Imagen: Google Imágenes / Ramón Martínez |
Eduardo Nabal | Burgos Digital, 2019-02-17
https://burgosdijital.net/entrevista-al-escritor-y-activista-ramon-martinez-autor-de-lo-nuestro-si-que-es-mundial/
Ramón Martínez (Madrid, 1982) es doctor en filología por la Universidad Complutense de Madrid, activista para la erradicación de la homofobia y escritor. Fue finalista del Premio Odisea de Narrativa con su primera novela ‘Esta noche tú decides’ (2007), y autor de ‘La cultura de la homofobia y cómo acabar con ella’ (2016), un manual que analiza pormenorizadamente cómo funciona el odio y la discriminación hacia la diversidad sexual y de género.
P. “Lo nuestro sí que es mundial” es uno de los libros más exhaustivos, al menos hasta la fecha, sobre el activismo LGTB+ en el estado español. Pero empecemos por el principio tú mismo no te sientes cómodo con la utilización indiscriminada de estas siglas.
R. No suele gustarme tratar de resumir todo un movimiento social que persigue la erradicación de la discriminación hacia la diversidad sexual y de género bajo cuatro simples siglas por varios motivos: por un lado utilizarlas como forma de aglutinar a todo un conjunto polimorfo de personas, con sus particulares sensibilidades y vivencias de la sexualidad el género, es excesivamente reduccionista; creo que mucha gente a cuyas necesidades hemos de dar respuesta como movimiento se queda fuera de esas cuatro letras.
Por otra parte hay un conflicto ideológico y un conflicto histórico: cuando hablamos de «políticas LGTB» afrontamos un discurso fundamentado en la identidad, en cuatro identidades concretas, y no todas las ideologías de este movimiento coinciden en esa estrategia identitaria, ni ahora mismo ni a lo largo de la historia de lo que hoy llamamos «movimiento LGTB», que en su día recibió otros nombres, quizá más interesantes, cuando reivindicaba la «liberación sexual».
P. Nos explicas la dificultad de un proyecto tan amplio y donde pusiste tu frontera.
R. El proyecto del libro, cuando empecé a investigar, consistía fundamentalmente en ofrecer una visión general sobre la historia de este movimiento social que recuperase una genealogía reivindicativa que me temo va quedando olvidada con cada nueva generación que se incorpora a sus filas. La dificultad era evidente: yo mismo tenía que informarme de muchos sucesos de los que mi generación jamás ha escuchado hablar, y que resultan claves para entender cómo se articulan hoy los diferentes puntos de vista sobre cómo llevar a cabo la reivindicación.
Luego me encontré una dificultad esperable: resumir todo de tal modo que pudiera explicarse bien en un libro que intentaba ser breve. Esa fue la frontera, tratar de hacer una introducción sencilla, de 350 páginas, presentando la historia de un movimiento social que debería ser desarrollada -y recuperada- en varios tomos. Queda aún muchísimo por contar, y habrá que seguir contándolo.
P. El autor es muy respetuoso, apasionado y a la vez imparcial. Eso da puntos al libro pero también uno piensa que a veces “hay que escribir con rabia”. ¿Has intentado ser “neutral” o simplemente te ha salido así?
R. He sido muy cuidadoso con la redacción. Tengo unos puntos de vista personales muy particulares sobre este movimiento social que llamamos ‘nuestro’ y que creo que es patrimonio común de la humanidad, pero entendí que lo que debía primar en este libro no eran mis lecturas subjetivas, sino tratar de ofrecer a quien quiera acercarse a mis páginas una visión lo más objetiva posible del devenir histórico de una reivindicación ya centenaria.
La «neutralidad» es deliberada, y he intentado ser tan objetivo como he sido capaz de conseguir. Considero que para poder ofrecer mis propias consideraciones hará falta otro volumen, porque la intención de este era, fundamentalmente, ofrecer los hechos tal como sucedieron. Puede que ahora sea el momento de que, con ‘Lo nuestro sí que es mundial’ en la mano, podamos restablecer interesantes debates donde defender, o seguir defendiendo, nuestras visiones particulares de la reivindicación sobre sexualidad y género.
