Imagen: El País / Bruselas |
Bruselas cuenta como víctimas de la covid-19 a los casos sospechosos no confirmados.
Álvaro Sánchez | El País, 2020-04-20
https://elpais.com/sociedad/2020-04-19/belgica-el-pais-con-mas-muertos-por-habitantes.html
Un acontecimiento pasaba casi desapercibido el pasado jueves entre el caudaloso río de noticias sobre el coronavirus. Ese día, Bélgica superaba a España como el país con más muertes por millón de habitantes (423 vs 409). Oficialmente, ningún otro lugar del mundo ha sufrido el zarpazo de la pandemia con tanto vigor —San Marino está por encima con 39 muertos entre 33.000 habitantes, pero su población es demasiado reducida para ser representativa—.
Pese a ello, la sensación de alarma está lejos de ser evidente en Bélgica: en medio de una de las temporadas de sol más largas que se recuerdan en estas fechas, un paseo por Bruselas basta para toparse con familias pedaleando en fila, corredores y caminantes en los parques, y cafés sirviendo a consumidores que hacen cola fuera calculando metro y medio de separación. El Gobierno cree que ejercitarse en el exterior es positivo para la salud física y mental. Y los ciudadanos no se quejan por ello. No hay ni rastro de una policía de balcón que afee a los vecinos que salgan a la calle.
Las cifras que la colocan en lo alto de la clasificación de fallecidos han generado cierto estupor. Y la sorpresa ha ido seguida de la búsqueda de explicaciones. Algunos expertos aluden a la alta densidad de población. Pocas ciudades están separadas por más de dos horas en coche en Bélgica. Sus 11,4 millones de habitantes conviven en un territorio similar en tamaño a Galicia, una concentración idónea para la propagación del virus. Otros insisten en que la división por países es artificial al hablar de una pandemia. ¿Por qué comparar Bélgica con España y no con Lombardía, que tiene una población similar y más ratio de fallecidos?
El impacto de ambas hipótesis pierde fuerza frente a un tercer factor que todos coinciden en identificar como decisivo: Bélgica incorpora entre los fallecidos a los casos sospechosos de residencias de ancianos y domicilios privados, a los que no se ha realizado el test. El método, que ningún otro país comparte, ha generado un intenso debate. Sus defensores argumentan que da una idea más precisa del impacto de la covid-19, pese a que reconocen el riesgo de inflar la lista con fallecidos por otras dolencias. Es decir, de contar muertos de más cuando en los países de su entorno las críticas son justamente por lo contrario: por contar de menos. El pasado jueves, por ejemplo, el 30% de los 228 muertos en residencias había dado positivo, y el 70% se unió a la estadística pese a ser catalogados únicamente como sospechosos.
La fiabilidad de las cifras está en entredicho globalmente. La diferencia es que en Bélgica pueden estarlo en el sentido opuesto. La primera ministra, Sophie Wilmès, ha admitido que han podido ir demasiado lejos en su afán de transparencia. “Las cifras están a veces sobreestimadas”, aseguró. La ministra de Sanidad, Maggie de Block, ha defendido el sistema. “Ningún país europeo realiza el recuento igual al resto. Nosotros lo hacemos más detallado”, dijo a la cadena LN24.
La tesis es clara. Vistas las notables diferencias entre el total de entierros entre el mes de marzo de este año y el del anterior, ya detectadaen regiones como Madrid, el recuento de fallecidos que han dado positivo es insuficiente para retratar el daño del virus. Pero aunque la intención parece buena, tras rebasar a España e Italia, crece la inquietud por la percepción exterior sobre su gestión de la crisis. Y el Gobierno se plantea retocar su método.
“Cambiar de termómetro no cambia la temperatura”, afirma a este diario el sociólogo de la Universidad Católica de Lovaina Geoffrey Pleyers, una de las primeras voces en advertir de que los números de Bélgica están lejos de ser idílicos. “Las cifras en Bélgica siguen estando subestimadas. Y lo están mucho más en otros países”, añade.
Para Pleyers, el Gobierno belga hace lo correcto al incluir los casos sospechosos no comprobados en las estadísticas, pero se enfocó demasiado en el temor a un colapso hospitalario. La sanidad no ha estado cerca de la sobrecarga, y sigue contando con un amplio porcentaje de camas libres, también en cuidados intensivos. Mientras tanto, la tragedia se gestaba en las residencias de ancianos, origen del 51% de los más de 5.000 fallecimientos acaecidos en el país tras más de 35.000 contagios.
