Imagen: El Salto / Carlos Herrero |
Un estudio de la FELGTB revela que casi el 60% del alumnado trans sufrió transfobia en el ámbito escolar. El 74% de quienes la sufrieron en centros sin protocolos declaró no haber encontrado ningún tipo de apoyo por parte de la comunidad educativa, pero la creación de estos protocolos depende de la iniciativa personal de los docentes.
Patricia Reguero | El Salto, 2019-09-14
https://www.elsaltodiario.com/educacion/la-seguridad-del-alumnado-trans-depende-de-la-voluntad-y-el-trabajo-gratis-de-profes-heroicos-
Casi el 60% del alumnado trans sufrió transfobia en el ámbito escolar, una transfobia, según el sondeo, que se tradujo en forma de insultos (40% de incidencia), acoso (25%), amenazas (22%), ciberviolencia (18%), agresiones físicas (12%) y violencia sexual (9%) hasta el punto de que el 83% de los jóvenes que la sufrieron declaró que su etapa educativa fue menos feliz que la del resto del alumnado. Además, el 81% de las personas encuestadas utilizó un término negativo cuando se les pidió que describieran con una palabra su etapa escolar. Los adjetivos más repetidos fueron: horrible, agobiante, dura, infierno, difícil, costosa, incómoda y complicada.
Son algunas de las cifras que arroja la encuesta realizada a una muestra de personas trans de entre 16 y 24 años que la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB) ha presentado esta semana, y que Carlos Herrero, profesor de Lengua y Literatura, interpreta así: “Todas las cifras del estudio son preocupantes porque lo que dicen es que no estamos haciendo nada para evitar un sufrimiento que sí se puede evitar; hay menores sufriendo y es responsabilidad de los adultos”.
Según la misma encuesta, que aunque se realizó entre una muestra que no llega a ser representativa sí ofrece datos significativos, el 58% de quienes sufrieron estas violencias aseguró que el centro educativo no tomó ninguna medida para castigar a quienes las ejercieron y que tras ser víctima de estas agresiones, solo el 15% de las personas encuestadas encontró apoyo en el profesorado. Según esta encuesta, mientras que en los centros educativos donde no existía protocolo de acompañamiento para menores y jóvenes trans, el 74% de las personas encuestadas declaró no haber encontrado ningún tipo de apoyo por parte de la comunidad educativa, en los centros donde sí se contaba con protocolo, esta cifra descendió hasta un 27%.
Sin embargo, la existencia de protocolos depende de la voluntad y del tiempo libre que los docentes puedan dedicar al asunto. Así lo explica Herrero, que además de profe de Lengua y Literatura es impulsor de la iniciativa LGBTayudamos, un grupo en el que participan una docena de alumnos en reuniones semanales, y que se organiza también para hacer guardias en los recreos a las que alumnos LGTB puedan acudir.
Herrero está orgulloso de la iniciativa, que se enmarca dentro del proyecto Escuelas Seguras de la FELGTB, pero hace una advertencia: “A mí me pagan por dar clases de Lengua, y todo lo que esté fuera de eso depende de mi voluntad: esto no puede ser así; la administración debe involucrarse y facilitar los recursos, y esos recursos son tiempo, horas, para hacer este trabajo, porque es una responsabilidad social”, dice, preocupado por que la solución al problema sea abordado mediante la presentación de “profesores heroicos” que toman la iniciativa.
Además de los espacios y debates que promueve LGBTayudamos, Herrero asegura que el ambiente en el instituto es favorable y que promover el respeto forma parte de la agenda de todo el claustro porque “podemos vivir en una sociedad donde el 99% no sepa qué es un complemento directo, pero no es una donde el 99% no sepa qué es el respeto”. Además, cree que a través de ‘La Regenta’ o de las lecturas de clase es posible hablar de diversidad afectiva y sexual. “Supongo que en unas asignaturas es más fácil que en otras pero, si se quiere, es posible hablar de estos temas”, asegura.
Sobre todo en secundaria
La hija de Violeta Herrero es una chica trans de 15 años. Hizo el tránsito en primaria, con 9 años, y se incorporó a la Secundaria con su nombre elegido y con su identidad. La educación Secundaria es la etapa en la que más personas sufrieron transfobia (37%), seguida de Primaria (25%), Bachillerato o FP Superior (22%), educación Infantil (9%) y Universidad (7%).
