Imagen: Página 12 / Juan Pablo Sutherland |
El escritor y académico chileno Juan Pablo Sutherland relata y analiza las razones y el impacto de la revuelta popular desde las calles de Santiago. Los subalternos hablan mientras el gobierno insensible ensaya fórmulas represivas y gran parte de los medios de comunicación califica la protesta social como violenta y vandálica. Aquí algunos pantallazos de realidad y una esperanza incierta que se huele en el aire.
Juan Pablo Sutherland | Soy, Página 12, 2019-10-22
https://www.pagina12.com.ar/226671-que-pasa-en-chile-quienes-mienten-quienes-hablan-y-que-dicen
"Chile es la copia feliz del edén" dice el himno nacional que cantamos todos los chilenxs desde esa pedagogía escolar nacionalista que se nos impone como una heráldica de la nación, profundizada en la dictadura de Pinochet, una especie de mantra que nos acerca a un paraíso que no vemos hace muchas décadas. El famoso cineasta chileno Raúl Ruiz comentó alguna vez que más bien la imagen de Chile se alojaba cómoda en los anillos del infierno, que este país sería una cita directa al infierno de Dante. Entre medio de esos dos lugares metafóricos, el paraíso y el infierno, Chile sigue viviendo una perturbación permanente y no resuelta desde la timorata democracia pactada que no despejó de raíz los malestares sociales vividos por largas décadas.
¿Quiénes son los estudiantes que se rebelaron?
El jueves 17 de octubre por la mañana los estudiantes secundarios sorpresivamente comenzaron una masiva evasión al Metro de Santiago por el alza de 30 pesos recién anunciada por las autoridades. Esos estudiantes son hijos de la gran población, jóvenes de colegios públicos que el sistema educacional chileno ha dejado abandonados para que se vuelvan parte de la maquinaría de la pobreza del sistema neo-liberal operada por la clase política hace ya 30 años, que con más o menos reformas vienen administrando como un modelo exitoso y diferenciado en la región.
El Presidente de Chile, Sebastián Piñera un empresario de derechas en su segundo mandato acaba de comentar en un foro internacional hace dos semanas, que Chile se levanta como una isla próspera y sin los conflictos sociales que vive la región. Anuncio que se le devolvería como un fatídico viaje sin retorno por estos días: Chile, la isla que publicitaba Piñera como si fuese una de sus exitosas empresas, comenzaba a hundirse sin que ningún actor de la clase política chilena tuviese la capacidad de contener ni explicar la revuelta social en curso.
Desde ese jueves, el paisaje público y social de la demanda específica fue tomando un carácter masivo y nacional constituyéndose como catalizador inorgánico de las desigualdades de Chile expresadas en diversos temas no resueltos: salud, salarios, educación, transporte publico, previsión social, todas ellas y más, esferas de vida de los chilenxs que no coincide con el relato del progreso y bienestar que el modelo neo-liberal narra con tanto éxito fuera y dentro de Chile.
¿Qué desencadenó la protesta?
La ineptitud, indiferencia y la prepotencia de las autoridades ya había comenzado con un relato irritante y torpe lanzado públicamente hacia los usuarios del sistema de transporte público de Santiago: Monkeberg, El Ministro del Trabajo del Presidente Piñera recomendaba inéditamente a los santiaguinos que se levantaran más temprano de lo habitual, es decir que madrugaran para viajar en el Metro, recomendación para usar el rango tarifario más económico desde las 7 de la mañana. La torpeza de esas declaraciones quedará como antecedente histórico de la poca sensibilidad hacia la población más pobre y masiva, usuarios del sistema junto a las capas medias empobrecidas. Un día de evasión por el boleto del metro se había transformando en una revuelta social que nadie había imaginado. El Metro comenzó a ser suspendido gradualmente por las protestas que tenían finalmente el carácter de desobediencia civil y que fueron violentamente reprimidas por la policía. En unas horas toda la población de Santiago caminaba sin transporte público llenando Alameda como si camináramos a una gran manifestación o si hubiese ocurrido un terremoto. El desastre no era natural, sino represivo y fue ampliándose cada vez más con la respuesta del gobierno el viernes 18 de octubre sentenciando que no cambiaría un ápice las medidas respecto al alza del boleto del Metro.
¿Qué dicen los medios de comunicación?
Para el viernes 18 en la noche Santiago ardía. Estaciones de Metro, supermercados comenzaron a iluminar una noche histórica de la revuelta en distintos lugares de la ciudad. Hay tres personas muertas hasta el momento, todos civiles.
Con luz de día y a cara descubierta la población comenzó a protestar en un masivo ruido de caceloras que invadió toda la Región Metropolitana del Gran Santiago y la suma del resto del país gradualmente. Para profundizar el conflicto, gran parte de los medios de comunicación y el gobierno comenzaron a calificar la protesta social como violenta, vandálica, narrativa de criminalización de la demanda, ubicando a los ciudadanos como delincuentes. Los medios alternativos y algunos pocos reconocidos se apartaron de dicha narrativa vacía que solo ve la violencia desde sus intereses y esconde la mayor de todas, la violencia del propio modelo.
