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Francisco Brives | Cuerpos Periféricos en Red, 2020-03-28
https://cuerposperifericosenred.com/2020/03/28/por-que-el-covid-19-no-nos-va-a-cambiar-en-nada/
Desde el minuto uno de esta crisis, algo lleva barruntándome a nivel interno. Algo profundamente injusto porque no logro empatizar con la supuesta conciencia general del pánico y la obediencia establecida. El miedo no logra afianzarse en mis neuronas y la establecida cita de los aplausos me repatea los hígados. No veo una sociedad empática, ni percibo un cambio de sistema, y mucho menos auguro que vaya a cambiar nada tras la pandemia, que por otro lado sabemos a ciencia cierta que se va a acabar. Todas las pandemias pasan, el egoísmo continúa.
Judith Butler dice: “el virus no discrimina”. La pensadora nos cuela la misma teoría caduca del medievo y las danzas igualitarias de la muerte. Este virus, como todos, no discrimina, obvio, la naturaleza selecciona que no es lo mismo. El coronavirus actúa según su propia naturaleza, se aloja en las grietas de cuerpas que le permiten sobrevivir. Si hablamos de discriminación, que es absurdo aplicarla a un virus, tendríamos que hablar de deseo: yo puedo desear no ser discriminado y resulta que el virus pasa de mi cuerpa y no me infecta. Pero el nombramiento del Coronavirus sí discriminó, la pandemia que, desde el minuto uno, se identificó como un virus chino, racializado, comunista y, por ende, susceptible de ser tomado a chirigota. Virus televisado, lo cual lo convierte en artículo de primera necesidad, prime time 24/7, vino a discriminar otras crisis globales, se asentó en la pantalla para no hablar de los campos de refugiados, de las atrocidades fronterizas, de los feminicidios, del genocidio de originarios a manos de multinacionales, del desfalco de la casa real española, de la CorinaVirus, de que Cataluña va a ser por fin aplastada y, sobre todo, a ocultarnos el incremento de tropas que EEUU ha desembarcado en las bases españolas desde hace un año. Declarar la pandemia como un estado de guerra es permitir que el estado de excepción vulnere de manera flagrante todas y cada una de la semilibertades en pro de la defensa de lo común que tanto gusta a los políticos airear para robar a espuertas bajo un estado de excepción. Arreglos, tejemanejes, desvíos de fondos, aprobación de regularización de empleos, desmantelamientos de sectores “no productivos” y, sobre todo, muy importante, implantación del miedo, que es lo que más favorece al poder.
Las redes me aturden y la televisión es una especie de viernes 13 con Freddy Krueger haciendo añicos a los que se quedan dormidos ante la pantalla. Lo sabemos todxs, el feminismo lo denunció públicamente el pasado 8M, aunque esto se lleva sabiendo desde que el mundo es mundo. Esto va de clases, de clases que no se igualan ni con la amenaza de la muerte.
Nace una nueva clase, se impone un clasismo por estatus y se aclara bajo pena de multa cuál es en realidad tu estatus social, no el que te crees que tienes, sino el que en realidad eres. Ejemplo, yo estado controlo si tú eres nueva clase social, acudo a tu terraza comunitaria (la privada es de la nueva elite social) para multarte por salir a respirar. Tú que tienes piscina en tu casa privada, sí estás bien para darte un chapuzón con cloro desinfectante; las piscinas comunitarias, esas no están bien. Este es el mensaje que quieren vendernos, todos unidos ante el coronavirus. TODOS (porque la disidencia de las todxs no la vamos a incorporar). La defensa de lo suyo frente a lo de ninguna. Nos la están colando. La violencia del secuestro improductivo frente a las bajas asumibles para no bloquear las camas de hospitales. Nos la están metiendo a pelo. El lenguaje de la guerra y la estructura militar frente al pacifismo y la no violencia. La defensa de la familia nuclear que puede enclaustrarse y gemir de gozo cada noche frente a las fluidas o poliamorosas que nos tienen vetadas las cuerpas de amantes. El placer está prohibido siempre que este sea entre maricas amantes de orgias (y si son catalanas más). ¿Dónde estaba este control de peligro público con los bucakes de los 90 en plena pandemia del sida? ¿Cuando clausuraron el ‘Strong’? ¿O ‘La Men’, el ‘Troyans’ o el ‘Odarko’? Repito, nos la están clavando a pelo y con porras cargadas de nuevos fascismos vestidos de Coronas, virus y otras Herpes, digo Ertes.
