Imagen: Google Imágenes / Mar Cambrollé |
Desde sectores “progresistas” y del “feminismo” están saliendo voces que en nada se diferencian de las posiciones más conservadoras. Hemos pasado de la disforia a la “euforia. Las personas trans hemos existido en todas las culturas, tiempos y espacios.
Mar Cambrollé | Cuarto Poder, 2020-03-21
https://www.cuartopoder.es/feminismo/2020/03/21/y-sin-embargo-existimos/
La patologización de las identidades trans, ha sido la “excusa” perfecta para la vulneración sistemática de los derechos humanos de las personas trans, influyendo determinantemente en el abordaje clínico y por supuesto en las legislaciones que los estados han dispuesto para las personas trans.
El despertar de la conciencia de las personas trans, unida a la gran visibilidad de menores y adolescentes trans, la presencia en televisión, cine, espacios antes cerrados a las personas trans, como la moda, la política, cargos públicos, así, como desde puestos relacionados con la ciencia, han hecho posible que a nivel mundial la sociedad haya cambiado una mirada prejuiciosa por una mirada transpositiva.
Estamos viviendo de forma simultánea, una generación que ha sufrido las opresiones derivadas de la exclusión, ignorancia y prejuicios, con una generación que ha nacido y vive en la naturalización del hecho trans. Hemos pasado del “cuerpo equivocado”, al empoderamiento trans, a amarnos como somos, a reivindicar nuestra condición humana, como un valor que enriquece y suma. Hemos pasado de la disforia a la “euforia”.
Cuando un grupo humano, despierta y con dignidad exige un trato igualitario y la participación en la vida social, cultural y política, despierta la reacción de quienes desde el privilegio se niegan a considerar a las personas trans, sujetos de derecho, de su mismo derecho.
Siempre ha sido fácil identificar en sectores de la ultraderecha, que tradicionalmente se han opuesto a la libertad, diversidad, pluralidad política y han hecho del totalitarismo, la hegemonía y el dogma, su bandera. Pero cuando hablamos de emancipación, de blindar con marcos jurídicos, la protección y garantía de derechos a las personas trans, se ha abierto el “melón”. La gran sorpresa oculta, es que desde sectores “progresistas” y del “feminismo” están saliendo voces que en nada se diferencian de las posiciones más conservadoras. Utilizando la agresividad en el lenguaje, viejos métodos de intoxicación social, como son los bulos, siempre desde la superioridad del tutelaje y el paternalismo.
En nombre de una supuesta defensa de los menores, a los que se les veja ya de inicio en la falta de respeto a la identidad, no se les reconoce como sujetos con conciencia y derechos ya reconocidos en la Convención Internacional de los Derechos del Niño, Ley de Protección de la Infancia, e incluso obvian la última sentencia del Tribunal Constitucional, 99/2019, de 18 de julio de 2019, en relación al derecho de la identidad de los menores trans.
Otra de las “píldoras” utilizadas para intoxicar a la opinión pública y posicionarla en contra del reconocimiento de los derechos humanos de las personas trans es sustituir al ser humano que cada una de nosotras somos por el concepto “teoría queer”, de esta manera se produce la deshumanización y nos relegan a lo etéreo y conceptual, legitiman su discurso de odio en el plano del debate. Con ese único fin, nos expulsan de la humanidad para convertirnos en algo que no tiene derechos humanos, las teorías.
Las personas trans hemos existido en todos los tiempos, culturas y espacios geográficos, hemos existido antes que cualquier teoría, con diferentes nombres, con diferentes representaciones pero un significado común de verdad y esa verdad es que somos una realidad. Y la máxima prueba la aporta esa trinchera anti derechos trans pues no luchan contra una teoría, luchan contra algo muy real que les enfrenta a sus axiomas, a sus creencias adquiridas, a su construcción vital, como se lucha siempre desde esa posición, con el odio irracional que oculta el miedo, miedo al diferente, miedo a la verdad incómoda que demuestra que nos equivocamos al situar el sexo de las personas en los genitales, cromosomas o caracteres sexuales. Y esa es la gran aportación de la realidad trans a la sociedad, el autoconocimiento del ser humano.