La supervisora de enfermería de un hospital de la capital belga, que prefiere guardar anonimato, confirma la situación crítica en las residencias. “El otro día nos llamaron de una donde hubo un brote. Su responsable me decía casi llorando que aceptáramos a sus pacientes porque no tienen medios ni material. Desinfectan mascarillas en el horno”, explica. En algunos casos, la avanzada edad es un criterio para rechazar su ingreso en las UCI por lo invasivo del tratamiento.
El Ejecutivo ha tratado de corregir el tiro haciendo decenas de miles de pruebas en las instalaciones que alojan a mayores, pero los tests disponibles son insuficientes. Y prefieren dedicarlos a los vivos que usarlos con fallecidos para certificar que la estadística es correcta.
El modo de manejar los datos del Gobierno belga no ha recibido el aplauso unánime. “Casi todos los fallecidos en residencias de ancianos se están contando como víctimas de covid-19. Es una estupidez”, criticó en la televisión flamenca el epidemiólogo Marc van Ranst, asesor ocasional del Gobierno en la lucha contra el virus.
Si un extraterrestre recién llegado observara los estilos de vida de España y Bélgica, seguramente resaltaría el estilo de vida callejero de los belgas y el carácter ermitaño de los españoles. Con los colegios y comercios cerrados, Bélgica está a años luz de la normalidad, pero también lejos del estricto encierro de impronta española. Este sábado se multiplicaban las colas ante la reapertura de las tiendas de jardinería y bricolaje. Y el Gobierno estudia relajar más el confinamiento a comienzos de mayo. Pleyers achaca la relativa parsimonia que se respira en el país a la actitud de las autoridades. “Tengo la convicción de que en España, Italia o Francia hay más afectados, pero el problema es serio en Bélgica. Y no se percibe en la calle. El consenso político es decir que todo está bajo control”.
En muertes totales, Bélgica supera ya a países mucho más poblados como Alemania o China, pero el último dato para la esperanza dice que cada contagiado infecta de media a 0,8 personas. Una señal que de convertirse en tendencia implicaría un progresivo descenso de casos. Más difícil tendrá, mientras sea la única que cuente los casos sospechosos como fallecidos por coronavirus, dejar de liderar las listas oficiales de muertos por millón de habitantes.
Pese a ello, la sensación de alarma está lejos de ser evidente en Bélgica: en medio de una de las temporadas de sol más largas que se recuerdan en estas fechas, un paseo por Bruselas basta para toparse con familias pedaleando en fila, corredores y caminantes en los parques, y cafés sirviendo a consumidores que hacen cola fuera calculando metro y medio de separación. El Gobierno cree que ejercitarse en el exterior es positivo para la salud física y mental. Y los ciudadanos no se quejan por ello. No hay ni rastro de una policía de balcón que afee a los vecinos que salgan a la calle.
Las cifras que la colocan en lo alto de la clasificación de fallecidos han generado cierto estupor. Y la sorpresa ha ido seguida de la búsqueda de explicaciones. Algunos expertos aluden a la alta densidad de población. Pocas ciudades están separadas por más de dos horas en coche en Bélgica. Sus 11,4 millones de habitantes conviven en un territorio similar en tamaño a Galicia, una concentración idónea para la propagación del virus. Otros insisten en que la división por países es artificial al hablar de una pandemia. ¿Por qué comparar Bélgica con España y no con Lombardía, que tiene una población similar y más ratio de fallecidos?
El impacto de ambas hipótesis pierde fuerza frente a un tercer factor que todos coinciden en identificar como decisivo: Bélgica incorpora entre los fallecidos a los casos sospechosos de residencias de ancianos y domicilios privados, a los que no se ha realizado el test. El método, que ningún otro país comparte, ha generado un intenso debate. Sus defensores argumentan que da una idea más precisa del impacto de la covid-19, pese a que reconocen el riesgo de inflar la lista con fallecidos por otras dolencias. Es decir, de contar muertos de más cuando en los países de su entorno las críticas son justamente por lo contrario: por contar de menos. El pasado jueves, por ejemplo, el 30% de los 228 muertos en residencias había dado positivo, y el 70% se unió a la estadística pese a ser catalogados únicamente como sospechosos.