La histeria del control vecinal que insulta desde las redes a las ventanas, las madres a las que prohíben ser visitadas por sus hijos pues son casos de riesgo, y también la loca de turno que llama a la guardia civil para que le firme un salvoconducto que le permita salir de Madrid e irse al pueblo. El siempre bienpensante procomún frente a váyase con su miedo a la mierda. La ignorancia violenta frente a la encarnizada defensa de los territorios libres de virus. La estupidez de creer que un virus tiene nacionalidad, demarcación y, por supuesto, es urbanita. Ahora las alarmas de una España vaciada resultan ser de una España que no quiere ser pandemizada. Teruel existe pero no te acerques. Dame pan y dime tonto, volvemos a la postguerra. El lenguaje se militariza, las reservas, el racionamiento, la escasez, aislamiento, cuarentena, inmovilización, los daños colaterales y el ¿”delito sanitario”? Falta el toque de queda, que llegará pronto. No sé si se han enterado, pero hemos asumido que unos señoros con medallas y uniformes nos interpelen en códigos de lenguaje militarista todos los días en un telediario que parece sacado de una mala peli yanqui de cuarta. ¡¡¡Señoros!!! ¿Dónde estaban estas grandes medidas en la pandemia del Sida? Sí, a eso vamos, es la hora de confrontar las clases, usted maricón, silencio. Yo, CoronaVirus, declaro que estoy infectado. Usted sidoso de mierda, Yo población de riesgo. Usted “no hay vacuna desde los 80”, Yo “antes de fin de año esperamos tener vacunas”. Usted su medicación cuesta un dineral a las arcas públicas, Yo tengo que llenar mi carro de la compra como si no hubiera un mañana.
Limitación de movimientos, TODOS EN CASA. Salvo los viejos que si se salen nos ahorramos las pensiones, salvo las residencias de ancianos que nos ahorramos las pensiones, salvo los sin sin, sin techo, sin papeles, lxs sin posibles, salvo los CIES (ah no… estos ya estaban confinados, y además a quién le importa.)
Sanitarios orgullosos de los aplausos, orgullo patrio todas las tardes a las 20h, aplausos en los balcones donde ir colando simpatías forzadas con las vecinas con las que no te hablas desde hace mil años. Aplausos en los balcones mientras el memo de turno nos cuela un pasodoble torero (un buen patriota). Aplausos para que al menos los niños puedan desfogarse y tener algo que hacer en todo el puto día encerrados. Aplausos por mil razones y motivos, tantas como individualidades necesarias tienen los claps del sistema. De verdad… ¡sanitarios!, ¿alguien se cree que va por ustedes? Obediencia Señoros, obediencia o multa. Obediencia o te saco de la carretera. Obediencia o permiso de empresa. Obediencia inhumana hasta para prohibir la asistencia al sepelio de nuestros muertos. ¿Alguien en su sano juicio va a vivir con esa culpa el resto de su obediente vida? No fui al entierro de mi hermano, mi primo, mi abuelo, porque no cumplíamos con la distancia de seguridad. Seguro que esa culpa te la cura un ERTE, ¡tranquilo! ¿De verdad nadie piensa reaccionar? Esto va de clases. ¿Aún no se han enterado? Nuevas clases emergen, limitación de movimientos, hay que tener una puta mascota para poder justificar tu huida del hogar porque no aguantas a tu familia o, lo que es peor, no te aguantas ni a ti mismo. Limitación de movimiento salvo que seas sacerdote y por supuesto aunque tu institución no haya puesto ni un duro para paliar la crisis, sí hay libertad de movimiento para las monjas que huyen del asilo dejando al capellán con los infectados. Licencia de movimiento para los políticos, y desvío de mascarillas, respiradores y guantes señalizados recogidos por colas de coches oficiales en la plataforma de desembarco (entrega directa del trailer al congreso), esos políticos no van a dejar de cobrar por no ir al congreso, esos no van a pasar por un despido ni un ERTE. Licencia para el rey (……… pitido) de ese no se puede hablar.