Días en Estado de Emergencia
Hoy lunes 21, en el momento que escribo esta crónica desde el Barrio Bellas Artes en el centro de Santiago hay multitudes que protestan pacíficamente, la policía corre detrás de la gente reprimiendo como si la historia volviera a retroceder. Los militares están la calle y los helicópteros sobrevuelan la ciudad buscando al enemigo interno. Estoy escribiendo esta crónica y lloro, me emociono y escribo, la rabia se conjuga con el horizonte utópico por el que luchamos en los años 80. Llevamos tres días en Estado de Emergencia declarado por las autoridades políticas, las garantías constitucionales están suspendidas. Todo este ordenamiento represivo es el mismo de la constitución del 80 instalada por la dictadura de Pinochet y sus civiles. El mismo sector de la sociedad que vuelve aplicar las mismas y únicas formas que tienen para gobernar. La democracia que pensamos que habíamos ganado diluye sus garantías de protección cuando los pobres sin ciudadanía exigen una nueva vida. La democracia es un relato robado. La excepcionalidad de la violencia hoy aplicada a las multitudes corre como la verdadera política, nunca hubo diferencia. La excepcionalidad es en realidad la regla.
En muchas regiones del país estamos con toque de queda, un dejavu que nunca pensé vivir, luché contra la dictadura en los años ochenta y lo que estamos re-viviendo para mi generación y el país hoy es impactante. Hace tres horas hubo una manifestación multitudinaria en Plaza Italia en el centro de Santiago, miles de personas, jóvenes, mujeres, gais, travestis, lesbianas, estudiantes, trans, trabajadores, maricas, activistas disidentes, universitarixs, profesores, artistas, todxs las comunidades posibles que con solo caceloras en sus manos repetían un mantra colectivo: “Chile despertó”. No sabemos lo que va a pasar los próximos días. El gobierno ha renunciado al mandato de representar el sentimiento del país. Chile se alza, el pueblo de antaño que gritaba en las calles ha vuelto con rostro joven en un nuevo ciclo. La crítica del modelo es transversal sin la retórica anterior. Más bien este desborde de multitudes tocando cacerolas, invadiendo la ciudad vuelve a plantear algo tan básico y primordial que la política tradicional abandonó por el pacto con el poder económico: queremos vivir con dignidad y no como esclavos.
El barrio marica o barrio gay en el centro de Santiago se iluminó como el país por las fogatas y barricadas en plena revuelta nocturna. Una multitud con miles de ojos y bocas que se mueve sin miedo desafiando la fuerza militar y policial. No hay dirigencias, no hay liderazgos, no hay representaciones. No hay banderas partidarias, este revuelta solo grita a partir de la rabia y contra el abuso. Su fuerza es tan brutal y desbordantemente inorgánica que ya aparecerá alguna estrategia para aplacar esa furia. Pero hoy no lo sabemos. Mi pancarta en la manifestación de estos días da cuenta del ánimo con que he vuelto ha marchar luego de 30 años atrás contra la dictadura: MARICAS CONTRA EL CAPITALISMO.
¿Quiénes son los estudiantes que se rebelaron?
El jueves 17 de octubre por la mañana los estudiantes secundarios sorpresivamente comenzaron una masiva evasión al Metro de Santiago por el alza de 30 pesos recién anunciada por las autoridades. Esos estudiantes son hijos de la gran población, jóvenes de colegios públicos que el sistema educacional chileno ha dejado abandonados para que se vuelvan parte de la maquinaría de la pobreza del sistema neo-liberal operada por la clase política hace ya 30 años, que con más o menos reformas vienen administrando como un modelo exitoso y diferenciado en la región.
El Presidente de Chile, Sebastián Piñera un empresario de derechas en su segundo mandato acaba de comentar en un foro internacional hace dos semanas, que Chile se levanta como una isla próspera y sin los conflictos sociales que vive la región. Anuncio que se le devolvería como un fatídico viaje sin retorno por estos días: Chile, la isla que publicitaba Piñera como si fuese una de sus exitosas empresas, comenzaba a hundirse sin que ningún actor de la clase política chilena tuviese la capacidad de contener ni explicar la revuelta social en curso.
Desde ese jueves, el paisaje público y social de la demanda específica fue tomando un carácter masivo y nacional constituyéndose como catalizador inorgánico de las desigualdades de Chile expresadas en diversos temas no resueltos: salud, salarios, educación, transporte publico, previsión social, todas ellas y más, esferas de vida de los chilenxs que no coincide con el relato del progreso y bienestar que el modelo neo-liberal narra con tanto éxito fuera y dentro de Chile.
¿Qué desencadenó la protesta?
