'Un mundo huérfano' de Giuseppe Caputo y la caja de Pandora de la sexualidad homosexual.
Santiago Cruz Hoyos | El País [CO], 2016-08-21
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Giuseppe Caputo fue jefe de prensa de Alfaguara, gestor cultural. Pero antes de todo ello, simplemente, fue un lector. Uno que siempre había querido escribir. Pero, ¿cómo hacerlo? ¿Cómo encontrar el tiempo, comprarlo?
Giuseppe supo de una maestría en escritura creativa en la Universidad de Nueva York y renunció a su trabajo; irse. Escribir, finalmente, es su prioridad. En la Universidad de Iowa, también, se especializó en estudios ‘queer’ y de género. (‘Queer’, dice Wikipedia, “es un término global (en inglés) para designar a quienes no son heterosexuales o de género binario”.)
A su regreso a Colombia llegó con su primera novela publicada, la segunda que ha escrito. Una historia sobre su padre, pero también sobre la homofobia universal: ‘Un mundo huérfano’, se llama.
La historia transcurre en la noche, la oscuridad, la melancolía, esa sensación de sentirse perdido, pero también en la fiesta, la algarabía, los colores fluorescentes de las discotecas, los disfraces de mariposas, el disfrute.
El lector se sentirá en una especie de videojuego en el que descubre bares de nombres raros como El Baboso, o laberintos de puertas que al abrirse destapan esa sexualidad homosexual, que sigue siendo un tabú pero que despierta la curiosidad de muchos. Como abrir una caja de Pandora. Giuseppe Caputo está al teléfono.
Lo que primero sorprende de la novela es el lenguaje, nuevo, y una atmósfera que recrea un mundo fantástico, oscuro pero también fluorescente. ¿De dónde viene este universo?
Hay una poeta que abre la novela (Marosa Di Giorgio, uruguaya) y otra que la cierra, (Alda Merini, italiana). Las dos tienen un diálogo en su trabajo, en su poesía, con la mitología católica, como otros universos, entonces parte de la inspiración viene de ahí.
Lo que me interesa en la escritura es eso, cuidar una música, un ritmo, una atmósfera. Por eso me demoro mucho. Un día productivo pueden ser apenas tres cuartos de página, pero eso para mí es un logro absoluto. Paso mucho tiempo pensando cada párrafo. Asumo la escritura como un espacio de libertad y felicidad. No veo la escritura como un espacio de dificultad, sino como un espacio de gozo aunque con mucho rigor. Un trabajo pensado, cuidadoso, para elegir muy bien las palabras.
Además no tengo afán de publicar – uno no vive de esto- entonces no veo por qué afanarse para entregar algo de lo que uno no esté satisfecho. Me tomo todo mi tiempo para hacer lo mejor que puedo.
La novela está dedicada a tu padre, y describe una relación papá – hijo en medio de una escasez absoluta y una recursividad extrema para superar aquello. ¿Es ficción o esa situación viene de una memoria personal?
Sí, viene de una experiencia autobiográfica. Cuando yo tenía unos 8 o 9 años mi papá me contó de la nada que habíamos perdido todo, estábamos en la olla. Y ese fue el inicio de una vida nueva, distinta, llena de dificultades pero también llena de ocurrencias ante esa precariedad. Y la novela también da cuenta de una relación padre – hijo que pasa por diferentes estados. El hijo como hijo, pero también el hijo como padre que debe cuidar a su papá y eso lo hace sentir a veces solo, desprotegido. Es una relación muy física, muy cariñosa, se la pasan abrazados todo el tiempo, hay una camaradería todo el tiempo. Por eso la dedicatoria: amado padre y compañero.
Tu padre murió durante el proceso de la escritura de la novela. Supongo que eso influyó en el resultado final.
Él murió el 10 de febrero de 2015 y yo terminé la novela en julio de ese año. El final iba a ser distinto y la muerte de mi padre influyó en ello. Pero no lo cuento para no arruinarle la novela a quien no la haya leído. El final original era que ambos, padre e hijo, se quedaban sin trabajo esperando algo del mar. El mar es como esa idea de Dios, que a veces te deja regalos en la orilla, a veces se los lleva, a veces no deja nada. Pero con la muerte de mi papá todo eso cambió.
La religión es, de hecho, otro de los grandes temas de la novela. ¿Cómo es tu relación con esa idea de Dios, con la religión, la Iglesia?
