viernes, 16 de abril de 2021

#hemeroteca #lgtbi #lgtbifobia #politica | Mercaderes en el templo

Imagen: El Salto / El propio Ramon captó a IDA en Chueca

Mercaderes en el templo.

El pasado lunes, a la hora de la siesta, Isabel Díaz Ayuso paseó por las calles del barrio de Chueca en busca del “voto rosa” sin demasiados inconvenientes, algo que en su día habría sido impensable.
Ramón Martínez | El Salto, 2021-04-16
https://www.elsaltodiario.com/mirada-rosa/mercaderes-templo-ayuso-pp-chueca 

Las ideas y los espacios han tenido siempre una relación complicada. Se confunden, se superponen, se toman unos como representantes de otras y más de una vez aquellas parecen quedar asociadas a unas localizaciones muy precisas. Además, ideas y espacios suelen servir como símbolo donde reconocer un determinado grupo de personas. En la ciudad de Madrid, por ejemplo, Vallecas es la izquierda, la izquierda son —¿fueron?— las personas más humildes, obreros y obreras, y todas ellas, además, se supone que son quienes viven en Vallecas.

Lo mismo sucede con el barrio de Chueca: es el espacio que se asocia a lesbianas, gais, bisexuales y trans, a sus intereses y a las ideas que los defienden. Chueca es ese lugar, aunque a estas alturas sea dudoso que la asociación siga funcionando como lo hizo años atrás. Pero, aunque el vínculo se establezca en ocasiones de forma errónea y acabe caducando con el paso del tiempo, ideas, espacios y personas se relacionan de esa forma tan compleja porque esos códigos, esas asociaciones cómodas, son útiles para nuestra comprensión del mundo. Y lo son más que nunca durante una campaña electoral.

El pasado lunes, a la hora de la siesta, Isabel Díaz Ayuso paseó por las calles del barrio de Chueca. Sucede en todos los procesos electorales: la asociación entre una zona y quienes se supone que más la transitan también sirve a los partidos políticos para ir allí a buscar su apoyo. Quien desee aquello que una vez se llamó el “voto rosa” debe peregrinar hasta el barrio, hacerse una bonita foto frente a la parada del metro, charlar con viandantes y visitar algunos comercios. Debe sonreír en todo momento, parecer increíblemente tolerante y tratar de que apenas se perciba la extraña sensación de no saber a ciencia cierta qué está haciendo allí. Hemos visto una y otra vez a los partidos progresistas participar en estas particulares romerías. También vimos a Ciudadanos, cuando se esforzaba más en aparentar una ideología progresista. Y ahora los populares han querido sumarse a la procesión.

No es la primera incursión de los populares en una zona que tradicionalmente se ha relacionado con el colectivo LGTB: ya en 2003 Ana Botella visitó la sede de COGAM antes de ser elegida concelaja en el ayuntamiento de Madrid. Pero la artífice del símil de las peras y las manzanas no pudo hacerse la foto tolerante de su campaña con la tranquilidad esperada: un grupo de personas, capitaneado por Mili Hernández, se presentó ante las puertas del colectivo con carteles que denunciaban la hipocresía de la candidata.

Han pasado muchos años y este pasado lunes Ayuso ha dado su paseo sin demasiados inconvenientes. Algunas voces preguntaron por la Sanidad Pública, otras la llamaron hipócrita y solo en un local, la librería Berkana donde sigue trabajando Mili, se pudo ver un cartel que reclamaba un claro “No al blanqueamiento de la LGTBfobia del PP”. El resto fueron algunas pocas fotos y una indiferencia general.

Las asociaciones entre personas, espacios e ideas ya no son como fueron en otro tiempo. Tampoco lo son las asociaciones que trabajan por nuestros derechos. Cada vez es más evidente que Chueca ha cambiado, que las personas que en su día nos reconocíamos en ese espacio ahora somos diferentes —mayores— y que nuevas personas con nuestras mismas características buscan otros lugares con los que identificarse. Además, al mismo tiempo que se debilitaba ese hilo que asocia personas, espacios e ideas, también nuestras propias reivindicaciones fueron desdibujándose. Las asociaciones que las formulaban fueron perdiendo discurso, fuerza, creatividad y, sobre todo, gente.

En su día habría sido impensable que alguien que pacta sus políticas con la ultraderecha y que no tiene reparos en plantear la posibilidad de la censura parental a la sensibilización contra el odio en las aulas paseara con tanta tranquilidad por el que era nuestro barrio. En su día el espacio, las personas que lo componían y las ideas que defendían y las defendían estaban fuertemente vinculadas. No era suficiente que la candidata en cuestión afirmara, como hizo Ayuso, que «a mí me da igual cómo configure cada uno su vida en su cama», porque ese mensaje se reconocía como un eslogan vacío de contenido, cuando no veladamente intolerante. Pero ahora sí. Ahora cualquier mensaje facilón parece convencer a mucha, a demasiada gente.

Parece que de aquella Chueca comprometida —más o menos real, más o menos soñada—, ya solo queda Berkana, rodeada de tiendas de zapatos, terrazas y alguna que otra travesti que no piensa dos veces antes de hacerse una foto y reírle a Ayuso sus “chuminadas”.

A finales de junio, el movimiento de lesbianas, gais, trans y bisexuales de Madrid celebra la marcha del Orgullo. Una cita que sirvió para conquistar derechos a partir de los 90 pero que ha sido despojada de su carácter reivindicativo en favor de un cóctel de ruido y desfase.

Y el gran problema es que, aunque durante un momento algunos gritos y carteles hayan empañado un poco la tan deseada foto de la candidata, no podemos obviar que hemos perdido un espacio. Antes de conseguir garantías de libertad en cualquier lugar, para esa nueva generación que busca otros barrios, quizá sus propios barrios, como Vallecas; es posible que nos hayamos quedado sin ningún espacio que podamos reconocer como propio.

En las redes decimos que es necesario expulsar a los mercaderes del templo, pero quizá no queramos ser conscientes de que aquella santa zona es cada vez menos sagrada o, peor aún, que en realidad siempre fue propiedad de esos mercaderes y que la idea de que nos pertenecía no fue nunca nada más que un sueño.

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