Imagen: Vice / Giuseppe Caputo |
Tania Tapia Jáuregui | Vice, 2016-08-10
http://www.vice.com/es_co/read/giuseppe-caputo-literatura-novela-queer-gay
Una persona pregunta en Yahoo Respuestas por qué le dicen mariposas a los gays. Un usuario le responde que es por un juego de palabras: MARIcón, MARIposón; otro dice que la razón es porque las mariposas son de colores y a los gays les gustan los colores; otro asegura que es por su fragilidad; y otro responde que una mariposa tiene alas delicadas y vuela con gracia, de la misma forma en que un gay anda de forma delicada y mueve sus brazos agraciadamente, como si volara.
Giuseppe Caputo tenía seis o siete años cuando descubrió que la palabra 'mariposa' podía usarse como un insulto. Estaba en un parque, saltando, cuando un hombre empezó a animarlo, diciéndole que volara. Él siguió con el juego, entendiendo que el hombre lo estaba celebrando, hasta que el mismo hombre le gritó con rabia "mariposa". El episodio lo marcó y después de años decidió convertirlo en una de las imágenes de ‘Un mundo huérfano’ (2016), su primera novela que ya va por la segunda edición pese a ser publicada en julio. Un éxito.
Los protagonistas de ‘Un mundo huérfano’ —cuyo lanzamiento oficial fue el pasado 11 de agosto— son un padre y un hijo, los dos sin nombre, que viven en un barrio marginado y oscuro de una ciudad que tampoco tiene nombre. Sus vidas pasan en un mundo de escasez donde la comida es poca, el trabajo y la plata les huyen y donde la luz les hace el quite. La atemporalidad en la que parecen vivir, subrayada por el hecho de que todas las escenas de la novela transcurren de noche, es contrastada con una escena de rumba gay y de encuentros sexuales virtuales que hacen parte de la vida del hijo y que halan la historia hacia un mundo que se siente contemporáneo.
"Yo tenía claro que todas las escenas iban a ser de noche. De hecho la novela se iba a llamar 'Nocturno' de algo. Eso lo decidí porque, para mí, la noche es muy rica. Por un lado representa, desde la mística, el desasosiego del alma, de la soledad, de la melancolía, del sentirse perdido. Pero también representa la fiesta, todo el tema de la vida nocturna, donde se explora la exterioridad y la vibración del cuerpo, que para mí también viene siendo la vibración del alma", me dijo Giuseppe en una cafetería cercana a la Cámara Colombiana del Libro, donde trabaja como coordinador cultural.
Finalmente Giuseppe decidió que lo central en su novela, y con lo que debía bautizarla, no era la noche sino la orfandad, algo que podría resultar paradójico cuando el núcleo de la historia es la relación de un padre y un hijo. Pero en Un mundo huérfano la noche sí resulta siendo, en últimas, la encarnación del sentimiento de abandono. Los personajes se van quedando, de a poco, huérfanos de la sociedad, de la solvencia económica, y hasta de ellos mismos: el hijo resulta convertido en padre de su padre, un hombre que se mueve con una ternura ingenua y al que los fracasos lo tumban y lo incapacitan.
Al tiempo que el hijo intenta alimentar a su padre y sacarlo de la inmovilidad a la que él se abandona, vive la otra cara de la noche: se va de rumba a lugares en los que los hombres caminan mirando qué otros hombres responden a su mirada; visita saunas donde los encuentros sexuales son tan variados y numerosos como sea posible; y pasa horas saltando de cuerpo en cuerpo en una página de Internet muy parecida a Chatroulette (una página de videochats aleatorios). Los encuentros sexuales se cuentan con erotismo, a veces melancolía, crítica y, por momentos, con humor. El mismo que se le escapó a Giuseppe cuando, después de preguntarle si se podía hablar de esos encuentros sexuales por fuera de un ambiente nocturno, me respondió entre risas "yo creo que sí, pero tal vez en la noche se ve más la lentejuela".