Dejé de creer sin proponérmelo. Sí pienso que hay una religiosidad, pero mi relación con Dios es de nostalgia y de haber perdido una fe que alguna vez tuve. La Iglesia por otra parte me parece una institución que está 500 años atrás, hipócrita. No veo ningún progreso en ella.
Tú te expones mucho en la novela, y eso hace que el lector respete y admire al autor. Te expones contando esa relación con tu padre y hablando de ese mundo homosexual de una forma en que poco se hace en la literatura. Describes con minucia la sexualidad homosexual, que es otro de los temas de la historia. ¿Te costó exponerte de la manera en que lo hiciste?
No me costó exponerme, aunque hay que tener en cuenta que es una novela. Es decir: mucho parte de una memoria, de experiencias autobiográficas, pero no deja de ser una ficción. Y esa capa de ficción te da una intimidad, una protección. Pero me ha pasado con la novela que lo que generalmente escandaliza a las personas, a mí no me escandaliza. Lo que a algunos lectores les ha parecido fuerte, como el capítulo en el que hablo de una forma muy explicita del sexo, a mí no me parece tan fuerte.
Lo que me parece fuerte es esa desigualdad radical, la violencia contra la comunidad Lgbti, el policía que le dice al personaje principal ¿por qué sigues vivo? después de que ocurriera una masacre en una fiesta de la comunidad Lgbti, cuando tiran esos cadáveres a un camión de basura y los empiezan a comprimir, todo eso es lo que a mí me parece fuerte.
Sin embargo, para sentir dolor, hay que agotar el horror. En la novela hay esa intención de ir llevando el horror, empujándolo, y cuando ese horror supera los límites para los personajes, ya se empieza a sentir el dolor.
Sin embargo, insisto, la novela abre esa puerta para muchos misteriosa: la sexualidad homosexual. Como abrir una caja de Pandora…
Me gusta lo de la caja de Pandora porque digamos que la sexualidad en general, más allá de la sexualidad homosexual, puede ser en sí una caja de Pandora. La sexualidad que está en el centro, que no tiene tabús, es la sexualidad heterosexual, los casados que tiran para tener hijos.
A medida que le vas quitando capas, ingredientes, a esta pareja, se va marginalizando más y más la sexualidad. Si le quitas el componente del matrimonio, de la reproducción, el componente también de que es una pareja y no un trío, a medida que le vas quitando como componentes a esa sexualidad que no es tabú, se va marginalizando, volviendo a la periferia. Se va convirtiendo en tabú.
Entonces me gusta eso de la caja de Pandora, que puede pasar por todo el mundo, no solo por la escena gay. Y otra cosa que me han preguntado con la novela es que si hay un activismo, si con las escenas de sexo estoy intentando hacer una propaganda gay.
La contra pregunta que hago es que si alguien lee una escena heterosexual, piensa que es una propaganda católica o algo así. Un escritor que habla de relaciones heterosexuales no se vería enfrentado a una pregunta así: si describir una escena de sexo es una especie de militancia.
En la homofobia que se plantea en la novela sí hay un activismo…
La homofobia surge en la novela como surge en el mundo. Me parece que uno no puede singularizar el dolor, pero sí creo que hay experiencias de vida singulares en ciertas comunidades. Y sí, todos pasamos por cosas difíciles, pero no sería justo desconocer que ciertas comunidades, y específicamente la comunidad Lgbti, ha pasado por situaciones que otros no pasan.
A mí me sorprende mucho que la novela saliera justo cuando sucedió la masacre de Orlando, todos estos asesinatos contra la comunidad Lgbti. Lo que está pasando en Colombia ahora con el tema de las cartillas escolares también me parece un ataque homofóbico sin precedentes.
Uno siente que ha habido un progreso, se ha aprobado el matrimonio homosexual, cada vez hay más gente fuera del closet a una edad más temprana, cada vez hay más programas de televisión con personajes Lgbti que no son caricaturizados, sino que son mostrados en toda su complejidad.
Y sin embargo al mismo tiempo que se visibiliza más a la comunidad Lgbti, se visibiliza también la homofobia. Como todo estaba tan dormido, la homofobia también estaba dormida. No era tan radical.
Cuando me surgió la escena de la masacre en la novela, me pregunté por cierto en qué año está ocurriendo esta novela. Y cuando salió, cuando se publicó, pasó lo de Orlando. Es algo que me aterra mucho, esa radicalización del mundo de hoy.