Hablemos pues del VIH. Esa clase social que la medicación nos secuestra mes a mes confinados en la sala de la farmacia del hospital. Ese Gregorio Marañón (históricamente homófobo) que se niega y no nos brinda la medicación que prescribe la doctora, porque “antes está la economía que la salud”.
¿Y pretenden hacernos creer a lxs que habitamos los hospitales, como enfermas crónicas, que ahora va a ser distinto? Hablemos de ese desplazamiento de lxs cuerpas inmunodepresivxs que no son nombradxs como población de riesgo. Los asmáticos SÍ, por supuesto, los diabéticos SÍ, los crónicos con enfermedades pulmonares también, los obesos, los ancianos, los alérgicos… ¡vaya! ¡Se les olvidaron los sidosos! ¡Qué casualidad…!
Probablemente sean de esa clase junto a los sintecho, los CIES, los sin papeles… a los que mejor no nombrar. También es altamente probable que seamos lxs primeras cuerpas en protocolo clínico ante la escasez para dejar morir primero. Es la ley que rige la selva del capitalismo.
Y en este punto, como colofón, ¿por qué he tenido yo la impresión de que mi cuerpa serológicamente vulnerable nunca ha merecido la preocupación, tan asumida ahora, de alguien que con un tremendo gripazo se me acercó, abrazó, besó o no mantuvo esa distancia de seguridad tan asumida hoy en día, sin cargo de conciencia?
¡Qué curiosa esta pandemia que tanto se preocupa por uno mismo!
Francisco Brives es activista lgtbq, escritor y cineasta.
Judith Butler dice: “el virus no discrimina”. La pensadora nos cuela la misma teoría caduca del medievo y las danzas igualitarias de la muerte. Este virus, como todos, no discrimina, obvio, la naturaleza selecciona que no es lo mismo. El coronavirus actúa según su propia naturaleza, se aloja en las grietas de cuerpas que le permiten sobrevivir. Si hablamos de discriminación, que es absurdo aplicarla a un virus, tendríamos que hablar de deseo: yo puedo desear no ser discriminado y resulta que el virus pasa de mi cuerpa y no me infecta. Pero el nombramiento del Coronavirus sí discriminó, la pandemia que, desde el minuto uno, se identificó como un virus chino, racializado, comunista y, por ende, susceptible de ser tomado a chirigota. Virus televisado, lo cual lo convierte en artículo de primera necesidad, prime time 24/7, vino a discriminar otras crisis globales, se asentó en la pantalla para no hablar de los campos de refugiados, de las atrocidades fronterizas, de los feminicidios, del genocidio de originarios a manos de multinacionales, del desfalco de la casa real española, de la CorinaVirus, de que Cataluña va a ser por fin aplastada y, sobre todo, a ocultarnos el incremento de tropas que EEUU ha desembarcado en las bases españolas desde hace un año. Declarar la pandemia como un estado de guerra es permitir que el estado de excepción vulnere de manera flagrante todas y cada una de la semilibertades en pro de la defensa de lo común que tanto gusta a los políticos airear para robar a espuertas bajo un estado de excepción. Arreglos, tejemanejes, desvíos de fondos, aprobación de regularización de empleos, desmantelamientos de sectores “no productivos” y, sobre todo, muy importante, implantación del miedo, que es lo que más favorece al poder.
