Imagen: El País |
Tailandia destinará un penal a reos LGTBI para evitar abusos, una decisión que no contenta a los activistas.
Ana Salvá | El País, 2016-08-21
http://internacional.elpais.com/internacional/2016/08/21/actualidad/1471806080_898690.html
Nachacha Kongudom fue detenida en junio del año pasado por protestar contra la Junta militar que se hizo con el poder tras un golpe de Estado hace dos. La activista estudiantil fue enviada a una prisión de hombres, a pesar de su petición de ir a una cárcel de mujeres porque al ser transexual temía ser acosada en prisión. Las autoridades respondieron a su petición que, conforme a la ley, continúa siendo un hombre y ningún documento dice que las mujeres transexuales sean mujeres en Tailandia. Nachacha, a pesar de sus súplicas, fue enviada a una prisión masculina donde dos agentes le exigieron desnudar su cuerpo durante un examen físico, además de ser acosada de forma verbal por otros reclusos.
“Les pregunté [a los oficiales]: ¿Qué sucede si soy transexual aquí? Me respondieron que estaría en un pequeño lugar en la prisión pero que no podría salir al jardín porque mi presencia sería demasiado chocante para los demás internos”, explica Nachacha. La activista fue liberada el mismo día bajo fianza, pero su caso suscitó de nuevo la preocupación entre la comunidad LGBTI —las siglas que identifican a lesbianas, gais, bisexuales, transexuales e intersexuales— por el acoso al que podría haber sido sometida.
El Departamento Correccional ha anunciado recientemente que la prisión de Minburi de Bangkok será utilizada como cárcel LGBTI bajo un programa piloto con el fin de evitar posibles abusos por parte de los reclusos. Una idea que ha sido celebrada por algunos activistas de género, pero que ha despertado también cierta controversia porque “podría fomentar la exclusión”.
El activista Phongsathon Chankaew está “completamente de acuerdo con el lanzamiento del proyecto de prisión para disminuir los casos de abuso”, pero se muestra preocupado al mismo tiempo por el proceso de selección. Considera que permanecer en estas prisiones “debería ser una opción que las personas puedan elegir y no una obligación”, ya que “se añadiría otro tipo de abuso si las autoridades no muestran una comprensión en profundidad de este tipo de asuntos”.
En las cárceles de Tailandia actualmente se encuentran 4.448 presos que han aceptado ser clasificados como LGTBI. Entre ellos, 2.258 son mujeres, 2.156 hombres y 34 transexuales, según las autoridades penitenciarias. Los presos LGBTI representan aproximadamente el 1,5% del total de la población carcelaria. Las prisioneras transexuales ya son separadas de los internos masculinos en la prisión tailandesa de hombres de Pattaya, porque a menudo han sido víctimas de abusos por parte de otros internos.
En otros países, sobre todo en algunos de América Latina como Paraguay, Argentina o México, se han adoptado iniciativas similares a la propuesta por Tailandia, aunque se trata de pabellones dentro de las prisiones y no de cárceles completas, explica Jean-Sébastien Blanc, asesor de la Asociación para la Prevención de la Tortura.
Pobreza extrema
Algunos de los prisioneros, cuenta Blanc, informan de que prefieren permanecer en dichas alas debido a su exposición a la violencia extrema, pero sus condiciones de vida son extremadamente pobres. “La creación de prisiones LGBTI, además, no aborda el problema de la violencia en sus raíces, sino que corre el riesgo de trasladar la violencia hacia otros detenidos vulnerables [en la prisión común]”. En el caso de los transexuales, probablemente el más delicado, opina que “se les debería dar la posibilidad de elegir su asignación a una prisión masculina o femenina sobre la base de su género autopercibido”.
Jesse Lerner-Kinglake, de Just Detention, explica por otro lado que en un condado de EE UU un juez ordenó a la cárcel a crear un ala separada para los presos LGBTI, pues era la mejor manera de garantizar la seguridad a esta población. “En este caso, todas las demás opciones se habían agotado”, pero la segregación de los presos LGBTI “no garantiza la seguridad, ya que algunas personas LGBTI también cometen abuso sexual”, concluye el activista.
Una comunidad tolerada, pero no aceptada
Tailandia se ha dado a conocer como un oasis LGTBI, además de ser uno de los siete firmantes del continente de la declaración de los derechos de esta comunidad en la ONU. En el país asiático, sin embargo, queda todavía mucho camino que recorrer: la sociedad les tolera, pero no les acepta.