P. Marcas un punto de inflexión en el matrimonio gay. Eso ha ocurrido en muchos países del mundo pero en todos hay voces críticas con respecto no solo al ensueño de “una revolución sexual más allá de la heteronorma” sino también hacia el peligro de una desmovilización de cara a otras demandas también importantes que precisamente han aumentado como consecuencia de la actual desestructuración económica (la precarización, la plumofobia, la violencia, el auge de la extrema derecha, el racismo dentro de nuestra propia comunidad, la despatologización trans...)
R. La consecución del derecho al matrimonio para las parejas del mismo sexo ha resultado, y sigue resultando según se reconoce en diferentes países, un punto de inflexión evidente. La igualdad legal no deja de ser un avance impresionante, y siempre he pensado que resulta muy útil estratégicamente para disponer de una relativa posición de poder desde la que reivindicar otras cuestiones.
El problema es que desde hace más de una década en España, y vamos viendo que también en otros lugares donde se aprueba, el Matrimonio Igualitario conlleva una considerable desmovilización: parece que se hubiera interpretado como un fin en sí mismo, cuando realmente hemos de plantearlo como una estrategia más en el camino hacia la consecución de otros objetivos mucho más importantes. Personalmente considero que el objetivo último ha de ser la erradicación de todas las violencias que se dirigen contra todas las personas cuya sexualidad y expresión de género se apartan de lo normativo y, para alcanzar ese punto el matrimonio resulta útil, claro está, pero no creo que sea un objetivo en sí mismo. Considerarlo así, y darnos por venidos, no solo reduce el discurso reivindicativo a una expresión mínima: denota una preocupante falta de imaginación sobre el mundo que pretendemos construir, porque entre las consecuencias del Matrimonio Igualitario no solo está la igualdad legal: también se esconde el peligro de la incorporación a la heteronorma y una desmovilización preocupante.
P. Hay una idea interesante y es la necesidad de construir memoria para encarar el futuro. ¿Cómo crees que es posible dejar paso a las nuevas generaciones de pensadores y activistas sin abandonar del todo la lucha? Te lo pregunto desde una posición personal. Yo he aprendido mucho de otras personas pero hay experiencias que personales que “determinan la conciencia”. ¿Crees que es necesario construir o reconstruir una identidad “marica” para este milenio que viene?
R. Nuestra cualidad como personas heterodoxas en cuanto a la sexualidad y el género conlleva una peligrosa maldición: como personas no heterosexuales estamos condenadas a la carencia de genealogía, de referentes entre la generación que nos precede. Por eso la visibilidad sigue siendo tan relevante. Construir, o reconstruir, una memoria colectiva me parece una obligación ética no solo para reconocer los trabajos y padecimientos de quienes estuvieron antes, sino, y es aún más importante, para intentar asegurar a quienes vendrán después un bagaje cultural que puedan tomar como punto de partida para construir su forma de plantear el mundo; una tradición de la que no se hayan eliminado interesadamente planteamientos y puntos de vista que pueden resultarles útiles.
En cuanto a lo puramente político, creo que nuestras experiencias han determinado nuestra forma de plantear la reivindicación, pero considero que es una obligación de nuestra generación garantizar que la siguiente podrá contar no solo con sus propias experiencias sino con el recuerdo de las nuestras y de las anteriores.
Tenemos la responsabilidad de asegurar el crecimiento de una nueva generación activista que por primera vez tenga un acceso fácil a su propia genealogía: por eso me pareció importante escribir ‘Lo nuestro sí que es mundial’. Lo que hagamos ahora, y lo que se haga en el futuro con el eterno debate identitario creo que será muy diferente dependiendo de cómo articulemos el cambio generacional, que en el «movimiento LGTB» se ha caracterizado por la ruptura. Y, en todo caso, hay algo que me preocupa mucho más que cómo construir, deconstruir o reconstruir nuestras identidades, si estas son útiles o no: estamos viviendo hoy una gran eclosión de nuevas identidades, y quizá nos estemos deteniendo en su valor aislado sin recordar que no son más que estrategias para conseguir una transformación social.
