badajoz agosto tiene treinta días. Hace ochenta años que le robaron un día. Le quitaron el número catorce. Sembraron huesos y los regaron de sangre para que les brotara olvido. Y brotó. A Badajoz le sobran fantasmas. Los tiene de todos los tamaños y edades. Vinieron a ocupar el vacío de memoria".
Conté hace un par de meses, con motivo de la presentación de mi libro ‘La memoria nombrada’ en Badajoz por invitación de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura (ARMHEX), que al pasar por donde está ubicado el monumental Palacio de Congresos de la ciudad, un amigo me ilustró acerca de la identidad de una estructura tubular que se encuentra al lado del edificio, obra de la artista Blanca Muñoz y que responde al título de Eclíptica. Tal monumento proyecta en el suelo, al parecer, una sombra en forma de flor a determinada hora del 14 de agosto, fecha del inicio de la llamada Batalla de Badajoz, que acabó con una gran masacre en la plaza de toros de la ciudad, lugar en el que ahora se encuentra el citado Palacio de Congresos.
Como entonces escribí, con motivo de mi visita, no hay junto a la obra -que entonces estaba siendo reparada de algún acto vandálico- ningún rótulo que la identifique como homenaje a la memoria de las numerosas víctimas asesinadas en el coso taurino hace 83 años. Me quedé, por lo tanto, sin leer el contenido de esa placa, dado que se encontraba en el interior del Palacio de Congresos, sin posibilidad de que el viandante foráneo reconozca la significación de la Eclíptica. Pendiente de que me enviaran la fotografía correspondiente, compruebo mediante la misma que son dos las placas. Una reseña la inauguración de dicho edificio el 27 de abril de 2006 bajo la presidencia de Juan Carlos Rodríguez Ibarra. La redacción de la segunda es todo lo cínica, equidistante y enterradora de la memora histórica que revelan estas líneas: "sobre el olvido no puede construirse una sociedad justa, libre, fraternal...en memoria de quienes perdieron la vida en los terribles días de la guerra civil española".
Fue en el transcurso del gobierno regional del señor Rodríguez Ibarra, ciertamente dilatado en la historia reciente de Extremadura, cuando se derribó la vieja plaza de toros, escenario de la tragedia, algo que con toda seguridad hubiera sido imposible en una ciudad como Guernica. Esta, gracias a la obra de Pablo Picasso que lleva su nombre, ocupa desde siempre primerísimo lugar como enclave simbólico de la represión franquista, con el concurso en este caso primordial de los aviones de la Legión Cóndor hitleriana, afanosa por experimentar sobre la población civil de España la temible arma de guerra que emplearía a fondo en la segunda Guerra Mundial.
Para algunos de los que con mayor o menor acierto nos dedicamos a investigar en nuestra memoria democrática desde hace bastantes años, no es Guernica sino la plaza de toros de Badajoz o la propia ciudad extremeña en su conjunto las que ocupan sin duda ese primer lugar, refrendado por el hecho de que en esa provincia también se perpetró una de las más sangrientas campañas de represión de todo el país por parte de los militares facciosos, la llamada Columna de la Muerte. A la ciudad de Badajoz o a su plaza de toros le faltó la paleta de un afamado pintor de renombre internacional que pintara su tragedia y lograra el gran predicamento mundial que obtuvo y mantiene la singular obra de Picasso. En el muro del cementerio pacense quedaron también los impactos de los fusilamientos, pero el Ayuntamiento del Partido Popular levantó hace años un cerramiento para ocultar esa memoria.
El profesor José Luis Gutiérrez Casalá, contrastando las listas de fallecidos con los registros civiles y eclesiales, documenta en una tesis publicada al respecto un total 12.971 víctimas mortales en la provincia, de las que 1.937 serían responsabilidad del gobierno republicano o de quienes lo apoyaban, y 11.034 corresponderían a las tropas sublevadas contra la legalidad constitucional de ese gobierno. Entre estas últimas, 6.367 fueron eliminadas por ajuste de cuentas, 1.084 tras un consejo de guerra y 3.587 fueron fusiladas, según la información recogida de listas documentadas municipio a municipio. Badajoz tenía en 1930 algo más de 40.000 habitantes. Si el número de ejecutados se cifrara en torno a 4.000, sería el 10 por ciento de la población.
Que la plaza de toros de Badajoz, todo un símbolo de una acción criminal masiva perpetrada en periodo de guerra, haya sido erradicada del plano urbano por el gobierno presidido por un militante del Partido Socialista Obrero Español, cuando tantos de sus compañeros fueron asesinados en ese lugar, deberá contar para siempre como una lacra en el currículum político del entonces presidente de la Junta de Extremadura. Tal memoricidio no tuvo lugar en los primeros años de la Transición, entre el azote homicida de un terrorismo a dos bandas y las amenazas y los intentos golpistas de un episodio esperpéntico como el del 23 de febrero de 1981 (del que algún día sabremos la verdad), sino en 1998, transcurridos veinte años desde la aprobación de la Constitución vigente, cuando todavía la memoria histórica no había aflorado como reivindicación necesaria en el devenir del ya avanzado régimen de 1978.
