miércoles, 20 de febrero de 2019

#hemeroteca #heterosexualidad #pluma | ¿Quién teme a lo queer? – No se nace heterosexual, se llega a serlo

Imagen: Oprimide / Ilsutración de David Lindsay
¿Quién teme a lo queer? – No se nace heterosexual, se llega a serlo.
Breves apuntes sobre el construccionismo y su utilidad para combatir las opresiones de género y sexo. Pluma, heterosexualidad y otras ficciones.
Víctor Mora | Oprimide, 2019-02-20
https://www.oprimide.com/quien-teme-a-lo-queer-no-se-nace-heterosexual-se-llega-a-serlo/

No: no se nace heterosexual. ¿Qué significa esto? ¿No es el impulso erótico algo ‘natural’? No me refiero a la heterosexualidad como ‘deseo’ u orientación sexoafectiva, me refiero a la heterosexualidad como categoría de identidad política. De dónde viene la orientación y cuál es el origen del deseo sexual es algo que no vamos a discutir aquí. Sobre ello hay muchas teorías y conviene recordar que, por encima de todo, no debería ser relevante para garantizar la convivencia democrática. Hoy vamos a encaminarnos en la dirección opuesta al argumento de la ‘naturaleza/biología’, es decir, vamos a preguntarnos qué significados culturales se han vinculado a los deseos y orientaciones, y cómo nos afectan en la construcción de nuestras identidades.

Varias de las preguntas que me habéis mandado este mes proponían cuestiones en esta dirección, y una en concreto podía resumir este problema:

“¿Es también ‘queer’ esa persona que es ‘hetero’ pero a la que clasificamos como “con pluma”?”

¿Qué queremos decir con ‘una persona hetero con pluma’? Hay que tener cuidado y no caer en la trampa discursiva que sólo señala y estigmatiza a las identidades, prácticas y expresiones oprimidas, y deja el marco del privilegio fuera del foco de análisis. El espectro de género y sexo se impone como una fuente de estructuras para la construcción de las identidades y afecta a todas las personas.

Pero vayamos por partes: Hablamos a menudo de que la identidad es algo que escribimos, algo que ‘construimos’, pero, ¿qué quiere decir que la identidad es algo que se ‘construye’? Repasemos un par de cuestiones clave para explicar a qué nos referimos cuando hablamos de cuerpos e identidades en proceso de construcción y por qué esto puede sernos útil para combatir las opresiones.

Cuando Simone de Beauvoir nos dijo en 1949 que ‘no se nace mujer’, se visibilizó de manera incuestionable el origen de la opresión contra las mujeres. El hecho de que se ‘llega a ser mujer’ implica que hay todo un aparato cultural que preexiste y que, efectivamente, socializa a los cuerpos como varones o mujeres, de manera opositiva y jerárquica, con unos significados políticos concretos y con marcados límites sociales que no permiten, además, expresiones arbitrarias o abstractas. Beauvoir puso sobre la mesa una evidencia: el argumento de las ‘diferencias naturales’ se estaba utilizando para construir diferencias políticas.

El siguiente giro lo dio Monique Wittig en 1980, cuando afirmó no sin polémica que ‘las lesbianas no son mujeres.’ ¿Qué quiere decir esto? El feminismo lesbiano de Wittig daba una clave fundamental para comprender la construcción de identidades normativas, ya que ampliaba el marco del género para introducir el sexo. La idea de identidad se sobreentendía dentro de un marco ‘heteronormativo’, es decir, ser hombre o mujer implicaba un orientación única, una ‘heterosexualidad obligatoria’.

El de Wittig fue un paso esencial que abrió la puerta a las teorías ‘queer’. Cada vez quedaba más lejos el argumento de la ‘naturaleza/biología’, y cobraba sentido el ‘construccionismo’ y la sexualidad comprendida como objeto de análisis histórico (es decir, como una estructura social que a lo largo de la historia ha sido interpretada de forma distinta, y sobre la que se han aplicado diferentes valores culturales, sociales y políticos).

Lo ‘queer’ como teoría, de la mano de Kosofsky, de Lauretis, Butler... entre otras pensadoras, advirtió que esos espectros de género y sexo binario, masculino/femenino, se conforman mediante una serie de ‘performances’, es decir, de acciones y expresiones con significado cultural que se repiten de forma constante, y que condicionan nuestro desarrollo como seres sociales (desde la apariencia hasta los modos, desde el lenguaje hasta los afectos). Y la práctica ‘queer’, entre otras cosas (como se ha dicho en este espacio varias veces), combate toda idea determinista del género y el sexo.

En una sociedad democrática, entendiendo ‘democracia’ como el sistema que garantiza la posibilidad de enunciación de realidades diversas en un marco de equivalencia, ¿qué sentido tendría estar divididos por categorías de género y sexo, de identidad y orientación? Lo ‘queer’ propone una crítica a esas fronteras y, como estrategia, plantea el tránsito y la multiplicidad, hasta el punto en que no sea relevante la pertenencia a una categoría o, al menos, que no sea necesario para el acceso a unos derechos civiles, ni condicione la convivencia o el desarrollo vital.

Dicho esto, volvamos a la pregunta: “¿Es también ‘queer’ esa persona que es ‘hetero’ pero a la que clasificamos como “con pluma”?”

Y, ¿qué es la ‘pluma’? En este contexto, podríamos definirla como un conjunto de ademanes, modos o expresiones que dado nuestro ‘género’ se supone que no deberíamos emplear (mujeres masculinas, varones afeminados, por ejemplo), y se utiliza como instrumento de vigilancia normativa (últimamente en auge, por desgracia, también intramuros). Señalar que alguien ‘tiene pluma’ es marcarlo como "no adecuado para su género" y, según el contexto, puede suponer una amenaza, más o menos grave, más o menos violenta.

La cuestión debería ser ¿qué hace esa persona ‘hetero’ con esa ‘pluma’? ¿La asume como parte de su expresión? ¿La reivindica? ¿O la reprime cuando aprende que ser masculina/afeminado no es algo ‘propio de heteros’, o no es como 'debe ser' un hombre, como ‘debe ser’ una mujer? Si hay una condena generalizada contra la ‘pluma’, lo más probable es que aprendamos que es algo que debemos rechazar (en nosotres y en otres). La ‘heterosexualidad’ como identidad política es algo que igualmente se aprende y se ‘construye’. Y como todos los patrones de moldeo, se basa en potenciar conductas y actitudes, y en reprimir y erradicar otras.

La orientación del deseo (sea la que sea) es independiente del significado social que se le atribuye. El hecho de que unas formas de desear, de expresarse, de experimentar el cuerpo y sus acciones tengan más o menos valor cultural, o sean motivo de discriminación o privilegio, es una convención puramente humana, con clara voluntad, además, de sostener desigualdades. En definitiva, nos construimos, ‘se nos construye’, y ‘llegamos a ser’. Una forma de combatir este determinismo que, amén de no ser ya natural o biológico, parece cultural, parte precisamente de cuestionar de forma activa y crítica esas marcas que nos dicen lo que somos y cómo debemos serlo.

No se nace heterosexual, es sólo ficción política.

*Para profundizar un poco más, consulta esta breve genealogía de la filósofa Carmen González Marín

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.