domingo, 21 de noviembre de 2021

#hemeroteca #lgtbi #activismo | Rubén Serrano: “He crecido en un modelo social en el que no ser heterosexual era un fracaso”

La Vanguardia / Rubén Serrano //

Rubén Serrano: “He crecido en un modelo social en el que no ser heterosexual era un fracaso”.

El autor de uno de los libros retirados de centros educativos de Castellón, 'No estamos tan bien', habla sobre la heteronormatividad cultural en el documental 'Que sirva de ejemplo'.
Emma Gómez Pastor | La Vanguardia, 2021-11-21
https://www.lavanguardia.com/local/valencia/20211121/7877134/ruben-serrano-he-crecido-modelo-social-heterosexual-fracaso.html 

Si se piensa en una película romántica, probablemente venga a la cabeza una historia entre un hombre y una mujer. Esto es la heteronormatividad: asumir que la heterosexualidad es el modelo a seguir y que todo lo demás se queda fuera. ‘Que sirva de ejemplo’ es un documental dirigido por Sofía Castañón sobre la heteronorma en la cultura. En él, personalidades como Brigitte Vasallo, Elizabeth Duval o Rubén Serrano, entre muchas otras, explican qué supone estar “fuera de la norma” en los productos culturales.

El Festival Internacional de Mediometrajes de València, ‘La Cabina’, proyectó el documental este miércoles en La Nau y ofreció un coloquio con Rubén Serrano después. Rubén, alicantino, periodista y escritor, basa su trabajo en el activismo LGTBIQ+. Su libro ‘No estamos tan bien’ fue uno de los 32 que una jueza ordenó retirar de centros educativos en Castellón hace unas semanas por petición de Abogados Cristianos. Finalmente, la retirada no se llevó a cabo. La Vanguardia conversa con él sobre el documental, su libro y su lucha dentro del colectivo LGTBIQ+.

P. Recientemente, ha habido dos agresiones homófobas en València: a la pareja de artistas falleros y a otra en un autobús de la EMT. ¿Crees que últimamente ha aumentado la lgtbifobia?

Sí y no. Ahora la violencia es más visible porque la denunciamos más, pero también es más explícita. Por una parte, denunciamos más públicamente, pero también ha aumentado el discurso de odio que viene claramente de la extrema derecha.

P. La EMT ha dicho que su conductor, que dejó bajar tanto a los agresores como a los agredidos del bus, actuó correctamente. ¿Qué opinas tú?

Muy bien, ¿no? ¡Qué bien gestionado! Es ironía. No puedes dejar a la víctima con el agresor después de esa situación de violencia. El conductor de autobús no tiene la culpa porque tal vez no esté formado para eso, porque al final es un trabajador más que llevaría no sé cuántas horas currando. Pero deberíamos empezar a formar a la gente que ocupa el espacio público, hay que mirar arriba y reclamar una política pública por la igualdad.

P. En tu trabajo, mencionas frecuentemente la interseccionalidad. ¿Cuál es el punto de encuentro de la reivindicación LGTBIQ+, la feminista, la antirracista, la de clase, la de diversidad funcional...?

Estas luchas van de la mano porque la raíz de la violencia hacia nosotras es la misma: el heteropatriarcado capitalista y opresor. La visión blanca, ‘macha’, colonial y capitalista: todo lo que no se ciña a esa heteronormatividad se queda fuera y ya no es vista solo con diferencia, sino también con rechazo. La política del identitarismo está muy encima de la mesa, es una forma de encontrarnos e identificarnos, pero si miras más allá de la sombra, lo que se proyecta es el mismo patrón heteropatriarcal.

P. Hay corrientes individualistas que no dan cabida a los colectivos. ¿Cómo haces entender que estos sí existen?


Al sistema le funciona muy bien enfrentar a los colectivos. Le interesa desactivarnos, que no haya esta alianza, y eso pasa por anularnos. “Los maricones, las bolleras y los travelos estáis bien”, pues no, no estamos tan bien cuando hace cuatro días que mataron a Samuel y todavía estamos esperando la aprobación de una legislatura LGTBIQ+ digna o incluso que las mujeres puedan abortar libremente, en hospitales públicos y sin ser perseguidas.

Les asusta que hayan dado a un maricón, a una divorciada o a una mujer negra estos espacios, sienten que están okupándolos. Encima criminalizan la propuesta llamándonos ofendiditos, como nos pasa a los millennials: “¿De qué os quejáis, si habéis estudiado lo que habéis querido y tenéis oportunidades?”. Mi protesta es legítima y tengo derecho al mismo bienestar que tú ostentas, porque de eso va la libertad y la democracia.