Podemos celebrar y abrazar la diversidad del ser humano, la riqueza de ser mujer en su máxima expresión o podemos encender una hoguera y reducirla a la minima, pero en medio de las llamas y como Galileo en su último halito, diremos “Y sin embargo, existimos”.
Mar Cambrollé es Presidenta de la ATA-Sylvia Rivera, de la Federación Plataforma Trans y portavoz en Europa de RESPETTTRANS
El despertar de la conciencia de las personas trans, unida a la gran visibilidad de menores y adolescentes trans, la presencia en televisión, cine, espacios antes cerrados a las personas trans, como la moda, la política, cargos públicos, así, como desde puestos relacionados con la ciencia, han hecho posible que a nivel mundial la sociedad haya cambiado una mirada prejuiciosa por una mirada transpositiva.
Estamos viviendo de forma simultánea, una generación que ha sufrido las opresiones derivadas de la exclusión, ignorancia y prejuicios, con una generación que ha nacido y vive en la naturalización del hecho trans. Hemos pasado del “cuerpo equivocado”, al empoderamiento trans, a amarnos como somos, a reivindicar nuestra condición humana, como un valor que enriquece y suma. Hemos pasado de la disforia a la “euforia”.
Cuando un grupo humano, despierta y con dignidad exige un trato igualitario y la participación en la vida social, cultural y política, despierta la reacción de quienes desde el privilegio se niegan a considerar a las personas trans, sujetos de derecho, de su mismo derecho.
Siempre ha sido fácil identificar en sectores de la ultraderecha, que tradicionalmente se han opuesto a la libertad, diversidad, pluralidad política y han hecho del totalitarismo, la hegemonía y el dogma, su bandera. Pero cuando hablamos de emancipación, de blindar con marcos jurídicos, la protección y garantía de derechos a las personas trans, se ha abierto el “melón”. La gran sorpresa oculta, es que desde sectores “progresistas” y del “feminismo” están saliendo voces que en nada se diferencian de las posiciones más conservadoras. Utilizando la agresividad en el lenguaje, viejos métodos de intoxicación social, como son los bulos, siempre desde la superioridad del tutelaje y el paternalismo.
En nombre de una supuesta defensa de los menores, a los que se les veja ya de inicio en la falta de respeto a la identidad, no se les reconoce como sujetos con conciencia y derechos ya reconocidos en la Convención Internacional de los Derechos del Niño, Ley de Protección de la Infancia, e incluso obvian la última sentencia del Tribunal Constitucional, 99/2019, de 18 de julio de 2019, en relación al derecho de la identidad de los menores trans.
Otra de las “píldoras” utilizadas para intoxicar a la opinión pública y posicionarla en contra del reconocimiento de los derechos humanos de las personas trans es sustituir al ser humano que cada una de nosotras somos por el concepto “teoría queer”, de esta manera se produce la deshumanización y nos relegan a lo etéreo y conceptual, legitiman su discurso de odio en el plano del debate. Con ese único fin, nos expulsan de la humanidad para convertirnos en algo que no tiene derechos humanos, las teorías.
Las personas trans hemos existido en todos los tiempos, culturas y espacios geográficos, hemos existido antes que cualquier teoría, con diferentes nombres, con diferentes representaciones pero un significado común de verdad y esa verdad es que somos una realidad. Y la máxima prueba la aporta esa trinchera anti derechos trans pues no luchan contra una teoría, luchan contra algo muy real que les enfrenta a sus axiomas, a sus creencias adquiridas, a su construcción vital, como se lucha siempre desde esa posición, con el odio irracional que oculta el miedo, miedo al diferente, miedo a la verdad incómoda que demuestra que nos equivocamos al situar el sexo de las personas en los genitales, cromosomas o caracteres sexuales. Y esa es la gran aportación de la realidad trans a la sociedad, el autoconocimiento del ser humano.
Podemos celebrar y abrazar la diversidad del ser humano, la riqueza de ser mujer en su máxima expresión o podemos encender una hoguera y reducirla a la minima, pero en medio de las llamas y como Galileo en su último halito, diremos “Y sin embargo, existimos”.
Mar Cambrollé es Presidenta de la ATA-Sylvia Rivera, de la Federación Plataforma Trans y portavoz en Europa de RESPETTTRANS
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