Pero "la novedad de su narrativa", como la calificó la profesora y escritora Carolina Sanín, no se limita a los momentos en que habla de abandono y mística. Con el mismo cuidado habla de vergas, ‘popper’ y penetraciones. Escribe de orgías y de semen, al mismo tiempo que habla de homofobia, de los cuerpos que cargan con el peso de ser indeseables y con las violencias al interior de la comunidad gay. Aún así, Giuseppe nunca usa la palabra "gay", o cualquiera de las combinaciones de siglas con las que se han identificado las sexualidades distintas. Y no hace falta.
"A veces siento que hay un orgullo entre los gays, y es que entre más parecido se sea a un heterosexual, mejor. Yo eso lo critico mucho, y me alejo bastante de eso. Creo que todavía hay mucho camino por andar, a nivel de homofobias y vergüenzas internalizadas", me dijo Giuseppe, quien además me contó que en el capítulo en el que habla del sauna y de Chatroulette —que él bautiza como La Ruleta— quiso condensar los 30 o 40 años de historia del ‘cruising’ y de la manera cómo los hombres han intentado encontrarse en el sexo.
La novela habla de violencias sutiles, y también habla de violencias explícitas y desgarradoras. Violencias de cuerpos desmembrados en las que los cadáveres se convierten en objetos, como lo hacían el corte de franela o la corbata colombiana. Pero para Giuseppe la violencia no es lo central en la novela. Para él, en los momentos de violencia lo que estalla es la ternura cuando alguien pide que lancen un cadáver con cuidado, o cuando la falta de comida o de plata se suplen con la compañía y los gestos de vecinos y amigos.
Aún así, reconoce que ha llegado a entender que, aunque hay que tener cuidado en no trivializar o transformar el sufrimiento de las personas en retórica, la violencia puede producir creación, algo que él entendía como opuestos. "Creo que nuestras sociedades, lo que llamamos civilización, llegó con la violencia, entonces creo que la violencia no siempre destruye, sino que también produce algo, siempre crea algo. Yo hablo en términos de destrucción creadora. Puede ser".
En el libro, es justamente un gran acto de violencia lo que termina creando la posibilidad de que una comunidad se muestre con mayor fuerza, que ande por la calle sin esconderse ni pretendiendo ser algo distinto. En el mismo giro entre la destrucción y la creación, un graffiti, "Sigan bailando, mariposas", deja de ser un insulto para volverse una expresión y un nombre asumido, que ya no vulnera sino que reivindica, como ha pasado con palabras como marica y ‘queer’.
El tema, en este momento, no podría ser más relevante. Sólo se necesita pensar en el debate de esta semana con los manuales de convivencia y la polémica con Gina Parody, una pelea que terminó, además, en respuestas de los movimientos gays, y en respuestas de los movimientos anti gays. Aún así, el tema sigue siendo poco mencionado en la literatura del país. Los únicos ejemplos que vienen a la mente de autores que se han encargado de hablar de lo gay a profundidad en la literatura son Fernando Vallejo y Fernando Molano, el autor de ‘Un beso de Dick’. Y aunque Giuseppe habla de lo gay en su novela, no considera que eso la inscriba en una "literatura gay", sino en una tradición de la estética ‘queer’, un movimiento que resalta lo raro y lo no convencional, más allá de la identidad sexual.
El cuidado y la conciencia que tiene del lenguaje en ‘Un mundo huérfano’ revelan su formación en estudios ‘queer’ y de género: de forma consciente le da la palabra a los personajes femeninos para que se apropien del discurso, y articulen en palabras lo que le pasa a los otros personajes. Eso, por ejemplo, lo reconoce como una movida abiertamente feminista. De la misma manera, su cuidado en la descripción de ciertos personajes y eventos, dejan ver su inscripción a un movimiento social cambiante, lleno de ambigüedades y en constante transformación.