La ineptitud, indiferencia y la prepotencia de las autoridades ya había comenzado con un relato irritante y torpe lanzado públicamente hacia los usuarios del sistema de transporte público de Santiago: Monkeberg, El Ministro del Trabajo del Presidente Piñera recomendaba inéditamente a los santiaguinos que se levantaran más temprano de lo habitual, es decir que madrugaran para viajar en el Metro, recomendación para usar el rango tarifario más económico desde las 7 de la mañana. La torpeza de esas declaraciones quedará como antecedente histórico de la poca sensibilidad hacia la población más pobre y masiva, usuarios del sistema junto a las capas medias empobrecidas. Un día de evasión por el boleto del metro se había transformando en una revuelta social que nadie había imaginado. El Metro comenzó a ser suspendido gradualmente por las protestas que tenían finalmente el carácter de desobediencia civil y que fueron violentamente reprimidas por la policía. En unas horas toda la población de Santiago caminaba sin transporte público llenando Alameda como si camináramos a una gran manifestación o si hubiese ocurrido un terremoto. El desastre no era natural, sino represivo y fue ampliándose cada vez más con la respuesta del gobierno el viernes 18 de octubre sentenciando que no cambiaría un ápice las medidas respecto al alza del boleto del Metro.
¿Qué dicen los medios de comunicación?
Para el viernes 18 en la noche Santiago ardía. Estaciones de Metro, supermercados comenzaron a iluminar una noche histórica de la revuelta en distintos lugares de la ciudad. Hay tres personas muertas hasta el momento, todos civiles.
Con luz de día y a cara descubierta la población comenzó a protestar en un masivo ruido de caceloras que invadió toda la Región Metropolitana del Gran Santiago y la suma del resto del país gradualmente. Para profundizar el conflicto, gran parte de los medios de comunicación y el gobierno comenzaron a calificar la protesta social como violenta, vandálica, narrativa de criminalización de la demanda, ubicando a los ciudadanos como delincuentes. Los medios alternativos y algunos pocos reconocidos se apartaron de dicha narrativa vacía que solo ve la violencia desde sus intereses y esconde la mayor de todas, la violencia del propio modelo.
Días en Estado de Emergencia
Hoy lunes 21, en el momento que escribo esta crónica desde el Barrio Bellas Artes en el centro de Santiago hay multitudes que protestan pacíficamente, la policía corre detrás de la gente reprimiendo como si la historia volviera a retroceder. Los militares están la calle y los helicópteros sobrevuelan la ciudad buscando al enemigo interno. Estoy escribiendo esta crónica y lloro, me emociono y escribo, la rabia se conjuga con el horizonte utópico por el que luchamos en los años 80. Llevamos tres días en Estado de Emergencia declarado por las autoridades políticas, las garantías constitucionales están suspendidas. Todo este ordenamiento represivo es el mismo de la constitución del 80 instalada por la dictadura de Pinochet y sus civiles. El mismo sector de la sociedad que vuelve aplicar las mismas y únicas formas que tienen para gobernar. La democracia que pensamos que habíamos ganado diluye sus garantías de protección cuando los pobres sin ciudadanía exigen una nueva vida. La democracia es un relato robado. La excepcionalidad de la violencia hoy aplicada a las multitudes corre como la verdadera política, nunca hubo diferencia. La excepcionalidad es en realidad la regla.
En muchas regiones del país estamos con toque de queda, un dejavu que nunca pensé vivir, luché contra la dictadura en los años ochenta y lo que estamos re-viviendo para mi generación y el país hoy es impactante. Hace tres horas hubo una manifestación multitudinaria en Plaza Italia en el centro de Santiago, miles de personas, jóvenes, mujeres, gais, travestis, lesbianas, estudiantes, trans, trabajadores, maricas, activistas disidentes, universitarixs, profesores, artistas, todxs las comunidades posibles que con solo caceloras en sus manos repetían un mantra colectivo: “Chile despertó”. No sabemos lo que va a pasar los próximos días. El gobierno ha renunciado al mandato de representar el sentimiento del país. Chile se alza, el pueblo de antaño que gritaba en las calles ha vuelto con rostro joven en un nuevo ciclo. La crítica del modelo es transversal sin la retórica anterior. Más bien este desborde de multitudes tocando cacerolas, invadiendo la ciudad vuelve a plantear algo tan básico y primordial que la política tradicional abandonó por el pacto con el poder económico: queremos vivir con dignidad y no como esclavos.
El barrio marica o barrio gay en el centro de Santiago se iluminó como el país por las fogatas y barricadas en plena revuelta nocturna. Una multitud con miles de ojos y bocas que se mueve sin miedo desafiando la fuerza militar y policial. No hay dirigencias, no hay liderazgos, no hay representaciones. No hay banderas partidarias, este revuelta solo grita a partir de la rabia y contra el abuso. Su fuerza es tan brutal y desbordantemente inorgánica que ya aparecerá alguna estrategia para aplacar esa furia. Pero hoy no lo sabemos. Mi pancarta en la manifestación de estos días da cuenta del ánimo con que he vuelto ha marchar luego de 30 años atrás contra la dictadura: MARICAS CONTRA EL CAPITALISMO.
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