Me preocupa sinceramente que este movimiento social que aspiraba a construir un mundo libre de violencias haya perdido la imaginación para delimitar sus objetivos a largo plazo y camine entretenido, despistado dentro de una curiosa desmovilización reivindicativa, planteando cuestiones que quizá nos alejen de la victoria final, que creo que debe ser una absoluta revolución en nuestra forma de vivir la sexualidad y el género.
P. “Lo nuestro sí que es mundial” es uno de los libros más exhaustivos, al menos hasta la fecha, sobre el activismo LGTB+ en el estado español. Pero empecemos por el principio tú mismo no te sientes cómodo con la utilización indiscriminada de estas siglas.
R. No suele gustarme tratar de resumir todo un movimiento social que persigue la erradicación de la discriminación hacia la diversidad sexual y de género bajo cuatro simples siglas por varios motivos: por un lado utilizarlas como forma de aglutinar a todo un conjunto polimorfo de personas, con sus particulares sensibilidades y vivencias de la sexualidad el género, es excesivamente reduccionista; creo que mucha gente a cuyas necesidades hemos de dar respuesta como movimiento se queda fuera de esas cuatro letras.
Por otra parte hay un conflicto ideológico y un conflicto histórico: cuando hablamos de «políticas LGTB» afrontamos un discurso fundamentado en la identidad, en cuatro identidades concretas, y no todas las ideologías de este movimiento coinciden en esa estrategia identitaria, ni ahora mismo ni a lo largo de la historia de lo que hoy llamamos «movimiento LGTB», que en su día recibió otros nombres, quizá más interesantes, cuando reivindicaba la «liberación sexual».
P. Nos explicas la dificultad de un proyecto tan amplio y donde pusiste tu frontera.
R. El proyecto del libro, cuando empecé a investigar, consistía fundamentalmente en ofrecer una visión general sobre la historia de este movimiento social que recuperase una genealogía reivindicativa que me temo va quedando olvidada con cada nueva generación que se incorpora a sus filas. La dificultad era evidente: yo mismo tenía que informarme de muchos sucesos de los que mi generación jamás ha escuchado hablar, y que resultan claves para entender cómo se articulan hoy los diferentes puntos de vista sobre cómo llevar a cabo la reivindicación.
Luego me encontré una dificultad esperable: resumir todo de tal modo que pudiera explicarse bien en un libro que intentaba ser breve. Esa fue la frontera, tratar de hacer una introducción sencilla, de 350 páginas, presentando la historia de un movimiento social que debería ser desarrollada -y recuperada- en varios tomos. Queda aún muchísimo por contar, y habrá que seguir contándolo.
P. El autor es muy respetuoso, apasionado y a la vez imparcial. Eso da puntos al libro pero también uno piensa que a veces “hay que escribir con rabia”. ¿Has intentado ser “neutral” o simplemente te ha salido así?
R. He sido muy cuidadoso con la redacción. Tengo unos puntos de vista personales muy particulares sobre este movimiento social que llamamos ‘nuestro’ y que creo que es patrimonio común de la humanidad, pero entendí que lo que debía primar en este libro no eran mis lecturas subjetivas, sino tratar de ofrecer a quien quiera acercarse a mis páginas una visión lo más objetiva posible del devenir histórico de una reivindicación ya centenaria.
La «neutralidad» es deliberada, y he intentado ser tan objetivo como he sido capaz de conseguir. Considero que para poder ofrecer mis propias consideraciones hará falta otro volumen, porque la intención de este era, fundamentalmente, ofrecer los hechos tal como sucedieron. Puede que ahora sea el momento de que, con ‘Lo nuestro sí que es mundial’ en la mano, podamos restablecer interesantes debates donde defender, o seguir defendiendo, nuestras visiones particulares de la reivindicación sobre sexualidad y género.
P. Marcas un punto de inflexión en el matrimonio gay. Eso ha ocurrido en muchos países del mundo pero en todos hay voces críticas con respecto no solo al ensueño de “una revolución sexual más allá de la heteronorma” sino también hacia el peligro de una desmovilización de cara a otras demandas también importantes que precisamente han aumentado como consecuencia de la actual desestructuración económica (la precarización, la plumofobia, la violencia, el auge de la extrema derecha, el racismo dentro de nuestra propia comunidad, la despatologización trans...)