"Yo me identifico como gay, salgo a las calles en las marchas, reivindico mucho las luchas. Pero en la novela, más que una reivindicación, siento que hay una admiración por las personas que han estado cerca de mí, que han sufrido muchas violencias y que las han resignificado. Que se han pensado unas vidas distintas que no pasan por imitar las convenciones sociales ni la heterosexualidad. Yo creo en la igualdad, pero en la igualdad en la diferencia".
Giuseppe Caputo tenía seis o siete años cuando descubrió que la palabra 'mariposa' podía usarse como un insulto. Estaba en un parque, saltando, cuando un hombre empezó a animarlo, diciéndole que volara. Él siguió con el juego, entendiendo que el hombre lo estaba celebrando, hasta que el mismo hombre le gritó con rabia "mariposa". El episodio lo marcó y después de años decidió convertirlo en una de las imágenes de ‘Un mundo huérfano’ (2016), su primera novela que ya va por la segunda edición pese a ser publicada en julio. Un éxito.
Los protagonistas de ‘Un mundo huérfano’ —cuyo lanzamiento oficial fue el pasado 11 de agosto— son un padre y un hijo, los dos sin nombre, que viven en un barrio marginado y oscuro de una ciudad que tampoco tiene nombre. Sus vidas pasan en un mundo de escasez donde la comida es poca, el trabajo y la plata les huyen y donde la luz les hace el quite. La atemporalidad en la que parecen vivir, subrayada por el hecho de que todas las escenas de la novela transcurren de noche, es contrastada con una escena de rumba gay y de encuentros sexuales virtuales que hacen parte de la vida del hijo y que halan la historia hacia un mundo que se siente contemporáneo.
"Yo tenía claro que todas las escenas iban a ser de noche. De hecho la novela se iba a llamar 'Nocturno' de algo. Eso lo decidí porque, para mí, la noche es muy rica. Por un lado representa, desde la mística, el desasosiego del alma, de la soledad, de la melancolía, del sentirse perdido. Pero también representa la fiesta, todo el tema de la vida nocturna, donde se explora la exterioridad y la vibración del cuerpo, que para mí también viene siendo la vibración del alma", me dijo Giuseppe en una cafetería cercana a la Cámara Colombiana del Libro, donde trabaja como coordinador cultural.
Finalmente Giuseppe decidió que lo central en su novela, y con lo que debía bautizarla, no era la noche sino la orfandad, algo que podría resultar paradójico cuando el núcleo de la historia es la relación de un padre y un hijo. Pero en Un mundo huérfano la noche sí resulta siendo, en últimas, la encarnación del sentimiento de abandono. Los personajes se van quedando, de a poco, huérfanos de la sociedad, de la solvencia económica, y hasta de ellos mismos: el hijo resulta convertido en padre de su padre, un hombre que se mueve con una ternura ingenua y al que los fracasos lo tumban y lo incapacitan.
Al tiempo que el hijo intenta alimentar a su padre y sacarlo de la inmovilidad a la que él se abandona, vive la otra cara de la noche: se va de rumba a lugares en los que los hombres caminan mirando qué otros hombres responden a su mirada; visita saunas donde los encuentros sexuales son tan variados y numerosos como sea posible; y pasa horas saltando de cuerpo en cuerpo en una página de Internet muy parecida a Chatroulette (una página de videochats aleatorios). Los encuentros sexuales se cuentan con erotismo, a veces melancolía, crítica y, por momentos, con humor. El mismo que se le escapó a Giuseppe cuando, después de preguntarle si se podía hablar de esos encuentros sexuales por fuera de un ambiente nocturno, me respondió entre risas "yo creo que sí, pero tal vez en la noche se ve más la lentejuela".
Pero "la novedad de su narrativa", como la calificó la profesora y escritora Carolina Sanín, no se limita a los momentos en que habla de abandono y mística. Con el mismo cuidado habla de vergas, ‘popper’ y penetraciones. Escribe de orgías y de semen, al mismo tiempo que habla de homofobia, de los cuerpos que cargan con el peso de ser indeseables y con las violencias al interior de la comunidad gay. Aún así, Giuseppe nunca usa la palabra "gay", o cualquiera de las combinaciones de siglas con las que se han identificado las sexualidades distintas. Y no hace falta.
