Mujer, mayor de 50 y trans: Eva Díaz, la CEO que ha derribado todas las barreras.
Es consejera delegada de la tecnológica Appogeo Digital, a los 52 años abrazó un proceso de transición para poder darse a la libertad y felicidad plenas. Renfe presenta Mujeres y Viajeras, una serie de 12 entrevistas donde la periodista Joana Bonet charla con mujeres acerca del empoderamiento femenino.
Diana Arrastia | La Vanguardia, 2022-03-21
https://www.lavanguardia.com/vida/20220321/8126301/eva-diaz-exitosa-ceo-transgenero-rompe-estereotipos-renfe-brl.html
Esta historia comienza con el reflejo de un niño en la ventanilla de un tren rumbo al agosto de Alicante, con su playa y su veraneo. Termina con esa misma ventanilla devolviendo la imagen de una mujer y alta ejecutiva, subida a un AVE, camino de una importante reunión.
El de Eva Díaz, ingeniera industrial, especialista en consultoría estratégica y tecnológica, y mujer transgénero ha sido un viaje vital muy complejo. Ese que corresponde a la mujer que nace en el cuerpo de un hombre. Por eso su tren solo tiene un destino: un mundo realmente de igualdad, de libertad y de respeto.
“Con 8 años, había algo extraño en mí. Me llamaba Enrique, tenía padres, un hermano, iba al colegio… y hasta ahí todo normal. Pero tenía la sensación de que había otra persona dentro de mí que, de vez en cuando, quería salir y expresarse", explica Eva Díaz a la periodista Joana Bonet en la serie de 12 entrevistas Mujeres y Viajeras de Renfe.
Un relato tras el que se esconde una batalla interna "entre lo que me decían que tenía que ser y esa mujer que había dentro de mí que pugnaba por vivir. Es un conflicto muy complejo. Tienes unas presiones internas y externas que son muy difíciles de compaginar. Y, al final, es la peor lucha, porque es la lucha contra ti misma la que tienes que mantener. Yo he llorado muchísimo”, añade.
Así vivió, con apariencia masculina, hasta que ya no pudo más. Fue en 2015, con 52 años de edad, cuando Eva Díaz decidió completar su proceso de transición de género. Empezó así una nueva forma de estar en el mundo porque “si a vivir le llamas pasar por la vida, podría haber seguido viviendo así. Si a vivir le llamas tener intensidad, sueños, pasiones, ilusiones, disfrutar de cada día que te levantas, entonces no. Llegó un momento en el que era: transiciono o muero", confiesa.
Según Eva, dar el paso definitivo depende también de las circunstancias que te rodean: "A partir de los 48 ó 49 años, mis hijos ya estaban relativamente encauzados, haciendo la carrera y, de alguna forma, había conseguido muchas cosas en mi vida. Quizás ya era el tiempo de dedicarme a mí, de cuidarme. El nivel de tristeza que llevas cuando no eres auténtica es demasiado grande”, relata.
Poner voz y rostro a lo que ha vivido es tan necesario para ella que no ha dejado de hacerlo cuando ha tenido oportunidad. “He tenido la suerte de poder trasladar mi mensaje para acercar a nuestra sociedad a un proceso de transición que está ahí y que, en muchos casos, se entiende muy mal, porque no lo explicamos”, asegura.
Una nueva etapa que empieza
Ahora, Eva Díaz contempla ante sí un mundo lleno de muchas más posibilidades y oportunidades que cuando se llamaba Enrique. “Un mundo mucho más amplio, rico y poderoso. Más gratificante de lo que era para mí antes de la transición”.
Eso sí, antes tuvo que pasar por un proceso de deconstrucción. “Tuve que saber qué parte de mis actitudes, reacciones, pensamientos, ilusiones y sueños era mía y cuál me venía impuesta. Los ‘tienes que’ que nos van metiendo desde que somos niñas... Tuve que ir encontrando qué era mío y qué, de alguna forma, se me había adherido a la mochila. Culturalmente, socialmente, personalmente... Hasta que encontré a la mujer que era. Cuando llegas a tu esencia, la libertad que tienes es brutal, porque deja de importarte lo que piensen”.
También asegura que no siente ninguna discriminación en sus carnes. “Estoy muy visible, todo el mundo conoce mi pasado, no lo oculto por ningún sitio. Entras en mi perfil de LinkedIn y antes o después lo pillas. Y eso hace que con quien interaccione lo tenga asumido, naturalizado. En el pasado, al principio, fue complicado. Y sufrí una discriminación triple: por mujer, por transexual y por edad. Me puse a buscar trabajo con 52 años”, dice.