Las redes me aturden y la televisión es una especie de viernes 13 con Freddy Krueger haciendo añicos a los que se quedan dormidos ante la pantalla. Lo sabemos todxs, el feminismo lo denunció públicamente el pasado 8M, aunque esto se lleva sabiendo desde que el mundo es mundo. Esto va de clases, de clases que no se igualan ni con la amenaza de la muerte.
Nace una nueva clase, se impone un clasismo por estatus y se aclara bajo pena de multa cuál es en realidad tu estatus social, no el que te crees que tienes, sino el que en realidad eres. Ejemplo, yo estado controlo si tú eres nueva clase social, acudo a tu terraza comunitaria (la privada es de la nueva elite social) para multarte por salir a respirar. Tú que tienes piscina en tu casa privada, sí estás bien para darte un chapuzón con cloro desinfectante; las piscinas comunitarias, esas no están bien. Este es el mensaje que quieren vendernos, todos unidos ante el coronavirus. TODOS (porque la disidencia de las todxs no la vamos a incorporar). La defensa de lo suyo frente a lo de ninguna. Nos la están colando. La violencia del secuestro improductivo frente a las bajas asumibles para no bloquear las camas de hospitales. Nos la están metiendo a pelo. El lenguaje de la guerra y la estructura militar frente al pacifismo y la no violencia. La defensa de la familia nuclear que puede enclaustrarse y gemir de gozo cada noche frente a las fluidas o poliamorosas que nos tienen vetadas las cuerpas de amantes. El placer está prohibido siempre que este sea entre maricas amantes de orgias (y si son catalanas más). ¿Dónde estaba este control de peligro público con los bucakes de los 90 en plena pandemia del sida? ¿Cuando clausuraron el ‘Strong’? ¿O ‘La Men’, el ‘Troyans’ o el ‘Odarko’? Repito, nos la están clavando a pelo y con porras cargadas de nuevos fascismos vestidos de Coronas, virus y otras Herpes, digo Ertes.
La histeria del control vecinal que insulta desde las redes a las ventanas, las madres a las que prohíben ser visitadas por sus hijos pues son casos de riesgo, y también la loca de turno que llama a la guardia civil para que le firme un salvoconducto que le permita salir de Madrid e irse al pueblo. El siempre bienpensante procomún frente a váyase con su miedo a la mierda. La ignorancia violenta frente a la encarnizada defensa de los territorios libres de virus. La estupidez de creer que un virus tiene nacionalidad, demarcación y, por supuesto, es urbanita. Ahora las alarmas de una España vaciada resultan ser de una España que no quiere ser pandemizada. Teruel existe pero no te acerques. Dame pan y dime tonto, volvemos a la postguerra. El lenguaje se militariza, las reservas, el racionamiento, la escasez, aislamiento, cuarentena, inmovilización, los daños colaterales y el ¿”delito sanitario”? Falta el toque de queda, que llegará pronto. No sé si se han enterado, pero hemos asumido que unos señoros con medallas y uniformes nos interpelen en códigos de lenguaje militarista todos los días en un telediario que parece sacado de una mala peli yanqui de cuarta. ¡¡¡Señoros!!! ¿Dónde estaban estas grandes medidas en la pandemia del Sida? Sí, a eso vamos, es la hora de confrontar las clases, usted maricón, silencio. Yo, CoronaVirus, declaro que estoy infectado. Usted sidoso de mierda, Yo población de riesgo. Usted “no hay vacuna desde los 80”, Yo “antes de fin de año esperamos tener vacunas”. Usted su medicación cuesta un dineral a las arcas públicas, Yo tengo que llenar mi carro de la compra como si no hubiera un mañana.
