Imagen: Tribuna Feminista |
Victoria Sendón de León · Dra. en Filosofía y escritora feminista | Tribuna Feminista, 2019-10-15
https://tribunafeminista.elplural.com/2019/10/las-falacias-de-lo-queer/
A propósito de una entrevista a Paul Beatriz Preciado, realizada por Marta Borraz y Ana Requena Aguilar, aparecida en “eldiario.es” del 11 de octubre de 2019, me voy a animar a realizar algunas puntualizaciones que creo convienen en el momento feminista actual.
La autora/autor del libro que se presentaba en La Central de Madrid, ‘Un apartamento en Urano’, es definido por las entrevistadoras, en masculino, como alguien “disidente del sistema sexo-género”. Sin embargo, Beatriz no quiso perder su nombre original, que fue precedido por el de Paul, lo cual me resulta más propio de un prosélito que de un disidente: lo quiere todo, ser varón sin dejar de ser mujer o, más bien, sin dejar de ser ella misma. Se imagina viviendo en un apartamento en Urano, ajeno a las imposiciones sexuales y de género: “No soy hombre, no soy mujer, no soy heterosexual ni bisexual”, afirma, ya que ser cualquiera de estas cosas responde a categorías médicas y jurídicas que no tienen nada que ver con la realidad. Es decir, que no existen categorías universales o generales que nos definan, sino que lo real está siempre referido a seres particulares concretos. O sea, que desde el nominalismo intenta deconstruir la lógica binaria: varón/mujer. Ser varón no es más que un nombre, igual que ser mujer. “El/ella” dice que no es hombre ni mujer, pero su doble nombre está indicando que pretende ser mujer y hombre a la vez. ¡Para qué privarse!
Veamos. Nadie niega que cada ser particular sea único y peculiar, ni tampoco que al nacer algunos bebés no tengan el sexo claramente definido, que siempre se trata de subsanar por vía quirúrgica por la obsesión taxonómica. Pero de ahí a que se niegue la existencia de varones y de mujeres hay un gran trecho, porque si eso de los sexos no existe o tendría que ser indiferente ¿por qué Paul Beatriz se ha tomado tanto trabajo hormonándose para ser o parecer una cosa tan definida como un varón varón? Es una contradicción tan flagrante que no acaba de entenderse. Sería entendible que una mujer que se encuentre mal con su cuerpo esté dispuesta a sacrificarse luchando contra su naturaleza toda la vida con tal de parecer un varón. Vale. Pero decir que no eres ni una cosa ni la otra, es decir, 'queer', y poner tanto empeño en aparecer como un sexo concreto no tiene mucho sentido. Si da igual, quédate como estás ¿no?
Defiende Preciado que la lucha contra el patriarcado pasaría por abolir la asignación de la diferencia sexual en el nacimiento: “ha venido un cuerpo humano al mundo”. Bien. Estupendo. Pero ¿quién ha parido a ese cuerpo humano? ¿Eso tampoco se llama una “madre”? ¿O ser madre es también un genérico que no se corresponde con la realidad? Aunque no se llamara madre, sino Pepita, alguien sostiene toda una gestación de ese “cuerpo humano” ¿no? ¿Terminamos con la diferencia sexual de ser madre o padre? Total, como da igual, pongamos a los llamados hombres/padres a gestar y parir. A ver qué pasa. Podemos terminar con los universales, pero el nominalismo no resuelve nada en estos casos. Sobre todo en los paritorios.
Otra cosa muy distinta sería afirmar que el género no debe estar definido y, es más, que se trata de una categoría de la que podemos prescindir y que cada quien actúe de acuerdo con sus identificaciones, sus imaginarios, sus gustos y sus posibilidades, pero asumiendo con naturalidad que tienes un sexo concreto que significa cosas concretas. Puedes elegir no ser madre, porque la biología no es un destino, pero no puedes elegir no ser mujer. La diferencia sexual existe, mal que le pese a Preciado. Otra cosa es que el sistema patriarcal utilice las diferencias para crear desigualdades. Y contra eso estamos todas.