"A veces siento que hay un orgullo entre los gays, y es que entre más parecido se sea a un heterosexual, mejor. Yo eso lo critico mucho, y me alejo bastante de eso. Creo que todavía hay mucho camino por andar, a nivel de homofobias y vergüenzas internalizadas", me dijo Giuseppe, quien además me contó que en el capítulo en el que habla del sauna y de Chatroulette —que él bautiza como La Ruleta— quiso condensar los 30 o 40 años de historia del ‘cruising’ y de la manera cómo los hombres han intentado encontrarse en el sexo.
La novela habla de violencias sutiles, y también habla de violencias explícitas y desgarradoras. Violencias de cuerpos desmembrados en las que los cadáveres se convierten en objetos, como lo hacían el corte de franela o la corbata colombiana. Pero para Giuseppe la violencia no es lo central en la novela. Para él, en los momentos de violencia lo que estalla es la ternura cuando alguien pide que lancen un cadáver con cuidado, o cuando la falta de comida o de plata se suplen con la compañía y los gestos de vecinos y amigos.
Aún así, reconoce que ha llegado a entender que, aunque hay que tener cuidado en no trivializar o transformar el sufrimiento de las personas en retórica, la violencia puede producir creación, algo que él entendía como opuestos. "Creo que nuestras sociedades, lo que llamamos civilización, llegó con la violencia, entonces creo que la violencia no siempre destruye, sino que también produce algo, siempre crea algo. Yo hablo en términos de destrucción creadora. Puede ser".
En el libro, es justamente un gran acto de violencia lo que termina creando la posibilidad de que una comunidad se muestre con mayor fuerza, que ande por la calle sin esconderse ni pretendiendo ser algo distinto. En el mismo giro entre la destrucción y la creación, un graffiti, "Sigan bailando, mariposas", deja de ser un insulto para volverse una expresión y un nombre asumido, que ya no vulnera sino que reivindica, como ha pasado con palabras como marica y ‘queer’.
El tema, en este momento, no podría ser más relevante. Sólo se necesita pensar en el debate de esta semana con los manuales de convivencia y la polémica con Gina Parody, una pelea que terminó, además, en respuestas de los movimientos gays, y en respuestas de los movimientos anti gays. Aún así, el tema sigue siendo poco mencionado en la literatura del país. Los únicos ejemplos que vienen a la mente de autores que se han encargado de hablar de lo gay a profundidad en la literatura son Fernando Vallejo y Fernando Molano, el autor de ‘Un beso de Dick’. Y aunque Giuseppe habla de lo gay en su novela, no considera que eso la inscriba en una "literatura gay", sino en una tradición de la estética ‘queer’, un movimiento que resalta lo raro y lo no convencional, más allá de la identidad sexual.
El cuidado y la conciencia que tiene del lenguaje en ‘Un mundo huérfano’ revelan su formación en estudios ‘queer’ y de género: de forma consciente le da la palabra a los personajes femeninos para que se apropien del discurso, y articulen en palabras lo que le pasa a los otros personajes. Eso, por ejemplo, lo reconoce como una movida abiertamente feminista. De la misma manera, su cuidado en la descripción de ciertos personajes y eventos, dejan ver su inscripción a un movimiento social cambiante, lleno de ambigüedades y en constante transformación.
"Yo me identifico como gay, salgo a las calles en las marchas, reivindico mucho las luchas. Pero en la novela, más que una reivindicación, siento que hay una admiración por las personas que han estado cerca de mí, que han sufrido muchas violencias y que las han resignificado. Que se han pensado unas vidas distintas que no pasan por imitar las convenciones sociales ni la heterosexualidad. Yo creo en la igualdad, pero en la igualdad en la diferencia".
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