Limitación de movimientos, TODOS EN CASA. Salvo los viejos que si se salen nos ahorramos las pensiones, salvo las residencias de ancianos que nos ahorramos las pensiones, salvo los sin sin, sin techo, sin papeles, lxs sin posibles, salvo los CIES (ah no… estos ya estaban confinados, y además a quién le importa.)
Sanitarios orgullosos de los aplausos, orgullo patrio todas las tardes a las 20h, aplausos en los balcones donde ir colando simpatías forzadas con las vecinas con las que no te hablas desde hace mil años. Aplausos en los balcones mientras el memo de turno nos cuela un pasodoble torero (un buen patriota). Aplausos para que al menos los niños puedan desfogarse y tener algo que hacer en todo el puto día encerrados. Aplausos por mil razones y motivos, tantas como individualidades necesarias tienen los claps del sistema. De verdad… ¡sanitarios!, ¿alguien se cree que va por ustedes? Obediencia Señoros, obediencia o multa. Obediencia o te saco de la carretera. Obediencia o permiso de empresa. Obediencia inhumana hasta para prohibir la asistencia al sepelio de nuestros muertos. ¿Alguien en su sano juicio va a vivir con esa culpa el resto de su obediente vida? No fui al entierro de mi hermano, mi primo, mi abuelo, porque no cumplíamos con la distancia de seguridad. Seguro que esa culpa te la cura un ERTE, ¡tranquilo! ¿De verdad nadie piensa reaccionar? Esto va de clases. ¿Aún no se han enterado? Nuevas clases emergen, limitación de movimientos, hay que tener una puta mascota para poder justificar tu huida del hogar porque no aguantas a tu familia o, lo que es peor, no te aguantas ni a ti mismo. Limitación de movimiento salvo que seas sacerdote y por supuesto aunque tu institución no haya puesto ni un duro para paliar la crisis, sí hay libertad de movimiento para las monjas que huyen del asilo dejando al capellán con los infectados. Licencia de movimiento para los políticos, y desvío de mascarillas, respiradores y guantes señalizados recogidos por colas de coches oficiales en la plataforma de desembarco (entrega directa del trailer al congreso), esos políticos no van a dejar de cobrar por no ir al congreso, esos no van a pasar por un despido ni un ERTE. Licencia para el rey (……… pitido) de ese no se puede hablar.
Hablemos pues del VIH. Esa clase social que la medicación nos secuestra mes a mes confinados en la sala de la farmacia del hospital. Ese Gregorio Marañón (históricamente homófobo) que se niega y no nos brinda la medicación que prescribe la doctora, porque “antes está la economía que la salud”.
¿Y pretenden hacernos creer a lxs que habitamos los hospitales, como enfermas crónicas, que ahora va a ser distinto? Hablemos de ese desplazamiento de lxs cuerpas inmunodepresivxs que no son nombradxs como población de riesgo. Los asmáticos SÍ, por supuesto, los diabéticos SÍ, los crónicos con enfermedades pulmonares también, los obesos, los ancianos, los alérgicos… ¡vaya! ¡Se les olvidaron los sidosos! ¡Qué casualidad…!
Probablemente sean de esa clase junto a los sintecho, los CIES, los sin papeles… a los que mejor no nombrar. También es altamente probable que seamos lxs primeras cuerpas en protocolo clínico ante la escasez para dejar morir primero. Es la ley que rige la selva del capitalismo.
Y en este punto, como colofón, ¿por qué he tenido yo la impresión de que mi cuerpa serológicamente vulnerable nunca ha merecido la preocupación, tan asumida ahora, de alguien que con un tremendo gripazo se me acercó, abrazó, besó o no mantuvo esa distancia de seguridad tan asumida hoy en día, sin cargo de conciencia?
¡Qué curiosa esta pandemia que tanto se preocupa por uno mismo!
Francisco Brives es activista lgtbq, escritor y cineasta.
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