En el cénit de la entrevista surge la pregunta clave: “¿Cuál es el sujeto del feminismo?”. Y aquí le sale lo más genuino del proyecto trans y gay: “No hay sujeto del feminismo. El sujeto del feminismo es un proyecto de transformación radical de la sociedad en su conjunto (...) Cuando ese sujeto cristaliza y se convierte en la mujer, tenemos un problema”. ¿Sí? ¿Quién tiene el problema? Primero, el sujeto del feminismo no puede ser un proyecto, que sería, en todo caso, un objetivo, no un sujeto. Y segundo, que está claro que antes el feminismo era una cosa de mujeres (trasnochadas, putas, lesbianas, locas) pero ahora que comienza a tener cierto prestigio y, sobre todo, cuando deviene en un movimiento de masas, ¡ah!, entonces ya no es una cosa de mujeres, sino de todo el “totum revolutum” que se quiera apuntar y llevar la batuta. Más aún, Paul Beatriz niega que el feminismo pueda identificarse como un movimiento y como una lucha esencialmente de mujeres. Y entonces sale con el topicazo de que, en todo caso, el feminismo tendría que visibilizar a las mujeres más oprimidas y vulnerables, lo cual desembocaría en la alianza de los sujetos oprimidos en general, más allá de la identidad. Ese sí, ese sí sería el sujeto del feminismo. Más allá de la identidad de mujer, claro, porque si la identidad es la raza, la clase o los pueblos colonizados... entonces sí vale la identidad. Vayapordios.
Continúa entonces con su proclama de posicionarse con el feminismo que luchó contra el sida, con el feminismo negro, el transexual o el de las trabajadoras del sexo de los que, según ella, las feministas blancas, hetero y burguesas nos hemos apoderado y aprovechado, porque “las luchas se hacen desde abajo y luego se recuperan desde arriba”. Pues, digo yo, que Beauvoir, Millet, Firestone, Lonzi, Lerner o Pateman no tenían mucho de estos grupos. Ni negras ni trans ni trabajadoras del sexo, en fin. Y, sin embargo, nos abrieron el camino. Por supuesto que muchos de aquellos grupos más marginales lucharon con gran coraje contra el sistema, pero dudo que esas luchas tuvieran mucho de feministas, a no ser que el sistema se identifique con el patriarcado, pero ese presupuesto no estaba incluido en su episteme, en su concepción social del mundo.
Y se sigue liando hasta el punto de decir que “un hombre gay absolutamente puede ser un sujeto del feminismo. Lo es precisamente por el altísimo índice de feminización...”. Pero ¿en qué quedamos? Las mujeres no somos sujetos del feminismo ¿pero un hombre gay, sí? Precisamente por lo feminizado. ¡Qué mareo, Paul B.! Pero no acaban aquí los despropósitos, sino que propone un par de genialidades a fin de parar la reproducción en el mundo: el sexo anal y el dildo (juguete sexual masturbatorio). El primero para el placer masculino, y el segundo para el placer del dildo supongo. Se terminaría con la reproducción, seguro. Y también con la potencia de las mujeres como reproductoras. Tal vez es de lo que se trata.
No hubiera querido escribir este artículo contra Preciado, pero es que en este momento histórico no se puede hablar así del feminismo y confundir a las más jóvenes, que seguro que estas posiciones les parecen más modernas si no se las destripas y muestras sus contradicciones lógicas. Yo sé que Preciado es un importante filósofo y recomiendo sus libros, pero ojo con su ideología. No se pueden sustituir las ideas por los idearios, y el ideario ‘queer’ puede prestarse a muchas tonterías y desorientaciones. Yo también estoy de acuerdo con la superación del par sexo/género, pero no comulgo con la eliminación de la naturaleza en aras de un sexo performativo ni menos con la eliminación de la diferencia sexual, porque la diferencia siempre es riqueza. Y, sobre todo, es realidad palmaria. Dentro de un milenio ¡quién sabe! Igual Preciado es un visionario, pero, de momento, resulta miserable desactivar el feminismo por esos caminos tan interesados.