En lugar de un gran archivo regional o nacional sobre el golpe militar, la represión franquista y la guerra -como escribió en su día el historiador Francisco Espinosa-, cuya creación fue una de las reivindicaciones del movimiento pro memoria para cultivo de la investigación histórica, se edificó en los terrenos de la plaza taurina un Palacio de Congresos que bien podía haber sido ubicado en cualquier otro lugar de la ciudad. De la memoria democrática que podría haber permanecido señalada en el corazón de Badajoz, únicamente quedan las voces y banderas del homenaje que anualmente llevan adelante en fecha como la de hoy una serie de colectivos republicanos y algunos partidos políticos, además de esa sutilísima Eclípitica de Blanca Muñoz, de muy licuescente y astral significación, y esa borrosa placa vergonzante y equidistante en el interior del nuevo edificio, alejada de la propia obra a la que debería complementar de modo informativo y claramente identificativo de las víctimas republicanas.
Tal parece que, derribada la vieja plaza de toros y privando de identidad y significación el lugar de la memoria que el viejo coso taurino debería representar, lo que sus responsables políticos han pretendido -desde el mismo gobierno regional del Partido Socialista- es enterrar precisamente esa significación memorialista, del mismo modo que siguen enterrados sin identidad en fosas y cunetas miles de los ciudadanos que fueron asesinados por los mismos verdugos que llevaron adelante la masacre de Badajoz.
Queden para la memoria de todos los demócratas que no quieran hacer de la memoria histórica olvido o una tan cínica y equidistante manipulación como la que revela el texto de la placa de la Junta de Extremadura, la documentación que arrojaron las primeras crónicas presenciales de los corresponsales extranjeros, cuando en Badajoz se vivió aquella terrible batalla, seguida de la más cruel represión llevada a cabo en menos tiempo en la historia de este país por quienes lo gobernaron durante casi cuatro décadas, forjadores durante ese tiempo de un régimen dictatorial condenado en todas las instancias internacionales:
El periodista Jay Allen, del Chicago Tribune, contó 1.200 asesinados solo el día 15 de agosto, entre los que se encontraban el alcalde de Badajoz, Sinforiano Madroñero, y el diputado socialista Nicolás de Pablo. El día 25 publicó: “…les llevan al ruedo, hay ametralladoras esperándoles, la sangre subía un palmo del suelo…1.800 hombres- mujeres también- fueron abatidos en 12 horas”. Jacques Berthet, corresponsal del Journal de Genève (actual Le Temps): “...alrededor de 1.200 personas han sido fusiladas, las aceras de la Comandancia Militar empapadas de sangre, arrestos, ejecuciones en masa en la plaza de toros…” Le Populaire: “...17 de agosto, continúan las ejecuciones en masa en Badajoz, sobrepasando los 1.500, entre ellos militares republicanos, el coronel Cantero, el comandante Alonso, el capitán Almendro, el teniente Vega, suboficiales, soldados. Mario Neves, Diario de Lisboa: “…En las avenidas principales, larga hilera de cadáveres insepultos, los legionarios y los moros encargados de las ejecuciones quieren que sirvan de ejemplo”. Yagüe lo confirmó al corresponsal del New York Herald, John Whitaker: "Por supuesto que los matamos. ¿Qué esperaba usted? ¿Qué iba a llevar 4.000 prisioneros rojos conmigo, teniendo mi columna que avanzar contrarreloj? ¿O iba a soltarlos en la retaguardia y dejar que Badajoz fuera roja otra vez?” En el libro La columna de la muerte, el historiador extremeño Francisco Espinosa documenta 1.389 ejecuciones, y constata hasta 3.800. Según Paul Preston, autor de 'El holocausto español', podrían ser 2.500 las víctimas mortales.
Acabo con algunos versos. Los de mi admirado poeta astur-leonés Antonio Gamoneda, calificando a Extremadura como país del dolor: "No cesará la alondra/ ensangrentada en su furioso canto./ Hoy es el día del jamás y el nunca,/ ah país del dolor, Extremadura". Y los que encabezan el poema ‘Badajoz fantasma’, del que es autor el poeta extremeño Alejandro Caldito: "En Badajoz agosto tiene treinta días. Hace ochenta años que le robaron un día. Le quitaron el número catorce. Sembraron huesos y los regaron de sangre para que les brotara olvido. Y brotó. A Badajoz le sobran fantasmas. Los tiene de todos los tamaños y edades. Vinieron a ocupar el vacío de memoria".
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