Imagen: Clarín / Sergio De Loof en su retrospectiva del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires |
Estaba exponiendo en el Museo de Arte Moderno. Figura central de la movida de los años 90, hace unos meses había dicho: 'Me voy a ir de un mundo mucho mejor del que me encontré al llegar'.
Sofía Poggi | Clarín, 2020-03-23
https://www.clarin.com/cultura/murio-artista-sergio-loof-rey-under-_0_kfoq3QkAY.html
El Almodóvar argentino le decían. Símbolo del under porteño, se escuchará hoy, cuando haya que hablar de la muerte de Sergio De loof, artista, diseñador, la sal de los años 90. Porque hace horas se supo: De Loof murió este sábado tras sufrir un shock de asepsia generalizada.
Nacido en 1962, Sergio De Loof fue el creador de desfiles y de vestimentas que supieron reflejar una contracultura que, a mediados de los ochenta, transcurría lejos de los circuitos oficiales del arte. De alguna forma, fue el responsable de continuar en los noventas el espíritu del destape insurrecto que había nacido en Cemento o el humor transgresor de Batato Barea en el Parakultural. Durante una época, incluso compartió techo con la figura icónica del rock under de la época, Luca Prodan, en calle Alsina 451, donde ahora funciona un bar.
En 1989, este excéntrico autodidacta fundó con sus amigos el bar Bolivia. A lo largo de los noventas pasó por El Dorado, Café París, el Morocco, Club Caniche y Ave Porco, refugios legendarios que funcionaban como espacios de encuentro de las aristas más diversas de la cultura. Allí, De Loof llevaba adelante desfiles, exposiciones y obras de teatro, además de otras locuras. En sus puestas en escena, los cuerpos no hegemónicos reinaban, lo marginal se colocaba en el centro y las disidencias sexuales marcaban la norma.
A su alrededor, los límites de la moda, el teatro y el arte se disolvían con irreverencia, y todo era atravesado por el humor y el escándalo. Creaba prendas a partir de retazos, prendas de segunda, papeles, recortes de revistas, cosas que para otros podrían haber sido basura, mucho antes de que los materiales reciclados se pusieran de moda. Un vestido de plástico amarillo pegado con tiras de cinta adhesiva está recubierto por un estampado de bananas reales que cuelgan de ganchos; una pollera de toalla se combina con un top cruzado de retazos de telas de colores que cuelgan; armaduras construidas con ollas y sartenes se complementan con un casco de jaula de madera; y prolijas franjas de empapelado componen un vestido de realeza de la alcantarilla.
Además de diseñador de moda e impulsor de espacios y actividades culturales, De Loof editó su propia revista, junto a Alfredo Visciglio y Paulo Russo. Los 15 mil números mensuales de Wipe se repartían gratis por la ciudad. Era una micropublicación donde trataba la moda actual y donde presentaba su propia agenda cultural, con publicidades falsas de marcas de primera categoría.
Hay al menos dos documentales sobre él, ‘Una historia del trash rococó’ (2009), de Miguel Mitlag, y ‘Sergio De Loof: El monarca’ (2016), de Francisco Garamona. Ambos testimonian cómo combinaba con excelencia los más lejanos opuestos, su lado lumpen con su lado glamoroso, la fealdad con la belleza, la pobreza con la ostentación.
Considerado por muchos (¡y por él mismo!) como “El rey del under”, a medida que avanzaron los noventas supo alternar el underground con el mainstream de los programas de televisión y el interés de la clase alta. En sus últimos meses, incluso logro aquello que de alguna forma contradice y de otra forma reafirma la obra de toda su vida: una retrospectiva en el centro del circuito oficial del arte. Su muestra ‘¿Sentiste hablar de mí?’, en nueve salas en una superficie de 800 metros cuadrados del Museo de Arte Moderno, combina instalaciones con obras de teatro, una tienda, una biblioteca y un carnaval, con el foco en los desfiles y vestimentas que lo convirtieron en el ícono de la moda del under local. La exposición estará disponible al público hasta el 26 de abril de este año.
En los últimos años, se mostraba a través de sus redes sociales, donde escribía “gritando” con mayúsculas y sin puntuación. En su Instagram, hace una semana publicó una imagen de un cuadro donde aparece una figura discordante en su vida, su padre, leyendo el diario Clarín.
