Imagen: El Mundo |
La canción de Molotov ha sonado en una de las carpas de las fiestas de San Lorenzo, provocando una polémica en torno a la libertad de expresión.
José Luis Romo | El Mundo, 2016-08-11
http://www.elmundo.es/madrid/2016/08/11/57ac542022601d527b8b4651.html
Tengo un amigo, Carlos, que toca el clarinete y es gay. Lo cual no tiene nada de particular. Carlos es de Valencia y toca en una charanga con varios amigos. En Fallas, fiestas patronales, pasacalles... Nada profesional. De vez en cuando me mandaba vídeos de sus ensayos en los que se descoyuntaba el cuello con un ‘mix’ de Raffaella Carrá, era bastante hilarante. Disfrutaba mucho en aquella banda pero en todos los pases había un momento en el que se sentía mal. En su repertorio llevaban ‘Puto’, de Molotov. Una vez me dijo: "la verdad es que tengo un problema con esa canción". Normal, tener a una multitud al rededor de él gritando: "Matarile al maricón" no debía ser agradable. Pero Carlos no quería ser el "típico gay superactivista que se ofende por cualquier cosa". No quería crear un problema en la charanga y decidió ser tolerante. "Es sólo una canción".
Sin embargo, un día en mitad de un pasacalles llegó la hora del Puto y del "Matarile al maricón". Carlos había fichado, entre la gente que les iba acompañando, cantando y bailando, a dos chicos jóvenes y guapos, de unos 20 años. Posiblemente, fueran novios. Sus caras mudaron la alegría de la música cuando la gente comenzó a desgañitarse con el famoso estribillo. Vio en sus ojos una mezcla de amargura, rabia y decepción. Y aquella mirada iba dirigida a él. La fiesta se había terminado para ellos, bajaron los brazos y dejaron de bailar. Carlos entendió que la canción que a él le hacía sentir mal al tocarla, también hacía sentirse mal a otras personas. ¿Por qué debía estar callado? Es una mierda de estribillo homófobo.
Así que Carlos decidió hablarlo con sus amigos de la charanga. Para su sorpresa, y a pesar de un par de ‘coñas’, todos estuvieron de acuerdo en dejar de tocarla. No tenía sentido que quisieran llevar la fiesta por las calles e interpretasen una canción que atentaba contra la dignidad de muchas personas.
La historia de mi amigo Carlos, por supuesto, viene a cuento por el incidente acontecido en las fiestas de Lavapiés. Si a estas alturas no lo saben, se lo explico. En una carpa sonó el ‘Puto’, de Molotov. Tras recibir varias quejas, desde el Observatorio Madrileño Contra la Homofobia pusieron el hecho en conocimiento del concejal del distrito, Jorge García Castaño, de Ahora Madrid. El concejal se comprometió a ponerse en contacto con los encargados de la carpa en la que sonó la canción, exigirles una explicación y el compromiso de que no volverían a poner la canción. Al fin y al cabo, estas fiestas están dedicadas a luchar contra el machismo y la homofobia. Todo parecía lógico y sensato.
Sin embargo, desde las redes sociales, e incluso un periódico, comenzaron a reprobar la actitud censora del concejal y a enarbolar la bandera de la libertad de expresión. No tuvieron en cuenta que nadie ha pedido el procesamiento de Molotov ni la prohibición de la canción. Simplemente, queremos que en unas fiestas populares, en el espacio de todos, no tengamos que aguantar a ningún gañán cantándonos "Matarile al maricón" al oído. Reivindicamos no sentirnos amenazados en la calle, en una ciudad que este año acumula más de 70 agresiones homófobas. ¿Es tan difícil de entender? Si suena en un bar o discoteca, me iré tan tranquilo (ya aguanté bastante la canción en los bares de Alonso Martínez en los 90) pero no quiero el ‘Matarile al maricón’ en las fiestas de mi barrio, no quiero una canción que da rienda suelta a que uno saque su homofobia a gritos en unas fiestas que luchan contra eso. ¿De verdad, defenderían con el mismo ímpetu cantar "matarile al negrata"? A veces, la homofobia, como el machismo, está más secretamente instalada en nosotros de lo que creemos.
Creo que voy a llamar a Carlos. No sé por qué tema sustituyeron el Puto, de Molotov. Seguro que era más divertido.
Sin embargo, un día en mitad de un pasacalles llegó la hora del Puto y del "Matarile al maricón". Carlos había fichado, entre la gente que les iba acompañando, cantando y bailando, a dos chicos jóvenes y guapos, de unos 20 años. Posiblemente, fueran novios. Sus caras mudaron la alegría de la música cuando la gente comenzó a desgañitarse con el famoso estribillo. Vio en sus ojos una mezcla de amargura, rabia y decepción. Y aquella mirada iba dirigida a él. La fiesta se había terminado para ellos, bajaron los brazos y dejaron de bailar. Carlos entendió que la canción que a él le hacía sentir mal al tocarla, también hacía sentirse mal a otras personas. ¿Por qué debía estar callado? Es una mierda de estribillo homófobo.
Así que Carlos decidió hablarlo con sus amigos de la charanga. Para su sorpresa, y a pesar de un par de ‘coñas’, todos estuvieron de acuerdo en dejar de tocarla. No tenía sentido que quisieran llevar la fiesta por las calles e interpretasen una canción que atentaba contra la dignidad de muchas personas.
La historia de mi amigo Carlos, por supuesto, viene a cuento por el incidente acontecido en las fiestas de Lavapiés. Si a estas alturas no lo saben, se lo explico. En una carpa sonó el ‘Puto’, de Molotov. Tras recibir varias quejas, desde el Observatorio Madrileño Contra la Homofobia pusieron el hecho en conocimiento del concejal del distrito, Jorge García Castaño, de Ahora Madrid. El concejal se comprometió a ponerse en contacto con los encargados de la carpa en la que sonó la canción, exigirles una explicación y el compromiso de que no volverían a poner la canción. Al fin y al cabo, estas fiestas están dedicadas a luchar contra el machismo y la homofobia. Todo parecía lógico y sensato.
Sin embargo, desde las redes sociales, e incluso un periódico, comenzaron a reprobar la actitud censora del concejal y a enarbolar la bandera de la libertad de expresión. No tuvieron en cuenta que nadie ha pedido el procesamiento de Molotov ni la prohibición de la canción. Simplemente, queremos que en unas fiestas populares, en el espacio de todos, no tengamos que aguantar a ningún gañán cantándonos "Matarile al maricón" al oído. Reivindicamos no sentirnos amenazados en la calle, en una ciudad que este año acumula más de 70 agresiones homófobas. ¿Es tan difícil de entender? Si suena en un bar o discoteca, me iré tan tranquilo (ya aguanté bastante la canción en los bares de Alonso Martínez en los 90) pero no quiero el ‘Matarile al maricón’ en las fiestas de mi barrio, no quiero una canción que da rienda suelta a que uno saque su homofobia a gritos en unas fiestas que luchan contra eso. ¿De verdad, defenderían con el mismo ímpetu cantar "matarile al negrata"? A veces, la homofobia, como el machismo, está más secretamente instalada en nosotros de lo que creemos.
Creo que voy a llamar a Carlos. No sé por qué tema sustituyeron el Puto, de Molotov. Seguro que era más divertido.
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