P. ¿Crees que hace falta una revisión feminista dentro del colectivo LGTBIQ+?

Las que siempre estaban al lado de los hombres gays que morían de VIH eran mujeres lesbianas. Además, las impulsoras del movimiento Queer fueron mujeres trans prostitutas, por lo tanto, son movimientos hermanos. Sin embargo, lo que le hace falta ahora al colectivo LGTBIQ+ es deshomosexualizarse. Hay hombres gays en ciertas posiciones de poder que no ven que todavía queda mucho por conseguir: personas trans, intersex, género no binario... El heteropatriarcado se convierte en un homopatriarcado dentro del colectivo, y cuando surge alguna voz dentro de este: ‘Oh, surprise, bitch. This is white gay men again’.

P. El mensaje que tú quieres transmitir contra la heteronorma, ¿crees que llega a gente del colectivo con menos formación o menos recursos en perspectiva de clase?

Al final mi propio mensaje forma parte de un entramado que es capital. Yo he escrito un libro, he salido en medios de comunicación, me muevo en redes sociales, he participado en este documental que se ve en Filmin… Hay gente que ni tiene redes sociales ni puede pagarse el libro. ¿Quién va a venir hoy a ‘La Cabina’? ¿Va a venir hasta aquí la chica lesbiana obrera de Torrent? Tal vez no pueda ni permitirse el billete de bus. Por eso, aunque yo esté aquí, es muy importante intentar ir hasta allá.

Hay otro tipo de colectivos y de voces más pequeñas, con un poder más local que a mí se me escapa porque yo estoy muy dentro del sistema, al final mi libro está publicado por Planeta. Yo formo parte de esta rueda, pero no podemos perder la perspectiva, porque yo hoy he conseguido conquistar este espacio más visible y cómodo, pero hay mucho más allá. Espero que nunca se me olvide.

P. Desde la izquierda, como algunos llaman, “rojiparda”, hay numerosas críticas a corrientes como la feminista o la LGTBIQ+. ¿Qué opinas de esto?

Que quizás les falta izquierda. Pienso en cuando esta izquierda “rojiparda” entró en el Olympia la semana pasada: una chica del Frente Obrero, en el acto de Nuevas Políticas, gritó que las cinco mujeres allá presentes no eran obreras. Y la respuesta maravillosa que todo el mundo gritó fue: “¡Viva la lucha de la clase obrera!”. Es que no somos tontas, es que sabemos de dónde venimos y reivindicamos estas nuevas corrientes. ¿Por qué crees que es algo posmoderno o cool defender la igualdad de las personas LGTBIQ+, por qué ves en eso un enemigo? ¿Quizás es que hay una fina línea muy cercana al discurso de la extrema derecha porque creéis que amenazamos vuestro espacio de poder? Porque te aseguro que personas obreras LGTBIQ+ hay, “obrerísimas” hasta la muerte.

P. Hay muchas grandes empresas que utilizan el ‘pinkwashing’ y hacen de la lucha LGTBIQ+ una estrategia de marketing más. ¿Crees que hacen un favor o es contraproducente?

Sí y no. No nos beneficia porque es un lavado de cara, y sí porque al final supone visibilidad. Pero el debate aquí es que por lo menos un porcentaje de sus ganancias vayan a un colectivo. Como no lo van a hacer, nuestra responsabilidad como ciudadanos es pensar en qué consumimos el dinero que sudamos trabajando. Puede que no sea tan guay una camiseta reivindicativa de Benimaclet, pero suma más que la que tiene una etiqueta en la que pone que está hecha en Bangladesh, probablemente bajo explotación.

P. En ‘Que sirva de ejemplo’, Brigitte Vasallo dice que la heterosexualidad no se nombra, pero se asume y es todo lo que existe. Teniendo en cuenta esto: ¿lo que no se nombra no existe?

Ella lo explica muy bien en su libro ‘Lenguaje inclusivo y exclusión de clase’. ¿Para quién queremos ser nombradas? ¿Quién queremos que nos reconozca? Para mí fue muy revelador: ¿Quién quiero que me reconozca como maricón: el presidente del gobierno o mis amigas las maricas para encontrar alianzas? Yo he crecido en un modelo social en el que no ser heterosexual era un fracaso. Si te salías de la norma, eras un traidor. Pero ahora, ver a gente más joven hablar de bisexualidad o cuestionarse si el género que le asignaron al nacer es suyo me fascina.

Puede parecer una chorrada como dice la izquierda “rojiparda”, pero igual el hecho de que un niño lleve las uñas pintadas en el instituto ya significa que el debate ha entrado en el espacio y no se ve como algo marginal. Con estas pequeñas conquistas hay que reconocer que sí que hay un progreso y que lo hemos hecho de puta madre.

P. Habláis de una falta de referentes desde la infancia. ¿Cuáles han sido o son los tuyos?

Me ayudó un montón ver a Jesús Vázquez, a Maca y a su pareja en Hospital Central, a Mauri y Fer de ‘Aquí no hay quien viva’… Aunque por debajo hubiera una narrativa de la burla. Pienso, por ejemplo, en Fidel de Aída. Lo veíamos en casa, en familia, y a mí me daba mucha vergüenza porque yo me reconocía en sus maneras. Yo no quería ser una broma, pero ya me servía para saber, por lo menos, que no era el único del planeta. De ahí va muy ligado que exista esta cultura de la diva en el mundo LGTBIQ+: una mujer liberada, que canta lo que quiere, se pone lo que quiere, hace lo que quiere con los hombres… ¡Pero qué persona más chula! De Paulina Rubio a Chenoa, en mi caso, era un camino que se alejaba de una masculinidad que a mí no me funcionaba.