Un activo ‘visibilizador’ de la cultura gay durante toda su vida, en una entrevista a Clarín en diciembre confesó que le emociona cómo hoy los chicos pueden ir besándose por la calle: “Me voy a ir de un mundo mucho mejor del que me encontré al llegar. Y creo que hice lo más que pude por que sea así”.
Nacido en 1962, Sergio De Loof fue el creador de desfiles y de vestimentas que supieron reflejar una contracultura que, a mediados de los ochenta, transcurría lejos de los circuitos oficiales del arte. De alguna forma, fue el responsable de continuar en los noventas el espíritu del destape insurrecto que había nacido en Cemento o el humor transgresor de Batato Barea en el Parakultural. Durante una época, incluso compartió techo con la figura icónica del rock under de la época, Luca Prodan, en calle Alsina 451, donde ahora funciona un bar.
En 1989, este excéntrico autodidacta fundó con sus amigos el bar Bolivia. A lo largo de los noventas pasó por El Dorado, Café París, el Morocco, Club Caniche y Ave Porco, refugios legendarios que funcionaban como espacios de encuentro de las aristas más diversas de la cultura. Allí, De Loof llevaba adelante desfiles, exposiciones y obras de teatro, además de otras locuras. En sus puestas en escena, los cuerpos no hegemónicos reinaban, lo marginal se colocaba en el centro y las disidencias sexuales marcaban la norma.
A su alrededor, los límites de la moda, el teatro y el arte se disolvían con irreverencia, y todo era atravesado por el humor y el escándalo. Creaba prendas a partir de retazos, prendas de segunda, papeles, recortes de revistas, cosas que para otros podrían haber sido basura, mucho antes de que los materiales reciclados se pusieran de moda. Un vestido de plástico amarillo pegado con tiras de cinta adhesiva está recubierto por un estampado de bananas reales que cuelgan de ganchos; una pollera de toalla se combina con un top cruzado de retazos de telas de colores que cuelgan; armaduras construidas con ollas y sartenes se complementan con un casco de jaula de madera; y prolijas franjas de empapelado componen un vestido de realeza de la alcantarilla.
Además de diseñador de moda e impulsor de espacios y actividades culturales, De Loof editó su propia revista, junto a Alfredo Visciglio y Paulo Russo. Los 15 mil números mensuales de Wipe se repartían gratis por la ciudad. Era una micropublicación donde trataba la moda actual y donde presentaba su propia agenda cultural, con publicidades falsas de marcas de primera categoría.
Hay al menos dos documentales sobre él, ‘Una historia del trash rococó’ (2009), de Miguel Mitlag, y ‘Sergio De Loof: El monarca’ (2016), de Francisco Garamona. Ambos testimonian cómo combinaba con excelencia los más lejanos opuestos, su lado lumpen con su lado glamoroso, la fealdad con la belleza, la pobreza con la ostentación.
Considerado por muchos (¡y por él mismo!) como “El rey del under”, a medida que avanzaron los noventas supo alternar el underground con el mainstream de los programas de televisión y el interés de la clase alta. En sus últimos meses, incluso logro aquello que de alguna forma contradice y de otra forma reafirma la obra de toda su vida: una retrospectiva en el centro del circuito oficial del arte. Su muestra ‘¿Sentiste hablar de mí?’, en nueve salas en una superficie de 800 metros cuadrados del Museo de Arte Moderno, combina instalaciones con obras de teatro, una tienda, una biblioteca y un carnaval, con el foco en los desfiles y vestimentas que lo convirtieron en el ícono de la moda del under local. La exposición estará disponible al público hasta el 26 de abril de este año.
En los últimos años, se mostraba a través de sus redes sociales, donde escribía “gritando” con mayúsculas y sin puntuación. En su Instagram, hace una semana publicó una imagen de un cuadro donde aparece una figura discordante en su vida, su padre, leyendo el diario Clarín.
Un activo ‘visibilizador’ de la cultura gay durante toda su vida, en una entrevista a Clarín en diciembre confesó que le emociona cómo hoy los chicos pueden ir besándose por la calle: “Me voy a ir de un mundo mucho mejor del que me encontré al llegar. Y creo que hice lo más que pude por que sea así”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.