Las leyes budistas prohíben a los hombres homosexuales convertirse en monjes y no están permitidos los matrimonios del mismo sexo, uniones civiles o parejas de hecho, a pesar de las reiteradas peticiones de los activistas. Además, un gran número de tailandeses identificados como LGTBI han sufrido alguna vez acoso físico y verbal por parte de compañeros.
El mayor problema de las personas transexuales en particular es que no pueden cambiar su sexo en el carné de identidad, aún tras haberse sometido a una operación completa de reasignación de sexo, lo que afecta a su vida diaria, además de impedirles acceder a muchos empleos.
“Les pregunté [a los oficiales]: ¿Qué sucede si soy transexual aquí? Me respondieron que estaría en un pequeño lugar en la prisión pero que no podría salir al jardín porque mi presencia sería demasiado chocante para los demás internos”, explica Nachacha. La activista fue liberada el mismo día bajo fianza, pero su caso suscitó de nuevo la preocupación entre la comunidad LGBTI —las siglas que identifican a lesbianas, gais, bisexuales, transexuales e intersexuales— por el acoso al que podría haber sido sometida.
El Departamento Correccional ha anunciado recientemente que la prisión de Minburi de Bangkok será utilizada como cárcel LGBTI bajo un programa piloto con el fin de evitar posibles abusos por parte de los reclusos. Una idea que ha sido celebrada por algunos activistas de género, pero que ha despertado también cierta controversia porque “podría fomentar la exclusión”.
El activista Phongsathon Chankaew está “completamente de acuerdo con el lanzamiento del proyecto de prisión para disminuir los casos de abuso”, pero se muestra preocupado al mismo tiempo por el proceso de selección. Considera que permanecer en estas prisiones “debería ser una opción que las personas puedan elegir y no una obligación”, ya que “se añadiría otro tipo de abuso si las autoridades no muestran una comprensión en profundidad de este tipo de asuntos”.
En las cárceles de Tailandia actualmente se encuentran 4.448 presos que han aceptado ser clasificados como LGTBI. Entre ellos, 2.258 son mujeres, 2.156 hombres y 34 transexuales, según las autoridades penitenciarias. Los presos LGBTI representan aproximadamente el 1,5% del total de la población carcelaria. Las prisioneras transexuales ya son separadas de los internos masculinos en la prisión tailandesa de hombres de Pattaya, porque a menudo han sido víctimas de abusos por parte de otros internos.
En otros países, sobre todo en algunos de América Latina como Paraguay, Argentina o México, se han adoptado iniciativas similares a la propuesta por Tailandia, aunque se trata de pabellones dentro de las prisiones y no de cárceles completas, explica Jean-Sébastien Blanc, asesor de la Asociación para la Prevención de la Tortura.
Pobreza extrema
Algunos de los prisioneros, cuenta Blanc, informan de que prefieren permanecer en dichas alas debido a su exposición a la violencia extrema, pero sus condiciones de vida son extremadamente pobres. “La creación de prisiones LGBTI, además, no aborda el problema de la violencia en sus raíces, sino que corre el riesgo de trasladar la violencia hacia otros detenidos vulnerables [en la prisión común]”. En el caso de los transexuales, probablemente el más delicado, opina que “se les debería dar la posibilidad de elegir su asignación a una prisión masculina o femenina sobre la base de su género autopercibido”.
Jesse Lerner-Kinglake, de Just Detention, explica por otro lado que en un condado de EE UU un juez ordenó a la cárcel a crear un ala separada para los presos LGBTI, pues era la mejor manera de garantizar la seguridad a esta población. “En este caso, todas las demás opciones se habían agotado”, pero la segregación de los presos LGBTI “no garantiza la seguridad, ya que algunas personas LGBTI también cometen abuso sexual”, concluye el activista.
Una comunidad tolerada, pero no aceptada
Tailandia se ha dado a conocer como un oasis LGTBI, además de ser uno de los siete firmantes del continente de la declaración de los derechos de esta comunidad en la ONU. En el país asiático, sin embargo, queda todavía mucho camino que recorrer: la sociedad les tolera, pero no les acepta.
Las leyes budistas prohíben a los hombres homosexuales convertirse en monjes y no están permitidos los matrimonios del mismo sexo, uniones civiles o parejas de hecho, a pesar de las reiteradas peticiones de los activistas. Además, un gran número de tailandeses identificados como LGTBI han sufrido alguna vez acoso físico y verbal por parte de compañeros.
El mayor problema de las personas transexuales en particular es que no pueden cambiar su sexo en el carné de identidad, aún tras haberse sometido a una operación completa de reasignación de sexo, lo que afecta a su vida diaria, además de impedirles acceder a muchos empleos.
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