Siempre ha sido muy consciente de su suerte. Otras no lo han tenido “tan fácil”, muy entre comillas, como dice ella. “Yo soy una privilegiada y mi caso es extraño y te diría que fácil, muy entre comillas. Hacer este proceso en una posición profesional y en un entorno geográfico distinto al de Madrid, al entorno ejecutivo, es muchísimo más complejo. Hay más reparos, sesgos y problemas para aceptar una serie de cosas”.
Avances tecnológicos: libertad y peligro
Eva Díaz es la consejera delegada de Appogeo Digital, una empresa que trabaja para acercar la tecnología a sectores donde tradicionalmente no estaba y dotarlos así de un elemento diferencial. “Nunca nos imaginamos un restaurante tecnificado, por ejemplo. Estamos a punto de trabajar con el Basque Culinary Center para introducir tecnología en los restaurantes. También trabajamos en tecnología para el bienestar de los mayores y los discapacitados”.
Pero la ingeniera no ignora que la tecnología, además de llevarnos a la libertad, también nos conduce a un mundo más enloquecido. “Y más peligroso, estamos viendo todos los ataques de ciberseguridad que se están dando. Un mundo donde tenemos un riesgo muy grande de perder nuestra privacidad, dominado por grandes compañías tecnológicas que tienen muchísimo más poder que cualquier Estado, donde nuestros datos e información personal y mucho de lo que somos puede estar al alcance de cualquiera”, advierte.
A lo largo de sus muchos años de experiencia profesional en puestos directivos de consultoras gigantes, Eva Díaz ha experimentado el liderazgo masculino y también el femenino.
“Las diferencias son todas. El liderazgo masculino es muy ejecutivo, muy basado en la posición y en la jerarquía. Las mujeres nos tenemos que ganar ese respeto por nuestra valía, tenemos que demostrarla. Es un liderazgo más lento, pero, una vez que lo tienes, es más potente, porque es más cohesivo con la organización, más de colaboración, convencimiento y valores. También más a largo plazo, donde los equipos generalmente suelen ser muy leales”, asegura.
De vuelta al terreno personal, la mujer que es Eva Díaz huye de los “compartimentos”, de las etiquetas. “Me cansan y me aburren todos estos mensajes tan dogmáticos y sectarios cuando estamos todos buscando la igualdad. Respeto, libertad, capacidad para trabajar y para ser como somos, seamos como seamos. Para mí el feminismo es alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres”.
¿Estamos muy lejos de ese objetivo? “Estamos mucho más cerca de lo que estábamos, pero todavía estamos lejos. Y no solamente eso, sino que estamos retrocediendo. Estamos poniendo palos a la rueda en lugar de ayudar, convirtiendo algo que debería ser una lucha por la igualdad en una lucha entre géneros. Cada vez somos más visibles en política, tecnología, en todo, y de alguna forma estamos ocupando la zona de confort del hombre. Creo que, hasta que el hombre no encuentre su nueva posición en esta sociedad, vamos a seguir teniendo un problema muy importante”.
El de Eva Díaz, ingeniera industrial, especialista en consultoría estratégica y tecnológica, y mujer transgénero ha sido un viaje vital muy complejo. Ese que corresponde a la mujer que nace en el cuerpo de un hombre. Por eso su tren solo tiene un destino: un mundo realmente de igualdad, de libertad y de respeto.
“Con 8 años, había algo extraño en mí. Me llamaba Enrique, tenía padres, un hermano, iba al colegio… y hasta ahí todo normal. Pero tenía la sensación de que había otra persona dentro de mí que, de vez en cuando, quería salir y expresarse", explica Eva Díaz a la periodista Joana Bonet en la serie de 12 entrevistas Mujeres y Viajeras de Renfe.
Un relato tras el que se esconde una batalla interna "entre lo que me decían que tenía que ser y esa mujer que había dentro de mí que pugnaba por vivir. Es un conflicto muy complejo. Tienes unas presiones internas y externas que son muy difíciles de compaginar. Y, al final, es la peor lucha, porque es la lucha contra ti misma la que tienes que mantener. Yo he llorado muchísimo”, añade.
Así vivió, con apariencia masculina, hasta que ya no pudo más. Fue en 2015, con 52 años de edad, cuando Eva Díaz decidió completar su proceso de transición de género. Empezó así una nueva forma de estar en el mundo porque “si a vivir le llamas pasar por la vida, podría haber seguido viviendo así. Si a vivir le llamas tener intensidad, sueños, pasiones, ilusiones, disfrutar de cada día que te levantas, entonces no. Llegó un momento en el que era: transiciono o muero", confiesa.
Según Eva, dar el paso definitivo depende también de las circunstancias que te rodean: "A partir de los 48 ó 49 años, mis hijos ya estaban relativamente encauzados, haciendo la carrera y, de alguna forma, había conseguido muchas cosas en mi vida. Quizás ya era el tiempo de dedicarme a mí, de cuidarme. El nivel de tristeza que llevas cuando no eres auténtica es demasiado grande”, relata.