R. La consecución del derecho al matrimonio para las parejas del mismo sexo ha resultado, y sigue resultando según se reconoce en diferentes países, un punto de inflexión evidente. La igualdad legal no deja de ser un avance impresionante, y siempre he pensado que resulta muy útil estratégicamente para disponer de una relativa posición de poder desde la que reivindicar otras cuestiones.
El problema es que desde hace más de una década en España, y vamos viendo que también en otros lugares donde se aprueba, el Matrimonio Igualitario conlleva una considerable desmovilización: parece que se hubiera interpretado como un fin en sí mismo, cuando realmente hemos de plantearlo como una estrategia más en el camino hacia la consecución de otros objetivos mucho más importantes. Personalmente considero que el objetivo último ha de ser la erradicación de todas las violencias que se dirigen contra todas las personas cuya sexualidad y expresión de género se apartan de lo normativo y, para alcanzar ese punto el matrimonio resulta útil, claro está, pero no creo que sea un objetivo en sí mismo. Considerarlo así, y darnos por venidos, no solo reduce el discurso reivindicativo a una expresión mínima: denota una preocupante falta de imaginación sobre el mundo que pretendemos construir, porque entre las consecuencias del Matrimonio Igualitario no solo está la igualdad legal: también se esconde el peligro de la incorporación a la heteronorma y una desmovilización preocupante.
P. Hay una idea interesante y es la necesidad de construir memoria para encarar el futuro. ¿Cómo crees que es posible dejar paso a las nuevas generaciones de pensadores y activistas sin abandonar del todo la lucha? Te lo pregunto desde una posición personal. Yo he aprendido mucho de otras personas pero hay experiencias que personales que “determinan la conciencia”. ¿Crees que es necesario construir o reconstruir una identidad “marica” para este milenio que viene?
R. Nuestra cualidad como personas heterodoxas en cuanto a la sexualidad y el género conlleva una peligrosa maldición: como personas no heterosexuales estamos condenadas a la carencia de genealogía, de referentes entre la generación que nos precede. Por eso la visibilidad sigue siendo tan relevante. Construir, o reconstruir, una memoria colectiva me parece una obligación ética no solo para reconocer los trabajos y padecimientos de quienes estuvieron antes, sino, y es aún más importante, para intentar asegurar a quienes vendrán después un bagaje cultural que puedan tomar como punto de partida para construir su forma de plantear el mundo; una tradición de la que no se hayan eliminado interesadamente planteamientos y puntos de vista que pueden resultarles útiles.
En cuanto a lo puramente político, creo que nuestras experiencias han determinado nuestra forma de plantear la reivindicación, pero considero que es una obligación de nuestra generación garantizar que la siguiente podrá contar no solo con sus propias experiencias sino con el recuerdo de las nuestras y de las anteriores.
Tenemos la responsabilidad de asegurar el crecimiento de una nueva generación activista que por primera vez tenga un acceso fácil a su propia genealogía: por eso me pareció importante escribir ‘Lo nuestro sí que es mundial’. Lo que hagamos ahora, y lo que se haga en el futuro con el eterno debate identitario creo que será muy diferente dependiendo de cómo articulemos el cambio generacional, que en el «movimiento LGTB» se ha caracterizado por la ruptura. Y, en todo caso, hay algo que me preocupa mucho más que cómo construir, deconstruir o reconstruir nuestras identidades, si estas son útiles o no: estamos viviendo hoy una gran eclosión de nuevas identidades, y quizá nos estemos deteniendo en su valor aislado sin recordar que no son más que estrategias para conseguir una transformación social.
Me preocupa sinceramente que este movimiento social que aspiraba a construir un mundo libre de violencias haya perdido la imaginación para delimitar sus objetivos a largo plazo y camine entretenido, despistado dentro de una curiosa desmovilización reivindicativa, planteando cuestiones que quizá nos alejen de la victoria final, que creo que debe ser una absoluta revolución en nuestra forma de vivir la sexualidad y el género.
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