La autora/autor del libro que se presentaba en La Central de Madrid, ‘Un apartamento en Urano’, es definido por las entrevistadoras, en masculino, como alguien “disidente del sistema sexo-género”. Sin embargo, Beatriz no quiso perder su nombre original, que fue precedido por el de Paul, lo cual me resulta más propio de un prosélito que de un disidente: lo quiere todo, ser varón sin dejar de ser mujer o, más bien, sin dejar de ser ella misma. Se imagina viviendo en un apartamento en Urano, ajeno a las imposiciones sexuales y de género: “No soy hombre, no soy mujer, no soy heterosexual ni bisexual”, afirma, ya que ser cualquiera de estas cosas responde a categorías médicas y jurídicas que no tienen nada que ver con la realidad. Es decir, que no existen categorías universales o generales que nos definan, sino que lo real está siempre referido a seres particulares concretos. O sea, que desde el nominalismo intenta deconstruir la lógica binaria: varón/mujer. Ser varón no es más que un nombre, igual que ser mujer. “El/ella” dice que no es hombre ni mujer, pero su doble nombre está indicando que pretende ser mujer y hombre a la vez. ¡Para qué privarse!
Veamos. Nadie niega que cada ser particular sea único y peculiar, ni tampoco que al nacer algunos bebés no tengan el sexo claramente definido, que siempre se trata de subsanar por vía quirúrgica por la obsesión taxonómica. Pero de ahí a que se niegue la existencia de varones y de mujeres hay un gran trecho, porque si eso de los sexos no existe o tendría que ser indiferente ¿por qué Paul Beatriz se ha tomado tanto trabajo hormonándose para ser o parecer una cosa tan definida como un varón varón? Es una contradicción tan flagrante que no acaba de entenderse. Sería entendible que una mujer que se encuentre mal con su cuerpo esté dispuesta a sacrificarse luchando contra su naturaleza toda la vida con tal de parecer un varón. Vale. Pero decir que no eres ni una cosa ni la otra, es decir, 'queer', y poner tanto empeño en aparecer como un sexo concreto no tiene mucho sentido. Si da igual, quédate como estás ¿no?
Defiende Preciado que la lucha contra el patriarcado pasaría por abolir la asignación de la diferencia sexual en el nacimiento: “ha venido un cuerpo humano al mundo”. Bien. Estupendo. Pero ¿quién ha parido a ese cuerpo humano? ¿Eso tampoco se llama una “madre”? ¿O ser madre es también un genérico que no se corresponde con la realidad? Aunque no se llamara madre, sino Pepita, alguien sostiene toda una gestación de ese “cuerpo humano” ¿no? ¿Terminamos con la diferencia sexual de ser madre o padre? Total, como da igual, pongamos a los llamados hombres/padres a gestar y parir. A ver qué pasa. Podemos terminar con los universales, pero el nominalismo no resuelve nada en estos casos. Sobre todo en los paritorios.
Otra cosa muy distinta sería afirmar que el género no debe estar definido y, es más, que se trata de una categoría de la que podemos prescindir y que cada quien actúe de acuerdo con sus identificaciones, sus imaginarios, sus gustos y sus posibilidades, pero asumiendo con naturalidad que tienes un sexo concreto que significa cosas concretas. Puedes elegir no ser madre, porque la biología no es un destino, pero no puedes elegir no ser mujer. La diferencia sexual existe, mal que le pese a Preciado. Otra cosa es que el sistema patriarcal utilice las diferencias para crear desigualdades. Y contra eso estamos todas.