Poner voz y rostro a lo que ha vivido es tan necesario para ella que no ha dejado de hacerlo cuando ha tenido oportunidad. “He tenido la suerte de poder trasladar mi mensaje para acercar a nuestra sociedad a un proceso de transición que está ahí y que, en muchos casos, se entiende muy mal, porque no lo explicamos”, asegura.
Una nueva etapa que empieza
Ahora, Eva Díaz contempla ante sí un mundo lleno de muchas más posibilidades y oportunidades que cuando se llamaba Enrique. “Un mundo mucho más amplio, rico y poderoso. Más gratificante de lo que era para mí antes de la transición”.
Eso sí, antes tuvo que pasar por un proceso de deconstrucción. “Tuve que saber qué parte de mis actitudes, reacciones, pensamientos, ilusiones y sueños era mía y cuál me venía impuesta. Los ‘tienes que’ que nos van metiendo desde que somos niñas... Tuve que ir encontrando qué era mío y qué, de alguna forma, se me había adherido a la mochila. Culturalmente, socialmente, personalmente... Hasta que encontré a la mujer que era. Cuando llegas a tu esencia, la libertad que tienes es brutal, porque deja de importarte lo que piensen”.
También asegura que no siente ninguna discriminación en sus carnes. “Estoy muy visible, todo el mundo conoce mi pasado, no lo oculto por ningún sitio. Entras en mi perfil de LinkedIn y antes o después lo pillas. Y eso hace que con quien interaccione lo tenga asumido, naturalizado. En el pasado, al principio, fue complicado. Y sufrí una discriminación triple: por mujer, por transexual y por edad. Me puse a buscar trabajo con 52 años”, dice.
Siempre ha sido muy consciente de su suerte. Otras no lo han tenido “tan fácil”, muy entre comillas, como dice ella. “Yo soy una privilegiada y mi caso es extraño y te diría que fácil, muy entre comillas. Hacer este proceso en una posición profesional y en un entorno geográfico distinto al de Madrid, al entorno ejecutivo, es muchísimo más complejo. Hay más reparos, sesgos y problemas para aceptar una serie de cosas”.
Avances tecnológicos: libertad y peligro
Eva Díaz es la consejera delegada de Appogeo Digital, una empresa que trabaja para acercar la tecnología a sectores donde tradicionalmente no estaba y dotarlos así de un elemento diferencial. “Nunca nos imaginamos un restaurante tecnificado, por ejemplo. Estamos a punto de trabajar con el Basque Culinary Center para introducir tecnología en los restaurantes. También trabajamos en tecnología para el bienestar de los mayores y los discapacitados”.
Pero la ingeniera no ignora que la tecnología, además de llevarnos a la libertad, también nos conduce a un mundo más enloquecido. “Y más peligroso, estamos viendo todos los ataques de ciberseguridad que se están dando. Un mundo donde tenemos un riesgo muy grande de perder nuestra privacidad, dominado por grandes compañías tecnológicas que tienen muchísimo más poder que cualquier Estado, donde nuestros datos e información personal y mucho de lo que somos puede estar al alcance de cualquiera”, advierte.
A lo largo de sus muchos años de experiencia profesional en puestos directivos de consultoras gigantes, Eva Díaz ha experimentado el liderazgo masculino y también el femenino.
“Las diferencias son todas. El liderazgo masculino es muy ejecutivo, muy basado en la posición y en la jerarquía. Las mujeres nos tenemos que ganar ese respeto por nuestra valía, tenemos que demostrarla. Es un liderazgo más lento, pero, una vez que lo tienes, es más potente, porque es más cohesivo con la organización, más de colaboración, convencimiento y valores. También más a largo plazo, donde los equipos generalmente suelen ser muy leales”, asegura.
De vuelta al terreno personal, la mujer que es Eva Díaz huye de los “compartimentos”, de las etiquetas. “Me cansan y me aburren todos estos mensajes tan dogmáticos y sectarios cuando estamos todos buscando la igualdad. Respeto, libertad, capacidad para trabajar y para ser como somos, seamos como seamos. Para mí el feminismo es alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres”.
¿Estamos muy lejos de ese objetivo? “Estamos mucho más cerca de lo que estábamos, pero todavía estamos lejos. Y no solamente eso, sino que estamos retrocediendo. Estamos poniendo palos a la rueda en lugar de ayudar, convirtiendo algo que debería ser una lucha por la igualdad en una lucha entre géneros. Cada vez somos más visibles en política, tecnología, en todo, y de alguna forma estamos ocupando la zona de confort del hombre. Creo que, hasta que el hombre no encuentre su nueva posición en esta sociedad, vamos a seguir teniendo un problema muy importante”.
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