Violeta cree que los problemas que ha tenido que enfrentar en Primaria y en Secundaria han sido similares y los resume en tener que dar muchas explicaciones muchas veces: “Es una cosa un poco surrealista”. Aunque cree que su hija nunca ha sufrido acoso, la menor sí le ha contado que algunos compañeros cuchichean a sus espaldas, y recuerda cómo un día llegó a casa llorando porque había oído cómo alguien la insultaba por la calle.
“La verdad es que tengo la suerte de poder decir que ella siempre está contenta, pero es verdad que la mayoría lo pasa muy mal, están aislados, y hay intentos de suicidio y autolesiones”, dice en referencia a su trabajo en Familias Transformando, el grupo de COGAM al que pertenece, y por el que tiene que atender a veces a familias por teléfono.
Violeta cree que el hecho de que su hija hiciera el tránsito en Primaria ha hecho más fácil el paso al instituto, aunque eso no la libra de la transfobia. Sobre la existencia de protocolos, asegura que ni en el colegio ni en el instituto de su hija los ha habido. “En el cole nunca se hizo nada por más que lo intenté, luego en el instituto se han hecho talleres y se trabaja bastante”, dice.
Aunque, de nuevo, cree que si se trabaja el asunto es por iniciativas personales dentro de la comunidad educativa. “Creo que hay profesorado al que ella podría recurrir si pasara algo, pero veo que tenemos que fiarnos de la buena fe de las personas porque no hay un protocolo específico”, lamenta.
Derechos dependientes de la buena voluntad
Carlos Castaño, miembro de la Comisión Ejecutiva de FELGTB, insiste en la importancia de que una ley estatal como la presentada en el Congreso en la pasada legislatura legitime estos protocolos y de que las administraciones contemplen los recursos necesarios para ponerlos en marcha. Además, recuerda que muchas comunidades autónomas ya tienen leyes que contemplan la creación de estos protocolos, así como la formación del profesorado en diversidad afectiva y sexual.
Sin embargo, también recuerda que en muchas ocasiones, el bienestar de los menores trans depende de medidas que tienen coste cero como llamarles por su nombre (el 53% de las personas encuestadas afirmó que en el entorno escolar nunca o rara vez se las llamaba por su nombre), eliminar la separación por géneros en actividades como la educación física (el 89% respondió que en su centro existían actividades separadas por géneros) o los baños unisex (el 99% explicó que en sus centros los aseos están diferenciados por géneros).
Sobre si es problema de un profesor el bienestar de su alumnado, responde que sí: “A un profesor debe preocuparle que sus alumnos no sufran transfobia porque si un alumno está sufriendo ‘bullying’, este alumno no está teniendo las mismas oportunidades que el resto”.
De hecho, los datos de la encuesta indican que no se trata solo de un problema de felicidad, sino que la transfobia tiene una incidencia directa en el ámbito académico. Así, el 28% del alumnado trans víctima de violencia tuvo que cambiar de centro y los datos apuntan que la tendencia al abandono escolar temprano es un 17% superior en la población trans.
Son algunas de las cifras que arroja la encuesta realizada a una muestra de personas trans de entre 16 y 24 años que la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB) ha presentado esta semana, y que Carlos Herrero, profesor de Lengua y Literatura, interpreta así: “Todas las cifras del estudio son preocupantes porque lo que dicen es que no estamos haciendo nada para evitar un sufrimiento que sí se puede evitar; hay menores sufriendo y es responsabilidad de los adultos”.
Según la misma encuesta, que aunque se realizó entre una muestra que no llega a ser representativa sí ofrece datos significativos, el 58% de quienes sufrieron estas violencias aseguró que el centro educativo no tomó ninguna medida para castigar a quienes las ejercieron y que tras ser víctima de estas agresiones, solo el 15% de las personas encuestadas encontró apoyo en el profesorado. Según esta encuesta, mientras que en los centros educativos donde no existía protocolo de acompañamiento para menores y jóvenes trans, el 74% de las personas encuestadas declaró no haber encontrado ningún tipo de apoyo por parte de la comunidad educativa, en los centros donde sí se contaba con protocolo, esta cifra descendió hasta un 27%.
Sin embargo, la existencia de protocolos depende de la voluntad y del tiempo libre que los docentes puedan dedicar al asunto. Así lo explica Herrero, que además de profe de Lengua y Literatura es impulsor de la iniciativa LGBTayudamos, un grupo en el que participan una docena de alumnos en reuniones semanales, y que se organiza también para hacer guardias en los recreos a las que alumnos LGTB puedan acudir.