P. En el documental, dices que ser LGTBIQ+ implica un relato del drama impuesto. ¿Crees que los medios de comunicación dan un tratamiento correcto a la información sobre el colectivo?


Horrible. Aunque sea un tema que se haya puesto en la agenda mediática, muchas veces no veo una apuesta real por informar sobre ello, probablemente porque el medio de comunicación esté estructurado por hombres con una base de poder y estabilidad heterosexual blanca. No sé ahora, pero a los periodistas no nos formaban hace años con perspectiva feminista ni antirracista, y hubiera sido una luz que nos hubieran dicho que se podía informar así y no desde el poder.

P. ¿Cómo puede participar esa persona privilegiada de la que se habla en ‘Que sirva de ejemplo’ (un hombre blanco cishetero de clase media-alta) en esta lucha? ¿Debe participar en ella activamente o simplemente apartarse y facilitarla?


Lo único que tienen que hacer es escuchar. Hay un discurso del “mi me mí”. No, esto no va de ti porque tú ya lo tienes, esto va de ellas o de “nosotres”. Lo siento muchísimo, pero no nos toca ni como maricones ni como mujeres hacerles el trabajo a los hombres en estos espacios. ¿Hasta los deberes os tenemos que hacer? Que sou majorets, eh! Ya tenemos bastante con nuestras luchas como para pensar cómo ellos pueden sumar. Si de verdad te interesa, piénsalo tú. Asumir que tienen un privilegio es difícil. Deben asumir que igual sí que hay una cultura ‘machaque’ se perpetua sin que se den cuenta, pero hay que darse cuenta. Paseamos la bandera de igualdad y del progreso, pero la paseamos siempre las mismas.

P. ¿Te has autocensurado alguna vez como periodista o como hombre homosexual?


Me he censurado como homosexual muchas veces en espacios académicos y laborales, pasando desapercibido. Y como periodista, me he quitado frases a mí mismo en artículos porque me daba miedo que no me los publicasen. Después hablas y ves que es inseguridad tuya, pero si tenemos que autocensurarnos es porque hay algo que nos hace pensar: “¡Ojo! ¿Me la voy a jugar publicando esto? ¡Quizás este es el último artículo que publico!”.

P. No hace falta que te autocensures cuando otros ya lo hacen por ti. ¿Cómo recibes la noticia de los libros retirados de centros educativos de Castellón?

La recibí por Twitter porque vivimos en una sociedad plataforma y Cyborg. Al principio me molestó, pero la molestia me duró solo esa noche. Pensé: “Joder, algo estamos removiendo si un colectivo cristiano se molesta por libros que hablan de nuestras vidas”. Igual que hay libros que hablan de cristianos y de toros, yo qué sé, ¿por qué les tiene que molestar el de mi vida? ¿Por qué no podemos hablar de la religión si yo he visto cientos de películas diciendo “fusílame al maricón este” o “eres un mariconazo” y ya no es solo que nadie las haya censurado, sino que seguramente tendrán sus cinco Goyas?

¿Qué punto de ranciedad hay aún en este país si una jueza dice que cautelarmente hay que retirar unos libros? A mí como chaval maricón me habría encantado leer un libro de esos que usted considera mierda, porque seguramente no habría llegado a mi casa más de dos días llorándole a mi madre porque se habían reído de mi pluma en clase.

P. Recomienda una película, un libro y una serie fuera de la heteronorma a los lectores y las lectoras de La Vanguardia. Puedes citar el tuyo, ¿eh?

Oh, wow! Hay que citar a las compañeras siempre. Un libro: de Brigitte Vasallo, ‘Pensamiento monógamo, terror poliamoroso’, porque combate la pareja heterosexual en el centro de la vida. Una serie: ‘Euforia’, pienso mucho en Jules. Pero también tengo muy presente ‘The Morning Show’, un caso del #MeToo dentro de la televisión. Y una película: ‘120 pulsaciones por minuto’, que es francesa, va sobre la lucha colectiva contra el SIDA y el VIH y demuestra que la colectivización tiene poder y hace que estemos mejor.

P. Por último, ¿a quién recomendarías ‘Que sirva de ejemplo’?

Ojalá lo vieran todos los hombres heterosexuales de este país. Pero con sus palomitas y con su cigarrito, y después, si quieren, que se pongan el partido del Real Madrid y que jueguen unos “FIFAS”. Pero que gasten una horita de su vida en ver eso: a bolleras, maricones, personas trans super chulas y mujeres inteligentísimas.

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