La fiabilidad de las cifras está en entredicho globalmente. La diferencia es que en Bélgica pueden estarlo en el sentido opuesto. La primera ministra, Sophie Wilmès, ha admitido que han podido ir demasiado lejos en su afán de transparencia. “Las cifras están a veces sobreestimadas”, aseguró. La ministra de Sanidad, Maggie de Block, ha defendido el sistema. “Ningún país europeo realiza el recuento igual al resto. Nosotros lo hacemos más detallado”, dijo a la cadena LN24.
La tesis es clara. Vistas las notables diferencias entre el total de entierros entre el mes de marzo de este año y el del anterior, ya detectadaen regiones como Madrid, el recuento de fallecidos que han dado positivo es insuficiente para retratar el daño del virus. Pero aunque la intención parece buena, tras rebasar a España e Italia, crece la inquietud por la percepción exterior sobre su gestión de la crisis. Y el Gobierno se plantea retocar su método.
“Cambiar de termómetro no cambia la temperatura”, afirma a este diario el sociólogo de la Universidad Católica de Lovaina Geoffrey Pleyers, una de las primeras voces en advertir de que los números de Bélgica están lejos de ser idílicos. “Las cifras en Bélgica siguen estando subestimadas. Y lo están mucho más en otros países”, añade.
Para Pleyers, el Gobierno belga hace lo correcto al incluir los casos sospechosos no comprobados en las estadísticas, pero se enfocó demasiado en el temor a un colapso hospitalario. La sanidad no ha estado cerca de la sobrecarga, y sigue contando con un amplio porcentaje de camas libres, también en cuidados intensivos. Mientras tanto, la tragedia se gestaba en las residencias de ancianos, origen del 51% de los más de 5.000 fallecimientos acaecidos en el país tras más de 35.000 contagios.
La supervisora de enfermería de un hospital de la capital belga, que prefiere guardar anonimato, confirma la situación crítica en las residencias. “El otro día nos llamaron de una donde hubo un brote. Su responsable me decía casi llorando que aceptáramos a sus pacientes porque no tienen medios ni material. Desinfectan mascarillas en el horno”, explica. En algunos casos, la avanzada edad es un criterio para rechazar su ingreso en las UCI por lo invasivo del tratamiento.
El Ejecutivo ha tratado de corregir el tiro haciendo decenas de miles de pruebas en las instalaciones que alojan a mayores, pero los tests disponibles son insuficientes. Y prefieren dedicarlos a los vivos que usarlos con fallecidos para certificar que la estadística es correcta.
El modo de manejar los datos del Gobierno belga no ha recibido el aplauso unánime. “Casi todos los fallecidos en residencias de ancianos se están contando como víctimas de covid-19. Es una estupidez”, criticó en la televisión flamenca el epidemiólogo Marc van Ranst, asesor ocasional del Gobierno en la lucha contra el virus.
Si un extraterrestre recién llegado observara los estilos de vida de España y Bélgica, seguramente resaltaría el estilo de vida callejero de los belgas y el carácter ermitaño de los españoles. Con los colegios y comercios cerrados, Bélgica está a años luz de la normalidad, pero también lejos del estricto encierro de impronta española. Este sábado se multiplicaban las colas ante la reapertura de las tiendas de jardinería y bricolaje. Y el Gobierno estudia relajar más el confinamiento a comienzos de mayo. Pleyers achaca la relativa parsimonia que se respira en el país a la actitud de las autoridades. “Tengo la convicción de que en España, Italia o Francia hay más afectados, pero el problema es serio en Bélgica. Y no se percibe en la calle. El consenso político es decir que todo está bajo control”.
En muertes totales, Bélgica supera ya a países mucho más poblados como Alemania o China, pero el último dato para la esperanza dice que cada contagiado infecta de media a 0,8 personas. Una señal que de convertirse en tendencia implicaría un progresivo descenso de casos. Más difícil tendrá, mientras sea la única que cuente los casos sospechosos como fallecidos por coronavirus, dejar de liderar las listas oficiales de muertos por millón de habitantes.
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