Herrero está orgulloso de la iniciativa, que se enmarca dentro del proyecto Escuelas Seguras de la FELGTB, pero hace una advertencia: “A mí me pagan por dar clases de Lengua, y todo lo que esté fuera de eso depende de mi voluntad: esto no puede ser así; la administración debe involucrarse y facilitar los recursos, y esos recursos son tiempo, horas, para hacer este trabajo, porque es una responsabilidad social”, dice, preocupado por que la solución al problema sea abordado mediante la presentación de “profesores heroicos” que toman la iniciativa.
Además de los espacios y debates que promueve LGBTayudamos, Herrero asegura que el ambiente en el instituto es favorable y que promover el respeto forma parte de la agenda de todo el claustro porque “podemos vivir en una sociedad donde el 99% no sepa qué es un complemento directo, pero no es una donde el 99% no sepa qué es el respeto”. Además, cree que a través de ‘La Regenta’ o de las lecturas de clase es posible hablar de diversidad afectiva y sexual. “Supongo que en unas asignaturas es más fácil que en otras pero, si se quiere, es posible hablar de estos temas”, asegura.
Sobre todo en secundaria
La hija de Violeta Herrero es una chica trans de 15 años. Hizo el tránsito en primaria, con 9 años, y se incorporó a la Secundaria con su nombre elegido y con su identidad. La educación Secundaria es la etapa en la que más personas sufrieron transfobia (37%), seguida de Primaria (25%), Bachillerato o FP Superior (22%), educación Infantil (9%) y Universidad (7%).
Violeta cree que los problemas que ha tenido que enfrentar en Primaria y en Secundaria han sido similares y los resume en tener que dar muchas explicaciones muchas veces: “Es una cosa un poco surrealista”. Aunque cree que su hija nunca ha sufrido acoso, la menor sí le ha contado que algunos compañeros cuchichean a sus espaldas, y recuerda cómo un día llegó a casa llorando porque había oído cómo alguien la insultaba por la calle.
“La verdad es que tengo la suerte de poder decir que ella siempre está contenta, pero es verdad que la mayoría lo pasa muy mal, están aislados, y hay intentos de suicidio y autolesiones”, dice en referencia a su trabajo en Familias Transformando, el grupo de COGAM al que pertenece, y por el que tiene que atender a veces a familias por teléfono.
Violeta cree que el hecho de que su hija hiciera el tránsito en Primaria ha hecho más fácil el paso al instituto, aunque eso no la libra de la transfobia. Sobre la existencia de protocolos, asegura que ni en el colegio ni en el instituto de su hija los ha habido. “En el cole nunca se hizo nada por más que lo intenté, luego en el instituto se han hecho talleres y se trabaja bastante”, dice.
Aunque, de nuevo, cree que si se trabaja el asunto es por iniciativas personales dentro de la comunidad educativa. “Creo que hay profesorado al que ella podría recurrir si pasara algo, pero veo que tenemos que fiarnos de la buena fe de las personas porque no hay un protocolo específico”, lamenta.
Derechos dependientes de la buena voluntad
Carlos Castaño, miembro de la Comisión Ejecutiva de FELGTB, insiste en la importancia de que una ley estatal como la presentada en el Congreso en la pasada legislatura legitime estos protocolos y de que las administraciones contemplen los recursos necesarios para ponerlos en marcha. Además, recuerda que muchas comunidades autónomas ya tienen leyes que contemplan la creación de estos protocolos, así como la formación del profesorado en diversidad afectiva y sexual.
Sin embargo, también recuerda que en muchas ocasiones, el bienestar de los menores trans depende de medidas que tienen coste cero como llamarles por su nombre (el 53% de las personas encuestadas afirmó que en el entorno escolar nunca o rara vez se las llamaba por su nombre), eliminar la separación por géneros en actividades como la educación física (el 89% respondió que en su centro existían actividades separadas por géneros) o los baños unisex (el 99% explicó que en sus centros los aseos están diferenciados por géneros).
Sobre si es problema de un profesor el bienestar de su alumnado, responde que sí: “A un profesor debe preocuparle que sus alumnos no sufran transfobia porque si un alumno está sufriendo ‘bullying’, este alumno no está teniendo las mismas oportunidades que el resto”.
De hecho, los datos de la encuesta indican que no se trata solo de un problema de felicidad, sino que la transfobia tiene una incidencia directa en el ámbito académico. Así, el 28% del alumnado trans víctima de violencia tuvo que cambiar de centro y los datos apuntan que la tendencia al abandono escolar temprano es un 17% superior en la población trans.
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