En el cénit de la entrevista surge la pregunta clave: “¿Cuál es el sujeto del feminismo?”. Y aquí le sale lo más genuino del proyecto trans y gay: “No hay sujeto del feminismo. El sujeto del feminismo es un proyecto de transformación radical de la sociedad en su conjunto (...) Cuando ese sujeto cristaliza y se convierte en la mujer, tenemos un problema”. ¿Sí? ¿Quién tiene el problema? Primero, el sujeto del feminismo no puede ser un proyecto, que sería, en todo caso, un objetivo, no un sujeto. Y segundo, que está claro que antes el feminismo era una cosa de mujeres (trasnochadas, putas, lesbianas, locas) pero ahora que comienza a tener cierto prestigio y, sobre todo, cuando deviene en un movimiento de masas, ¡ah!, entonces ya no es una cosa de mujeres, sino de todo el “totum revolutum” que se quiera apuntar y llevar la batuta. Más aún, Paul Beatriz niega que el feminismo pueda identificarse como un movimiento y como una lucha esencialmente de mujeres. Y entonces sale con el topicazo de que, en todo caso, el feminismo tendría que visibilizar a las mujeres más oprimidas y vulnerables, lo cual desembocaría en la alianza de los sujetos oprimidos en general, más allá de la identidad. Ese sí, ese sí sería el sujeto del feminismo. Más allá de la identidad de mujer, claro, porque si la identidad es la raza, la clase o los pueblos colonizados... entonces sí vale la identidad. Vayapordios.
Continúa entonces con su proclama de posicionarse con el feminismo que luchó contra el sida, con el feminismo negro, el transexual o el de las trabajadoras del sexo de los que, según ella, las feministas blancas, hetero y burguesas nos hemos apoderado y aprovechado, porque “las luchas se hacen desde abajo y luego se recuperan desde arriba”. Pues, digo yo, que Beauvoir, Millet, Firestone, Lonzi, Lerner o Pateman no tenían mucho de estos grupos. Ni negras ni trans ni trabajadoras del sexo, en fin. Y, sin embargo, nos abrieron el camino. Por supuesto que muchos de aquellos grupos más marginales lucharon con gran coraje contra el sistema, pero dudo que esas luchas tuvieran mucho de feministas, a no ser que el sistema se identifique con el patriarcado, pero ese presupuesto no estaba incluido en su episteme, en su concepción social del mundo.
Y se sigue liando hasta el punto de decir que “un hombre gay absolutamente puede ser un sujeto del feminismo. Lo es precisamente por el altísimo índice de feminización...”. Pero ¿en qué quedamos? Las mujeres no somos sujetos del feminismo ¿pero un hombre gay, sí? Precisamente por lo feminizado. ¡Qué mareo, Paul B.! Pero no acaban aquí los despropósitos, sino que propone un par de genialidades a fin de parar la reproducción en el mundo: el sexo anal y el dildo (juguete sexual masturbatorio). El primero para el placer masculino, y el segundo para el placer del dildo supongo. Se terminaría con la reproducción, seguro. Y también con la potencia de las mujeres como reproductoras. Tal vez es de lo que se trata.
No hubiera querido escribir este artículo contra Preciado, pero es que en este momento histórico no se puede hablar así del feminismo y confundir a las más jóvenes, que seguro que estas posiciones les parecen más modernas si no se las destripas y muestras sus contradicciones lógicas. Yo sé que Preciado es un importante filósofo y recomiendo sus libros, pero ojo con su ideología. No se pueden sustituir las ideas por los idearios, y el ideario ‘queer’ puede prestarse a muchas tonterías y desorientaciones. Yo también estoy de acuerdo con la superación del par sexo/género, pero no comulgo con la eliminación de la naturaleza en aras de un sexo performativo ni menos con la eliminación de la diferencia sexual, porque la diferencia siempre es riqueza. Y, sobre todo, es realidad palmaria. Dentro de un milenio ¡quién sabe! Igual Preciado es un visionario, pero, de momento, resulta miserable desactivar el feminismo por esos caminos tan interesados.
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